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lunes, 10 de abril de 2017

Una cosa es robar y otra cosa es robar


Abril 10, 2017



Foto: Martin Abegglen (CC BY-SA 2.0)

Días atrás estuve en una cola. Esta vez a la puerta del mercadito de un CUPET. Era entrada la mañana y se suponía estuviera abierto. Para ser más exacto, abierto al público. La gente que allí trabaja ajetreaba dentro, pero no estaban despachando. Era hora del “arqueo” de caja.

Los comentarios en la cola iban y venían, y un tema se encimaba en el otro. Uno en particular me motivó. Se decía que hubo un robo en ese lugar días atrás y por eso cerraban a distintas horas para hacer el “arqueo” de caja.

Una de las personas que, como yo, esperaba para entrar, sentenció de manera tajante: “eso no pasa en el capitalismo; ahí el dueño te bota si te coge robando”. Sentencia que dio paso a variados ejemplos. Un familiar tal, en tal lugar, me contó tal cosa. Yo estuve en la tienda tal, en tal lugar y vi tal cosa. Cada uno de esos “tales” reforzaba, engrandecían, sublimaban y reafirmaban que “ahí el dueño te bota si te coge robando”.

Me hubiera gustado preguntar, claro que solo como justificación para conversar mientras esperaba que terminaran el “arqueo” de caja: ¿qué pasa en esos lugares “tales” cuando el dueño capitalista le roba al que puede ser botado? ¿Lo pueden botar a él también?

Claro, lo pueden botar, o cerrarle el negocio que es lo mismo, si no paga los impuestos, si vende o almacena productos ilegales, si no está en buen estado de conservación lo que oferta, etcétera. Todas esas son también maneras de robar.

Sí, pero ese es un “botao” desde afuera. Me refería a si la gente que trabaja en el lugar y no son dueños pueden botar al dueño si descubren que este roba. Me pareció una pregunta tonta de inicio pues, ¿cómo puede robar si él es el dueño?

Mis respuestas demoraban en ser claras. Decidí entrarle al asunto por otro costado. En un negocio tal en un lugar tal, similar en tamaño y personal al de en un CUPET, donde hay un dueño y son decenas de empleados y empleadas quienes cargan, cuidan, despachan, venden, anuncian y muchas cosas más que se hacen en tales lugares, ¿de qué forma podría robarles el dueño si él prácticamente no toca las mercancías? Por el contrario, es obvio que en el bolsillo, en la mochila o en el abrigo de las personas empleadas se puede ir una mercancía cualquiera de más, incluyendo dinero.

A final del día, de la semana o del mes, cada cual recibe un pago por lo que trabaja. Sin embargo, las cuentas siempre son más abultadas para el dueño. Cuando digo más abultadas es en relación a la suma de cada una de las personas empleadas. Claro, eso es natural, el dueño gana más. Sí, pero ¿cómo es que gana más si él solo no puede realizar el trabajo de decenas de personas?

Ya en este punto de la reflexión, al que llegué comparativamente de manera más lenta que la aparición de otras opiniones resurgidas en la cola, supuse que esa también es una manera de robar. Entonces, ¿por qué los empleados no “botan” al dueño que les roba parte de su contribución en la generación de beneficios? Debe ser que no queda tan claro que eso también es robar.

He sabido de lugares donde, por ejemplo, el contrato de trabajo es por ocho horas y se trabajan 12; sin embargo, el salario que reciben es por ocho. También los hay donde no existe ese problema, pues no hay contratos.

Me pregunto ¿quién se queda con los beneficios producidos en esas horas de más? ¿El dueño? De ser así, ¿eso no es robar? Ah, pero también sé que en otros lugares se trabaja ocho horas, respetando el contrato, donde en las primeras seis ya has trabajado en relación al pago salarial que te correspondería por ocho. ¿Y las otras dos horas a dónde van? ¿Eso no es robar también?

Entonces creo que una cosa es robar y otra cosa es robar. Un robo es cuando un empleado o empelada, sea en el capitalismo o en el CUPET, se apropia indebidamente de una mercancía, sea esta dinero o no. Otro robo es cuando el salario que se recibe a cambio de una cantidad de trabajo sea menor a la cantidad de trabajo realizado. Casos en que la diferencia va a otro bolsillo menos laborioso o a una administración autoritaria.

¿Qué tal si le damos vuelta a la comprensión sobre este asunto? ¿Qué tal si en realidad las empleadas y empleados que roban están redistribuyendo las ganancias, sin conciencia de ello, aunque sea de forma distorsionada, irregular, individualista, egoísta y con daño a terceros; pero al fin una manera de complementar ingresos en relación a lo que aportan con su trabajo?

Qué tal si se entendiera que la gente roba, también, porque es robada de manera permanente en estructuras productivas de bandidaje, desigualdad, autoritarismo, despilfarro o ineficiencia. Las que se basan en relaciones salariales donde empleadas y empleados son cada vez más una mercancía y, cada vez menos, ciudadanos y ciudadanas del proceso productivo. Estructuras que lastran la capacidad de lectura crítica de la realidad y que se naturalizan en sentencias como “en el capitalismo el dueño te bota si te coge robando”.

Visto más a fondo, estas estructuras no solo potencian robo de ganancia y conciencia, sino de justicia, de derechos, de vida y dignidad. Roban también la historia al contar que el problema está en los asalariados y no en las estructuras salariales injustas.

De entenderse así, la respuesta pudiera encaminarse a transformar esas estructuras, no a botar a los asalariados ni exculpar a los capitalistas. Si las personas del CUPET y de las tiendas tales en los lugares tales participaran democráticamente en la redistribución de las ganancias que ayudan a crear con su trabajo, robar sería otra cosa.

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