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martes, 13 de marzo de 2018

La guerra que todavía debe ganar el Che



Al cumplirse en 1987 el aniversario XX de la caída del Che en Bolivia, le solicitaron al dirigente revolucionario y economista Carlos Rafael Rodríguez, entonces miembro del Buró Político del Partido, que expusiera sus opiniones acerca del pensamiento económico del Che. 

Por CARLOS RAFAEL RODRÍGUEZ 

Bien, queridos compañeros: 

Quisiera, en primer término, agradecer al compañero Marcos [Portal, entonces ministro de Industrias] la oportunidad que me da para reunirme con un colectivo en que está congregado lo que podríamos llamar el cuerpo dirigente del ministerio, el núcleo –que no es el único importante, porque los trabajadores son la fuerza decisiva entre nosotros– al cual le corresponde llevar a la práctica las ideas de la dirección del Partido y del Gobierno y, sobre todo, las ideas del Ministerio. 

Marcos había insistido mucho conmigo en que tomando en cuenta que este el XX aniversario de la muerte del Che, yo les hablara a ustedes –dentro de los cuales hay un grupo importante de compañeros que fueron sus colaboradores– sobre el pensamiento económico del Che. Había sido inicialmente renuente por respeto al Che, por el hecho de que las circunstancias del trabajo en que todos estamos envueltos hacen difícil una revisión sistemática de todo el conjunto de ideas tan importantes elaboradas por el Che sobre la dirección económica del país, y no me atrevía a acometer ante ustedes una tarea que parecía exceder a mis fuerzas en este momento. 

Pero hace unos días recordé que entre los trabajos que había recibido recientemente y que, como muchos, no he tenido la oportunidad de leer hasta ahora, estaba el premio Casa de las Américas, otorgado este año a un libro, que yo me había asomado a él sin penetrar mucho en su contenido, de un joven estudioso cubano, Carlos Tablada, sobre el Che Guevara. Me pareció interesante ver si aquel libro me ayudaba, y puedo confesarles que me siento tributario en esta tarde de ese libro porque sin él no habría podido llegar aquí y decirle a Marcos: Estoy en disposición mínima, por así decirlo, de compartir con los compañeros algunas reflexiones sobre la contribución de Ernesto Che Guevara a los problemas de la economía nacional, mínima, porque el pensamiento del Che tiene tantas facetas que es imposible abarcarlo de una sola vez; mínima, porque para penetrar cada uno de los muchos aspectos planteados por el Che con relación a la economía haría falta más dedicación de la que yo pude darle al tema y más tiempo del que disponen ustedes. 

Sin embargo, creo que el mejor homenaje que podemos rendirle al Che en este XX aniversario, cuando nos reunimos compañeros que de un modo u otro estamos responsabilizados con el quehacer económico, es revisar un poco de lo mucho con que él contribuye al desarrollo de la economía cubana, en el terreno de la teoría diríamos, pero también y principalmente en el terreno de la práctica. 

La personalidad del Che ha estado siempre presente en la industria nacional, como en todo el país, pero en la industria, y muy particularmente en la industria básica de nuestro país, a la cual él estuvo tan particularmente ligado y en cuya creación fue partícipe y conductor en la mayor parte de los aspectos. 

Marcos me decía que ustedes, como toda la ciudadanía cubana, pero particularmente ustedes, conservan la imagen del Che como un ejemplo a seguir, y creo que todos debemos tenerlo en esa condición. Un ejemplo para dirigentes y para dirigidos. En estos días –creo que muchos de ustedes lo habrán visto– se ha llevado a la televisión otra vez, una vez más, una de las cosas más hermosas que ha logrado la televisión cubana: el recuerdo que del Che tienen trabajadores simples que recibieron de un modo u otro su lección admirable. Y es conmovedor el documental. No se cansa uno de ver aquella reacción, a la vez emotiva y reflexiva, de obreros que supieron agarrar lo sustancial de la lección del Che Guevara. Esa lección es inapreciable para nosotros en estos momentos en que, como ha dicho Fidel recientemente, no sólo estamos en una batalla permanente por la rectificación de los errores –permanente porque los errores se producen o surgen nuevos errores, es inevitable mientras no llegamos a la perfección que todavía no hemos alcanzado–, pero que no es sólo eso sino que es también de movimiento de nuevas ideas y de nuevas iniciativas. 

Por esto, con toda modestia, con toda humildad, quisiera comunicarles a ustedes algunos pensamientos, sobre todo vinculado con la realidad inmediata que vivimos, sobre las aportaciones del Che. 

Yo no examinaría hoy principalmente, aunque sí tendría que mencionarla, la principal contribución del Che en el terreno de la teoría al llamado período de transición, en que vamos saliendo lentamente del capitalismo y vamos construyendo todo lo aceleradamente el socialismo y acercándonos a la sociedad comunista de la cual a mi juicio estamos todavía bastante alejados. Y esta principal contribución es sin duda el sistema presupuestario de dirección de la economía. 

No es ese el que tenemos ahora, pero dentro de las ideas del sistema presupuestario de dirección de la economía postulado por el Che se encuentran contenidas ideas actualísimas para lo que estamos realizando, y yo diría que si no ponemos en práctica muchas de las ideas del Che en el sistema de cálculo económico, por el cual nos guiamos, y respecto al cual el Che fue tan crítico, no podremos avanzar. Se trata de una simbiosis necesaria. 

dentro de las ideas del sistema presupuestario de dirección de la economía postulado por el Che se encuentran contenidas ideas actualísimas para lo que estamos realizando 

A la distancia del tiempo, el sistema presupuestario nos aparece como una contribución de excepcional valor. No diríamos –y ustedes lo saben bien– el Che creó el sistema presupuestario. Ya venía de países socialistas; en la propia Unión Soviética durante un período predominó el sistema presupuestario en muchos de los aspectos de la economía. Pero el Che sí lo trabajo en las condiciones de un país que a la vez hace del desarrollo y el socialismo, condiciones particulares de la economía cubana en las cuales estamos todavía inmersos. 

Se ha escrito mucho en el extranjero, y hay hasta libros hablando de las contradicciones del Che con algunos compañeros, y particularmente se me señala a mí. Yo tengo como orgullo el poder decir que, aunque algunas contradicciones existieron, en lo fundamental, en lo esencial al abordar el problema económico, estuvimos siempre profundamente identificados y trabajamos juntos, con otros compañeros, para imponer un poco de orden en la economía cubana, por lograr la máxima eficiencia de la economía cubana y por establecer aquello que para nosotros es esencial: el control económico, cualquiera que sea el punto de partida. Y el sistema presupuestario se basaba, en primer término, en el uso de las técnicas contables más avanzadas y una concepción muy moderna –y yo diría que anticipada– sobre el uso de la computación electrónica. En este terreno Che, anticipándose a su tiempo, con una visión larga que él tuvo siembre, comprendió lo mucho que la naciente utilización de la computación podía dar a la economía como auxiliar valioso del control económico en todos los aspectos. Y una contabilidad fuerte, junto con una computación utilizada universalmente, eran la base del sistema presupuestario que él defendía. 

Esto iba unido también a una concepción muy clara del papel de la planificación como instrumento permanente de la economía. Naturalmente, junto a la planificación, el Che elaboró, como instrumento fundamental frente al cálculo económico que le daba una mayor autonomía a las empresas, la centralización del sistema presupuestario, según la cual no había fondos particulares de las empresas y por consiguiente un fondo centralizado y común regía todas las finanzas del conjunto económico empresarial. El Che partía para esto de la eficiencia lograda por las grandes empresas y consorcios que empezaban entonces a ser ya multinacionales en nuestros propios días; eficiencia económica que les permitía manejar un conglomerado disímil de empresas como si fuera una sola entidad. Y, partiendo de la idea de que el socialismo está en condiciones mejores que el capitalismo –y lo está– para el manejo de la centralización económica, el Che llegaba a la conclusión de que toda la economía nacional podía ser administraba como una sola empresa, con un fondo común, con asignaciones de acuerdo con los requerimientos. Hay que tomar en cuenta la posibilidad que da el socialismo de que si es necesario una empresa que esté en déficit permanente, produzca productos que desde el punto de vista económico no parecen “rentables”. Si se considera solamente la llamada rentabilidad –que él rechazaba, y a eso nos referiremos después–, la producción de esos rubros puede ser negativa porque, dada la estructura de salarios, los costos sean mayores que los ingresos. 

Che llegaba a la conclusión de que toda la economía nacional podía ser administraba como una sola empresa, con un fondo común, con asignaciones de acuerdo con los requerimientos 

Sin embargo, siendo necesario el producto, el socialismo nos da la posibilidad, que debemos saber aprovechar y tenemos que aprovechar, de que empresas aparentemente irrentables –vamos a usar esa palabra– sigan produciendo, porque otras empresas con excedentes de rentabilidad, contribuyen con sus fondos, que el presupuesto puede asignar a las empresas deficitarias, y les permitan trabajar en esas condiciones. 

Todo esto, bajo el principio del control económico, al cual, como veremos después más detenidamente, el Che le atribuía un papel excepcional y nosotros le atribuimos un papel excepcional. 

No voy –dije– a detenerme en el análisis del sistema presupuestario; no voy a examinarlo, tenemos hoy otro sistema. Quiero mencionar solamente lo siguiente. 

Otro elemento fundamental que tenemos que tomar en cuenta al analizar las ideas del Che es la polémica que hubo en los inicios de la revolución entre el Che y los que entonces aparecían como principales defensores del cálculo económico y la ley del valor. Yo diría lo siguiente: la mayor parte de las contribuciones del Che o la totalidad de las contribuciones del Che, que fueron la mayor parte de las contribuciones de aquella época sobre el sistema presupuestario de financiamiento, tiene una originalidad extraordinaria. Y, si ustedes quieren estudiar el pensamiento económico del Che Guevara, yo los instaría sobre todo a examinar la polémica que tuvo con un entonces miembro del Partido Comunista Francés, que nos ayudó en los primeros momentos en la esfera de la planificación. Charles Bettelheim. Ahí están las contribuciones mayores del Che sobre la ley del valor. 

Esto es importante desde el punto de vista teórico, desde el punto de vista del análisis de los fundamentos estratégicos del sistema presupuestario. 

Yo solo quiero fijarme en un elemento, que es el siguiente: La teoría de eliminar la ley del valor no la planteaba el Che como absoluta, esto es interesante recordarlo, puesto que nosotros admitimos la vigencia de la ley del valor a ciertos efectos. Él decía que la ley del valor no podía ser rectora de la actividad económica, que nosotros teníamos condiciones creadas por el socialismo para manipular la ley del valor, para utilizarla en beneficio del socialismo. Creo que esto es importante. 

Porque, efectivamente, no se trata, como alguno de los defensores del cálculo económico de aquel período que trataron de establecer la defensa absoluta de la vigencia de la ley del valor y de la inevitabilidad del mercado, sino de la utilización de la ley del valor bajo control, tomando en cuenta fundamentalmente los elementos impuestos por la responsabilidad de la economía en nuestros tiempos, en nuestro país, en las condiciones históricas de nuestro país, que nos obligan a cosas tan sencillas, por ejemplo –y rechazadas por el Che–, como admitir la categoría de nuestra mercancía para las relaciones interempresariales. 

Es cierto que se puede prescindir de la categoría mercancía, se puede tomar el producto como un elemento simplemente de cambio en el seno de una misma y gran empresa que es el Estado; pero eso, a nuestro juicio, conduce a dificultades mayores que hacer que los productos sean considerados como mercancías que sean compradas y vendidas por la empresa. Pero cuando aceptamos la vigencia de la mercancía, no aceptamos la vigencia principal del mercado. 

Entre los defensores cubanos del cálculo económico hay un extremo de esa defensa del cálculo económico que conduce a la admisión del mercado como el gran juez de la economía nacional, como el organizador de la economía nacional. No se necesita sostener esa tesis, que a nuestro juicio es falsa y conduce a más errores de los que conduciría incluso la utilización de otro sistema: no es necesario defender esa tesis para defender el cálculo económico como la medida adecuada a la utilización de nuestra fuerza en esta etapa de la Revolución. 

El mercado no podemos aceptarlo como juez permanente de la economía. Porque si aceptamos el mercado aceptamos con él la anarquía que el llamado mercado libre introduce en la economía. El mercado y la ley del valor actúan corrigiendo, bajo los efectos de la ley del valor, las distribuciones iniguales de la riqueza entre las empresas a través de la ley del mercado y de los precios, pero como un dispendio tremendo de recursos. 

Es cierto que si nosotros analizamos críticamente nuestra economía, veremos que no hemos aprovechado todavía las ventajas que el socialismo nos da para la organización de la economía nacional. Se habla de la ineficiencia del capitalismo, y es cierto que el capitalismo es ineficiente en términos en que la eficiencia del capitalismo va siendo sobre la marcha, mediante la quiebra de las empresas, mediante la destrucción de unos empresarios a beneficio de los otros, y que el socialismo puede ser más organizado, más ordenado, más coherente; ¡pero nosotros no tenemos todavía un socialismo ni organizado, ni ordenado, ni coherente! Nosotros somos hoy todavía más ineficientes que lo que sería una bien organizada sociedad capitalista. No tenemos todavía la organización, el nivel de organización –y de eso hablaremos después– que el socialismo nos permite tener. 

Por consiguiente, cuando hablamos de la utilización de la mercancía nos referimos a la utilización relativa del mercado. Nosotros utilizamos el mercado. Junto a productos que no solo tienen un mercado regulado –como es el mercado de la libreta en nuestro país–, hay productos que están sometidos al mercado paralelo. Pero el mercado paralelo, donde tomamos en cuenta la ley de la oferta y la demanda para establecer el precio de los productos, no es un mercado autárquico, en que las leyes de la oferta y la demanda prevalecen absolutamente; es un mercado donde la dirección del país utiliza de una manera reguladora las posibilidades que la ley de la oferta y la demanda le ofrecen para poner precios que se acercarían a los precios del mercado si el mercado existiera, pero que maneja el mercado, no se subordina al mercado. Y no subordinarse al mercado es uno de los elementos permanente de nuestra concepción de la aplicación del cálculo económico. 

Por eso, podemos aceptar la definición que está en estas palabras del Che que me gustaría repetir: “Consideramos la ley del valor como parcialmente existente debido a los restos de la sociedad mercantil que todavía subsiste”. Pero hay una frase adicional que no podemos aceptar y es esta: “Negamos la existencia de la categoría mercancía entre empresas estatales”. Eso no lo aceptamos, no es lo que prevalece en nuestro sistema. Pero lo primero: “Consideramos la ley del valor como parcialmente existente”, es parte de lo que nosotros estamos aplicando. 

Y tenemos que aceptar también este apotegma del Che: “La ley del valor y el plan son términos ligados por una contradicción”. 

Efectivamente, el plan es contradictorio con la utilización del mercado y, por consiguiente, con la utilización de la ley del valor. El plan se hace más conciliable con la utilización del mercado y la ley del valor cuando se interpreta la ley del valor como vigente parcialmente, cuando no nos dejamos vencer por ella sino que la utilizamos, cuando establecemos el mercado como un elemento manejado por la dirección de la economía. 

Pero, ¿qué es lo que nosotros percibimos cuando examinamos las ideas del Che en ese sentido? Percibimos que el Che, que trabajó en los primeros años de la economía con el entusiasmo que entonces todos teníamos, con su enorme capacidad para ver el porvenir, que era él mismo un comunista –y esto es algo que debemos comprender, no nos referimos a un comunista militante del Partido, me refiero a un hombre capaz de vivir en la sociedad comunista, que es otra cosa–, se dejó llevar por la idea –a mi juicio incorrecta, y debo decirlo con toda honestidad– de que en el tránsito político de nuestra imperfecta sociedad socialista en la cual empezábamos a construir el socialismo en el año 1959, 1960, 1961, era susceptible de llegar en un breve plazo a la sociedad comunista desde el punto de vista de la conciencia, que la conciencia podía apresurarse. Por eso él planteaba liquidar lo más vigorosamente posible las categorías antiguas, principalmente la ley del valor. 

Por consiguiente, si pudiéramos decir algo, yo repetiría una frase de Lenin que debemos tomar en cuenta y que coincide con lo que estamos haciendo: “en política –dice Lenin– es poco serio confiar en la convicción, la lealtad y otras magníficas cualidades morales. Dichos rasgos morales lo poseen solo contado número de personas, pero las que resuelven el desenlace histórico son las grandes masas, la cuales, si este pequeño número de personas no se adapta a ellas, las tratan a menudo con no mucha delicadeza”. 

Es decir que junto a la confianza tiene que estar el control y hay un problema en que debemos insistir. No debemos desconfiar en el hombre, Fidel ha insistido mucho en esto. 

Vemos continuamente los errores, las flaquezas, incluso incorrecciones de gentes que creíamos representantes de esta sociedad. Sin embargo, no podemos dejarnos arrastrar por la desconfianza, tenemos que seguir con la confianza puesta en el ser humano como tal, en su posibilidad de perfectibilidad. Pero los alemanes –y a mí me gusta mucho repetir esa frase– tienen un lema que dice: “La confianza es buena, pero el control es mejor”. Junto con la confianza controlar. 

Por eso, el llamamiento de Fidel a la confianza ocurre en un momento en que estamos en una batalla por la rectificación de errores –no una campaña, pero sí una batalla por la rectificación de errores–, por controlar todos los aspectos de la vida nacional, y controlarlos desde la base, no solo a través de los mecanismos del Partido, que son utilísimos en el control, que son un elemento esencial del control; no solamente a través de los mecanismos financieros, que son un elemento esencial del control; no solo con la contabilidad, que es un elemento indispensable del control, sino que también con la participación de la masa, con la participación de los trabajadores en el centro administrativo, de los trabajadores en la escuela, de los trabajadores en la cooperativa, de los trabajadores en las unidades de producción estatales. 

En resumen, para pasar ya a aquello en cual tenemos al Che totalmente presente, y aquí lo tenemos presente yo diría parcialmente presente, puesto que hemos elegido un sistema de dirección de la economía distinto al que él preconizaba, pero no tan distinto como se supone, no tan distinto como se dice. Yo quería decir que una de las herejías más grandes que se cometió en este país fue suponer que lo que estábamos haciendo entre 1968 y 1970, el descontrol económico que prevaleció, podía realizarse, como lo realizaron algunos, bajo la invocación del Che Guevara. Es lo más injusto, lo más antihistórico, lo más… yo diría –iba a utilizar algo más fuerte, pero vamos a limitarnos a la palabra lamentable–. No tenía nada que ver con el Che, aquel sistema de descontrol total en nombre del Che, invocando al Che. Recuerdo algunas instituciones del país que sacaron folletos con lo que se suponía que era el pensamiento del Che Guevara, pero era el pensamiento mutilado del Che Guevara. 

Y ahora, vayamos a encontrarnos con el Che en el terreno común. Voy a citar una frase, que se verá lo cercana que está de nuestras concepciones actuales, y él fue uno de los primeros en pronunciarla: “El comunismo es un fenómeno de conciencia, y no solamente un fenómeno de producción. No se puede llegar al comunismo si el hombre no es consciente. 

Y, más allá, dijo: “En nuestra posición, el comunismo es un fenómeno de conciencia y no solamente un fenómeno de producción. Por la simple acumulación mecánica de cantidades de productos puesto a disposición del pueblo no se llegará al comunismo”. 

Yo creo que aquí estamos centrados en lo que es el núcleo de nuestra posición actual. No queremos llegar lo más aceleradamente a la sociedad comunista; unos la vemos más cerca que otros, ya eso depende hasta del temperamento humano, y no solo de la experiencia. 

Pero de una cosa debemos convencernos: es cierto que la sociedad no puede ser comunista antes de que llegue el comunismo, la sociedad; pero es cierto también que la sociedad no se hará comunista si esperamos a la llegada del comunismo, es decir, a que la abundancia de bienes produzca el tipo de hombre que esa sociedad necesita. Ambas cosas son ciertas. No puede haber una sociedad comunista mientras haya una distribución socialista del trabajo; mientras haya una distribución socialista de los resultados del trabajo estaremos en una sociedad socialista y cualquier intento por alterar esos principios será prematuro, será fallido. Pero, ¿cómo llegaremos al comunismo? Tenemos que llegar al comunismo trabajando desde hoy por el comunismo. Che, con razón, y Fidel, con la misma razón que el Che y desde los primeros momentos, y nosotros, adhiriéndonos a esa línea –cuando decimos nosotros, digo la sociedad cubana en su conjunto, por lo menos miles de hombres en la sociedad cubana–, consideramos que cada día es una batalla por el comunismo, cada día es una batalla por la conciencia. No puede haber todavía una sociedad comunista, pero sí puede haber muchos comunistas antes de llegarse al régimen comunista. 

En realidad, nosotros tenemos que esforzarnos –y todavía estamos muy lejos de lograrlo– porque todos los militantes del Partido estén en condiciones de trabajar porque no nos domine la sociedad socialista. La sociedad socialista, lo dijo Marx en la Crítica al Programa de Gotha, es una sociedad que se rige por los principios burgueses de distribución; pero se rige porque no tenemos otro remedio que aceptarlos. Si tratáramos de que se rigiera por los principios comunistas de distribución cometeríamos un serio error, porque la sociedad en su conjunto no está preparada para ello. 

Pero si nosotros aceptamos que los principios burgueses prevalezcan sobre nuestra intención de hacer socialismo convirtiéndolo en comunismo, si nosotros dejamos que esos principios burgueses nos agobien a nosotros y sean los que prevalezcan en la sociedad, en lugar de trabajar por el comunismo estaremos trabajando por el regreso al capitalismo. 

En la medida en que nos sometemos a los principios burgueses como dominantes ideológicamente –y esto es muy importante concebirlo–, estamos retrocediendo en el camino hacia el comunismo, estamos dando pasos atrás. En cambio, si cada día hacemos una batalla por incorporar más a la conciencia de los trabajadores las ideas de una distribución igualitaria, las ideas de una distribución más cercana a la igualdad; si los trabajadores están dispuestos –y los comunistas tienen que ser los primeros que estén dispuestos– a que esta sociedad sea la prevaleciente, nos estamos acercando a pasos mayores hacia el comunismo. 

Che decía: “Siempre insistimos –repito sus frases– en este doble aspecto del avance de la construcción del socialismo. No es solo trabajo la construcción del socialismo, no es solo conciencia la construcción del socialismo”. Esto es muy importante, “no es solo trabajo, no es solo producción mayor de bienes, tampoco es solo conciencia. Si nosotros nos dedicamos a avanzar la conciencia sin tomar en cuenta la eficiencia del trabajo, no construiremos una sociedad comunista, construiremos una sociedad ideológicamente comunista sin el comunismo. Si nosotros nos dedicamos a trabajar, a producir más, sin desarrollar la conciencia, construiremos una sociedad de abundancia comunista pero de principios no comunistas, porque los hombres que habitan en ella no son capaces de aprovechar la abundancia de los bienes para establecer una sociedad comunista. 

Y Che añadía: “Es trabajo y conciencia, desarrollo de la producción, desarrollo de los bienes materiales, mediante el trabajo, y desarrollo de la conciencia. La emulación tiene que cumplir estas dos metas; es decir, esas dos funciones”. 

En esto yo quisiera referirme a unas palabras de Fidel en el I Congreso de nuestro Partido que reflejan cómo nos guiamos nosotros. 

Dice Fidel: “Ningún sistema en el socialismo puede sustituir la política, la ideología, la conciencia de la gente. Porque los factores que determinan la eficiencia en la economía capitalista son otros, que no pueden existir de ninguna manera en el socialismo. Y sigue siendo un factor fundamental y decisivo el aspecto político, el aspecto ideológico y el aspecto moral”. 

Tenemos que tomar en cuenta esto como elemento permanente de nuestra conducta en la batalla que estamos siguiendo. Esta es una batalla sobre todo en que la eficiencia económica se vincula con la elevación moral de nuestra sociedad. Nosotros no podemos lograr la elevación moral de nuestra sociedad como si dijéramos en el vacío, tenemos que tomar en cuenta la sociedad como es; los elementos dentro de la sociedad que tienden a corrompernos, que tienen a llevarnos hacia atrás. No solo los elementos de distribución sino los elementos de conducta que existen aún en la sociedad. 

Marx dijo algo que es muy interesante en este sentido: “Estos defectos son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista –en la fase socialista, que nosotros tenemos–, tal y como brota esa sociedad de la sociedad de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento. El Derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionada”. 

Es decir que el Derecho es un reflejo tanto de una estructura económica, que es la que nosotros estamos tratando de hacer avanzar en la medida en que tratamos de producir más, mejor, con más calidad y más eficientemente, como de un comportamiento moral que se ajusta a esa sociedad hacia la cual nosotros vamos avanzando. 

Ahora, para todo esto, ¿qué hace falta? Yo quisiera citar una frase del Che que podíamos mencionar después, en cualquiera de los contextos, y vamos a citar después algunas frases de él porque nos son muy útiles para el desarrollo de nuestra actividad diaria, cotidiana, en estos momentos. Pero él Che dijo de una manera muy categórica: “Sin control no podemos construir el socialismo”. 

“Es decir, si nosotros no ponemos el control al centro de nuestra actividad, no seremos capaces de construir el socialismo. ¿Por qué? El problema es que la gente no es perfecta ni mucho menos, y hay que perfeccionar los sistemas de control para detectar la primera infracción que se produzca, porque esta es la que conduce a todas las demás”. 

¡Fíjense con qué clarividencia él, un comunista, que vivía por delante del conjunto de la sociedad, se daba cuenta de la falla y de los errores de una sociedad! Un hombre que tenía inmensa fe en el hombre, inmensa fe en la capacidad del hombre, que confiaba en el hombre en todos los elementos cotidianos, en el trabajo voluntario, en el trabajo de la fábrica, que confió siempre en el ser humano, decía: “La gente puede ser muy buena la primera vez. Pero cuando, basados en la independencia, cometen actos de sustracción de tipo personal para reponer a los dos o tres días, después se va enlazando esto y se convierten en ladrones, en traidores, y se van sumiendo cada vez más en el delito”. 

Este tipo de gente somos todos nosotros. No nos consideramos inmunes a esa posibilidad de error. Y la única manera que tenemos de evitar estos es la lucha contra lo malo que hay en nosotros mismos, contra la supervivencia del pasado, y el control de los que están alrededor nuestro, empezando por los que están alrededor nuestros, para impedir que el primer error se convierta en el segundo. Porque es fácil corregir el primer error, difícil el segundo, pero imposible cuando lo errores se transforman en una conducta. Y esa conducta, que tenemos todavía muestra de ella en nuestra sociedad cotidianamente, hay que combatirla, nosotros mismos con nuestra lucha contra nuestras propias flaquezas y el socialismo en su conjunto con el control colectivo, además del control que los organismos oficiales de control establecen sobre esa conducta. 

¿Podemos considerar que el sistema presupuestario es más progresista que el sistema de cálculo económico? Yo creo que se acerca más al porvenir. El sistema presupuestario está más cerca de lo que tiene que ser la sociedad en el futuro, pero esto es solo una hipótesis y se refiere a un futuro algo distante, al futuro comunista. Parto del criterio –que es el que nos ha llevado a aceptar las deficiencias y manquedades derivadas del cálculo económico– de que este sistema presupuestario exige condiciones y posibilidades que no podemos alcanzar, no ya en el mediano plazo sino incluso más allá. Si estuviéramos convencidos de que el sistema presupuestario puede ser puesto en práctica en los próximos años, lo defenderíamos encarnizadamente, porque se basa en formas de control más cercanas al comunista. Eso es evidente. Es un salto como el que proponía Carlos Marx, del capitalismo a un socialismo avanzado. Nosotros, todos lo sabemos, no hemos dado ese salto. Ni siquiera la Unión Soviética ha dado ese salto. 

Dicho esto, analicemos algo en que coinciden los dos sistemas, para recordar que para el Che la planificación, como opuesta al mercado –y eso es muy importante en los dos sistemas, en la forma en que nosotros concebimos hoy el sistema del cálculo económico–, es la categoría definitoria de la sociedad socialista: sin planificación no puede haber socialismo; la planificación nos permite la asignación de recursos allí donde estos se necesitan, y tiene que ser, por consiguiente –como nosotros lo sostenemos hoy en nuestro sistema, en el desarrollo de nuestro sistema–, una planificación centralizada. 

El compañero Fidel, con mucha razón, ha insistido en la necesidad de mantener la centralización de la economía en sus aspectos fundamentales y, sobre todo, en la selección, atribución y puesta en práctica del plan de inversiones de la economía nacional. No siempre lo que es bueno para la empresa es bueno para el conjunto de la economía. Eso es un axioma del cual partimos. La idea de que lo que es bueno para la empresa es bueno para la economía es solo real en parte, porque la empresa, como productora de recursos, como suministradora de recursos, evidentemente si trabaja bien debe trabajar para el beneficio de la economía. Pero para que la empresa trabaje para el beneficio de la economía, el plan de la empresa, sus inversiones y hasta el surtido de sus producciones –y esto es algo en lo cual insiste particularmente el compañero Fidel– deben ser, en lo fundamental, decididos centralizadamente. Si dejamos que la empresa produzca todo aquello que ella quiera producir y aquello que le sea más ventajoso económicamente, cometeremos serios y graves errores. 

Y en el trabajo que bajo la dirección del compañero Marcos está realizando un grupo de compañeros, algunos de los cuales están aquí como directores de empresas, para examinar las condiciones en que funcionará la empresa en el futuro en nuestro país, esto ha sido tomado –yo lo sé– muy cuidadosamente en cuenta. 

para que la empresa trabaje para el beneficio de la economía, el plan de la empresa, sus inversiones y hasta el surtido de sus producciones –y esto es algo en lo cual insiste particularmente el compañero Fidel– deben ser, en lo fundamental, decididos centralizadamente 

Hay un problema que está planteado contemporáneamente y que tiene que ver con lo que estamos discutiendo. Se manejan hoy, sobre todo en los círculos de la Unión Soviética, pero repercute más acá, y el Che lo examinó y por eso quiero analizarlo en este momento, la Nueva Política Económica elaborada por Lenin, puesta en práctica en los años de 1921 a 1923. Sobre todo se discute si es o no –y parece inclinarse la mayoría de los especialistas socialistas en este momento a la idea de que sí– un problema estratégico. Che no lo consideraba así. 

Analizando cuidadosamente la obra de Lenin, el Che llegó a la conclusión de que se trataba de una concepción más táctica que estratégica. Este es un problema que tendremos que discutir nosotros hacia el futuro. No está en el centro de nuestros problemas más que como elemento adicional a lo que estamos meditando sobre el conjunto de la economía. 

Che subrayaba que se trataba de un paso atrás, y, ciertamente, en la historia de la Unión Soviética se trató de un paso atrás con respecto a lo que inmediatamente la precedió. Ustedes recuerdan que las circunstancias de la defensa de la Unión Soviética habían llevado a la dirección del Partido bolchevique al llamado comunismo de guerra, que era una aceleración del socialismo hacia elementos del comunismo. Lenin comprendió, en el año 1921, que por aquel camino se llegaba difícilmente al comunismo y comprendió también que había que dar un paso atrás. Ese paso atrás fue la Nueva Política Económica. 

Tenemos que reflexionar como un elemento fundamental hacia el futuro en lo siguiente: ¿qué duración tendrá o no el cálculo económico como sistema de dirección de la economía? 

La Nueva Política Económica se basaba fundamentalmente, en el cálculo económico. Hay una frase de Lenin que es muy esclarecedora en ese sentido: “La reorganización de la Empresa del estado sobre la base de la llamada autogestión financiera está ligada inevitable e indisolublemente con la nueva política económica”. Es decir que La Nueva Política Económica se basaba, en primer término, en el aprovechamiento de la capacidad máxima autónoma de la Empresa, en condiciones de un retraso de la economía como el que tenía la Unión Soviética en aquel período, que era sin duda una economía en la cual incluso la clase obrera había perdido no sólo calidad como consecuencia de la guerra civil sino que había perdido fuerzas numéricas. 

Tenemos que reflexionar como un elemento fundamental hacia el futuro en lo siguiente: ¿qué duración tendrá o no el cálculo económico como sistema de dirección de la economía? No podemos preverlo ahora, pero no será seguramente este sistema el que nos guiará en el momento –pienso que todavía muy alejado de nosotros– en que estemos en la fase final cercana a la sociedad comunista. Por ahora, pensamos nosotros que en las condiciones específicas de nuestro país, con nuestro retraso económico, nuestro retraso político a pesar de los saltos cualitativos enormes que la clase obrera y nuestro pueblo han dado en el terreno de la política, nuestras concepciones retrasadas derivadas de nuestra situación retrasada, podemos emplear el cálculo económico como guía de nuestra situación económica actual. 

Vayamos a otro aspecto de nuestro trabajo cotidiano: la forma y los sistemas de pago. Es interesante porque esto explica muchas de las ideas del Che que son útiles en su esencia, aunque no sean lo que en la práctica estemos nosotros aplicando. 

El sistema de pago establecido por el Che partía de una trabajo a tiempo normado, con primas por sobre cumplimientos, primas por calidad y primas –llamo la atención sobre esto– por la calificación del propio trabajador, tanto para trabajadores administrativos como técnicos. Y se pagaba sobre todo por el tiempo trabajado. 

¿Qué significa esto? Yo recuerdo, y creo que algunos de ustedes lo recordarán, los que tienen edad más cercana a la mía –aquí hay muchos jóvenes que puede ser que lo hayan leído– que en aquel momento Fidel, dedicado a otras actividades, entregó la conducción de la economía a lo que se llamó la Comisión Económica de la Dirección Nacional, que estaba constituida por el Che, por el compañero Dorticós y por mí. Y recuerdo que todos los problemas de la discusión salarial, en los cuales participó activamente el entonces ministro del Trabajo Augusto Martínez Sánchez, la realizamos al final estos tres compañeros. 

Hubo una cosa que al Che le preocupó al establecer los premios y las primas por el cumplimiento de la norma. Fue, dentro de las categorías salariales, que ningún trabajador de la categoría tercera, o de la categoría cuarta, o de la quinta, o de la sexta, llegara, por mucho que fuera el esfuerzo individual sobrecumpliendo la norma, a tener más ingresos por sobrecumplimientos de la norma que lo que recibían los de la categoría inmediatamente superior. 

Esto es importante recordarlo porque nos da una idea que yo creo que es más bien de aquel momento en la concepción del Che. (No me atrevo a definirlo con estas palabras, pero creo que más bien se trata de ideas de aquel momento) porque en aquel momento había una falta absoluta de preparación técnica en nuestra clase obrera; los técnicos prácticamente no existían; el capitalismo nos había dejado una pequeña cantidad de técnicos que estábamos aprovechando, pero estábamos improvisando los técnicos, estábamos improvisando los torneros, los fregadores… en fin, todos los técnicos de la economía nacional. Y el Che decía lo siguiente, y lo defendía con mucho ardor: si nosotros hacemos que alguien que está estudiando para tornero o que puede estudiar para tornero por tener la categoría inmediatamente inferior a la del tornero, gane más que lo que puede ganar un tornero sin ser todavía tornero, estamos debilitando su esfuerzo por estudiar y por calificarse. Eso es cierto. Y eso tenía una base de razón, que fue la que prevaleció, ustedes recuerdan. 

Yo veía las cosas tan distintas: al mismo tiempo que luchamos por que los elementos de nuestra sociedad se preparen para calificaciones mayores y creamos las condiciones para que alguien que no sea tornero y como tornero gane más que alguien que tiene la categoría de tornero A, sí es un tornero C que gane esto, nosotros desperdiciemos durante un tiempo bastante largo una cantidad de esfuerzo y de trabajo que la gente no está dispuesta a realizar si no le damos posibilidades de mayor incremento salarial. Puede ser que yo esté equivocado. Lo digo con honestidad, con claridad, para que se comprendan las dos posiciones. 

Adoptamos la posición del Che, que tuvo un efecto muy importante: sembrar en la clase obrera la idea de una categoría superior lograda por el esfuerzo de preparación propio. Es decir que no se lograba mayores ingresos solos por el esfuerzo físico, que había que lograr mayores ingresos por el esfuerzo físico pero también por el esfuerzo de calidad que representaba el tránsito a una jerarquía mayor del trabajo logrado a través de la técnica. 

Y aquí hay una idea también interesante. En aquel momento empezó lo que luego se llamó el salario histórico, que entonces le llamábamos el plus. Y, efectivamente, admitíamos todos el plus como una necesidad –yo no sé si tengo por aquí unas palabras del Che, pero él se refirió muy concretamente a eso–. Nosotros teníamos un grupo de trabajadores que, a través de las luchas sindicales y con grandes esfuerzos, habían logrado arrancarle a través del movimiento sindical a los patronos de la época prerrevolucionarias prerrogativas, entre ellas prerrogativas salariales, que en el conjunto de la sociedad en que empezábamos a hacer el socialismo no podían ser aplicables a todos los trabajadores. Eran tipos de salarios que en ese momento eran superiores a la media salarial que nosotros podíamos pagar por esas profesiones. Pero, al mismo tiempo, resultaba un poco negativo –y todos los comprendimos, Che también lo comprendió inmediatamente– que a los trabajadores por su esfuerzo y por el esfuerzo de los sindicatos habían logrado privilegios salariales superiores al salario que entonces podíamos pagarles, no era correcto obligarlos a renunciar al salario que estaba recibiendo y que venían recibiendo desde la época prerrevolucionaria. Así surgió el plus, que fue admitido, que luego se convirtió, durante un tiempo, en el salario histórico. 

Ahora, ¿qué planteó el Che y que fue aceptado en aquel momento? Que también el plus fuera lo máximo a lo cual podía llegar un trabajador en sobrecumplimientos de normas recibiendo salarios; que si el trabajador sobrecumplía la norma, una vez que llegara a lo que se le correspondería por el salario histórico, ahí paraba el sobrecumplimiento de la norma. Es decir, algo que correspondía también a un nivel general; si hay trabajadores que ganan 270 pesos y el trabajador que está al lado, a través del esfuerzo, va a ganar 275, ahí estamos cometiendo errores. De modo que se ajustó a ese nivel, dado por el salario histórico como nivel superior. 

Yo creo que eso es importante. 

Ahora, algo sobre el sistema salarial. El sistema salarial está vinculado a los esfuerzos del Che. Nos quejamos de la multiplicidad de puestos de trabajo que hay en nuestro país. Y, efectivamente, hay muchos más puestos de trabajo de los que podemos permitirnos para un ordenamiento, y está la falta de multioficio como un elemento al cual hemos llegado. Pero les puedo asegurar que en los años 1962-1963, cuando se empezaron a estudiar estos problemas, como consecuencia de la anarquía capitalista, como consecuencia de que cada capitalista tenía su propio sistema, como consecuencia de que cada sindicato tenía sus propias leyes de lucha y unos sindicatos podían obtener ventajas que otros no obtenían, a pesar de pertenecer al mismo movimiento sindical, la anarquía salarial era total. De modo que cuando aquella anarquía salarial se redujo a las ocho categorías salariales establecidas en aquel momento, habíamos dado un paso enormemente importante, enormemente importante. Podemos después examinar –después, digo yo, en otra oportunidad, con otros especialistas– sin son ocho, si son seis, si son cuatro, si son cinco; eso es un problema que no nos corresponde examinar hoy, porque lo que estamos analizando es la contribución del Che a la economía nacional. Pero la organización del sistema salarial en esta forma fue una de las contribuciones más serias y más sólidas, que duró durante todo el primer período de la revolución. El Che unía esta forma de organización salarial a una de sus concepciones esenciales en la lucha por acercar el comunismo. Y él decía que teníamos que trabajar cotidianamente –y esto es muy importante, porque es hoy parte de nuestra concepción y que tenemos que tomar en cuenta–, convertir el trabajo como una desgracia en trabajo como “necesidad moral”. Marx había llamado al trabajo como una “necesidad vital”; podemos decir que, si es una “necesidad vital”, podemos casi tomarlo como una “necesidad moral”, podemos unir a Marx y al Che en estas categorías, que son similares cuando las analizamos profundamente. El trabajo –él mencionó muchas veces también– como un deber social, y en esto ha insistido continuamente Fidel desde los primeros tiempos de la revolución. Y es una batalla que hoy nos es más importante que nunca. 

Uno de los elementos que hemos perdido en los últimos tiempos a través de la anarquía que se introdujo en nuestra relaciones sociales por un uso indebido de los que habíamos aprobado, por un mal uso de lo que habíamos aprobado, que podía haber sido muy útil si lo hubiéramos utilizado bien –que esa es una de las cosas que tenemos que estudiar, y esto aparece continuamente en los estudios que la comisión designada para estos fines está presentando–, una de las cosas más nocivas fue la eliminación de la concepción del trabajo como un deber social. 

La base de nuestra sociedad, como dijo Fidel, llegó a convertirse, insensiblemente, sin que nos diéramos cuenta de ello, en el mecanismo de la acción automática de los mecanismos económicos. La idea de que los mecanismos económicos sin un trabajo político podían por sí mismos resolver el problema, que el interés individual se asociaba al interés colectivo, y que el interés colectivo dondequiera que se manifestara, en la empresa o en otro lugar, era una expresión del interés de la sociedad en su conjunto. Cosas que son ficticias. 

No siempre el interés individual coincide, como lo dije antes, con el interés de la sociedad. Y para eso tiene la sociedad en su conjunto que vigilar tanto el interés individual como el interés colectivo, para que no se conviertan los intereses colectivos en contradictorios con los intereses de toda la colectividad, el interés de una empresa o el interés de una fábrica. 

Por consiguiente, partiendo de ese criterio, y partiendo del criterio de que el colectivo por sí mismo no puede llegar a resolver los problemas que corresponden a la sociedad en su conjunto, nosotros tenemos que no convertir los mecanismos en algo automático, usar los mecanismos no automáticamente, no creer que el mecanismo por sí solo nos lleva al mejoramiento de la nación. Puede ser que el mecanismo por sí solo pueda llevar al mejoramiento de un grupo de individuos, mayor o menor, pero eso no es lo decisivo, lo decisivo es el mejoramiento de la nación en su conjunto. 

Partiendo del otro criterio, el criterio que ahora impugnamos, se llegó a la conclusión de que el individuo por sí mismo mientras más ganara mejor se sentía, mientras más ganara más útil era a la sociedad, mientras más ganara producía más. Y se llegó después al descontrol de la actividad individual, de manera que ganaban más no los que producían más o aquellos que los dirigentes dejaban ganar más, o aquellos que los dirigentes les daban ese privilegio de ganar más, y, por consiguiente, se produjo toda la distorsión que ha sido señalada a través de la enorme actividad crítica que se ha desarrollado en todo el país. 

Si nosotros partimos del otro concepto, del trabajo como un deber social, no eliminamos con esto que quien más trabaja reciba más, no eliminamos el principio socialista de retribución, pero condicionamos el principio socialista de retribución a una concepción específica del trabajo. Es claro que esto no se logra en un solo día, ¡no! Por las razones que apuntaba el Che, porque no somos perfectos, somos perfectibles pero no perfectos, y somos también imperfeccionables, es decir, se nos puede corromper. Partimos del criterio de que tenemos que darle más al que más trabaje, pero aun aquellos que más reciban por su buen trabajo, aun un cortador de caña que gana más que un médico, tiene que estar consciente de que trabaja no para ganar más solamente; recibe más porque trabajó más, pero trabaja porque esto es útil a la sociedad. Esto no se logra en un día, no se logra en un mes, no se logra en un año; es un trabajo político, es un trabajo ideológico, es un trabajo de elevación individual y colectiva, es un trabajo en el cual la colectividad desempeña un cierto papel. 

Si queremos acercarnos cada vez más a la sociedad mejor que nosotros aspiramos a tener, hay que hacer que cada trabajador tenga esto en mente, y lo que tiene que tener el director de la empresa, lo que tiene que tener el núcleo del Partido, lo tiene que tener el sindicato, lo que tiene que tener la colectividad en su conjunto. Si uno de los integrantes de este gran colectivo de dirección que he mencionado –menciono también a la Unión de Jóvenes Comunistas, naturalmente–, si este gran colectivo de dirección que está integrado por la dirección de la fábrica más el partido, más el sindicato, más los jóvenes comunistas, no toma en cuenta estas cosas y se dedica a producir más porque produciendo más ganan más los trabajadores, o a ganar más los trabajadores porque han producido más, olvidando la concientización, cometemos un serio error, del cual todos seremos víctimas. 

Vayamos, en este mismo sentido, a un nuevo aspecto en el que estamos poniendo mucho énfasis, el problema de la calidad. 

¿Qué dijo el Che? Dijo: “Norma es calidad, no solo cantidad”. Es decir, tenía una concepción muy clara en un momento inicial en que todo tendía a que la calidad no fuera lo predominante. 

En el socialismo inicial, y el socialismo inicial que dura hasta ahora, en ese socialismo inicial, la demanda va por delante de la oferta, los ingresos de la familia son superiores a la capacidad de producción de la sociedad. Porque precisamente estamos haciendo una sociedad distributiva, socialista, en la cual, además le damos puesto de trabajo a todo el que pueda, en la cual además, somos ineficientes. 

¿Qué pasa entre nosotros? Una guagua puede no parar completamente, y si usted protesta el chofer le dice: “Usted toma o deja la guagua”. Si ese chofer va a un mercado, al chofer le dicen: “Bueno, ¿lo toma o lo deja? Porque esto es lo único que tenemos, y no se preocupe de estar buscando más calidad que esta”. Si el del mercado va a un restaurante le dicen lo mismo: “¿lo toma o lo deja?”. Una cadena de “lo toma o lo deja” como concepción, como idea, como idea. 

Por eso es tan importante que en este momento inicial de la revolución, cuando todo tendía a la producción, al productivismo, el Che se haya fijado centralmente en este problema de la calidad. “Norma es calidad no solo cantidad”. Si el obrero no ha producido “tanto” de “tal” calidad, no ha cumplido su deber social. Es decir que con el cumplimiento de la norma no se cumplía el deber social de los trabajadores. Producir con mayor calidad era considerado por el Che desde aquel momento un elemento esencial del trabajador. Y, además, la concepción de que es la norma. Porque vemos la norma como un objetivo a lograr, cuando en realidad la norma es otra cosa, y el mismo Che la definió. 

La norma de trabajo mínimo constituye el deber social del obrero. No decimos que no haya un obrero que no pueda quedar por debajo de la norma; hay imperfecciones físicas, hay debilidades naturales que el obrero no puede vencer por mucho que sea su esfuerzo. Pero si la norma es bien trazada, no solo será una capacidad más que media sino que será algo que se acerque a la posibilidad de cada obrero de lograrla. El obrero debe ver la norma no como una meta inalcanzable, porque es lo que producen los que más producen, sino debe ser algo que constituye la medida de su deber social. Y esa es una concepción que albergaba el Che Guevara y la manifestaba en cada una, porque hay muy diversas, yo he encontrado muy diversas citas en esa dirección. 

Y, sobre esto, norma y control, una frase que también debemos recordar, porque es actualísima: “en el momento en que caigan los controles –decía el Che– caerá todo el aparato organizativo que hemos montado”. Esa era una de sus preocupaciones, que encontraremos más tarde. 

¿Por qué? Ese ha sido uno de los defectos fundamentales del período que acabamos de atravesar, y este es uno de los elementos fundamentales del período en que estamos iniciándonos. 

El control y la norma, la norma, como producción de calidad; pero, además, la norma –y esto es muy importante, y también por acá hay una frase del Che– como producción al más bajo costo posible. De eso hablaremos después, pero él asociaba estas dos ideas: producir más, con más eficiencia, es decir, al más bajo costo posible, y con la calidad necesaria. Esas tres divisas son parte de nuestra actividad contemporánea. Cuando nosotros pensamos en el Che tenemos que pensar en este tipo de cosas. Porque, efectivamente, la muerte del Che fue una muerte heroica y para nosotros muy dramática, pero no es solo a través de la muerte como el Che dejó ejemplos a la sociedad cubana. 

Y aquí viene, por asociación de ideas, el problema de los estímulos, sobre lo cual se ha discutido mucho. 

Yo quiero decir en este momento, puesto que se ha hablado mucho de esto, que en la concepción de los estímulos tuve con el Che pequeñas diferencias, pero, insisto, pequeñas diferencias. 

Nuestro debate permanente era, sobre todo, un debate sobre proporciones, cuánto dar al estímulo moral, cuánto al estímulo material; cuánto y cómo se podrían reducir al mínimo los estímulos materiales; qué papel tiene en eso la educación. Ahí, en el ritmo de aceleración, es donde estaba nuestra diferencia. 

Yo creo que tenemos que reducir, a través de la conciencia, la utilización del estímulo material, del dinero dentro de la sociedad; pero creo que la aceleración no puede ir al ritmo que en aquel momento –repito, en aquel momento– lo concebía el Che. 

Dice Che: “Cuando nosotros lo reconocemos –la presencia de formas materializadas, el interés material– y lo aplicamos en las normas de trabajo a tiempo con premio y en el castigo salarial al no cumplimiento de la norma” Es decir, admitía el interés material como un elemento fundamental al cual había que acomodarse, pero partiendo de la necesidad de luchar rápidamente por la eliminación del interés material. 

“Estímulo material directo –decía– y conciencia son términos contradictorios en nuestro concepto”. Y yo creo también que cuando los analizamos profundamente son términos contradictorios, pero la contradicción es una contradicción con la cual tenemos que vivir, y él vivió con esta contradicción. 

“Sin embargo tiene que haber una inteligente y cualitativamente balanceada utilización en ambos, el estímulo material y del estímulo moral, del estímulo material y de la conciencia”. Y aquí estamos completa y totalmente de acuerdo. 

“Ahora –añadía–, el proceso debe tender más a la extinción del estímulo material que a su supresión. La anunciación de una política de incentivación moral no implica la negación total del estímulo material. Se trata simplemente de ir reduciendo, más a través de un intenso trabajo ideológico que de disposiciones burocráticas, el campo de acción de aquel”. 

“Precisa aclarar bien una cosa: No negamos la necesidad objetiva del estímulo material. Sí somos renuentes a su uso como palanca impulsora fundamental. No hay que olvidarse que viene del capitalismo y está destinada a morir en el socialismo”. 

Esta es una frase a la cual nosotros debemos darle mucha atención, porque explica una concepción a la cual podemos adherirnos en principios aún los que no estamos literalmente de acuerdo con cada una de sus expresiones. Lo importante es lo siguiente: el estímulo material es lo perecedero, la conciencia lo permanente; el estímulo material es lo que debe quedar atrás, la conciencia es lo que debe ir por delante; el estímulo material lo usamos porque es lo inevitable, no porque sea mejor, lo usamos porque es inevitable. Pero en cuanto llegue el momento –y yo no puedo decir cuándo llegará el momento, depende de la movilización del Partido, de la educación pública, de la educación familiar, de muchos factores que tiene mucho de colectivo y mucho de individual–, cuando llegue ese momento en que podamos prescindir del estímulo material, no hay duda de que sería hasta contrarrevolucionario estar basándose en el estímulo material. El estímulo material, repito, es lo perecedero, lo que se debe eliminar a través del trabajo nuestro. Creo que esas son las ideas que ha sembrado Fidel y que han estado en el frente de su pensamiento en los últimos tiempos; es decir, usar limitadamente el estímulo material pero tomar en cuenta que la conciencia es lo más importante en el conjunto del trabajo social. 

El 2 de mayo de 1962 –cito esto del libro de Tablada–, Che se reunió con los delegados obreros extranjeros asistentes al acto en la plaza de la revolución por el 1 de mayo. El delegado de Canadá le pregunto cuáles eran –y cito al delegado canadiense– “los incentivos que usaran los cubanos para con los obreros. ¿Hay algunos para aumentar la producción?” Y Che, entre otras cosas le respondió: “no sé si usted estuvo en 30 de abril en la reunión anual. Allí entregamos 45 casas a los trabajadores más distinguidos de cada rama industrial. Fueron 44, porque uno renunció al premio”. Yo estaba presente en ese acto, fue en el “García Lorca”, si no recuerdo mal, no sé si algunos compañeros me pueden corregir aquí de los que están en el teatro “García Lorca”, donde el Che entregó 44 casas y a la vez hizo el elogio extraordinario del obrero que había renunciado a la 45. Es una forma que puede parecer paradójica, pero es real, de luchar por dos principios a la vez: no dejar de utilizar el estímulo material y exaltar el hecho de que alguien renunciara a un estímulo material –y ustedes saben lo que es renunciar a un estímulo material, a una casa… creo recordar que era un trabajador de la industria del cemento de Artemisa, o algo así–, pero exaltar este ejemplo, delante de los otros 44, sin herir a los otros 44, sin lastimar a los que habían aceptado, porque el Che, como ustedes saben, tenía una delicadeza y una fineza espiritual tremenda; sin herir a los otros 44, exaltó el ejemplo de aquel otro que no había querido aceptar la casa que le tocaba. 

Vayamos a otro tópico –y ya estoy terminando, no se asusten–. Al papel de la contabilidad y de los costos. 

Yo puedo hablar aquí como en familia, porque sé que Marcos y los compañeros que con él dirigen el ministerio y ustedes los empresarios y los dirigentes de empresas, del ministerio y los técnicos y todos los compañeros que aquí trabajan hace tiempo llevan adelante una lucha sistemática por la mejoría de la contabilidad de los costos. Yo creo que esto es una de las cosas que más podemos alabar en el ministerio. Y él me decía hace un momento que todavía estaba lejos de obtenerlo. Y yo le recordaba que entre los años 1967 y 1970 hubo una corriente indominable para la eliminación de los controles. Y ahora, por ejemplo, cuando Fidel, con gran razón reclama que tengamos contadores, no podemos olvidar que durante muchos años los contadores desaparecieron. No solo desaparecieron los contadores sino los medios de contabilidad, y no solo desaparecieron los medios de contabilidad sino los recursos mecánicos para lograr la contabilidad. 

De modo que este trabajo de reconstrucción es un trabajo duro. Se destruye muy fácil, pero se construye muy difícilmente; es más fácil destruir un sistema que elaborarlo nuevamente. Porque, además con la destrucción del sistema viene la destrucción de hábitos y de conceptos. 

¿Qué ha pasado históricamente? Que nosotros destruimos aquel sistema de contabilidad; pero nosotros estamos trabajando por reconstruir ese sistema y en base de la construcción de ese sistema tienen que estar las ideas del compañero Ernesto Che Guevara. 

Decía él: “Hoy los costos nos preocupan mucho, y tenemos que trabajar sobre ellos intensamente. En nuestro modo fundamental de medir la gestión de las unidades o de las empresas cuando los precios se han mantenido fijos. Y a través del costo, cuando son costos llevados por procesos de producción o por unidad producida, cuando se ha fijado el costo, cualquier administrador puede detectar hasta problemas tecnológicos: mayor consumo de vapor, defectos de una tapadora, por ejemplo, que desperdicia demasiadas chapas, en una máquina que desperdicia envases en el momento del llenado, en una pesa automática que envíe una cantidad mayor de productos en una caja, cualquiera de esas cosas se pueden detectar simplemente por el análisis de los costos. No quiere decir esto que además no tengan que estar todos los controles de tipo tecnológico –él se cuidaba mucho de que fuera mal interpretado–, pero simplemente hace falta tener un análisis de costo bien hecho, lo cual permite a cualquier director de empresas o administrador de unidad dominarla totalmente”. 

Estamos aquí delante de un conjunto de administradores, dirigentes de empresas, de uniones de empresas, y creo que no necesito insistir con ustedes en la importancia de esto. El control de los costos… Decía él: “Para todo este proceso organizativo es necesario tener controles muy exactos. Los controles empiezan en la base, empiezan en la unidad productiva, y la base estadística suficientemente digna de confianza para sentir la seguridad de que todos los datos que se manejan son exactos, así como con el hábito de trabajar con el dato estadístico, saber utilizarlo, que no sea una cifra fría como es para la mayoría de los administradores de hoy, salvo quizás un dato de la producción, sino que es una cifra que encierra toda una serie de secretos que hay que develar detrás de ella. Aprender a interpretar estos secretos, es un trabajo de hoy”. 

Yo creo que esto es algo que les refresca a ustedes un poco el sentido de los datos. 

Como ha dicho Fidel, las cifras son engañosas. Pero si tenemos una dirección de empresas y un colectivo de dirección empresarial que sea capaz, con un contador eficiente y un economista preparado, y un director de empresa que puede ser técnico o un economista, cualquiera de esas dos cosas si tenemos ese conjunto de trabajadores, sabremos descubrir los secretos que hay detrás del dato. Y esto es muy importante: los datos fríos no sirven. Es decir, lo que hay detrás de los datos tiene que saberlo de director de empresa y tiene que saberlo el administrador de fábrica, tiene que saberlo el contador, tiene que saberlo el economista, para presentar, cuando presente el análisis de trabajo de la empresa, presentarlo de esa manera. 

Ustedes recuerdan –y creo que algunos de ustedes participaron varias veces en los análisis sistemáticos que hacían del trabajo de las empresas bajo la conducción del Che. Un día completo de análisis de todo lo que ocurría en una empresa, desde el abastecimiento, hasta los problemas tecnológicos, los problemas financieros, todos eran analizados minuciosamente. Hay una cantidad conservada hoy de análisis que yo recomendaría, como una muestra ejemplar de cómo estudiar el funcionamiento de una empresa. Porque en esto no tiene nada que ver si el sistema es uno o si el sistema es otro. La metodología analítica empleada por el Che como dirigente administrativo, para ver, analizar, profundizar en el trabajo de la empresa, es uno de los elementos más preciosos que tenemos en la historia de la economía cubana, y su ejemplo debe ser un ejemplo que todos los ministros deben seguir en esta dirección. Me parece que esto es importante. 

Hoy en día, yo creo que nosotros podemos sentirnos avergonzados… tenemos 1 800 millones de inventarios, pero no se trata de eso, se trata de los inventarios inútiles que nosotros tenemos. No solo los inventarios que ahora estamos utilizando. Este año creo que son 300 millones los que estamos utilizando de inventarios en reutilización en la economía nacional, pero los inventarios que hemos dejado acumular por razones de descuido, por razones empresariales de tener siempre algo por si falta, por razones de falta de control, por todo tipo de razones. Nosotros tenemos un aparato económico muchas veces superior. Yo recuerdo el primer núcleo de dirigentes de empresas antes de la escuela esta de administradores que ustedes están reconstruyendo, la de Vento, y la del Vedado allá en el antiguo colegio Baldor, donde por primera vez Che empezó a examinar estos problemas y a discutir con un grupo de cuadros, como se empezaba a preocupar por estas cosas, pero nadie sabía nada, ni siquiera nosotros, es decir que los errores que nosotros cometimos fueron resultados del momento en que vivíamos. Y los errores que hemos cometido en los últimos años son errores del descuido en que vivíamos, que es una cosa completamente distinta. 

Y él añadía: “y dentro de los inventarios también, para poder trabajar en una forma científica, hacer el inventario de medios básicos o de fondos básicos”. 

En esto yo creo que hemos avanzado más, pero debemos también tener cuidado en eso. Él decía: “la disciplina financiera es uno de los aspectos más importantes de la gestión de la empresas, de las fábricas. Las finanzas, tenerlas al día. Por ejemplo, los pagos y los cobros, todos lo problemas con los contratos; por ejemplo, un arbitraje que haya que hacer por un producto malo que llega, todas esas cosas constituyen la disciplina financiera, constituyen los controles”. 

Y añadía: “el costo sería el que realmente daría el índice de la gestión de la empresa. Lo que interesa es el análisis continuado de la gestión de la empresa, medido por sus éxitos al trabajar los costos.” 

Yo he dicho todas estas cosas sobre la disciplina financiera, compañeros, por que se puede tener la idea de que un sistema presupuestario de dirección de la economía podría ser un sistema más “benevolente” con la conducta económica que un sistema de cálculos económicos. No es así. Yo creo que por el contrario. 

Puedo decirles que al comienzo de la revolución el sistema presupuestario podía llevar los controles mejor que el sistema inicial del cálculo económico. 

Lo importante, sin embargo, es subrayar en que tenemos que ser intransigentes. La intransigencia, con el error; no pasar el error por alto, no creer que el error se corrige por si mismo, el error hay que corregirlo, hay que corregirlo desde arriba, desde el medio y desde abajo; hay que corregirlo desde la base hacia arriba, pero hay que corregirlos desde arriba abajo. Si nosotros no tenemos un ministro exigente, los viceministros no serán exigentes; si los viceministros no son exigentes, los directores no serán exigentes; si los directores no son exigentes los jefes de producción no serán exigentes, y tendremos una falta generalizada de exigencia que es la que se nos metió en los últimos años en la producción de nuestro país. Las exigencias, el control, el cuidado permanente, eso es lo importante. 

Bien, compañeros. Por último, algo sobre la política de cuadros. Esta es otra cosa que caracteriza el paso de Ernesto Che Guevara por el ministerio de Industria y por la economía nacional: y la política de cuadros. 

Ahora estamos revisando la política de cuadros. No porque no tengamos una definición de la política de cuadros. Raul ha sido uno de los más que se ha quejado de esto. Él alude siempre a que el primer Congreso de nuestro Partido elaboramos una tesis sobre los cuadros que no diremos que es perfecta, pero es excelente. Sin embargo, no hemos trabajado con esas tesis sobre los cuadros, no la hemos aplicado, la tenemos ahí. Parece que fuera invisible y es extraordinariamente útil. Ahora empezamos a revitalizar la política de cuadros que es una política cuidadosa, que es una política también de una mezcla de la exigencia de los ministros y de los directores de empresas, coordinada con la vigilancia del partido a través de sus departamentos coordinada con la participación de la base en la política de cuadros. Pensamos que la vigilancia continúa de los trabajadores es un elemento esencial en la política de cuadros. Si no les damos participación a los trabajadores andaremos mal; si creemos que nosotros, desde arriba, podemos tener el monopolio total de la selección, estamos en un profundo error. 

Ahora, hablando de la política de cuadros, Che decía: “Cuando se hizo patente en Cuba una nueva clase social tomaba definitivamente el mando, se vieron también las grandes limitaciones que tendría en el ejercicio del poder estatal, a causa de las condiciones en que encontráramos el estado sin cuadros para desarrollar el cúmulo enorme de tareas que debían cumplirse en el aparato estatal, en la organización política y en todo el frente económico. 

Pero con el aceleramiento del proceso ocurrido a partir de la nacionalización de las empresas norteamericanas y, posteriormente, de las grandes empresas cubanas, se produce una verdadera hambre de técnicos administrativos. Se siente, por otro lado, una necesidad angustiosa de técnicos en la producción debido al éxodo de muchos de ellos, atraídos por mejores posiciones ofrecidas por las compañías imperialistas en otras partes de América o en los mismos Estados Unidos, y el aparato político debe someterse a un intenso esfuerzo, en medio de las tareas de estructuración, para dar atención ideológica a una masa que entró en contacto de la revolución plena de ansias de aprender”. 

Él quería señalar aquí las dificultades iniciales para la selección de los cuadros. Pero nosotros, que no tenemos esas dificultades iniciales, tenemos que avergonzarnos un poco de no haber aplicado la política de cuadros, de la cual teníamos ejemplos maravillosos, entre ellos el ejemplo del Che, y el ejemplo que el dejaba en el propio ministerio de Industrias. 

¿Qué tenemos hoy? Yo revisaba el otro día algunos datos. En el ministerio de la Agricultura, hasta los años 1966 y 1967 había menos de 300 ingenieros Agrónomos y menos de 300 veterinarios de los cuales la mayor parte cuando veía un toro se asustaban porque, acostumbrados a tratar cotorras y perros no sabían que había un animal tan grande, hoy tenemos miles de técnicos, miles de ingenieros, los tenemos en todas las industrias, miles de técnicos, miles de ingenieros. Y hemos avanzado nuestra agricultura del año 1963, 1964 y 1965. No es la agricultura de hoy, pero el avance en ese terreno nos da la impresión de que tenemos el atleta preparado, pero que el atleta todavía no ha echado a andar. En muchos sectores de la industria nos pasa lo mismo, tenemos el conjunto de gente que puede ponernos la industria a producir, pero todavía la producción no está a nivel que este conjunto de gente nos permite tener. 

Aquí hay que tomar en cuenta que la aplicación de la política de cuadros es esencial. Nosotros estamos en un momento en que los cuadros, más las masas, actuando conjuntamente, lo deciden todo. Y cuando hablamos de cuadros no me refiero solo a los jefes de la revolución más importantes, no me refiero solo a los ministros, no me refiero solo a los directores empresas, me refiero a los cuadros intermedios, de los cuales se ha hablado tanto en los últimos tiempos, al cuadro que hace trabajar también a los trabajadores, al cuadro que dirige una brigada, a todos los cuadros del país. Todos los cuadros del país debemos trabajar consonantemente en la misma dirección. 

Aquí hay algunas cosas que el Che menciona continuamente como elementos de una política de cuadros. 

Primero, el ejemplo. El cuadro debe ser un hombre de vanguardia, el hombre tiene que forjar día a día el espíritu revolucionario. Si no se da el ejemplo no se puede ser dirigente, si no de esa el ejemplo. Y el Che lo daba continuamente, en el trabajo voluntario, en el comportamiento social, en la forma de presentarse, en su modestia, en todas las virtudes de las cuales él, modestamente, hizo gala, porque no se puede decir que hizo gala de sus virtudes, al contrario, las llevaba consigo y las exigía, las exhibía porque era lo que nos daba ejemplo a todos, no porque hiciera ostentación de ninguna de estas virtudes. Fue tan modesto como eso, modesto hasta en sus propias virtudes. 

Después, la elevación del nivel, no creernos nunca que hemos llegado al nivel necesario. Fue él quien dijo algún día –y creo que ese día se está aproximando– habría en nuestro país “analfabetos de 6º grado”. Lo dijo cuando los primeros obreros se graduaron de 6º grado. ¿Por qué? Porque en aquel momento llegar a 6º grado era un premio, era llegar a conquistar algo de lo que realmente todos estabamos orgullosos, porque veníamos de una analfabetismo de un millón de personas en el país. De modo que el que la clase obrera cubana empezara a llegar al 6º grado, porque todo eso fue solo el inicio, era algo extraordinario. Pero él dijo: “Tengan cuidado, dentro de pocos años 6º grado será el analfabetismo”. Nosotros no debemos olvidar nunca eso. 

El analfabeto puede ser un técnico medio, no porque sean analfabetos sino porque la meta a cumplir sea mucho mayor, no se trata –y esto sería un error– de que todos nos hagamos universitarios. Es un error de la familia cubana; la familia cubana lo primero que piensa cuando el niño nace es que va a ser ingeniero, que va a ser médico, nunca a nadie se le ocurre decir: “Este va a ser un obrero calificado”, nadie piensa en eso. Pero la dignidad de la revolución lo mismo la tiene el médico, el ingeniero, que el obrero calificado. Lo importante es hacer con excelencia aquello para lo cual se está trabajando y eso es lo más importante, es lo que nos debe incitar a todos, pero el que está trabajando como obrero calificado no puede contentarse con lo que logró, tiene que trabajar por algo más, por mejorar aquello que quería, el Che cuando impedía que a través del esfuerzo físico se lograra por un obrero de categoría inferior el salario por una categoría superior; ponernos todos a movernos en el sentido de mejorar lo que somos, incluso los que han llegado a nivel universitario. Hoy en día el nivel universitario no es más que un comienzo, hoy en día la ciencia adelanta a un ritmo que el científico que no se recicle anual o bianaualmente no será científico al cabo de los cuatro años, sus teorías científicas quedaran retrasadas porque la ciencia va adelantando tan rápidamente que nos deja atrás. Y lo mismo un técnico que no se adapte diariamente, anualmente, al ritmo de las nuevas máquinas, será menos útil en su trabajo tecnológico. 

Y, por último, compañeros la austeridad, la austeridad en todo nuestro comportamiento. 

Hemos tenido recientemente ejemplos dramáticos de falta de austeridad. El Che fue el ejemplo excepcional entre nosotros por su conducta diaria de una austeridad que hasta en la forma de vestir se manifestaba. Claro, no todos vamos a ser tan originales como el Che en su forma de vestir pero si menciono esto lo menciono por la virtud que entrañaba aquel uniforme que se le caía a veces, siempre limpio pero que se le caía a veces de usado por la austeridad que era el signo distintivo. Austeridad no solo para él, austeridad para su familia, austeridad para sus hijos, austeridad para todos los que estaban alrededor del él, austeridad que él enseñaba con el ejemplo y con esto compañeros, estoy dando fin a mis palabras, al despedirse, Che me dijo: “Si se puede gano una guerra como esta”. Y recalcó “y la ganaremos”. 

Cuando el Che murió, una soledad casi absoluta, consciente de que no había ganado aquella guerra, porque es evidente a través de las páginas del diario que se va dando cuenta del cerco que lo rodea, yo lamenté mucho su muerte y que no hubiera ganado la guerra. Y tres días después y llegué a Roma. Me encontré a Roma tapizada virtualmente con los retratos del Che. Para mí fue una sorpresa llegar a Roma y encontrarme que había llenado a Roma de la imagen del Guerrillero Heroico. Y tenía una leyenda: “¡El Che vigila!” y entonces supe que el Che había ganado la guerra porque no se ganan guerras solo con victorias militares, sino se ganan guerras que constituyen el ejemplo moral de mucha gente. 

Esa es la guerra que el Che tiene que ganar entre nosotros. Esa es la guerra a que yo los convoco para que, en el XX Aniversario tengan siempre presente al Che, para ganarla bajo la dirección de Fidel. 

Muchas Gracias. 

*Publicada en la revista Cuba Socialista, mayo-junio de 1988. Un fragmento de esta conferencia de Carlos Rafael Rodríguez en el Ministerio de Industrias, apareció en la edición extraordinaria de BOHEMIA dedicada al Guerrillero Heroico Ernesto Che Guevara, en octubre de 2017.




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