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miércoles, 25 de abril de 2018

Mercado y dualidad monetaria en el mismo vaso



Ante la interrogante del vaso medio lleno o medio vacío, un recurso dialéctico para la respuesta lo ofrece la acción que lo llevó a ese nivel. ¿Lo estaban llenando o lo estaban vaciando? Pero, fiel a su espíritu engorroso, la solución del acertijo se enreda con otros puntos de vista cuando se aplica a una opción comercial largamente esperada en la economía cubana.

La creación hace unos días de un mercado mayorista de alimentos para cooperativas no agropecuarias constituye un primer paso para cerrar un vacío que ahoga a esa nueva forma de gestión empresarial y castiga, por carambola, a otros actores de la economía. El vaso comienza a llenarse. Aunque no ha llegado todavía a la mitad, es justa la visión positiva.

Mercabal nació en La Habana para saciar el apetito de las cooperativas dedicadas a la gastronomía, con la promesa de extender sus servicios luego a otras provincias y a los trabajadores por cuenta propia que montaron cafeterías, pizzerías y otros servicios en locales arrendados al Estado.

La oferta parece atractiva: una lista de más de 40 productos de alta demanda, con descuentos del 20 % del precio de venta minorista y del 30 % en el caso del pollo. Con medios de transporte propios, Mercabal se ocupa de llevar hasta la puerta de sus clientes las compras que le encargan.

Las autoridades del Ministerio del Comercio Interior abogan por una expansión paulatina de este mercado. Quieren crear y asegurar primero las condiciones en cada lugar, para evitar fracasos por culpa de la precipitación. Conociendo de otras experiencias de corta vida en el comercio por no cumplir esa premisa, es comprensible esta filosofía de gradualidad que defiende el proceso de Actualización del modelo económico y social.

El afán de crear condiciones óptimas, sin embargo, puede retrasar también pasos necesarios para impulsar cambios emprendidos ya en la economía. La lentitud puede ser tan nefasta como el apresuramiento improcedente. Este mercado mayorista tardó más de cinco años para abrir sus puertas, después de recibir luz verde las cooperativas en gastronomía, construcción, transporte, industria y talleres de reparaciones a fines del 2012. Las consecuencias se han sentido en el comercio y en otros espacios.

Para abastecerse y mantener sus servicios en todos estos años, las formas de gestión económica no estatal se han visto obligadas a dirigir sus compras a una red de tiendas minoristas que ya era incapaz de soportar con estabilidad la demanda habitual de los consumidores. La lista de productos que desaparece por periodos de los anaqueles de las tiendas crece más rápido que la economía.

El beneficio del nuevo mercado, por tanto, no llegará solo a la caja contadora de los actores económicos de reciente aparición. El comercio, con la llave mayorista en manos de una empresa estatal, tiende vías para un funcionamiento más equilibrado. Aunque no creo que la expansión de Mercabal influya en una mejoría sustancial de precios al final de la cadena minorista, la oferta pudiera ganar estabilidad a mediano plazo.

La apertura de oportunidades comerciales que les igualen a las formas estatales era una vieja demanda de cooperativas, que comparten las pequeñas empresas privadas, en formación bajo licencia de trabajadores por cuenta propia. El gobierno ha dado un primer paso para permitir el acceso de las empresas de cualquier signo a los almacenes mayoristas. Comienza a eliminar así una condición que ha favorecido a las entidades del Estado –empresariales y presupuestadas– sobre las formas no estatales. Contrariamente, en cambio, persiste otro rasgo de la economía que da ventaja a las segundas: la dualidad monetaria y cambiaria.

Mientras cooperativas y cuentapropistas tienen libertad para calcular costos y pagos de su mano de obra de acuerdo con la tasa de Cadeca (1 CUC x 25 CUP), las entidades estatales se ven amarradas a costos y salarios valorados según la tasa oficial de 1 x 1. Una consecuencia visible es la fuga de trabajadores de alta calificación del sector público hacia plazas de menor competencia profesional pero mejor remuneradas en la actividad no estatal. Profunda y complicada es la distorsión, insisto, de un sistema monetario dual que fragmenta la economía en dos grandes áreas comerciales y empresariales –estatal y no estatal– mal comunicadas entre sí por su respectiva sujeción a normas monetarias y cambiarias dispares.

La incógnita metafísica del vaso a la mitad también tiene respuesta según la velocidad con que varía su contenido. Cuando entran en escena novedades como el mercado mayorista para entidades gastronómicas no estatales, el vaso de las transformaciones económicas parece medio lleno. Pero se ve medio vacío cuando deformaciones como la dualidad monetaria retardan otros cambios del modelo e impiden ver con claridad dónde están las mejores reservas de eficiencia de la economía.

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