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sábado, 7 de octubre de 2017

¿Trumpificará Trump la Reserva Federal?

El banco central estadounidense estaba a salvo de las políticas destructivas de los republicanos. Hasta ahora


A todos los efectos, Rex Tillerson ha desmoralizado y degradado al Departamento de Estado hasta el punto de convertirlo en inútil. Tom Price hizo lo mismo con el de Salud y Servicios Sociales, antes de salir volando. Scott Pruitt se ha movido con rapidez para eliminar el aspecto "protector" de la Agencia de Protección Medioambiental. Y más historias como estas se propagan por todo el poder ejecutivo.

Resumiendo: Donald Trump se ha comportado como un huracán de categoría 5 que ha barrido toda la administración pública estadounidense y ha dejado a su paso una estela de devastación. Y una pregunta que no veo planteada con suficiente frecuencia es si pasará lo mismo con la Reserva Federal. Y si llegara a ocurrir, en qué medida podría resultar desastroso para la economía mundial.

La Reserva Federal, que establece la política monetaria, es, de lejos, el organismo económico estadounidense más importante; podría decirse que su presidenta (o presidente) es la autoridad económica más poderosa del mundo, más que el propio presidente. Su estatus institucional es peculiar: no forma exactamente parte del Ejecutivo, pero tampoco es exactamente independiente. Los miembros de su Junta son nombrados por el presidente de Estados Unidos previa aprobación del Congreso, pero tradicionalmente son tecnócratas de los que se espera que se distancien de la política. Sin embargo eso es más bien una regla no escrita, no una exigencia jurídica. Y ya sabemos lo que tiende a ocurrir con las reglas no escritas en la era de Trump.

Desde hace más de una década, el presidente de la Reserva Federal ha sido un distinguido economista académico: primero Ben Bernanke, y luego Janet Yellen. Uno podría preguntarse cómo dos personas que nunca han pertenecido al mundo empresarial, que nunca han pagado una nómina, pueden enfrentarse a los problemas económicos del mundo real. La respuesta, en ambos casos, es: magníficamente.

En concreto, tanto Bernanke como Yellen han respondido con eficacia a una de esas crisis económicas que se producen cada tres generaciones, a pesar del acoso constante de los metomentodos del Congreso y de la derecha política en general. Y su valentía intelectual y moral ha quedado completamente validada por los acontecimientos.

Dado este historial, sería de esperar que Yellen fuese nombrada de nuevo, o que un tecnócrata con la misma cualificación ocupase su lugar. Pero recuérdese que vivimos en la era de Trump, lo que significa que, en realidad, deberíamos esperar lo peor.

Parece seguro suponer que Trump no entiende nada de política monetaria. Cierto que se ha pronunciado sobre el tema con bastante frecuencia, pero no de manera coherente. Un día elogia los bajos tipos de interés por potenciar la economía; al siguiente, los critica por perjudicar a las rentas de la clase media. De modo que intentar adivinar a quién elegirá para la Reserva Federal basándonos en sus opiniones políticas es perder el tiempo.

Lo más probable es que haga lo mismo que ha hecho con otros muchos nombramientos: trasladar la decisión a los líderes republicanos del Congreso, líderes que, en materia monetaria, se han equivocado en todo.

Cuando estalló la crisis financiera, en 2008, era esencial que la Reserva Federal aplicase una expansión monetaria audaz: que acuñase muchísimo dinero, hablando en plata. Hay circunstancias en las que esa clase de medida sería inflacionista, pero los economistas (como Bernanke y, bueno, un servidor) que hemos estudiado el tema entendíamos que aquél no era uno de esos momentos. De hecho, la inflación se mantuvo inactiva a pesar de que la Reserva Federal cuadruplicó la base monetaria.

Pero algunos líderes del Congreso lucharon en todo momento contra estas medidas necesarias. En particular, Paul Ryan, que toma sus ideas sobre política monetaria de las novelas de Ayn Rand, se dedicó a amonestar a Bernanke, afirmando que sus políticas degradarían el dólar y provocarían una inflación desenfrenada.

En colaboración con John Taylor, una de las personas cuyo nombre suena como posible presidente de la Reserva, Ryan incluso a insinuar que las políticas de la Reserva formaban parte de un intento políticamente motivado de avalar las políticas presupuestarias del presidente Obama. Y así una y otra vez.

Ni que decir tiene, ninguno de los que no paraban de advertir de que la Reserva Federal iba a causar una inflación terrible ha admitido su equivocación, o aprendido algo de la experiencia.

Lo que todo esto significa es que si los congresistas republicanos influyen de manera notable en la selección del próximo presidente de la Reserva Federal, insistirán en que se nombre a alguien que se ha equivocado en todo a lo largo de la última década.

Kevin Warsh, exgobernador de la Reserva y considerado en general uno de los favoritos para el cargo, se ajusta ciertamente a la descripción. Advirtió contra la inflación en pleno hundimiento económico mundial; defendió con tesón que no debían tomarse medidas, ni monetarias ni de otro tipo, para atajar un desempleo del 10%; advirtió de que Estados Unidos estaba a punto de convertirse en Grecia —ni más ni menos—. Y no dio muestras de enmendarse cuando los acontecimientos no se desarrollaron como él preveía.

Ahora bien, no sé con exactitud a quién escogerá Trump para dirigir la Reserva Federal. Podría acabar siendo alguien inteligente, entendido y honrado. Siempre hay una primera vez.

Pero sin duda es posible, probable incluso, que la Reserva Federal, como todos los demás organismos del Estado, esté a punto de trumpificarse; que uno de los últimos paraísos de competencia y profesionalidad que quedan en Estados Unidos comparta pronto la degradación general. ¿A que será divertido cuando llegue la próxima crisis?

Paul Krugman es premio Nobel de Economía.
© The New York Times Company, 2017.

Traducción de News Clips.

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