Omar Everleny Pérez Villanueva, Cuba Posible
enero 12, 2017
Foto: ViajaraCuba/YouTube
En una época post-bloqueo, Cuba debe hacer grandes cambios en su economía para superar aceleradamente sus problemas estructurales. Hay una presencia de retraso económico, que no se debe solamente al tema del bloqueo de Estados Unidos a Cuba, aunque no se puede desconocer su efecto nocivo al crecimiento y al desarrollo económico. Todas las tareas que se emprendan tienen que realizarse en un plazo que beneficie a las generaciones actuales, para que estas puedan participar en la búsqueda de ese objetivo.
¿QUÉ HACER ENTONCES?
Hay que ser justo cuando se dice que el bloqueo estadounidense ha sido un obstáculo indiscutible en el desarrollo cubano, algo que debería haberse eliminado hace mucho tiempo, y que ha sido la causa de muchas dificultades económicas y financieras para Cuba. Sin embargo, es serio plantear también que internamente las transformaciones claves emprendidas van a un ritmo demasiado lento, en una estructura de decisiones marcada por la huella de tantos años de centralización.
A pesar del camino que se ha recorrido, Cuba no logró la transformación estructural deseada y se ha mantenido una inserción internacional con distorsiones y un crecimiento, cuando se ha logrado, preferentemente extensivo. El impacto de la educación y la ciencia en la transformación estructural, la productividad y la eficiencia ha sido menor que lo potencialmente posible, unido a que la expansión del gasto social está alejada de la capacidad productiva del país.[1]
Por ende, en esa época post-bloqueo, no se puede mantener el bajo crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), donde se crece a tasas muy bajas para las condiciones de Cuba, por lo general alrededor del 2 por ciento en los últimos años y con menos del 1 por ciento para el 2016.
Hay que superar la participación del indicador “Formación Bruta de Capital en el PIB”, que se ha movido como promedio alrededor de un 10 por ciento, reconociéndose con ella además la persistencia de la baja efectividad del proceso de inversiones en el país, es decir, la aspiración deberá ser superior al 30 por ciento. Hay que intentar que las inversiones sean en ramas de alta recuperación productiva, como en la agricultura, la industria manufacturera o el azúcar, que permitan multiplicar el rendimiento de la fuerza de trabajo, que no es el caso actual.
Cuba es, quizás, única en haber invertido tanto en capital humano y, sin embargo, genera un limitado crecimiento económico, contrario a las experiencias de desarrollo económico en otros países después de la década de los años 60 (como Japón, Corea del Sur, Singapur, Malasia o en aquellos más recientes de rumbo socialista, como China y Vietnam).
No me referiré a temas que deben estar resueltos en un futuro mediato, como la existencia de la doble moneda y la diversidad de tasas de cambio; así como el necesario incremento salarial de los trabajadores cubanos por su relación con el aumento del nivel de vida.
En este futuro que pensamos, tendríamos ya la posibilidad de no contar con la presencia activa del elemento distorsionador del comercio exterior cubano, que es el bloqueo de Estados Unidos y el deterioro de los términos de intercambio por la propia estructura, tanto de las importaciones como de las exportaciones. Sin embargo, sí deberá amortiguarse el desempeño crónico del déficit comercial cubano, que es lo que provoca tensiones en los resultados de la Balanza de Pagos del país. En resumen, solo se puede exportar lo que producen las estructuras empresariales, y estas deberán incentivarse para el logro de exportaciones crecientes.
Por ende, la situación financiera externa cubana debe llevar a que se tomen decisiones para estimular la obtención de divisas por parte de las empresas o instituciones. No se puede aspirar a mantener la presencia de una elevada centralización, si no cambian las reglas, ya que se supone que ha cambiado el entorno en que operan las empresas, y se estará en presencia del mantenimiento de esos desequilibrios externos por un tiempo mayor. A partir del 2013, se honraron deudas previstas y se produjo un proceso de renegociación que repercute positivamente en la credibilidad externa de Cuba. Estos procesos de renegociación de las deudas han llevado a establecer compromisos de pagos recientes, es decir, se están erogando pagos por intereses y por el principal, en la actualidad derivados de esos acuerdos y eso hay que mantenerlo.
A pesar de que Cuba es una “economía abierta” (economía exportadora), la expansión del mercado interno es una condición imprescindible para el desarrollo de cualquier tipo de economía, y por tanto, debe ocupar un papel prominente en cualquier estrategia de desarrollo post-bloqueo. Este ha sido, obviamente, un componente que ha estado ausente en las políticas económicas cubanas, y aunque tímidamente se ha identificado como una prioridad de los planes de desarrollo en la actualización del modelo económico cubano, aún no se incentiva el despliegue a plena capacidad de las potencialidades del cubano, más bien lo que se observa es una contramarcha de la marcha incompleta.
Cuba debe, en primer lugar, crear la capacidad institucional para darle seguimiento y atención a los cambios que propuso el Partido Comunista de Cuba (PCC) y el Estado cubano en el 2016 y que serán más acentuados cuando se elimine el bloqueo. Debe modificarse sustancialmente la planificación, donde se incluya a todas las formas de propiedad que deben tributar al desarrollo cubano. Si la planificación sigue elaborándose como hasta ahora, atenta contra el mismo sector estatal. Más allá que dejar de ser una economía centralmente planificada, lo que existe en Cuba es una economía “centralmente administrada”.[2]
La propuesta de desarrollo de las pequeñas y medianas empresas cubanas deberá ser una necesidad imperiosa, porque solo la creación de riqueza potenciará la repartición de más riquezas. Sería prudente crear un Banco de Desarrollo u otras instituciones financieras de microcrédito, especializadas únicamente en atender el segmento de mercado de las MPYMES. Y puede incluso valorarse la posibilidad de utilizar la colaboración internacional, por ejemplo, como en Latinoamérica, donde ha avanzado mucho el microcrédito para el desarrollo de las microempresas. Cuba debe también incrementar las opciones de la banca móvil a través de la red de telefonía celular e Internet, porque muy pocas instituciones poseen terminales de punto de ventas, y en las privadas es casi cero. En general, la Banca cubana debe atemperarse a los nuevos tiempos que trascurren y deberán transcurrir.
Sería oportuno aceptar las inversiones en cartera en ese escenario. En este caso, es necesario incluso estudiar la emisión de títulos de valor de renta fija (bonos) y de renta variable (acciones). La emisión de bonos es una posibilidad y una necesidad en la búsqueda de nuevas fuentes de financiamiento interno (para financiar el déficit del presupuesto) y externo (para brindar garantías al prestatario de acuerdo a la práctica internacional). Incluso en la situación actual de Cuba, de falta de liquidez a corto y mediano plazo, esa variante no es descabellada.
Es necesario que se den pasos concretos para la integración financiera internacional, que le podría proporcionar a Cuba mayores recursos del mercado mundial de capitales para impulsar su desarrollo. El primer paso crucial es la membresía de Cuba en las instituciones financieras internacionales. Debería producirse una Reforma Bancaria en Cuba, con una mayor liberalización financiera que implique que los bancos se conviertan en algo más que instituciones de depósito, que es la función que en gran medida ejercen hoy en día.[3]
COMENTARIOS GENERALES
Para que un país prospere, desde el punto de vista económico, debe ser capaz de producir riquezas. Las empresas, independientemente del sistema económico imperante, son los entes responsables de que esto ocurra. Por ende, no podrá en esa Cuba sin bloqueo mantenerse el freno a las fuerzas productivas; muchas veces por razones ideológicas o políticas, la riqueza de la nación, demora en sentirse, en verse.
Con un país que crece a tasas muy bajas en su economía, en algunas ocasiones por debajo del 1 por ciento, con tasas de inversión en relación al PIB de menos del 10 por ciento, es imposible pensar en el desarrollo en los próximos 15 años, incluso con la eliminación del bloqueo.
Para que eso suceda, debe haber un cambio institucional, un cambio en la forma de cómo se ha estructurado la producción nacional y cambios legislativos, entre otros elementos. La meta del crecimiento que debería tener Cuba, si desea cumplir su propuesta hasta el 2030, parece plantear un nivel perceptible de incongruencia respecto a los medios disponibles para materializar la transformación económica y social que se aspira.
Es decir, para contar con los recursos necesarios, Cuba tiene que hacer una transformación profunda, y las señales que el Gobierno está ofreciendo pueden indicar que no está dispuesta a hacerlo por el momento. Y ahí podría estar la paradoja de que mientras la percepción internacional acerca de Cuba cambia de manera favorable, especialmente a partir del intento de normalización de relaciones con Estados Unidos, está la percepción de que existe un grupo de factores internos que se convierten en trabas objetivas y subjetivas al crecimiento económico que están esperando los cubanos.
¿Qué nos ha dejado la historia económica reciente? En primer lugar, no se puede vivir de espaldas al mercado. En segundo lugar, los incentivos son necesarios si se pretende tener incrementos de productividad y eficiencia económica. Tercero, es incorrecto pensar que para construir el socialismo todo tiene que ser estatal. Cuarto, deben existir empresas con autonomía, no unidades de administración de recursos. Al final, la planificación realizada hasta el momento no es la que conduce al desarrollo. Y el mercado no es sinónimo de propiedad privada.
El mercado es una institución objetivada en el mundo contemporáneo, no es exclusivo de economías capitalistas y su expansión no requiere o conduce necesariamente al control privado sobre la actividad económica.[4]
El bloqueo ha sido una pesada carga económica para el desarrollo de la economía cubana, eso es indiscutible; pero la eliminación del mismo no nos garantiza el camino al desarrollo. Las autoridades cubanas deben estar conscientes de que el país se enfrentará a un grupo de retos económicos desconocidos hasta ahora, y que las reglas tienen que ser otras.
NOTAS:
[1] Monreal González, Pedro (2016). “El plan de desarrollo hasta el 2030. ¿Cuadran los plazos y las cuentas?” Sitio digital de Cuba Posible, La Habana, 2016.
[2] Fernández, Oscar (2015). Hacia un nuevo modelo de planificación en Cuba.
[3] Sánchez, Marlen; León, Jessica y Pérez, Omar Everleny (2016). “Fuentes de acumulación para la transformación productiva en Cuba”. Seminario Anual del CEEC, La Habana.
[4] Fernández, Oscar (2015) Hacia un nuevo modelo de planificación en Cuba. La Habana.
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