Alejandro Nadal, La Jornada
Los nombramientos para el gabinete de Donald Trump revelan mucho sobre lo que vendrá. En materia de seguridad destacan el de Mike Flynn y el general Mattis (apodado el perro rabioso), ambos con una perspectiva sumamente agresiva frente a Irán. En el ámbito económico sobresale el nombramiento de Steve Mnuchin como secretario del Tesoro y de Gary Cohn como jefe del consejo de asesores económicos. Ambos vienen directo de Goldman Sachs y tienen un historial ligado a la nueva y más peligrosa generación de especuladores financieros.
Pero sin lugar a dudas lo más sorprendente ha sido la designación de Rex Tillerson como secretario de Estado. Éste es uno de los nombramientos más importantes y tradicionalmente ha recaído en personas con experiencia en el terreno diplomático. Ese no es el caso del señor Tillerson, quien venía desempeñándose como director ejecutivo de Exxon, la compañía petrolera más grande del mundo. Pero si bien este personaje carece de experiencia en la diplomacia internacional, sí tiene un largo camino recorrido en el espacio de grandes proyectos energéticos que tienen alcances geoestratégicos. Algunos piensan que esa trayectoria en el mundo de los grandes negocios de la industria de combustibles fósiles puede llevar al nuevo funcionario a un serio conflicto de intereses. Pero la realidad es que el nombramiento ya lleva la huella de una geopolítica de la administración Trump centrada en la expansión de los vínculos con el sector energético ruso.
Es bien sabido que las dos compañías petroleras más grandes de Estados Unidos (Exxon y Chevron) estuvieron ausentes del auge de la industria de la fractura hidráulica para explotar el petróleo y gas de esquistos en ese país. Lo cierto es que mientras cientos de pequeñas compañías se lanzaban a la aventura del fracking, a veces con esquemas de financiamiento muy frágiles, Exxon estaba muy ocupada en otro tipo de proyectos de mayor escala y les llamaba la atención en el panorama mundial el potencial de crudo y gas natural en Rusia, un potencial estimado en más de 8 billones (castellanos) de dólares.
Entre 2011 y 2013 Exxon firmó una serie de convenios con la empresa estatal rusa Rosneft para explorar campos en el Mar Negro y para desarrollar recursos a través de su tecnología de fractura hidráulica en Siberia occidental. Además, y quizás estos acuerdos son lo más importante, Exxon firmó contratos para realizar perforaciones en los campos más prometedores del ártico ruso en donde se localizan lo que probablemente sean los yacimientos vírgenes más importantes que restan en el mundo. En esos años Exxon y Rosneft invirtieron más de 3 mil millones de dólares (mmdd) en un proyecto cuyos rendimientos se calculaba superarían con creces la inversión inicial.
En 2013 las exploraciones rindieron frutos y se descubrió un yacimiento muy rico en el glacial mar de Kara, al este de la isla de Nueva Zembla. Estos proyectos en las durísimas condiciones árticas representaron para la compañía petrolera el eje rector de su estrategia a largo plazo. Ese mismo año Putin galardonaba a Rex Tillerson como miembro de la Orden de la Amistad, un premio reservado a los más fieles amigos de Rusia.
Pero en 2014 comenzaron los problemas. Ese año la administración Obama impuso sanciones económicas a Rusia en respuesta a las incursiones en Ucrania y la anexión de Crimea. Tillerson se opuso a las sanciones, señalando que ese tipo de medidas raramente surtía efectos, pero la empresa no tuvo más remedio que detener sus operaciones en el ártico.
No es evidente lo que hará la administración Trump con las sanciones sobre Rusia. Durante la campaña y después de las elecciones el presidente electo ha insinuado en repetidas ocasiones que un acercamiento con Putin es una prioridad. Y para el mandatario ruso la reducción significativa de estas medidas punitivas es de suma importancia. En los últimos tres años los ingresos fiscales derivados de la explotación petrolera rusa han estado decayendo alarmantemente. Para detener esta erosión en su posición fiscal Rusia necesita explotar sus recursos, incluso los de más difícil acceso en el Mar Ártico, así como los campos en el Mar Negro. Es claro que si Washington levanta las sanciones, Exxon estaría en la primera posición para reanudar sus operaciones conjuntas con sus socios rusos, aún en el escenario actual de precios bajos para el crudo. Para Exxon la inversión en Rusia es un proyecto de largo aliento que permite en el corto plazo incrementar sus reservas probadas y con ello mantener el valor de sus acciones.
Muchos analistas están preocupados por el evidente conflicto de intereses que existe en el nombramiento de Tillerson. Se preguntan si el nuevo funcionario será el responsable de la diplomacia del gobierno federal o si seguirá pensando en las prioridades de Exxon. De cualquier manera, las malas noticias para los ecosistemas en el ártico, las emisiones de gases invernadero y el calentamiento global no dejarán de acumularse.
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