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martes, 17 de abril de 2018

Cuba, Vietnam y los datos: agradeciendo una nota de Iroel Sánchez y



Iroel Sánchez ha hecho una interesante reflexión sobre los problemas que el ocultamiento de datos le plantea al análisis. Efectivamente, “lo que no debe hacerse es sesgar la información y sólo dar una parte con evidentes objetivos políticos”. 1 Asumo que es el tipo de crítica aplicable a todos los individuos y entidades que, controlando el acceso a datos que no representen un peligro para la seguridad nacional, impiden el acceso a los mismos, y a quienes manipulan, de manera sesgada, la diseminación y el análisis de los datos públicos.

El comentario de Sánchez abarca varios temas, pero lo que señala respecto a Vietnam me ha parecido especialmente pertinente para el debate sobre la reforma económica en Cuba. No solo porque indique que no es apropiado intentar copiar ese modelo en Cuba, algo sobre lo que considero que existe claridad suficiente en el país, sino porque ofrece la oportunidad de resaltar brevemente la importancia de tres aspectos que deben ser tenidos en cuenta al abordar el análisis de una reforma económica como la vietnamita con el objetivo de aprender de ella, no de copiarla:
  • La importancia del punto de partida
  • La diversidad de métodos para producir datos y la complejidad que ello introduce en el análisis
  • La comprobación de la veracidad y actualización de los datos
El “kilómetro cero” del análisis
El punto de partida que Sánchez establece –cuando aborda la reforma vietnamita- es esencialmente correcto: un país arrasado por una cruenta guerra imperialista.
Habría que agregar que era una nación que había estado dividida durante años y que transitaba por un complicado proceso de reunificación, y que era uno de los países más pobres del mundo, con las consecuencias negativas que ello implica en materia de educación, salud, calificación laboral y base productiva. También es un país con una diversidad geográfica y étnica que -en algunos aspectos- dificulta el desarrollo. Tiene como vecino inmediato una gran potencia con la que comparte fronteras y una relación histórica complicada, no exenta de turbulencias. Mantienen actualmente nexos de cooperación, pero también tienen importantes puntos de fricción.
Lo anterior es importante porque impone cautela al establecer comparaciones entre los indicadores sociales de Cuba y Vietnam.
Cuba tiene indicadores sociales –especialmente en educación y salud- que no solamente son superiores a los de Vietnam sino también a los de varios países desarrollados. Eso no significa que no existan problemas, pero son datos concretos que pueden ser verificados en cualquier anuario de la OMS, UNESCO, PNUD y UNICEF. Es, sin dudas, el resultado de políticas que esencialmente se han mantenido en Cuba, a pesar de que el país ha tenido un crecimiento económico promedio bajo, en el contexto de su reforma conocida como “actualización”.
El problema es que una comparación respecto al nivel actual de esos indicadores de educación y de salud en Vietnam y Cuba debe tener en cuenta el punto de partida muy diferente que existía entre ambos países. Tómese el caso de la esperanza de vida al nacer. En el año 2015 –último dato localizado en una base de datos comparable- el indicador registraba un nivel de 79,54 en Cuba y de 75,89 en Vietnam, una diferencia de 3,65. En 1986, momento del inicio de la reforma económica en Vietnam, el nivel era de 74,58 en Cuba y de 69,18, una diferencia de 5,40.
Desde una perspectiva “estática”, Cuba registra un indicador superior. Desde una perspectiva “dinámica”, Vietnam habría registrado un mayor avance relativo que le habría permitido cerrar la brecha respecto a Cuba. A su vez, la cautela al hacer comparaciones debe considerar que el mejoramiento de niveles altos, como los que ya tiene Cuba, es relativamente más difícil de lograr.
En realidad, existe consenso acerca de que en otros indicadores de salud y de educación, Vietnam también habría registrado avances durante el periodo de reforma, reduciendo las diferencias iniciales que existían respecto a algunos de sus vecinos. Entre 1990 y 2009 la tasa de mortalidad infantil decreció de 44,4% a 16,0% y la tasa de mortalidad materna disminuyó de 233 a 69 por cada 100,000 nacidos vivos. Son cifras “malas” comparadas con la de Cuba, pero denotan un avance que no puede ser minimizado.
Para que no haya equívocos, todos los indicadores importantes de educación y de salud de Cuba son superiores a los de Vietnam. Igualmente, la reforma vietnamita no ha logrado resolver –a pesar del crecimiento económico- notables déficits en materia de salud y de educación, lo cual no hace otra cosa que confirmar que el crecimiento es una condición necesaria, pero no suficiente para el desarrollo. Han existido políticas en Vietnam encaminadas a resolver esos problemas, pero evidentemente no han sido suficientes.
A los ejemplos citados por Sánchez pudieran agregarse otros datos:
  • Solamente el 60% de la población está cubierta por el plan nacional de seguro de salud (la situación es peor que la que refleja el indicador utilizado por Sánchez)
  • Los “gastos de bolsillo” de los pacientes representan como promedio el 60% de los gastos de salud, dejando en una situación de vulnerabilidad a las familias pobres.
  • La cobertura de salud en comunidades pobres solamente llega a ser aproximadamente el 20%.
Son datos que indican un impacto negativo de la desigualdad social en las condiciones de vida de los vietnamitas y que plantean un reto a las políticas de la reforma.
Este tema de la desigualdad se relaciona con el segundo punto que he mencionado: los métodos para producir datos y la complejidad que ello introduce en el análisis.
Midiendo la desigualdad y su relación con otros aspectos
La desigualdad y su relación con la reforma es un análisis complejo que no se intenta hacer aquí. Simplemente llamo la atención acerca de que es un tema que, incluso en un país como Vietnam donde existe una amplia disponibilidad de datos y multiplicidad de análisis apoyados en diversas metodologías, requiere una especial atención analítica.
Es importante tener presente una cuestión: en materia de desigualdad, un solo “juego” de datos no es suficiente.
Si nos atenemos al índice más utilizado de desigualdad –el coeficiente de Gini- la reforma vietnamita habría producido una tendencia hacia el incremento de la desigualdad hasta el año 2010, que después habría comenzado a reducirse. Sin embargo, esa tendencia y la cuantificación de la desigualdad pudieran ser distintas según el indicador y la metodología de análisis que se utilice. O sea, existen estudios que muestran un incremento de la desigualdad en Vietnam, en el contexto de la reforma.
El empleo del índice de Palma, en vez de usar el índice de Gini, permite visualizar una situación de desigualdad mucho más aguda. El índice de Palma ofrece evidencia suficiente para poder afirmar que no ha existido una distribución equitativa de los resultados positivos de la reforma económica en Vietnam.
En los diez últimos años,  el 40% de la población con menores ingresos ha reducido su participación en el ingreso nacional del 19,33% al 17,28%. Otro dato: en una hora, la persona más rica de Vietnam pudiera ganar 5000 veces más que lo que gasta diariamente el 10% más pobre de la población en sus necesidades básicas (datos de OXFAM).
De igual modo, cuando se considera la desigualdad de una manera multidimensional –no limitada al ingreso- la situación en Vietnam es mucho más complicada que la que pudiera derivarse de un índice como el de Gini. El caso de las minorías étnicas ilustra el punto: determinados grupos étnicos tienen niveles de pobreza desproporcionalmente elevados, representando el 15% de la población, pero abarcando el 70% de los pobres del país.
La calidad y la actualidad del dato
La comprobación de la veracidad y actualización de los datos es crucial cuando se intenta hacer una comparación que pudiera explicar las diferencias de los resultados entre los procesos de reforma de Cuba y Vietnam. Ese es el caso de la supuesta abundancia petrolera vietnamita como posible causa para explicar diferentes desempeños económicos respecto a Cuba.
Es un tema donde han estado produciéndose cambios importantes que requieren una actualización constante de los datos. Esta es probablemente un área que necesita un mayor cuidado a la hora de manejar los datos, pues observo que en Cuba ha estado construyéndose un mito alrededor del tema.
La noción de que Vietnam “nada” en petróleo (y en gas) y que tiene ingresos multimillonarios netos por sus exportaciones de energía no se corresponde con la realidad. Es decir, eso no es cierto.
Por el contrario, Vietnam se ha convertido en un importador neto de petróleo.
El dato concreto es el siguiente: en 2017 Vietnam exportó aproximadamente 6,9 millones de toneladas de petróleo crudo por un valor de 2,9 mil millones de dólares, principalmente a China, Tailandia, Japon, Australia, Singapur, Malasia, Corea del Sur y EE.UU. En ese mismo año, Vietnam importó 12,8 millones de toneladas de crudo y de productos refinados, por un valor de 7 mil millones de dólares, e importó 1,4 millones de toneladas de gas licuado por un valor de 732 millones de dólares (Datos del 30 de enero de 2018,  http://www.xinhuanet.com/english/2018-01/30/c_136935834.htm)
De hecho, las principales exportaciones actuales de Vietnam son de teléfonos y equipo telefónico. También las exportaciones de textiles y confecciones, calzado, y productos de la pesca son superiores a las exportaciones de petróleo.
Resumiendo,
El punto no es que Vietnam y Cuba sean diferentes, eso se sabe. El asunto es tratar de identificar si el proceso de reforma económica de Vietnam (más avanzado en cuanto a descentralización y con buenos resultados en una serie de indicadores económicos) pudiera ofrecer lecciones de utilidad integral a la hora de esbozar posibles soluciones para una serie de problemas concretos en Cuba, por ejemplo, la reforma empresarial, la expansión de las relaciones de mercado y las PYMES privadas nacionales.
Obviamente, intentar aprender del caso de Vietnam exige igualmente identificar las áreas en las que pudieran no haberse registrado avances, e inclusive donde pudieran existir retrocesos. No solo se aprende de los éxitos de otros sino también de sus insuficiencias y fracasos.
En ese sentido, la disparidad entre los resultados económicos y los indicadores sociales debe ser un tema importante en el análisis de la experiencia vietnamita, especialmente porque en el fondo hay un tema crucial que debe ser esclarecido a partir de la evidencia, no de la teorización: la relación entre la reforma económica de un “modelo” socialista y la igualdad/ desigualdad social.
Lo que parece interesante, a los efectos de ese contraste de experiencias, es que mientras que para el caso de Vietnam puede disponerse de muchos datos sobre la distribución del ingreso y de la riqueza, en el caso de Cuba no existe disponibilidad alguna.
En esas condiciones resulta muy difícil poder contrastar lo ocurrido en Vietnam con las dinámicas de la reforma cubana. Por ejemplo, la “peor” tasa de desigualdad (medida por el índice de Gini) alcanzada en Vietnam fue de 39,3, en 2010, pero ese nivel es mejor que el registrado la última vez que se midió la desigualdad en Cuba, hace ya 19 años.
¿Ha empeorado la desigualdad social en Cuba desde entonces?
Es el tipo de datos que se necesita en Cuba para poder hacer un análisis económico, social y político fundamentado. El análisis del impacto de la reforma en la desigualdad necesita datos, no puede hacerse en abstracto ni puede estar basado en suposiciones.
Efectivamente, no es adecuado trabajar con información sesgada.
Notas
1 Iroel Sánchez. “Lo que hay que ocultar”, La pupila insomne, 8 de abril de 2018,  https://lapupilainsomne.wordpress.com/2018/04/08/lo-que-hay-que-ocultar-por-iroel-sanchez/

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