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lunes, 23 de octubre de 2017

El presunto misterio de los salarios congelados

Por Immanuel Wallerstein

Según la teoría económica neoclásica, la relación entre los salarios y los empleos es una relación simple. Cuando no hay mucha demanda de trabajo, los salarios sufren. Los obreros compiten unos contra otros por conseguir el empleo. Pero cuando existe gran demanda de trabajo, los salarios suben. Los empleadores compiten entre ellos para conseguir la ahora escasa fuerza laboral. Este ciclo cambiante se dice que mantiene el fluido funcionamiento del sistema de libre mercado, garantizando un vaivén constante en el equilibrio en movimiento.

Ocurre ahora que este proceso cíclico ya no está funcionando de ese modo, y para los expertos y los académicos esto resulta un rompecabezas muy grande y es difícil explicarlo. Las explicaciones son variadas y múltiples. Lo que parece estar en el corazón es que existe una nueva condición normal. Pero cómo, y cómo funciona. En la edición del 8 de octubre del New York Times, el artículo principal de la sección dominical de Negocios tenía el siguiente encabezado: Hay muchos empleos: no hay paga suficiente: pesar de que se tensen los mercados laborales de las economías principales, el bajo desempleo no es suficiente para disparar ganancias robustas en los salarios.

Se nos ofrece la explicación de que hay un incremento en los empleos temporales o de tiempo parcial, más los robots. El argumento es que esto hace que el empleador sea menos dependiente de los trabajadores de tiempo completo. Los sindicatos son más débiles, y a los obreros les resulta más difícil enfrentar a los empleadores. Todo esto, por supuesto, es cierto. Pero, ¿por qué ahora y nunca antes?

Un argumento relativamente nuevo es aquel del trabajador evanescente. Pero, ¿cómo puede desaparecer un trabajador? ¿Qué puede significar esto? Parece que más y más obreros están abandonando por completo la búsqueda de empleos. Tal vez ya se salieron de su red de seguridad o se les agotó, al igual que se agotaron sus ahorros acumulados. Tal vez se quedaron desahuciados o se hicieron drogadictos, o ambos. Pero no sólo se marginaron, como si ésta hubiera sido su opción. Fueron empujados, lo cual tiene una doble ventaja para los productores. Ya no necesitan invertir (vía impuestos u otros modos) en protección social. Y siguen instigando miedo en aquellos trabajadores que siguen buscando empleo, porque también ellos pueden ser empujados a marginarse.


Y de nuevo, ¿por qué ahora y no antes? Antes, sea cual fuere la época, fue durante el funcionamiento normal del sistema-mundo. Los capitalistas requerían de estos ciclos para trabajar con máximos incrementos de largo plazo en la plusvalía. Pero supongamos que los empleadores saben, por conocimiento o intuición, que el capitalismo está en una crisis estructural y, por tanto, está moribundo. ¿Qué harían entonces?

Si no necesitan preocuparse por una demanda efectiva que mantenga el sistema, entonces bien podrían obtener lo que puedan mientras se pueda. Pueden, entonces, enfocarse por completo al corto plazo. Pueden buscar incrementar las ganancias en la bolsa de valores sin siquiera un pensamiento por el mañana. ¿No es acaso esto lo que está ocurriendo en las naciones más ricas tanto como en las más débiles?

Por supuesto la situación no puede durar. Es por eso que las fluctuaciones son tan grandes, el caos tan profundo. Y unos cuantos de ellos, los más fieros capitalistas, sin duda, se concentran en ganar la batalla de mediano plazo para determinar la naturaleza del futuro sistema-mundo (o sistemas) que se vayan a construir. No estamos presenciando aún una condición normal nueva. Testimoniamos una realidad transitoria.

Así que, ¿cuál es la lección para aquellos de nosotros que nos preocupamos por los trabajadores evanescentes? Es muy claro que debemos luchar por defender cualquier protección que tengan aún. Debemos, como me gusta decir, trabajar por minimizar sus penurias. Pero al mismo tiempo debemos luchar por ganar la batalla intelectual, moral y política en el mediano plazo. Sólo una estrategia que combine la lucha en el corto plazo con la lucha en el mediano plazo tiene la ocasión de conservar la posibilidad de ese mundo mejor que realmente es posible, pero no del todo inevitable.

Traducción: Ramón Vera Herrera

© Immanuel Wallerstein

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