Por: Ana María Dóminguez Cruz, Iviani Padín Geroy
27 mayo 2018
Luciana no protesta. Ella ya asume como algo normal calzarse todos los días sus “boticas del médico”. A pocos meses de cumplir tres años ya usa el segundo par, porque con el tiempo fue inevitable que se descascararan, sobre todo por la zona del tobillo.
Su madre refiere que después del diagnóstico del pie plano valgo que le hiciera el especialista en Ortopedia en su policlínico, le correspondía salir en busca de los zapatos.
“Algunas madres me dijeron que debía ir a un artesano por cuenta propia, pero probé primero por la vía establecida y tuve suerte. Con la receta que me entregaron, la libreta de abastecimiento y siete pesos en moneda nacional, compré el calzado en la tienda que está en La Ceiba, en Guanabacoa. Su papá buscó la plantilla en una tienda en Centro Habana, aunque también puede ser en el Centro Nacional de Ortopedia Técnica Cuba-RDA, y la verdad es que no se demoró más de una semana.
“No me quejo por la disponibilidad porque no he tenido problemas hasta el momento. Sin embargo, no dejo de reconocer que podían confeccionarse con mejor calidad”.
Para muchas otras madres, la calidad del calzado profiláctico también constituye la mayor preocupación. Maite Fernández, por ejemplo, con un hijo de cinco años a punto de comenzar la escuela y con el mismo diagnóstico que Luciana, se pregunta cómo lo convencerá para que los siga usando cuando él se percate de la diferencia entre las «boticas» y los zapatos del resto de sus compañeros.
Es muy suspicaz, dice, muchas veces se ha quejado de que le molestan porque pesan mucho y hasta le han hecho rozaduras.
Caminar con piedras en el zapato
Alfredo Bofill Quesada, especialista en tecnología del calzado de la Empresa Combell —encargada de la fabricación de calzado profiláctico en el país—, explicó a JR que en la línea del calzado como medicina existen dos especificaciones: ortopédico y profiláctico.
Generalmente, este último tiene más clientes, sobre todo en las primeras etapas de vida, ya que se trabaja en un pie que pueda tener corrección a corto o mediano plazos.
“En el caso de los niños, un correcto tratamiento con el calzado profiláctico posibilitará que tenga una vida más plena y que pueda desempeñarse como un buen deportista o en otra profesión que demande fortaleza en sus pies”, agregó.
Sin embargo, a pesar de su utilidad, existen altísimos inventarios de este tipo de calzado en los almacenes mayoristas y en la red de tiendas que los comercializan. Según el criterio de varios especialistas, esto se debe principalmente al rechazo de los clientes —en su mayoría jovencitos y jovencitas— ante diseños poco actuales y pasados de moda.
Señalan como otras de las causas la incursión de trabajadores por cuenta propia en este mercado y la insuficiente e ineficiente actividad investigativa que se traduce en desconocimiento a la hora de ubicar las distintas tipologías de calzado o las tallas más demandadas.
La producción no se ajusta al pie
Como la industria hace una producción en serie se modifican muy poco las suelas, las estructuras de las hormas y los diseños exteriores. “Desde hace muchos años nos vienen haciendo críticas y exigencias asociadas a la estética de nuestros productos. Pero no hemos logrado aún articular un trabajo que cumpla además de la necesidad médica, una misión estética”, admitió Bofill Quesada.
Explicó que ya se ha intentado el cambio de visualidad en dos grupos, el de señorita y el de señora, que han tenido desde entonces mayor aceptación. La renovación incluye, además del corte y la parte estructural, mayor ligereza en las suelas.
“Hacer estas modificaciones se nos torna muy difícil, en primer lugar porque no somos los productores de las materias primas, y en segundo porque no contamos con la tecnología necesaria.
Para lograr la renovación se han apoyado en un equipo de jóvenes, ya que no cuentan con departamentos de diseñadores que hagan prototipos, investigaciones y proyectos. De gran ayuda, cuenta Bofill Quesada, han sido los estudiantes del Instituto Superior de Diseño (ISDI), quienes se han encargado de esta tarea.
“Se ha trabajado de conjunto para actualizar en lo posible el modelo del calzado, pero siempre sin violar los parámetros establecidos y la opinión de los ortopedistas».
Aunque válido el intento, la situación de Combell es cada vez más compleja; los zapatos que produce continúan acumulándose en los almacenes por más tiempo, incluso, del que pueden resistir antes de despegarse o descascararse. Varias de sus sucursales ya han cerrado como consecuencia de la compleja situación económica del país y la escasa demanda en el mercado nacional de estos necesarios, pero poco atractivos zapatos.
Cuando una puerta se cierra ¿otra se abre?
Como resultado del reordenamiento industrial, muchas de las fábricas han desaparecido. En estos momentos nos quedan las de Villa Clara y Santiago de Cuba, lamentó Odalis Torres, directora técnica de la Empresa Combell.
“El calzado profiláctico es uno de los productos subsidiados que más cuestan al país, debido a los altos precios de las materias primas de importación, principalmente la piel grado uno que se utiliza. Luego, el calzado se ofrece a un precio simbólico, de siete a 20 pesos en moneda nacional, por lo que el esfuerzo del Estado para mantener la producción es grandísimo.
Odalis Torres fue una de las especialistas que participaron, a finales de 2017, en un encuentro donde convergieron el Ministerio de Salud Pública (Minsap), el Ministerio de Comercio Interior (Mincin) y la industria. Allí se hizo un resumen del año y se analizó el problema de los altos inventarios de zapatos profilácticos en los almacenes universales.
“Explicamos en esa reunión que una de las causas del incumplimiento de nuestra empresa en 2017 fue que ni la Universal de Camagüey ni la de Villa Clara recibieron el surtido de algunos específicos, por altos inventarios en sus almacenes.
“Entonces se acordó entre las tres entidades realizar un estudio para actualizar las tallas, el modelaje y también tener en cuenta a las personas que se suman a la tercera edad todos los años, debido al aumento del grupo de envejecimiento que necesita este tipo de calzado”, recordó.
En 2018 la demanda que el Mincin, como principal cliente, realizó a Combell se redujo a la mitad (207 322 pares) con respecto al año pasado (456 000 pares), y aún existen almacenadas en la red de comercio muchas tipologías y tallas de este primer surtido.
“Además del tiempo de almacenamiento, influyen en el deterioro acelerado las condiciones inapropiadas de los locales y el agresivo clima del trópico (altas temperaturas y humedad)”, destacó.
Estrategias de venta que no funcionan
El año pasado, mediante el Centro de Gestión del Conocimiento del Mincin, se comenzó un proyecto para ir acercando la oferta a las necesidades reales de la población. “En 2018 continúa, de conjunto con la industria y con Salud Pública; así se identificará dónde están los principales problemas que afectan en toda la cadena de suministro”, expuso Yosvany Pupo, director de venta minorista en el Mincin.
En lo concerniente a la capital, Yosniel Roche Carrillo, subdirector comercial de la Empresa Provincial de Comercio de La Habana, ratificó lo dicho por los especialistas de Combell. “Aunque existe toda una red de venta en la ciudad, pensada para la correcta y eficiente distribución de este tipo de calzado por municipios, las características de los modelos y los diseños tienen cada día menos aceptación”.
En 2017 el Mincin envió una carta a Salud Pública con el propósito de aliviar los inventarios en la red de comercio. En la misiva se proponía la venta de hasta tres pares de zapatos por receta médica, pero la implementación de esta estrategia solo logró un incremento discreto en la venta del producto.
“Además de los problemas estéticos se suma la errónea disponibilidad de tallas; generalmente se nos agotan las medidas que más se usan y que se reciben en menores cantidades, mientras que se abarrotan los mercados con tallas poco demandadas por la población.
“Para garantizar un buen servicio se estableció que todo mercado, donde un cliente no encuentre sus tallas, está en la obligación de comunicarse con nuestra empresa, y esta a su vez con el resto de los mercados, hasta proporcionarle al cliente la talla de calzado que necesita”, insistió.
Alexis González, especialista principal del Departamento de Venta de Productos no Alimenticios de la Empresa Provincial de Comercio de La Habana, añadió que al cierre de febrero existía un inventario de más de 44 000 pares, de estos 8 458 de hombre, 7 513 de señora, 4 668 de jovencita, 11 742 de jovencito, 495 de boticas de niño, 4 570 de boticas de niña y 9 637 de octorrecto.
“Hasta el momento lo que se nos ha ofertado son las tipologías que tenemos estancadas y no las que más se venden, como es el caso de la botica de niño, así como las curvaturas de tallas que menos se demandan”, puntualizó.
Debido al tiempo que este calzado pasa almacenado se ha aprobado que en caso de despegarse el cliente pueda cambiarlo en la tienda donde lo compró.
Según explicó Raúl Delgado Rodríguez, director comercial de la OSDE-GI, no hay datos en la Oficina Nacional de Estadística e Información sobre la cantidad de personas que necesitan esta prestación; eso conlleva a que las demandas se hagan a partir de récords históricos, lo que a su vez provoca la acumulación de inventarios. “Cuando miramos el fenómeno nos damos cuenta de que se está acumulando lo mismo año tras año. El calzado profiláctico debe ser ligero, con diseños atractivos, ya que se supone que es el calzado que más horas en el día va a usar el cliente. El nuestro es la antítesis de eso, pesado, feo y tosco”, subrayó.
El contexto, dijo Delgado Rodríguez, ha cambiado mucho en los últimos años con la ampliación del sector por cuenta propia. “Ya existen artesanos que se dedican a la fabricación de calzado profiláctico y ortopédico, y que son incluso recomendados por los ortopedistas. Valdría la pena cuestionarse si es mejor subsidiar el producto o a las personas que no lo puedan costear con los precios de estos artesanos, los que oscilan entre 15 y 20 CUC”.
(Tomado de Juventud Rebelde)
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