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miércoles, 21 de febrero de 2018

¿Serán japonesas la organización y la disciplina?


La célebre serie Los Soprano muestra cómo el gran negocio por el que los mafiosos de New Jersey estaban dispuestos a matar era la recogida de basura en la ciudad. Lo he recordado al ver que la prensa cubana ha destacado la firma de un acuerdo que canaliza un donativo japonés por diez millones de dólares que "ayudará a optimizar la recolección y la disposición final de los residuos sólidos en La Habana". 


Camiones colectores de desechos sólidos japoneses HINO. (hino.co.nz)

Convertir en energía y materias primas recicladas los desechos orgánicos de la capital cubana requiere un capital que el país no posee. A inicios del año pasado se informó que una delegación del Ministerio de Energía y Minas de Cuba visitó las dos principales plantas de reciclaje de desechos sólidos de la ciudad de Viena, en Austria, donde se genera energía eléctrica para esa ciudad, y, según me informaron los compañeros de la Unión de Recuperación de Materias Primas en un intercambio al que me invitaron a partir de mi artículo "Un tesoro en el que nos va la vida" -que aborda este asunto al que me he referido reiteradamente- existe un proyecto de inversión extranjera con ese objetivo pero al parecer, aun no se han concretado esos propósitos, y mientras tanto, la basura junto a los problemas que genera, como el dinosaurio de Monterroso, sigue ahí.

En particular, la situación de La Habana dista mucho de ser satisfactoria en ese aspecto. Las carencias materiales, pero también la falta de regulaciones que respondan a nuevas realidades, problemas de comunicación e inercia en la actuación de las autoridades frente a las violaciones de la higiene comunal, han naturalizado el comportamiento irresponsable con respecto al tema y convertido la impunidad en premio para quienes vierten desechos de cualquier tipo en plena vía pública o dañan los depósitos para estos. Sin embargo, en otras ciudades cubanas, proporcionalmente con menos recursos materiales, la situación es bastante diferente.

Más recursos, en este caso carros colectores y equipos para los vertederos, sin modificar radicalmente los demás factores aliviarán la situación temporalmente para poco después regresar a la realidad anterior, e incluso empeorarla. Más y mejor equipamiento no es siempre sinónimo de desarrollo, hace pocos años la entrada de ómnibus dotados de audio y video para el transporte público lejos de significar la elevación de calidad de vida y una oportunidad para mensajes de bien público, convirtió la transportación metropolitana e interprovincial en un espacio de difusión de lo peor en términos culturales y de estímulo a la barbarie. Tampoco son aprovechados adecuadamente en la promoción de salud los televisores instalados en muchos de nuestros hospitales.

Igualmente, el crecimiento de los ingresos por el reciclaje de plástico, aluminio y papel y cartón, no ha mejorado la vida de la ciudad, sino que han convertido el "buceo" entre la basura en algo normal ante la indiferencia ciudadana e institucional, olvidando la cultura acumulada por Cuba en la promoción del reciclaje y la salud. Muy lejos de organizar la entrega segura de los desechos reciclables a esas personas por los establecimientos gastronómicos y comerciales que los generan antes de que lleguen a los contenedores de basura, además de suministrarles a un precio en relación con sus ingresos medios de protección, ropa e instrumentos de trabajo y transporte, y conveniar con las organizaciones de la comunidad lugares para entregarlos, como antes ocurría en las farmacias con los frascos de medicamentos, se ha confiado la organización solo a "la mano invisible el mercado", lo que no ha tardado en mostrar sus nada agradables consecuencias.

A mediados de 2016 el diario Granma publicaba que en el proceso de rendición de cuentas de los delegados del Poder Popular “los debates sobre las indisciplinas sociales, los microvertederos, la contaminación sonora y el maltrato a la propiedad social se mantienen como cuestiones fundamentales en los encuentros”. Un estremecedor discurso del Presidente Raúl Castro tres años antes había denunciado que “se ha abusado de la nobleza de la Revolución, de no acudir al uso de la fuerza de la ley, por justificado que fuera, privilegiando el convencimiento y el trabajo político, lo cual debemos reconocer no siempre ha resultado suficiente” pero no fue acompañado de una estrategia efectiva de enfrentamiento desde la comunicación ni la imposición de la legalidad que revierta el modo en que una minoría ejerce de manera impune sus preferencias y comportamientos barbáricos en detrimento de la mayoría. Nadie sabe de cuánto es la multa por maltratar un contenedor para los desechos, ni de alguien a quien se le haya aplicado, mucho menos se sabe de sancionados por arrojar basura a la vía pública, o peor, escombros, ni de la existencia de un sistema al que pueda acudir quien hace una pequeña construcción para evacuar estos últimos. No digo que no ocurra, digo que si ocurre no se divulga. 

El surgimiento de nuevos negocios como cafeterías, hostales y restaurantes, o de las construcciones para edificarlos, no ha ido acompañado de contratos diferenciados para la evacuación de desechos sólidos, sino que como ocurre con el gas manufacturado, la electricidad y, el alcantarillado, ha tratado actividades con fines de lucro como si fueran domésticas, recargando la ya sobrecargada recogida de residuos de la población y deteriorando el servicio. 

Teniendo las organizaciones comunitarias y la estructura del Poder Popular disponibles para ello, un proyecto de nuevas regulaciones adecuado a las realidades del presente y que desestimule las violaciones de la higiene colectiva mediante fuertes multas debería ser objeto de debate popular y mediático para, con la fuerza del consenso, implementarlo y sancionar adecuadamente a sus violadores. 

Tan golpeados por las escaseces de todo tipo impuestas por la guerra económica muchas veces se olvida que nuevos recursos implican también modificaciones en la gestión y organización de una actividad para convertirlos en oportunidades para el desarrollo humano integral, porque los japoneses nos podrán donar el equipamiento y otros extranjeros podrán aportar el capital para las plantas de reciclaje, pero la organización y la disciplina solo las podemos poner los habaneros. 

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