Por Fernando Trias de Bes
INTRODUCCIÓN
Esta obra ha obtenido el Premio Espasa 2015, concedido
por unanimidad por el siguiente jurado:
Pedro García
Barreno (presidente),
Leopoldo Abadía,
Juan José Gómez Cadenas,
Nativel Preciado y
Pilar Cortés.
ESTOS SON LOS
HECHOS
A los economistas se nos considera personas que no tenemos
ni idea de lo que va a pasar.
La sociedad percibe la economía
como una ciencia oscura, llena de engaños y que sirve para obtener poder o
dinero a costa de los demás.
Se ha degradado el papel de la
economía en la sociedad.
En los medios de comunicación y en Internet se ofrece información económica parcial,
presentando solo la parte que interesa de una medición con el fin de manipular a la opinión pública en una cierta
dirección ideológica.
Las estadísticas económicas se
utilizan para engañar a la gente.
Magníficas herramientas
económicas que académicos, investigadores y personas cargadas de buenas
intenciones pusieron al servicio de la sociedad son manipuladas y utilizadas en
otro sentido para el que fueron creadas.
La banca, el Gobierno y los
poderes financieros nos quieren hacer creer que el sistema es el que es porque
es el mejor o no hay otro alternativo.
Nos cobran impuestos que no
tienen ninguna razón de ser ni legitimidad económica alguna.
En las empresas se utilizan
fabulosas herramientas comerciales para que la gente compre cosas que en
realidad no necesita o que ni siquiera sabe por qué paga.
Nadie hace nada para corregir
todo esto.
ESTOS
DEBERÍAN HABER
SIDO LOS HECHOS
Economía viene del
griego οἰκονομία [oikonomía] (de οἶκος
[oikos], «casa»,
y
νόμος [nomos],
«ley») y significa «administración de
la hacienda, de la casa».
La economía es una disciplina
puesta al servicio de las personas, no al servicio del poder político,
financiero y empresarial.
Los auténticos destinatarios de
los beneficios de la economía son los ciudadanos y las familias; la sociedad, en definitiva.
La economía es una formidable
disciplina que el carácter egoísta y ambicioso ha pervertido. Un cuchillo puede
servir para cortar pan o para cargarse a un congénere. La herramienta es
neutra. Es el uso que le damos, la voluntad, lo que convierte al cuchillo en
desdeñable o peligroso.
La economía también es neutral.
Bien utilizada serviría para tener un mundo mejor, más justo, más humano, más
solidario. Pero la insaciabilidad, la ambición y el egoísmo han convertido a la
economía en un despropósito, prostituyéndola.
Cuando a los niños se les
muestra un cuchillo, se les enseña su utilidad y también se les advierte de las
consecuencias de un mal uso: «Esto es un cuchillo. Sirve para cortar cosas,
pero también puede hacer daño. Debéis tener cuidado».
Cuando se enseña Historia en
las escuelas, tratamos de que se comprenda cómo la política es capaz de
garantizar la paz, pero también de provocar la guerra.
Cuando se enseña Sociología en
las universidades, se explica la justicia o la tiranía de distintas formas de
organización social.
En la Facultad de Derecho los futuros abogados, fiscales o jueces tratan de conocer las
leyes para poder defender a las personas, y así evitar las injusticias.
Con la economía, en cambio, esto
no sucede. La economía se nos presenta como un cuchillo que solo corta pan y
que no puede hacer daño. Y no es verdad. Puede hacer daño. Mucho. Y lo está
haciendo. La economía se ha estado utilizando de forma indebida. No sé si ha
llegado a matar, pero sí se ha usado con una intencionalidad bien distinta de
aquella para la que fue concebida. Siempre ha pasado, evidentemente. Pero es
que en estos últimos años nos hemos pasado de rosca.
ESTA ES MI
INTERPRETACIÓN DE LOS MOTIVOS
Los economistas, no exentos de cierta candidez, estamos
empeñados en no aceptar este descrédito, esta disfunción de la economía.
Nuestro problema es que
seguimos pensando que la gente está cargada de buenas intenciones.
Y seguimos enseñando economía y
mostrando sus conceptos y herramientas tal y como deben ser utilizados o, por
lo menos, con el objetivo para el cual fueron
concebidos.
Pocas veces explicamos «las
otras cosas» que con las herramientas económicas se puede hacer.
¿QUÉ
HE DECIDIDO HACER
AL RESPECTO?
Hay un libro, escrito por el doctor Eric Berne, titulado Juegos
a los que jugamos, que está basado en la técnica de Análisis
Transaccional. Este libro explica cómo algunas personas ponen en marcha,
inconsciente o deliberadamente, verdaderos juegos con el fin de obtener lo
máximo posible de las personas con quienes se relacionan.
Este es nuestro caso: los
economistas desarrollamos técnicas y herramientas para mejorar el mundo, y las empresas, los financieros y los políticos las manipulan
y sacan partido de forma interesada.
La sociedad se siente engañada
por la economía y como resultado la economía se convierte en víctima.
Cuando alguien es víctima de un
juego, explica Berne, tiene una única solución: desvelar el juego. El juego se
desvela comparando lo que es y lo que debería ser cada cosa en la economía y la
empresa.
Así pues, he decidido desvelar
el juego; rebelarme contra nuestra candidez y decir la verdad, toda la verdad y
nada más que la verdad.
Muchos no estarán de acuerdo, pero lo que digo aquí es lo que de verdad pienso. Estoy
convencido de que la gran mayoría de gobernantes, banqueros y directivos están
manipulando muchos conceptos económicos y, por extensión, la economía.
¿CÓMO LO VOY A
DESVELAR?
Haremos un recorrido por aquellos conceptos que
personalmente creo que más se están manipulando o utilizando de forma
inapropiada, partidista o interesada.
Cada concepto, por tanto, será
definido dos veces: la definición oficial y la prohibida.
La definición oficial es lo que
debería ser, lo que los economistas pretendemos cuando teorizamos, descubrimos o propugnamos
teorías, o cuando desarrollamos instrumentos y herramientas para que
empresas y gobiernos las pongan al servicio del bien común.
La definición prohibida, en
cambio, desvela la forma en que se está utilizando, lo que subyace, lo que
realmente se ha hecho de ese concepto, lo que no debería ser y pocos denuncian.
Esa será la mirada nueva, una que le llevará a cuestionar sus propias ideas y,
le convenza o no, le enseñará a observar los asuntos económicos desde otras
dimensiones.
Algunos ejemplos: (1) la
inflación es un aumento natural de los precios (versión oficial), pero los
gobiernos ineficientes la utilizan como forma encubierta de cobrar
impuestos (versión real y prohibida); (2) la satisfacción de las necesidades de
sus clientes es lo que una empresa, si fuese ética, debería procurar (versión
oficial), sin embargo, utiliza el análisis de necesidades de la población para
incorporar a las necesidades vitales otras accesorias, por las que la gente ni
siquiera es consciente de que paga un sobreprecio (versión real y prohibida);
(3) los bancos llaman «depósito» a un dinero que dicen que nos guardan (versión
oficial), pero que en realidad no van a custodiar (versión real y ocultada).
Explicaré y razonaré cómo se hace en cada caso, cómo se pasa de la función oficial a la
prohibida. El lector comprenderá el truco para darle la vuelta a las cosas,
para obtener resultados «prohibidos» de herramientas «oficiales».
Cuando me ha sido posible, he
sugerido soluciones para cada concepto: herramientas para que el lector pueda
defenderse.
Mi intención es que pueda usted
identificar cuándo va a ser objeto de una manipulación, diagnosticar por qué y
saber qué recursos y posibilidades tiene a su alcance para contraatacar y
defender su ahorro, sus ingresos o su patrimonio.
Haré un recorrido por un total
de 126 conceptos que, personalmente, considero que son los que más se están
manipulando o utilizando de forma inapropiada, partidista o interesada. Por
supuesto, no están todos los conceptos que son, ni son todos los que están. Hay
infinidad de conceptos más que podría haber incluido. Sin embargo, he preferido
no ser exhaustivo y dar un pequeño paseo por temas muy dispares, pero que me ha
parecido muy interesante compartir por la utilidad que pueden tener para el
lector.
Al final, no se trata tanto de
revisarlo todo como de aprender a mirar la economía con una mirada distinta y una perspectiva nueva, como si tuviéramos unas gafas de
rayos X que nos permitieran ver a través de las cosas y descubrir aquello que
se nos trata de ocultar.
SOBRE EL TONO
El empleo de la ironía es poco habitual en las ciencias
económicas. Un economista irónico corre el riesgo de ser calificado de poco riguroso.
Los economistas debemos dar una cierta imagen: seriedad, solvencia y rigor. Es
importante mantener el tipo para seguir siendo considerados «científicos».
Quien haya leído mis anteriores
libros de economía y empresa sabrá que la ironía inunda mis textos. El motivo
no es otro que ayudar a comprender a través del humor. Utilizando el sarcasmo
tiro piedras sobre mi propio tejado, mas cuando se trata de decir verdades, el humor es una de las
mejores formas de comunicación.
Pero que nadie se equivoque:
este es, contra toda apariencia, un libro serio; y la economía es, contra toda
apariencia, una disciplina apasionante.
LAS POSIBLES
CONSECUENCIAS
El debate que suscitará este texto es previsible. Sobre una definición
prohibida habrá tres posturas: quienes estén de acuerdo, quienes digan que no
siempre es así, y quienes piensen que es un modo personal del autor de ver las
cosas.
Para mí son verdades como puños
y en ningún caso he inventado nada que no haya visto, presenciado o sabido.
Pero eso no me otorga razón ni legitimidad.
Puede que alguien me eche en
cara el haber desvelado ciertas poderosas herramientas que utilizan empresas y gobiernos. Mi respuesta
es la siguiente: si un economista, político o directivo ya utiliza hoy estas
herramientas de forma ética, ¿por qué le inquietan mis definiciones prohibidas?
Solo a quienes manipulan o engañan les indignará que desvele y denuncie.
Sí, colega mío, economista o
directivo, dirigente o político, si está ya poniendo la economía al servicio de
las personas, no tiene por qué preocuparle este libro. Más bien, debería
alegrarse, ¿no es así?
LO QUE NO QUIEREN
QUE SEPAS:
LAS MARCAS Y
LA
DISTRIBUCIÓN
Seamos francos, el marketing goza de muy mala prensa. De hecho, popularmente, marketing es
sinónimo de «mentira». Busquen en Internet noticias donde aparezca el término marketing
y leerán cosas como: «La píldora del día después es puro marketing» o
«Las pulseras magnéticas para la salud son puro marketing».
Incluso con el marketing
de personas. Recuerdo que cuando se dudaba de la capacidad de Zapatero para
gobernar el país, algunos diarios llegaron a publicar artículos titulados:
«Zapatero es puro marketing».
El calificativo «puro» tiene su
enjundia. La sabiduría popular nos dice que cuando el marketing es puro,
libre de impurezas, más nos acercamos al fraude. De ello podemos deducir que en
la esencia más pura del marketing está la mentira.
Pues no es así. El marketing,
en sus orígenes, no tenía nada que ver con todo esto que ahora se dice. El marketing
nace en los años sesenta como una nueva disciplina que trata de aunar y cohesionar las políticas
comerciales de una empresa y organizarlas alrededor de las marcas. El marketing
era en realidad un proceso analítico y lógico, una metodología que aseguraba la coherencia de las inversiones empresariales a la hora de
poner sus productos y servicios en el mercado.
Este proceso, profesionalmente realizado, es complejo y
obliga a dominar difíciles técnicas estadísticas, dado que todo se debe basar
en cálculos representativos del comportamiento de la población. Dominar el marketing
en su esencia es una tarea muy compleja. Hay que estudiar disciplinas, como la investigación de mercados —que se nutre de la sociología—,
la psicología, la estadística o la econometría, que requieren muchos años de
estudio; así como dominar técnicas tan complejas como el llamado análisis
estadístico multivariable, el único que permite reducir la complejidad de los
datos para simplificar la toma de decisiones.
Poco de esto trascendió porque, de nuevo, el marketing es, lamentablemente, uno de los
campos de la microeconomía que de peor prestigio goza. Es un desastre lo que se
ha hecho con el marketing.
Lo paradójico es que la idea
generalizada sobre el marketing, sinónimo de mentira, no refleja, bajo mi punto de vista, la
auténtica manipulación del que ha sido víctima. En una frase: el marketing también
ha sido corrompido, pero no como la cultura popular supone.
El marketing no cuenta
mentiras. La información está siempre ahí, al alcance del cliente. Todo cuanto
el marketing esgrime puede ser corroborado o comprobado. El marketing
no puede mentir; simplemente, porque la legislación comercial impide los
fraudes. Es un sector fuertemente regulado y controlado. El marketing
sabe que no puede mentir, pero hará todo cuanto esté en su mano para que usted
se enamore de los productos y servicios que va a intentar venderle. Usted los comprará, se
gastará su dinero y en algunos casos se sentirá luego defraudado. Entonces
afirmará: «Me mintieron». Y yo le diré: «No le mintieron; le sedujeron como
aquella novia que tuvo hace tiempo y que luego resultó un fiasco. Aquella novia
no le mintió, sino que supo engañarle sin ocultarle la verdad».
Continuará