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domingo, 2 de abril de 2017

El libro prohibido de la economía (I)

Por Fernando Trias de Bes


INTRODUCCIÓN


Esta obra ha obtenido el Premio Espasa 2015, concedido por unanimidad por el siguiente jurado:

Pedro García Barreno (presidente),

Leopoldo Abadía, Juan José Gómez Cadenas,

Nativel Preciado y Pilar Cortés.



ESTOS SON LOS

HECHOS


A los economistas se nos considera personas que no tenemos ni idea de lo que va a pasar.

La sociedad percibe la economía como una ciencia oscura, llena de engaños y que sirve para obtener poder o dinero a costa de los demás.

Se ha degradado el papel de la economía en la sociedad.

En los medios de comunicación y en Internet se ofrece información económica parcial, presentando solo la parte que interesa de una medición con el fin de manipular a la opinión pública en una cierta dirección ideológica.

Las estadísticas económicas se utilizan para engañar a la gente.

Magníficas herramientas económicas que académicos, investigadores y personas cargadas de buenas intenciones pusieron al servicio de la sociedad son manipuladas y utilizadas en otro sentido para el que fueron creadas.

La banca, el Gobierno y los poderes financieros nos quieren hacer creer que el sistema es el que es porque es el mejor o no hay otro alternativo.

Nos cobran impuestos que no tienen ninguna razón de ser ni legitimidad económica alguna.
En las empresas se utilizan fabulosas herramientas comerciales para que la gente compre cosas que en realidad no necesita o que ni siquiera sabe por qué paga.

Nadie hace nada para corregir todo esto.



ESTOS DEBERÍAN HABER SIDO LOS HECHOS

Economía viene del griego οἰκονομία [oikonomía] (de οἶκος [oikos], «casa»,

y     νόμος [nomos], «ley») y significa «administración de la hacienda, de la casa».

La economía es una disciplina puesta al servicio de las personas, no al servicio del poder político, financiero y empresarial.

Los auténticos destinatarios de los beneficios de la economía son los  ciudadanos y las familias; la sociedad, en definitiva.

La economía es una formidable disciplina que el carácter egoísta y ambicioso ha pervertido. Un cuchillo puede servir para cortar pan o para cargarse a un congénere. La herramienta es neutra. Es el uso que le damos, la voluntad, lo que convierte al cuchillo en desdeñable o peligroso.

La economía también es neutral. Bien utilizada serviría para tener un mundo mejor, más justo, más humano, más solidario. Pero la insaciabilidad, la ambición y el egoísmo han convertido a la economía en un despropósito, prostituyéndola.
Cuando a los niños se les muestra un cuchillo, se les enseña su utilidad y también se les advierte de las consecuencias de un mal uso: «Esto es un cuchillo. Sirve para cortar cosas, pero también puede hacer daño. Debéis tener cuidado».

Cuando se enseña Historia en las escuelas, tratamos de que se comprenda cómo la política es capaz de garantizar la paz, pero también de provocar la guerra.

Cuando se enseña Sociología en las universidades, se explica la justicia o la tiranía de distintas formas de organización social.

En   la   Facultad   de   Derecho   los futuros abogados, fiscales o jueces tratan de conocer las leyes para poder defender a las personas, y así evitar las injusticias.

Con la economía, en cambio, esto no sucede. La economía se nos presenta como un cuchillo que solo corta pan y que no puede hacer daño. Y no es verdad. Puede hacer daño. Mucho. Y lo está haciendo. La economía se ha estado utilizando de forma indebida. No sé si ha llegado a matar, pero sí se ha usado con una intencionalidad bien distinta de aquella para la que fue concebida. Siempre ha pasado, evidentemente. Pero es que en estos últimos años nos hemos pasado de rosca.


ESTA ES MI INTERPRETACIÓN DE LOS MOTIVOS

Los economistas, no exentos de cierta candidez, estamos empeñados en no aceptar este descrédito, esta disfunción de la economía.

Nuestro problema es que seguimos pensando que la gente está cargada de buenas intenciones.

Y seguimos enseñando economía y mostrando sus conceptos y herramientas tal y como deben ser utilizados o, por lo menos, con el objetivo para el cual fueron concebidos.

Pocas veces explicamos «las otras cosas» que con las herramientas económicas se puede hacer.


¿QUÉ HE DECIDIDO HACER AL RESPECTO?

Hay un libro, escrito por el doctor Eric Berne, titulado Juegos a los que jugamos, que está basado en la técnica de Análisis Transaccional. Este libro explica cómo algunas personas ponen en marcha, inconsciente o deliberadamente, verdaderos juegos con el fin de obtener lo máximo posible de las personas con quienes se relacionan.

Este es nuestro caso: los economistas desarrollamos técnicas y herramientas para mejorar el mundo, y las empresas, los financieros y los políticos las manipulan y sacan partido de forma interesada.

La sociedad se siente engañada por la economía y como resultado la economía se convierte en víctima.

Cuando alguien es víctima de un juego, explica Berne, tiene una única solución: desvelar el juego. El juego se desvela comparando lo que es y lo que debería ser cada cosa en la economía y la empresa.

Así pues, he decidido desvelar el juego; rebelarme contra nuestra candidez y decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

Muchos no estarán de acuerdo, pero lo que digo aquí es lo que de verdad pienso. Estoy convencido de que la gran mayoría de gobernantes, banqueros y directivos están manipulando muchos conceptos económicos y, por extensión, la economía.


¿CÓMO LO VOY A
DESVELAR?

Haremos un recorrido por aquellos conceptos que personalmente creo que más se están manipulando o utilizando de forma inapropiada, partidista o interesada.

Cada concepto, por tanto, será definido dos veces: la definición oficial y la prohibida.

La definición oficial es lo que debería ser, lo que los economistas pretendemos cuando teorizamos, descubrimos o propugnamos teorías, o cuando desarrollamos instrumentos y herramientas para que empresas y gobiernos las pongan al servicio del bien común.

La definición prohibida, en cambio, desvela la forma en que se está utilizando, lo que subyace, lo que realmente se ha hecho de ese concepto, lo que no debería ser y pocos denuncian. Esa será la mirada nueva, una que le llevará a cuestionar sus propias ideas y, le convenza o no, le enseñará a observar los asuntos económicos desde otras dimensiones.

Algunos ejemplos: (1) la inflación es un aumento natural de los precios (versión oficial), pero los gobiernos ineficientes la utilizan como forma encubierta de cobrar impuestos (versión real y prohibida); (2) la satisfacción de las necesidades de sus clientes es lo que una empresa, si fuese ética, debería procurar (versión oficial), sin embargo, utiliza el análisis de necesidades de la población para incorporar a las necesidades vitales otras accesorias, por las que la gente ni siquiera es consciente de que paga un sobreprecio (versión real y prohibida); (3) los bancos llaman «depósito» a un dinero que dicen que nos guardan (versión oficial), pero que en realidad no van a custodiar (versión real y ocultada).

Explicaré y razonaré cómo se hace en cada caso, cómo se pasa de la función oficial a la prohibida. El lector comprenderá el truco para darle la vuelta a las cosas, para obtener resultados «prohibidos» de herramientas «oficiales».

Cuando me ha sido posible, he sugerido soluciones para cada concepto: herramientas para que el lector pueda defenderse.

Mi intención es que pueda usted identificar cuándo va a ser objeto de una manipulación, diagnosticar por qué y saber qué recursos y posibilidades tiene a su alcance para contraatacar y defender su ahorro, sus ingresos o su patrimonio.



Haré un recorrido por un total de 126 conceptos que, personalmente, considero que son los que más se están manipulando o utilizando de forma inapropiada, partidista o interesada. Por supuesto, no están todos los conceptos que son, ni son todos los que están. Hay infinidad de conceptos más que podría haber incluido. Sin embargo, he preferido no ser exhaustivo y dar un pequeño paseo por temas muy dispares, pero que me ha parecido muy interesante compartir por la utilidad que pueden tener para el lector.

Al final, no se trata tanto de revisarlo todo como de aprender a mirar la economía con una mirada distinta y una perspectiva nueva, como si tuviéramos unas gafas de rayos X que nos permitieran ver a través de las cosas y descubrir aquello que se nos trata de ocultar.



SOBRE EL TONO
  
El empleo de la ironía es poco habitual en las ciencias económicas. Un economista irónico corre el riesgo de ser calificado de poco riguroso. Los economistas debemos dar una cierta imagen: seriedad, solvencia y rigor. Es importante mantener el tipo para seguir siendo considerados «científicos».

Quien haya leído mis anteriores libros de economía y empresa sabrá que la ironía inunda mis textos. El motivo no es otro que ayudar a comprender a través del humor. Utilizando el sarcasmo tiro piedras sobre mi propio tejado, mas cuando se trata de decir verdades, el humor es una de las mejores formas de comunicación.

Pero que nadie se equivoque: este es, contra toda apariencia, un libro serio; y la economía es, contra toda apariencia, una disciplina apasionante.

LAS POSIBLES
CONSECUENCIAS

El debate que suscitará este texto es previsible. Sobre una definición prohibida habrá tres posturas: quienes estén de acuerdo, quienes digan que no siempre es así, y quienes piensen que es un modo personal del autor de ver las cosas.

Para mí son verdades como puños y en ningún caso he inventado nada que no haya visto, presenciado o sabido. Pero eso no me otorga razón ni legitimidad.

Puede que alguien me eche en cara el haber desvelado ciertas poderosas herramientas que utilizan empresas y gobiernos. Mi respuesta es la siguiente: si un economista, político o directivo ya utiliza hoy estas herramientas de forma ética, ¿por qué le inquietan mis definiciones prohibidas? Solo a quienes manipulan o engañan les indignará que desvele y denuncie.

Sí, colega mío, economista o directivo, dirigente o político, si está ya poniendo la economía al servicio de las personas, no tiene por qué preocuparle este libro. Más bien, debería alegrarse, ¿no es así?



LO QUE NO QUIEREN QUE SEPAS:

LAS MARCAS Y LA

DISTRIBUCIÓN
 Seamos francos, el marketing goza de muy mala prensa. De hecho, popularmente, marketing es sinónimo de «mentira». Busquen en Internet noticias donde aparezca el término marketing y leerán cosas como: «La píldora del día después es puro marketing» o «Las pulseras magnéticas para la salud son puro marketing».
Incluso con el marketing de personas. Recuerdo que cuando se dudaba de la capacidad de Zapatero para gobernar el país, algunos diarios llegaron a publicar artículos titulados: «Zapatero es puro marketing».

El calificativo «puro» tiene su enjundia. La sabiduría popular nos dice que cuando el marketing es puro, libre de impurezas, más nos acercamos al fraude. De ello podemos deducir que en la esencia más pura del marketing está la mentira.

Pues no es así. El marketing, en sus orígenes, no tenía nada que ver con todo esto que ahora se dice. El marketing nace en los años sesenta como una nueva disciplina que trata de aunar y cohesionar las políticas comerciales de una empresa y organizarlas alrededor de las marcas. El marketing era en realidad un proceso analítico y lógico, una metodología          que           aseguraba           la coherencia de las inversiones empresariales a la hora de poner sus productos y servicios en el mercado.

Este proceso, profesionalmente realizado, es complejo y obliga a dominar difíciles técnicas estadísticas, dado que todo se debe basar en cálculos representativos del comportamiento de la población. Dominar el marketing en su esencia es una tarea muy compleja. Hay que estudiar disciplinas, como la investigación de mercados —que se nutre de la sociología—, la psicología, la estadística o la econometría, que requieren muchos años de estudio; así como dominar técnicas tan complejas como el llamado análisis estadístico multivariable, el único que permite reducir la complejidad de los datos para simplificar la toma de decisiones.

Poco de esto trascendió porque, de nuevo, el marketing es, lamentablemente, uno de los campos de la microeconomía que de peor prestigio goza. Es un desastre lo que se ha hecho con el marketing.

Lo paradójico es que la idea generalizada sobre el marketingsinónimo de mentira, no refleja, bajo mi punto de vista, la auténtica manipulación del que ha sido víctima. En una frase: el marketing también ha sido corrompido, pero no como la cultura popular supone.

El marketing no cuenta mentiras. La información está siempre ahí, al alcance del cliente. Todo cuanto el marketing esgrime puede ser corroborado o comprobado. El marketing no puede mentir; simplemente, porque la legislación comercial impide los fraudes. Es un sector fuertemente regulado y controlado. El marketing sabe que no puede mentir, pero hará todo cuanto esté en su mano para que usted se enamore de los productos y servicios que va a intentar venderle. Usted los comprará, se gastará su dinero y en algunos casos se sentirá luego defraudado. Entonces afirmará: «Me mintieron». Y yo le diré: «No le mintieron; le sedujeron como aquella novia que tuvo hace tiempo y que luego resultó un fiasco. Aquella novia no le mintió, sino que supo engañarle sin ocultarle la verdad».

Continuará

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