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martes, 25 de julio de 2017

Castellanos, la hora de la verdad


Sobre la presa de colas se coloca una manta de polietileno de alta densidad, para evitar filtraciones al manto freático. Foto: del autor
PINAR DEL RÍO.–Con sus ojos de experto, Jesús García revisa una y otra vez la planta de proceso, en busca de las fallas que suele haber en toda industria cuando arranca por primera vez.
Mientras camina de un lado a otro de la gigantesca mole metálica, supervisa las labores que se realizan, evalúa cómo corregir alguna avería, imparte indicaciones, sube varios niveles por las escaleras, para observar el trabajo desde arriba, y luego vuelve a bajar.
«Siempre que se hace una puesta en marcha, hay que alinear tuberías, coger salideros, arreglar problemas eléctricos, cambiar algunos equipos de posición», dice.
«Ahora mismo, estamos probando los molinos, que son de las piezas más importantes».
En los 31 años que lleva vinculado a la minería, ha vivido la experiencia varias veces. Sin embargo, reconoce que ninguna de las obras en las que ha participado se compara al proyecto polimetálico Castellanos, por su envergadura.
«Yo he trabajado en el oro, la sal, el cobre, el carbonato de calcio, la zeolita, pero de todas las plantas en las que he estado desde Guantánamo hasta Pinar del Río, esta es la más grande y moderna», señala Jesús.
Aun así, asegura que al cabo de varias semanas, la puesta en marcha de Castellanos transcurre según lo previsto.
Diecinueve meses después de que los primeros buldóceres embistieran el monte, para comenzar a preparar el terreno donde se levantarían las instalaciones del proyecto para la gigantesca inversión, ha llegado la hora de la verdad.
CALENTANDO MOTORES
El ingeniero Justo Hernández, gerente general adjunto de la Empresa Mixta Minera del Caribe S.A. (Emincar), a cargo de Castellanos, explica que tal como se había previsto desde el principio, el 30 de junio pasado concluyó el montaje mecánico, eléctrico y automático de la planta, y al día siguiente se inició el programa de puesta en marcha.
Primeramente, explica el directivo, se han estado probando los equipos sin mineral, y luego se probarán con él durante un periodo que en total abarcará tres meses. Al cabo de ese tiempo, se iniciará la producción.
En el último trimestre del año, afirma Justo, se deberán obtener aquí 12 000 toneladas de concentrado de zinc y 5 000 de concentrado de plomo, y entre los meses de noviembre y diciembre se realizará la primera exportación.
Aunque se dice fácil, para llegar a la etapa actual ha habido que mover más de cinco millones de toneladas de suelo para preparar la mina, y más de dos millones de toneladas de tierra para la conformación de los viales internos y las plataformas de las construcciones civiles.
Esto equivale a decir al menos 175 000 viajes de camiones.
En la planta de proceso ya se ejecutan las labores de puesta en marcha. Foto: del autor
Por otro lado, se han usado 29 000 metros cúbicos (m3) de hormigón y montado 25 000 m3 de estructuras y equipamiento tecnológico.
Solo en la planta de proceso, se han colocado 109 kilómetros de cables y 46 de tuberías.
A un ritmo de 24 horas diarias, se han preparado la mina y las instalaciones, se reparó la presa Nombre de Dios, que abastecerá de agua al proyecto, y se acondiciona desde hace meses el puerto de Santa Lucía.
Además, se construyó una gran presa de colas (para depositar los residuos del proceso), en la que actualmente se coloca una manta de polietileno de alta densidad, para evitar filtraciones al manto freático.
SIN PERDER TIEMPO
A pesar de la magnitud de las labores, en las que han llegado a intervenir hasta 1 400 personas al mismo tiempo durante los momentos pico, pertenecientes a organismos y ministerios diferentes, la inversión siempre ha estado enmarcada en el cronograma.
Para Justo, ello ha sido posible gracias a la organización del trabajo, a una supervisión rigurosa, a la capacitación constante del personal, y al traslado efectivo y eficiente de los recursos, en un primer momento por vía terrestre y luego por mar, a través del puerto de Santa Lucía, aprovechando el barco adquirido por la empresa para el envío de la producción terminada hacia la terminal de contenedores del Mariel.
Junto a las fuerzas propias de Emincar, explica que han intervenido las de varias entidades subordinadas al Ministerio de Energía y Minas, al de la Construcción, al de Industria, al Instituto de Recursos Hidráulicos, y cooperativas no agropecuarias.
También alrededor de 70 especialistas extranjeros de varios países, con una amplia experiencia en este tipo de actividad.
No obstante, el directivo aclara que el 96 % de la fuerza que ha participado es cubana.

A un costo total de 278 millones de dólares, esta es, por mucho, la mayor inversión que se acomete actualmente en la provincia, y probablemente, también en el país.
El objetivo, señala el gerente general adjunto de Emincar, es la obtención de concentrados de plomo y zinc, a partir del yacimiento Castellanos, ubicado muy cerca del poblado de Santa Lucía, en el municipio pinareño de Minas de Matahambre.
EL REGRESO DE LOS MINEROS
Dotada de una tecnología de punta, con un alto grado de automatización, la industria debe devorar cada año 1 000 000 de toneladas de mineral, y toda su producción estaría destinada a la exportación.
Los estudios realizados arrojan que a ese ritmo habría garantía de materia prima para 11 años, pero eso sería solo en una primera etapa.
Contiguo a Castellanos, a 1,5 kilómetros, se ubica el yacimiento Santa Lucía, con reservas algo superiores según los estimados, con el cual, la vida del proyecto pudiera extenderse a 25 años o más.
Para los habitantes de esta zona, con una larga tradición minera, la puesta en marcha de la obra constituye un sueño que se hace realidad.
«Este proyecto estuvo ahí mucho tiempo, se ponía encima de la mesa, pero nadie lo asumía, hasta que apareció Emincar», rememora Jesús García, uno de los tantos lugareños que se vieron obligados a salir del territorio a principios de la década del 2000, tras el cese de las actividades mineras producto de la caída del precio de los metales y los altos costos de producción de las industrias existentes en aquel momento.
«El director de entonces, nos dijo que había que irse de los mogotes para allá, para seguir trabajando, así que nos fuimos», cuenta Jesús.
Aunque la experiencia le sirvió para crecer profesionalmente, confiesa que siempre quiso ejercer su oficio nuevamente en su tierra. «Estoy muy contento de haber podido volver, y de trabajar en una obra como esta, montado tecnología del primer mundo, en la que se ha demostrado el capital humano que tiene nuesstro país, porque la gran mayoría de los que hemos construido esto, somos cubanos».

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