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miércoles, 27 de septiembre de 2017

La economía se debate

Por Tania García Lorenzo

Los encuentros de Último Jueves (UJ) han devenido importantes momentos de reflexión e intercambio de puntos de vista entre interesados en y preocupados por las múltiples aristas del acontecer de la sociedad cubana e internacional. Sus participantes, desde distintos ámbitos, esperan cada UJ para escuchar voces autorizadas y participar en instructivos debates que, desmenuzando la alta complejidad de los procesos sociales, generalmente recorren de la teoría y los conceptos, a la práctica demoledora y del pasado al presente, aventurando en ocasiones escenarios futuros. Todo ello constituye un reto de significación para la revista Temas, que los auspicia, porque sus resultados y la expectativa generada frente a cada encuentro los han convertido ya en un referente del debate de las ciencias sociales en Cuba. 

En este volumen, Ediciones Temas nos presenta un compendio de doce paneles, efectuados entre julio de 2010 y enero de 2016, donde fueron sometidos temas ineludibles para considerar el devenir de la economía, relacionados todos con elementos de carácter estructural, tanto en el ámbito interno como externo. En seis años de particular relevancia para la nación cubana, los UJ fueron propiciando el intercambio y acompañando, en cada momento, los esfuerzos para transformar la economía nacional. Sus panelistas, cuarenta y seis mujeres y hombres, de distintas experiencias y conocimientos, ofrecieron múltiples aristas de análisis que contribuyen a enriquecer la necesaria comprensión sobre los procesos que están teniendo lugar en la Cuba de hoy, y muestran la diversidad que hoy tipifica el pensamiento nacional. 

Una de las mayores virtudes de los debates de UJ está precisamente en que, cuando hablamos de economía en tanto ciencia social, se abordan todos los sistemas de relaciones: económicas, políticas y sociales que involucran todas las dinámicas de la vida de la sociedad. No ha sido una mirada a la economía desde la macroeconomía respalda-da por la econometría, sino desde el prisma que brindan las ciencias sociales. 

El desarrollo de toda la sociedad —y no solo de una parte de ella—, partiendo desde el subdesarrollo, es un objetivo que no ha sido alcanzado en ningún país del Tercer mundo. Ese es el propósito del proyecto social cubano. Han sido más de cincuenta años de experimentación, en un contexto internacional tipificado por una gran polarización, y además, junto a desaciertos internos, ha habido que recibir y responder las crisis provocadas desde el exterior. Lo que está en construcción en la actualidad no es solo el modelo económico, sino todo el sistema de relaciones de la sociedad que debe emerger de la crisis y la reforma. 

Los resultados de la economía nacional durante ese sexenio —escenario de los encuentros pasados— han puesto en evidencia la complejidad de los procesos que deben enfrentarse. El bajo nivel y alta volatilidad de crecimiento de la economía a lo largo de casi seis dé-cadas ha confirmado que las vulnerabilidades no han sido superadas, que la dependencia exterior sigue sido su signo y, al propio tiempo, que la reforma económica en curso no ha ofrecido aún los resultados esperados. 

Ese proceso de reformas está produciéndose en un contexto internacional de alta complejidad, de crisis económicas recurrentes y guerras de nuevo tipo, multifacéticas y no declaradas para asegurar el reparto del mundo acorde con los triunfos parciales de los poderes hegemónicos, donde los Estados enfrentan el asalto de los grandes capitales para someter las relaciones internacionales a las conveniencias de la revalorización del capital a escala global. El entorno regional acredita una alta polarización de las fuerzas políticas, y una clara ofensiva para destronar los propósitos colectivos construidos por las fuerzas más progresistas y revocar los logros alcanzados en busca de una nueva mirada y un nuevo futuro para Latinoamérica y el Caribe. 

Este cuadro marca la urgencia del avance de la reforma; sin embargo, pareciera que para progresar en esa dirección ha sido más complicado formar el necesario consenso burocrático que con el resto de la sociedad, a pesar de que los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución adoptados en 2011 recibieron enfáticos respaldos. Hoy el país está de regreso a la contracción productiva, persisten desencuentros funcionales y está ralentizado el proceso de reestructuración del gobierno, que pronto cumplirá su octavo aniversario. 

Los paneles de UJ que se muestran a continuación, abordaron te-mas de alta relevancia en este ámbito. En julio de 2010 las preguntas sobre la Actualización del modelo económico abarcaban una gama significativa de aspectos, porque el proceso impacta todas las aristas de la vida de la sociedad. Es la búsqueda de un futuro que mantenga presente su pasado, que rompa con la dependencia económica y que construya un sistema que tenga al ser humano como protagonista fundamental y objeto del desarrollo mismo. Por ello, a decir de varios panelistas, ese nuevo modelo necesita ser más democrático y participativo y por su esencia constituye una gran obra cultural. 

El debate sobre la propiedad estuvo en el centro de las deliberaciones en distintos foros durante ese sexenio, y Último Jueves no podía ser una excepción. Es que se trata de un tránsito de una economía altamente estatalizada, sin capacidad para su sostenimiento, hacia un modelo económico que tenga como base distintas modalidades de propiedad: privada individual, estatal, de capital extranjero, mix-ta con capital foráneo, cooperativa, y micro, pequeña y mediana em-presa tanto estatal como privad. Se trata de transformar una cultura creada y fortalecida desde lo ideológico, durante más de cincuenta años, que identificó la propiedad estatal como la única y verdadera representante del ideario socialista y la redistribución estatal, vía asig-nación material y financiera hacia la población, y producir una mirada diferente, que conciba un patrón de acumulación que incluya diversas formas de propiedad, pero demostradamente comprometidas con el desarrollo de la nación. 

Este no es un proceso sin conflictividades. En el transcurso de estos seis años, el sector no estatal absorbe ya cerca de 30% del empleo y algunas estimaciones lo sitúan cerca de 15% del PIB. Ya no puede seguirse considerando solo como un mecanismo de empleo alternativo porque paulatinamente ha ido construyendo sus cadenas productivas, incluidos vínculos externos que le resultan funcionales, ya identifican los mercados de insumos y los que le permiten su realización y por tanto ha ganado ya su condición de espacio económico. 

En los encuentros de UJ se ha otorgado particular importancia al debate acerca de lo estatal, lo público y lo privado. Ese abordaje fue particularmente interesante. Los panelistas hicieron gala de su amplia cultura acerca de la historia y también de las contradicciones y ambivalencias que en el orden jurídico aún persisten. Tanto panelistas como público dieron cuenta de la importancia que tiene el paso de un Estado regulador, que establece normas en la práctica para sí mismo —en tanto gestionaba a nombre de la sociedad 95% de los recursos de la nación— a regular la economía para que opere a través de un complejo entramado de actores sociales, con diferentes intereses, culturas y propósitos, aun los que tengan similares compromisos. Ello reclama cultivar una nueva forma reguladora, menos como directriz y más inductiva. 


El Estado, en tanto, ente articulador de todos los actores sociales debería buscar la complementariedad y no la subordinación de unos a otros. Resulta necesario asumir conscientemente el cambio hacia una economía heterogénea en su propiedad, renovada en su estructura productiva y diversificada en su forma de funcionamiento; construir nuevos sistemas de relaciones donde participen todos los actores sociales en igualdad de compromiso y condiciones y que la estrategia de desarrollo nacional integre todas las voluntades bajo los mismos propósitos. Para ello resultará indispensable crear mecanismos eficaces de control. 

Las cooperativas estuvieron en el centro de debates importantes, por ser una de las modalidades más relevantes para el futuro de la economía socialista cubana. Los panelistas enfatizaron, y la experiencia va demostrando, que hay que recuperar la cultura de la gestión colectiva si queremos salir del círculo vicioso del subdesarrollo y reverdecer las sinergias del progreso. Quedó evidenciado el consenso de que la proyección unipersonal y verticalista ya no se adapta a las nuevas condiciones contemporáneas porque hoy la sociedad necesita empoderarse como actor económico. Todas esas realidades no niegan el reconocimiento generalizado de que la propiedad sobre los medios fundamentales de producción debiera estar en manos del Estado para que cumpla los mandatos del soberano. No obstante, también existe consenso de que impulsar solo actividades de escaso valor añadido y bajo nivel tecnológico no estimula la economía ni sirve de complemento a los programas de desarrollo nacional. 

En el intercambio se reconoció que la definición de la personalidad jurídica de todas las formas de propiedad es imprescindible, pero no suficiente. Es necesario desarrollar políticas proactivas y marcos regulatorios que contribuyan a la legitimación de los diversos actores en las cadenas productivas, que puedan participar sin sombras ni prejuicios añejos que se suponen están superados en la legalidad pero no en la cultura prevaleciente. Un ejemplo palpable fue el reclamo unánime de la puesta en práctica de los mercados mayoristas, que el sistema bancario como institución financiera asuma una posición emprendedora, que salga de la sucursal a acompañar el proceso de transformaciones; todo lo cual seguramente contribuiría a la estabilidad y seguridad de la economía nacional. 

Dos paneles centraron los temas monetarios y financieros. El enfoque realizado por los panelistas de UJ permitió acercarse a este complejo tema desde los factores estructurales hasta sus expresiones operacionales. Las reflexiones sobre la dualidad monetaria convocaron un auditorio sediento de conocer el fondo de cuestiones que le resultan generalmente enigmáticas, pero con impactos directos en su vida cotidiana. La dolarización de la circulación monetaria y de la conducción económica fue una de las consecuencias de la crisis sostenida, pro-funda e integral que se ha extendido en el tiempo desde los 90. Es un estado de la economía —presente en muchos países especialmente subdesarrollados—, que inhibe las funciones dinerarias de las monedas nacionales. Las consecuencias son graves porque esas funciones permiten medir la economía, servir de medio de pago y acumulación. 

La dualidad monetaria fue la respuesta a esa crisis, pero la provisio-nalidad se extendió en el tiempo con las múltiples consecuencias que ello ha reportado para el ordenamiento económico del país, entre ellas la segmentación de la sociedad a partir de la diferenciada capacidad adquisitiva de cada área monetaria. Las urgencias por captar recursos llevaron a la economía por derroteros de equilibrios artificiales. La des-conexión entre valor y precio expresa la desconexión de los eslabones de las cadenas productivas. No puede haber equilibrio monetario por-que no se ha logrado equilibrio en el modelo económico. 

En el campo financiero, otro de los paneles de UJ centro su atención en la inversión extranjera directa. En ausencia de capacidad de ahorro interno, la relevancia de esos flujos para el programa de desarrollo na-cional resulta incuestionable y ello fue ampliamente reconocido; sin embargo, también fue destacado que, por sí sola, esta vía no es la solu-ción de los problemas fundamentales del país. La inversión extranjera no podrá tener impacto si no se incorpora como parte de cadenas pro-ductivas nacionales; eso es un factor fundamental para que no opere como enclave, sino que tribute a estas con tecnología competitiva, ac-ceso a los mercados externos y a financiamientos a largo plazo. 

La promulgación de la Ley de Inversión Extranjera es un paso importante. La movilización de fuentes de financiamiento tiene alta prioridad para alimentar las sinergias de desarrollo; sin embargo, la elevación de la capacidad de asimilación por nuestros centros productivos no va al mismo ritmo. El flujo de inversión es un objetivo de las carteras de los capitales globales para elevar el rendimiento por peso invertido, y diversificar el riesgo, pero para la economía cubana es un medio para alcanzar un fin de mucha mayor envergadura. Por tanto, para su evaluación no basta con indicar cuánto capital está asentado en Cuba, ni el lugar que ocupa en el PIB y las exportaciones, si no se considera cuál es el impacto en los propósitos económicos fundamentales, o sea, el crecimiento del PIB, el incremento y diversificación de las exportaciones y el beneficio de la sociedad. 

El 27 de enero de 2016 tuvo lugar el panel «La restructuración de la economía cubana: problemas y perspectivas», al que comparecieron cuatro notables cientistas sociales cubanos. Las diferentes perspecti-vas pusieron de manifiesto que son los valores los que sustentan los procesos económicos, los modelos de desarrollo y también los juicios alrededor de las necesidades y las urgencias. Los panelistas y los parti-cipantes del auditorio dejaron claramente establecidas las diferencias entre los apremios de la coyuntura y los de la estructura económica del país, y también el alto costo que puede significar no mirar ambas al unísono. 

El objetivo de asegurar la independencia, no solo política sino económica, y la soberanía nacional no puede ser un tema solo de discursos, sino que se ha de evidenciar en los hechos cotidianos y demostrarse en su continuidad. Eso solo lo logra una sociedad empoderada en los circuitos económicos, deliberativa en sus diálogos sociales, y participativa en el ejercicio democrático. 

Revertir la tendencia a la pobreza y la desigualdad es una prioridad y en ello está en juego el consenso social. Pero no puede hacerse con medidas asistencialistas. El asistencialismo no es justicia. El problema de la desigualdad en Cuba no es solo de redistribución de la riqueza sino el resultado de años de participación desigual y deficiente de los actores económicos en el proceso de reproducción de la riqueza y, derivado de ello, las distorsiones en la distribución del excedente generado. 

Hay un tema al que no siempre le dedicamos suficiente tiempo en nuestros intercambios sobre la economía. Y es el papel del trabajo en el proceso de acumulación o el proceso productivo, y consecuentemente, el de los recursos laborales. Hoy, en muchas áreas, no hay correspondencia entre el salario, el conocimiento, las aptitudes necesarias para la plaza y el desempeño. Sin embargo, Cuba es reconocida por sus envidiables recursos humanos, tanto por su magnitud en relación con el total de la población, como por la instrucción que tiene, fruto de un sistema de educación gratuito y universal. 

Para la economía de los países desarrollados, el empleo es un componente de los equilibrios macroeconómicos porque determina la demanda y la capacidad de revalorización del capital desde el mercado interno. Sin embargo, se ha generalizado la concepción de que, en los países subdesarrollados, el empleo está en la agenda social, porque el eje dinámico de estas economías está en las exportaciones. El llamado «mercado laboral» ocupa por tanto, en los países pobres, un lugar diferente en los equilibrios macros de la nación. En la práctica, lo que ha sucedido es que se ha condicionado cuánto y qué calidad de empleo se provee desde las disponibilidades de excedente, que por definición son pocas. 

Desde un proyecto socioeconómico diferente, también en Cuba se ha tratado el empleo como parte de la política social, y ello se puso en evidencia cuando se impulsó el empleo no estatal como alternativa al proceso de ajuste, cuando lo que se necesita es la movilización de todas las fuerzas endógenas para alcanzar los equilibrios precisos. Es necesario jerarquizar, en la práctica política, la categoría trabajo, que es la garantía de la generación de la riqueza y la reproducción de la sociedad. No porque se genere más empleo se propicia más trabajo socialmente necesario. Las plantillas infladas fueron una demostración de esto. Una tasa de desempleo baja puede tener un positivo impacto político y social, pero no necesariamente es sinónimo de prosperidad y desarrollo autosostenido. 

Es necesario avanzar hacia una economía cuyas sinergias de de-sarrollo partan desde cada rincón del país, aprovechando todo el pa-trimonio económico natural y creado, y diversificando los sectores económicos que lo dinamicen. 

La vigencia de los planteos fundamentales de estos paneles de UJ no es una buena noticia. Problemas discutidos a lo largo de estos seis años están aún en la lista de los expedientes pendientes de solución. La dimensión del tiempo de la reforma no necesariamente converge con los tiempos políticos de una sociedad que ha dado muestras de profundo compromiso con el proyecto de la Revolución a lo largo de sus casi sesenta años de existencia. 

El desarrollo multidimensional e incluyente sigue siendo la utopía de la nación cubana y mantiene al ser humano en el centro de sus objetivos. Esa ha sido la decisión frente a cada encrucijada de estos más de cincuenta años, pero no puede alcanzarse sin que exista un soporte económico que dé cuenta y respalde ese programa. Esa ha sido una limitación intrínseca de nuestra construcción socialista que deberá resolver la permanente tensión entre la responsabilidad social y la individual en la vida de la ciudadanía. 

Dijo Frei Beto que «Vivir en Cuba es como vivir en un monasterio: la comunidad tiene precedencia sobre la individualidad. Se necesita gran dosis de altruismo». Se puede asegurar que es así. Pero es muy importante separar los conceptos que tienen que ver con el socialismo como sistema y con el modelo de socialismo que se aplica y con los errores cometidos en la aplicación del modelo definido en diferentes momentos históricos, además de las tensiones que agrega el mundo inestable e inseguro, dominado por fuerzas que desgobiernan. Por ello es importante establecer la introspección como mecanismo sistemático para conocer y revolucionar nuestra realidad. 

Último Jueves, el espacio de debates de la revista Temas, debe con-tinuar propiciando el intercambio enriquecedor de ideas y el pensar colectivamente. Se necesita contar con este escenario cómplice, de-sarrollar la cultura del debate, donde se pueda asentir o disentir, ofre-ciendo puntos de vista sobre la Cuba que debe renacer cada día. 


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