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viernes, 25 de agosto de 2017

Buscando tierra firme para el desarrollo

Por solo citar un ejemplo, la compra de alimentos en el exterior es una de las facturas permanentes para el presupuesto del Estado; de ahí que hablar de obtenerlos en nuestros predios es equivalente a decir sustitución de importaciones y dinero disponible para llevar adelante otros proyectos.
Si vamos más lejos, igualmente se refiere al desarrollo de la industria alimentaria, la sostenibilidad del crecimiento del turismo, el fortalecimiento de las cadenas de almacenamiento y distribución, y de muchas otras ramas que se 
interrelacionan.

El sector agroalimentario es, nadie lo dude, estratégico para la economía cubana, y como tal se reconoce en el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030: Visión de la Nación, Ejes y Sectores Estratégicos, emanados del 7mo. Congreso del Partido.
¿Qué se necesita entonces para que crezca mucho más? Invertir. Obtener los volúmenes productivos que se requieren no será posible solo con la voluntad de quienes laboran en la agricultura, es preciso asegurar las condiciones materiales para hacerlo. Por ello Granma dialogó con Luis Enrique Díaz, director de Inversiones del Ministerio de la Agricultura (Minag), para conocer qué está sucediendo en el país con relación a esta área.
A modo de introducción, Díaz recuerda que el perfeccionamiento del Minag, entre otras cosas, separó las funciones estatales de las empresariales. Esto es importante, apunta, pues muchos de los programas y acciones se ejecutan a través de las empresas o las nueve organizaciones superiores de dirección empresarial (OSDE) con las que cuenta el ramo.
El diagnóstico realizado como parte del perfeccionamiento identificó como uno de los problemas más serios de la agricultura el de la descapitalización; no solo en cuanto a recursos humanos, sino también en lo relativo a maquinaria rota u obsoleta y estructuras dañadas.
A partir de ese análisis, el proceso de inversión –explica Luis Enrique Díaz– ha estado dirigido a fortalecer y recuperar toda la infraestructura existente, una infraestructura millonaria que si nos pusiéramos a hacerla ahora asustarían las cifras que habría que erogar para viales, porcinos, vaquerías, talleres… Además, ha estado encaminada a la adquisición de equipamiento y nuevas tecnologías, en función de los programas de desarrollo.
En este sentido, destacó que desde el 2010 se ha ido experimentando un crecimiento de los recursos financieros destinados a este acápite, los cuales alcanzan en la actualidad los 560 millones de pesos y donde resalta el monto asignado al mantenimiento constructivo.
«No obstante, todo lo que se está realizando es todavía insuficiente. Nosotros necesitamos en el orden de los 2 000 millones de pesos en inversiones anualmente para poder hablar del desarrollo agrícola que requiere el país. Pero esto es lo que se puede ahora mismo, y lo que sí es evidente es la voluntad de, con todas las restricciones financieras que el país tiene, priorizar la agricultura», remarcó el directivo.
Por esta razón, a la hora de decidir dónde invertir, los programas de sustitución de importaciones han sido los privilegiados, en tanto son los que más rápido permiten recuperar la inversión, a partir del propio ahorro que se genera cuando se deja de comprar el producto en el exterior.
Un ejemplo ilustrativo es el caso del arroz, que junto a la producción de granos (frijol y maíz) marca la delantera. Una tonelada de arroz obtenida en el país puede permitir un ahorro de hasta 110 USD, dependiendo de las fluctuaciones de los precios del mercado. Si se tiene en cuenta que el plan de producción de este cereal para el 2018 es de 250 000 toneladas, serían más de 27 millones de USD que inicialmente permitirían honrar los compromisos contraídos por los créditos para inversión, pero con posterioridad al cumplimiento de estos, podrían estar disponibles para otros asuntos.
Esta es una de las razones por las cuales para este programa se destina el 12,5 % del total disponible para inversiones en el sector.
Otro tanto ocurre con el programa de granos y el de frutales. En este último caso, el funcionario señaló que del 2012 hasta la fecha se han puesto en funcionamiento 18 minindustrias nuevas, las cuales han permitido elevar la capacidad de procesamiento, que tal y como se evidenció en la más reciente sesión del Parlamento, sigue siendo un problema.
Con relación a la actividad ganadera, explicó que los programas más ambiciosos transitan por el periodo de los estudios de factibilidad. Sin embargo, dada la importancia que tiene, se ha ido trabajando en la siembra de alimentos (el 50 % de los recursos financieros de inversión en el 2016 fue para ello), la construcción de pozos, la reparación de canales, viales y vaquerías.

Resaltó las 1 180 estaciones integrales para el análisis de la calidad de la leche, la puesta en funcionamiento de biodigestores, las labores para el tratamiento de residuales y el mantenimiento constructivo que requieren las instalaciones existentes. 

Paralelamente, refiere Díaz, los programas de desarrollo local de los municipios han contribuido a fortalecer la agricultura y han aportado otras maneras de financiar las inversiones.

Ejemplo de ello es lo hecho en la Isla de la Juventud, uno de los principales escenarios de diferentes experiencias aplicadas en el sector. También en Villa Clara, donde en la empresa agropecuaria Valle del Yabú se ha revitalizado el riego hasta cubrir 2 107 hectáreas. O el proyecto de desarrollo integral de Mayarí, en Holguín, que ha permitido poner bajo riego y en valor de uso 1 500 hectáreas de tierra; así como en el Valle de Caujerí, en Guantánamo, donde se rehabilitaron 90 kilómetros de conductoras principales y otras 100 secundarias, para incrementar la eficiencia del riego de un 35 % al 95 %.
«El principio de las inversiones en la agricultura es avanzar –afirma el directivo del Minag– hay que continuar con estos niveles que vamos alcanzando anualmente. Por tanto, tenemos que avanzar todo lo que se pueda con fondos propios, porque hoy una de las grandes dificultades es el financiamiento externo».
Señaló que el dinero que invierte el Estado, a partir de créditos y acuerdos gubernamentales, hay que pagarlo; de ahí que cada paso que se da debe estar respaldado por un programa y un estudio de factibilidad. La inversión hay que hacerla, pero donde sea más necesaria y tenga mayor rendimiento, enfatizó.
Entre las premisas para asegurar el proceso, un aspecto al que le conceden gran relevancia es la preparación de los actores que intervienen. «Con la ayuda del Ministerio de Economía y Planificación y la Universidad de La Habana, nuestra escuela ramal ha propiciado que más de 200 personas del sistema de la agricultura hayan pasado esos cursos», añadió.
Asimismo, manifestó que se trabaja en la búsqueda de fuentes de financiamiento externo, y en fortalecer la capacidad constructiva propia, para evitar que esto sea un problema que paralice la ejecución de las inversiones.
Otro aspecto esencial es el mantenimiento de la tecnología que se adquiere. En ese sentido, Luis Enrique Díaz refiere que se le ha dado prioridad a la empresa estatal socialista en la entrega de equipamiento. Ello responde a la estrategia trazada para poder sostenerlo en el tiempo, porque si está disperso es difícil crear condiciones para su mantenimiento, como talleres, planificar los recursos… Estas empresas son responsables de prestar servicio a los productores, aclaró.
Se ha trabajado además en esclarecer la política sobre la explotación de la tecnología, para contribuir a hacer un uso óptimo de la misma y a su preservación. Al respecto insistió en que, dentro de la concepción de la inversión, se incluyen los presupuestos para la adquisición de partes, piezas y agregados que permiten el sostenimiento de la técnica.

RETOS Y MÁS RETOS

El cumplimiento de las normas del Decreto 327, sobre el proceso inversionista, es uno de los grandes retos que afronta el sector. Persisten, a pesar de las acciones desarrolladas, los problemas de demoras y mala ejecución, por solo citar dos ejemplos.

«Tenemos que mejorar en el análisis de las capacidades en desuso –añadió el directivo–, ser más rigurosos en ello antes de aprobar nuevas obras; así como mejorar en la preparación de las inversiones».
Y un reto es también cosechar los frutos de lo invertido, pues si bien de acuerdo con el plan de la economía se van cumpliendo las cifras, la realidad apunta a que no es suficiente aún para sostener el abastecimiento a la población, el incremento de la demanda a partir del desarrollo turístico y las nuevas formas de gestión, la exportación; y en general lo que le hace falta al país para dar el salto necesario.

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