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miércoles, 28 de marzo de 2018

Siete prejuicios capitales sobre el sector privado en Cuba



Foto: Alex Heny

Por:Oniel Díaz, OnCuba

La discusión más difícil de ganar no es aquella en la que uno de los interlocutores posee una inteligencia descomunal o habla más alto que el otro. Es aquella en la que los prejuicios sustituyen los elementos de peso y el razonamiento. Si discutir con un individuo lleno de prejuicios pudiera parecer una misión imposible, para el desarrollo de un país es nefasto cuando esos caprichos calan en la sociedad y se convierten en sistema.

En las discusiones sobre el sector no estatal en Cuba, he visto cómo los enfoques críticos o contrarios a él solo se sostienen con malos ejemplos (siempre anónimos) o con frases condenatorias que tienden a igualar a justos con pecadores. Después de siete años de implementación de los Lineamientos, en la sociedad cubana siguen existiendo muchos prejuicios contra el sector privado.

Han sido varios años con una visión diferente de la economía. También es comprensible que muchos no nos miren con buenos ojos cuando concurren a la TRD de la esquina y no encuentran lo que buscaban porque el paladar del barrio arrasó con todo. O cuando el chofer del almendrón sin pestañar les clava entre las costillas la puñalada de los 20 pesos. Pero es preciso mirar más allá.

Cada vez que se nos critica se repiten un grupo de prejuicios, en mi opinión, carentes de fundamento real. Los he contado, son siete, como los pecados capitales. Aquí los menciono y cuestiono con un puñado de ideas para seguir pensando (pues puedo estar equivocado):

1. El sector privado es la causa del aumento de la desigualdad entre los cubanos. ¿Acaso la Revolución fue capaz de eliminar completamente las desigualdades que existían en Cuba en 1959? ¿No generó ella nuevas desigualdades luego de erradicar las viejas? ¿Las remesas o que un familiar trabaje en una firma extranjera no es fuente de desigualdad respecto a un trabajador del sector presupuestado? ¿Son más toleradas las diferencias entre el director de una empresa estatal con carro-celular-viajes y el trabajador de Comunales? ¿Cercando a los individuos que con un negocio particular mejoran su nivel de vida haremos que los ciudadanos que se han quedado atrás progresen?

2. Dar más facilidades al sector privado es volver al capitalismo. El socialismo sigue sin replicarse después de casi treinta años de desaparecida la URSS. No obstante, mirémonos en el espejo de los países más exitosos que lo enarbolan. Ni en China ni en Vietnam se negó el papel de la pequeña y la mediana empresa privada y ésta ha jugado un papel importante en los adelantos económicos de ambas naciones. Dos cosas muy distintas son los grandes monopolios transnacionales que se erigen como poderes globales y otra las PYMES. En el debate nacional, cuando se nos critica, a veces parece que somos lo mismo. ¿Acaso Cuba es más socialista por mantener el sector privado confinado a servicios de bajo valor agregado?

3. La avaricia de los privados es la causa del mercado negro y la violación fiscal. El mercado negro en Cuba es tan viejo como “Espejo de Paciencia”. No surgió con la emisión de las licencias de trabajo por cuenta propia, de ahí que achacarle responsabilidad a los privados por su existencia no se sustenta. Si se quiere acabar con él, lo que hay que atacar son las causas que lo generan. Cualquier otra cosa es irse por las ramas. La indisciplina fiscal, aunque no tiene justificación, sí posee varias explicaciones. Una buena conversación con varios privados, lápiz y hoja mediante, sería suficiente para conocer las insatisfacciones que existen en el gremio al respecto.

4. El sector privado es generador de corrupción, lavado de dinero, prostitución y otras lacras. Es probable que las cifras oficiales demuestren que estos delitos han aumentado en los últimos años. Pero sin duda las causas no se reducen solamente a la existencia del sector no estatal. Ni mucho menos se puede usar este argumento para limitar su participación en la economía nacional. Con esa misma lógica absurda, en los 90 el país habría tenido que negarse el desarrollo de la naciente industria turística ante la proliferación del “jineterismo”, la migración de profesionales hacia las puertas de los hoteles y el aumento de la entrada de drogas. ¿Por qué no se hizo? La respuesta es obvia y el resultado más aún: hoy el turismo es uno de los principales motores de la economía. ¿Por qué quiere aplicarse esa “lógica” perversa con el sector privado?

5. El sector privado ha causado concentración de riqueza y propiedad en unas pocas manos. ¿Dónde están los datos que sostienen esta aseveración? ¿Por qué no se hacen públicos, en caso de existir? ¿Estamos hablando de que en Cuba hay algún Carlos Slim u otro multimillonario que tenga en sus manos las industrias estratégicas del país? ¿Cuáles son los límites de riqueza permitidos en Cuba? ¿Cómo se entiende este prejuicio cuando ya tenemos peloteros, cantantes y pintores millonarios? ¿Cómo se explica, si sabemos que también ha acumulado riquezas algún que otro funcionario que ha metido las manos donde no debía? ¿Estos no son “nuevos ricos” también?

6. Al privado no le importa la comunidad ni los vecinos. Sobran los ejemplos de gente que aporta al barrio, que colabora con su comunidad, que tiene conciencia de su entorno más cercano. Existen también muchísimos negocios donde el sentido de pertenencia de sus trabajadores y dueños es altísimo. ¿Por qué no se muestra también esa cara del fenómeno en los medios de prensa?

7. El privado quiere regresar al capitalismo. Los que hoy trabajamos por nuestra cuenta, al menos lo que yo conozco, lo que deseamos es ser prósperos en nuestra tierra y no en otra. Queremos ser parte también de la difícil pero inaplazable pelea por echar hacia adelante el país.

Gobierno, empresas estatales, privados y cada uno de los cubanos tenemos la obligación de construir un futuro de prosperidad y desarrollo para Cuba. Pero un país donde los prejuicios se vuelven fuente de derecho no llega a ningún lugar. Conciliar la generación de riquezas con la justicia social es el reto. Es un camino en el que, como dijera Deng Xiaoping, no podemos dejar de comer por tener miedo a atragantarnos.

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