Hoy 28 de abril se daba la noticia al mundo del accidente en la Central Electronuclear de Chernobyl, Ukrania, explosión que nos alcanzó a Cuba y a los cienfuegueros en particular, de mil maneras. Una historia contada desde lo personal
Por Magalys Chaviano Álvarez -5 de Septiembre
28 abril, 2018
Llegaba abril del ’86 y la primavera trajo la nefasta noticia del accidente nuclear de Chernobyl, una planta nuclear de Ucrania, en las cercanías de Kiev./Fotos: Internet
Allá por el año 1986 la obra en construcción de la Central Electronuclear de Juraguá en Cienfuegos, conocida como la Obra del Siglo (UPI-CEN), estaba en pleno apogeo. Ya el edificio del primer reactor, BBR-440 se veía desde varios puntos de la ciudad; al tiempo que un montón de jóvenes técnicos, ingenieros y obreros, junto a experimentados especialistas cubanos y soviéticos, construían allí sus propias vidas y trazaban destinos. Llegaba abril del ’86 y la primavera trajo la nefasta noticia del accidente nuclear de Chernobyl, una planta nuclear de Ucrania, en las cercanías de Kiev, la capital de la República soviética. Y ya no fue como antes, el futuro comenzó a bifurcarse.
Lejos estábamos los cubanos, aunque muchos sí estaban al tanto de los cambios en reversa que se producían en el Campo Socialista, de que tendríamos un Período Especial, y mucho menos, de que el proyecto quedaría truncado. Pero de ahí en adelante comenzó a deconstruirse el mañana; resultó, como que la explosión del reactor No. 4 de Chernobyl, tipo RBMK-1000, de tecnología distinta a los que tendríamos acá, más peligroso, nos alcanzara de alguna manera, y así fue, nos fragmentó de muchas maneras. Durante ese tiempo, uno, entre tantos cienfuegueros que estudiaban en la URSS, se preparaba en el Instituto Politécnico de Kiev como ingeniero, para trabajar en la CEN Juraguá. Con Fidel Alejandro Rodríguez Mas conversamos, a propósito de una historia personal que mucho tiene que ver con Chernobyl, pasados 32 años.
Fidel Alejandro Rodríguez Mas, joven cienfueguero que estudiaba en Kiev./Foto: Magalys Chaviano
“Unos días antes habíamos estado en Pripyat, el pueblo donde se situaba la Ciudad Nuclear, distante más de 100 kilómetros de Kiev; un colega de estudios se casaba y la fama bien ganada de la bodas ukranianas, donde folklor, comida y bebida, abundaban, nos motivó a los nacionales que extrañábamos la casa y aceptamos la invitación. El pueblo quedaba más cerca de Bielorrusia, sobre los 16 kilómetros y aquello sería una gran fiesta, como en efecto. Fue un día inolvidable, sin embargo, unos días después la noticia nos conmocionaba, y no afectaba, porque conocíamos sobre el tema, teníamos noción del peligro y habíamos estado muy cerca del ‘epicentro’.
“Nos unimos a la convocatoria de hacernos pruebas para donar médula ósea y allá estábamos entre los primeros, muchos resultamos compatibles como posibles donantes, aunque nunca fuimos citados, quizá por nuestra condición de estudiantes extranjeros. Un año después regresaba a Cuba, Cienfuegos y como pensaba, fui ubicado en la Inversión de la futura Central Electronuclear de Juraguá, corría el 1987”.
Foto: Ildefonso Igorra
Mientras, en la UPI-CEN el trabajo continuaba en aparente normalidad. El trabajo futuro de explotación de la planta se organizaba por departamentos, se ocupaban las plazas, el personal recibía preparación calificada de alto nivel, viajaban a Novovoronezh, un enclave ruso donde radicaba una CEN y un Centro de Entrenamiento Internacional con simulador. Y muchos se consolaban aun con conocimientos autorizados: “El reactor nuclear averiado era distinto al que tendíamos acá, el de Chernobyl era de gran potencia, moderado por grafito”, “no nos tiene que ocurrir a nosotros, estamos bien preparados”, “Allí se cometieron errores que no deben repetirse en Juraguá”, se consolaban los muchachos, cuyos sueños dependían de aquel proyecto revolucionario, generador de energía limpia, y que realzaría la condición de ciudad industrial de Cuba a Cienfuegos, tierra donde la gente presume hasta del aire que se respira.
Fidel Alejandro Rodríguez Mas, el joven cienfueguero que estudiaba en Kiev, casi protagonista de aquella catástrofe nuclear que conmocionó al mundo y quizá el cubano que más cerca estuvo de aquel lugar, bailando en Pripyat una kolomeyca, danza tradicional para bodas, compartiendo con los condiscípulos del instituto. “Quizá no comprendí en aquellos días del desastre la magnitud que tendía para Cuba y para mí en particular, pero a la altura de los tiempos sabemos que nos cambió la vida, algunos opinan que para bien, porque no construimos de Central; pero yo puedo afirmar que se trataba de un proyecto seguro, necesario para Cuba, y que quienes nos preparamos para su explotación lo hicimos con toda la profesionalidad necesaria a pesar de nuestra juventud”.
Y con tristeza es preciso hablar en pasado de Chernobyl, pero también de Cienfuegos; de la Central Electronuclear de Juraguá, aquella megafábrica de energía que quedó en sueños e hizo célebre al pueblito homónimo, donde solo había plátanos y henequén, y en la que las nostalgias de tantos hombres y mujeres se acumulan en mil y una historia como esta, de muchachos que no se quedaron varados, sino que con su preparación se incorporaron al trabajo en diversas ramas de la economía y el desarrollo social de esta Isla; y allende los mares también, donde se encontraron después que la “explosión” los llevó lejos.
Más de 30 años después de la peor catástrofe nuclear, una gran estructura ha sido diseñada para contener las radiaciones./Foto: Internet
Periodista. Licenciada en Comunicación Social por la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas de la Universidad de Cienfuegos.
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