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domingo, 27 de mayo de 2018

CUC-CUP: la doble circulación en el horizonte*

* Panel realizado en el Centro Cultural Cinematográfico ICAIC, el 28 de febrero de 2013.
 
Oneida Álvarez

Profesora en el Centro de Investigaciones de la Economía Internacional de la Universidad de La Habana.

Carlos Fernández-Aballí

Ingeniero. Profesor de la CUJAE y trabajador por cuenta propia (productor de condimentos deshidratados).

Rafael Hernández

Politólogo. Director de Temas.


Rafael Hernández (moderador): Hay una historia de la convertibilidad. En el período anterior a 1994, el dólar llegó a alcanzar en el mercando informal 125, e incluso 130 —y más en algunos lugares—, de cambio del peso por el dólar. En 1994, se legalizó la tenencia y uso de dólares, y empezó a bajar rápidamente esta tasa de cambio.

En 1995, se crearon las CADECA, y a partir de ahí ha habido una de-terminada fluctuación, que ha subido o bajado: bajar hasta 18, subir hasta 27 en un momento determinado, y que se mantiene alrededor de 24. Es esta la tasa de cambio entre el peso convertible, no solamente respecto del dólar, sino también respecto del peso convertible, del peso cubano.

Entonces, ¿cuál es el origen de la doble circulación monetaria?


Oneida Álvarez: Podríamos quizás sentar un primer planteamiento, y es que la moneda es la expresión más sintética de las condiciones objetivas de la economía de cualquier país; esto es válido para cualquier país que no tenga un nivel de hegemonía y protagonismo en el sistema monetario internacional, como tienen, en primer lugar, los Estados Unidos, cuya moneda prácticamente se convirtió en el centro del sistema en un momento determinado, y los restantes países desarrollados, cuyos signos monetarios integran la canasta fundamental de monedas que deciden los derechos especiales de cambio; por tanto, ellos tienen determinados privilegios, y puede un país como los Estados Unidos tener un déficit gigantesco y, sin embargo, su moneda continúa siendo una moneda apreciada, ¿por qué?, porque hay un conjunto de otros elementos que determinan su hegemonía. Sin embargo, en un país normal es precisamente la salud de la economía, la fortaleza de la economía, su estabilidad, y consecuentemente su competitividad, la que va a determinar que su moneda sea fuerte o no.

¿Cuál pudiera ser la explicación del origen de la doble moneda en Cuba? Que se despenaliza el dólar; pero eso no es más que una explicación del origen, es algo aparente como causa. Hay una causa esencial: es necesario reconocer que la moneda cubana estaba siendo de-preciada, no tenía capacidad de poder adquisitivo, y paulatinamente se iba sustituyendo el atesoramiento y la adquisición en los mercados informales de bienes y servicios del peso cubano por el dólar. ¿Cuál entonces es la verdadera causa de la aparición de la doble moneda? El debilitamiento del poder de compra de la moneda nacional como consecuencia de la profunda crisis económica que en ese momento había en el país y que se expresaba en la reducción del producto in-terno bruto (PIB), de su ritmo de crecimiento, que cayó casi en 35%, el déficit fiscal, el incremento de los precios, etcétera. 

¿Y qué representa el poder legalizar la tenencia y el uso de los dólares? Pues, ante todo, la posibilidad de que no continuara deteriorándose el poder de la moneda nacional, y que se pudieran oficializar en el país los ingresos de dólares a través de todas las vías que en ese momento se concibieron para que el estado los pudiera captar y pu-diera producirse una redistribución de esos ingresos de una manera un poco más ordenada. Muchas veces se polarizan las interpretaciones de cuáles son las derivaciones o consecuencias de la introducción de la doble moneda tratando de buscarlas desde el ángulo económico y desde el ángulo social. Generalmente enfocamos los problemas sociales desde la perspectiva de la población y el impacto que esto ha tenido en la población; y también lo vemos, en el ángulo económico, desde la repercusión que tiene en el sistema empresarial.

Sin embargo, pienso que podríamos imaginar que tenemos dos triángulos, un triángulo que representa el funcionamiento de la economía, y otro que representa la situación social de un país determinado. En el que representa la economía hay tres vértices que están íntimamente relacionados, que son el salario, el tipo de cambio y los precios. Y en el triángulo que representa a la sociedad vamos a encontrar también tres vértices que son fundamentales para la sociedad: el salario también, las oportunidades que los ciudadanos tienen, y las diferenciaciones de ingresos. Pero en definitiva estos dos triángulos no son más que dos caras de un mismo problema, porque la diferenciación del análisis económico del social es una pura abstracción metodológica, porque cada uno de nosotros somos al mismo tiempo sujeto económico porque tenemos un salario, vamos a tranzar con de-terminados precios y en base a un tipo de cambio; y sujetos sociales porque tenemos una expectativa respecto a lo que es la igualdad, la justicia social; tenemos un determinado salario o ingresos, por decirlo de forma más general, y al propio tiempo unas expectativas también en cuanto a igualdad de oportunidades.

Como consecuencia, la moneda está imbricando tanto el comportamiento de la economía como el de la sociedad, con el sistema pro-ductivo y con los niveles de vida de los ciudadanos, de ahí que tenga tanta importancia que se produzca un funcionamiento acertado de la economía.

Pero ¿el conflicto de estos dos triángulos tiene su centro en la dualidad monetaria? En realidad los problemas son mucho más abarcadores, ahí hay que tomar en consideración el papel que desempeña el tipo de cambio, y lo esencial es cuál es la capacidad de compra que tiene el peso. ¿Cómo enfrentar este problema, eliminando la dualidad monetaria? ¿Qué requisitos hacen falta?

Carlos Fernández-Aballí: Yo pienso que el origen aparece en los 90, cuando se hizo acuciante la necesidad de atraer la inversión extranjera a Cuba. En ese momento, Cuba tenía que hacer una buena oferta a los inversionistas extranjeros y lo hace a partir de aumentar la competitividad de su fuerza de trabajo, poniéndole un valor que lograra eso, y separando los dos mercados, o sea, el mercado en CUC y el mercado en CUP, que pasó a identificarse como la “moneda nacional”, aunque las dos lo eran.

Rafael Hernández: ¿Cuáles han sido los impactos que tiene en la esfera económica, en la social, en las relaciones, en los problemas nacionales, en la vida cotidiana, el mantenimiento actual de la doble moneda?


Oneida Álvarez: Hay dos tipos de impactos fundamentales —aunque puede haber muchos—, pero uno está precisamente en la empresa, no porque haya dos monedas, sino porque hay dos tipos de cambio; o sea, la empresa mantiene un tipo de cambio de uno por uno, y la población uno de uno por veinticuatro. Cuando nosotros le decimos al empresario que cada peso es lo mismo que un CUC o un dólar, simplemente estamos obligándolo a tener una doble contabilidad; así no logramos tener una valoración exacta de cuáles son los costos, no podemos medir acertadamente las rentabilidades, y estamos sobrevalorando el peso al considerarlo en una magnitud que no es la que económicamente sería razonable. Esto, obviamente, además de lo dicho sobre los efectos contables de medición de costos, de valoración de rentabilidades, tiene una consecuencia de mayor alcance: pierde competitividad el producto cuando el tipo de cambio que se utiliza está sobrevalorado.

¿Qué hacen muchas veces los países cuando se ven en una crisis coyuntural? Devaluar su moneda para que sus productos puedan resultar ante otros competidores más baratos, y de esa manera elevar de forma espuria, o sea, de forma sucia, pero que coyunturalmente es válida como política, la competitividad. Ese es un primer impacto que tiene este problema, pero derivado, del tipo de cambio como elemento sustancial.

Otra cosa importante, cuando se habla de que el salario no alcanza para cubrir las necesidades. Es que, además, como consecuencia de esta dualidad monetaria tenemos los mercados segmentados, tenemos mercados en pesos y tenemos mercados en CUC, y como consecuencia de esta dualidad monetaria tenemos segmentada la política monetaria también. Pero el salario no alcanza no porque tengamos una doble moneda, sino porque de la misma manera que la moneda es la síntesis de todo el desenvolvimiento económico, el salario solo se puede incrementar sin generar un proceso inflacionario cuando la base productiva así lo permite. Entonces, la causa está —fundamentalmente en el sector estatal—está en las deformaciones estructurales que tiene nuestra economía, en que todavía nuestras exportaciones tienen muy bajo valor agregado y en que nuestra productividad es muy baja. Esas son los elementos fundamentales que tenemos que modificar, conjuntamente con la reducción de la vulnerabilidad exter-na para que nuestros salarios puedan tener mayor poder adquisitivo.

Es importante también decir que las diferencias sociales no vienen dadas por la doble moneda; sino por la forma en que se adquiere una de esas monedas, así como las condiciones de adquisición de ella. Quiere eso decir que los que adquieren los CUC de una fuente que no es el trabajo están en mejores condiciones desde el punto de vista de las oportunidades y de las capacidades para disfrutar de bienes y servicios que los que adquieren su moneda en pesos —que es la moneda principal, la que recibe un trabajador por su salario. Obviamente hay que reordenar la política monetaria, no estoy diciendo acabar con la dualidad monetaria, sino de lograr que esa política, en coordinación con el resto de las políticas del país, estén dirigidas a que haya un equilibrio entre la cantidad de dinero en circulación y los bienes que se oferten en la red minorista; para lograrlo hace falta en primer lugar un mayor nivel de productividad y competitividad que haga posible elevar los niveles de ingresos de la población. ¿Por qué es un objetivo de vital importancia?, porque así lograríamos la cohesión social; y esa solo se alcanzaría si los ciudadanos tienen la expectativa de que real-mente van a poder mejorar su nivel y calidad de vida como resultado de su trabajo. Por eso el tema aparente siempre es el tema monetario, pero la raíz de este tema no está en la esfera de la circulación, sino en la de la economía real.

Me alegro muchísimo de que el ingeniero haya hecho referencia a algunas de las razones por las cuales en los 90 se tuvo que poner un paralelismo en el funcionamiento de la economía, porque dado el nivel de depreciación del peso había que buscar el sostenimiento de algunos sectores en moneda convertible que constituyeron el pivote de la reanimación: el turismo y la biotecnología. Algunos esquemas cerrados de financiamiento y la atracción de capital extranjero permitió empresas mixtas, y eso a su vez generó un derrame de CUC en el resto de la economía. Lo que pasó es que este proceso no fue ordenado, y por eso cuando hablamos de posibles soluciones tenemos que hablar de un reordenamiento monetario donde los diferentes instrumentos desempeñen su papel, porque hay muchos que no empleamos. Es imprescindible que haya una coherencia sistémica entre la planificación y la política monetaria que percibe ese equilibrio monetario.

Carlos Fernández-Aballí: Por un lado, el CUC es como una válvula de no retorno, o sea, la divisa que entra al país se cambia en CUC —que es una moneda de fácil cambio— para acceder a servicios que se manejan en ese mercado, y esa divisa queda en Cuba. De hecho, cada vez que se cambia de un lado a otro, la CADECA se queda con una parte, esa parte es el pedacito de la válvula de no retorno y al final es una medida recaudadora; o sea, que tener una doble moneda permite al Estado recaudar divisas de una forma muy sencilla. Por otro lado, en un momento determinado permitió regular la inflación. Es muy interesante.

¿Cuáles son las desventajas? Que exista una doble moneda y que las empresas operen en dos monedas dificulta la contabilidad y facilita el delito. Para llevarlo a mi experiencia como emprendedor: en el sector privado estamos en total desventaja frente a la empresa estatal —a pesar de que es mucho menos eficiente que nosotros—, porque nosotros existimos uno a veinticuatro y ellos existen uno a uno. Nosotros tenemos que ser de una a veinticuatro veces mejor que el sector estatal para poder competir dentro del mismo mercado. Entonces, la doble moneda al final no es causa: ella fue un efecto de las causas que expresó la profesora y, de cierta forma, ahora empieza a ser causa de otros efectos. Uno de ellos es que disfraza la eficiencia del sector estatal y, además, crea —o eso oímos en el Noticiero— la sustitución de importaciones. Pero el problema está en que la doble moneda defiende las importaciones en contra de la producción nacional; de hecho, grande fue nuestra sorpresa cuando llegamos con nuestro ajo deshidratado a los hoteles y les dijimos: “Aquí está nuestro ajo, uno a veinticuatro, cuesta doscientos pesos cubanos, ocho CUC” y nos dijeron: “No, tu cambio es uno a siete”. Pero uno a siete serían 32 CUC por un kilogramo de ajo deshidratado, el menos competitivo del planeta Tierra. Sin embargo, uno a veinticuatro es competitivo con el del mercado internacional; es decir, que un español puede vender por cuatro CUC el mismo kilogramo de ajo. ¡Qué difícil, qué gran reto para los emprendedores en Cuba! 
Pero, incluso, en el sector nacional, uno a veinticuatro la desventaja es todavía más grande que frente a la importación.

Hay otro problema. Cuando uno acepta trabajar por 25 CUC mensuales, eso es lo que vale su trabajo. Se crea entonces un fenómeno gravísimo porque cualquiera con acceso a divisas puede comprar servicios en ambos mercados, y lo más triste es que incluso los mecanismos de contratación del Estado usan el mismo sistema con sus trabajadores, venden sus servicios en una moneda y pagan salarios en la otra. Porque el trabajo de los cubanos tiene valor de cambio y de hecho en esta economía, en estos momentos, ya no es el turismo el primer sector de ingreso: son los servicios profesionales que se venden en el extranjero. Entonces es muy difícil para los cubanos valorar su trabajo cuando formalmente el Estado les dice: “Tu trabajo vale seiscientos pesos cubanos”, pero entonces empieza la realidad de qué se hace con seiscientos pesos cubanos. Además, cuando sales de La Habana, las cosas también cambian: en la capital hay una burbuja, la oferta en CUC tiene unas características, pero en las provincias es posible fabricar la cama de un camión por veinticinco mil pesos cubanos, algo que costaría treinta mil dólares en cualquier lugar del mundo. Realmente son muy complejas las relaciones de valor en Cuba y eso disfraza todo el problema.

Rafael Hernández: Tiene la palabra el público.


Omar Everleny Pérez Villanueva: Ha quedado evidenciado que realmen-te la esfera financiera es un reflejo de la realidad productiva del país y tenemos que ver en los últimos años qué ha pasado en la economía
cubana. Hemos crecido, pero a tasas bajas. ¿En qué hemos crecido?, no hemos crecido ni en la industria ni en la agricultura, estamos ha-blando de la economía real, por lo tanto no puede haber soluciones financieras si no hay soluciones productivas, y la primera solución productiva es habernos dado cuenta de que no necesariamente para que las esferas productivas no tienen que ser estatal; la estatal tiene que concentrarse en aquellas actividades estratégicas. Asimismo, nos hemos dado cuenta, aunque tarde, de que realmente hay toda una potencialidad en el sector no estatal que ha venido avanzando en los últimos dos años pero todavía tiene limitaciones: de importaciones, de maquinaria, de mercados mayoristas, a pesar de que decimos que aumenta el trabajo por cuenta propia. Entonces, ¿en qué estamos aumentando? Hay que ir, como se decía aquí, a la causa del problema: hay que desatar las fuerzas productivas y, aunque esa es la intención, todavía es un poco lento. De manera que si tienes estancamiento en la agricultura, lo tienes en la industria y, sí, el país crece, pero en salud, en educación, que son lo que hacen es consumir.

No se puede aumentar el salario porque realmente lo que estás creando es una crisis inflacionaria, pero el salario lo impuso el sector no estatal: nadie hoy trabaja en el sector no estatal por menos de 50 pesos diarios, que al mes suman dos mil pesos, y ese es el salario real en Cuba. Se sabe, entonces, dónde están los problemas.

Rolando Rogés: Quisiera tratar de aterrizar el triángulo hermenéutico en un ambiente más concreto, digamos, sobre lo que son las tasas de cambio y precios. Por ejemplo, una botella de aceite de 1 litro cuesta 2,40 CUC en las tiendas, pero el subsidiado por el Estado vale 0,40 CUP la onza, y el que se vende en un mercado informal vale 25 pesos la onza. ¿Cómo se puede integrar un PIB de un país y estabilizarlo con esos tres precios? Pero, aparte de eso, las distintas tasas de cambio: el taxista, porque no puede ver el menudo, cambia el dólar a 25, mientras que en algunos agros lo cambian a 23 o hasta 22, ¿qué efecto deletéreo puede tener para el mismo PIB y para el mismo crecimiento aquello que no pudimos valorar? ¿Cómo se puede estabilizar un PIB o hasta qué punto es efecto valorativo de una economía el PIB en estas circunstancias?

Charles Romeo: Hay dos monedas porque hay dos mercados: hay un mercado en una moneda que se llama convertible y otro mercado en una moneda que es la moneda nacional. Ahora, ¿por qué? Hagamos historia, primero fueron las tiendas para turistas y el cubano que compraba ahí no podía justificar su divisa porque un cubano no podía tener divisa en Cuba; esa fue la situación hasta el año 95. Después de una caída de 40% del PIB, en pleno Período especial, se planteó una política para recuperar divisas, se generalizaron las tiendas en divisas, se autorizó su tenencia y el objetivo de las tiendas era la recuperación de divisas con un impuesto de 100% para que pague el que tenga por el que no tiene. Creamos dos mercados con dos unidades monetarias. La Revolución fue inteligente y pragmática y estableció una interfaz entre ambos mercados que se llama CADECA. Hoy es una situación más que distorsionada, esquizofrénica, pero responde a una realidad objetiva. Ahora la esquizofrenia total está dentro del sector estatal, donde un peso es igual a un dólar.

Rafael Hernández: ¿No hay ningún país en el mundo donde circule más de una moneda?

Charles Romeo: En ninguna parte, porque ningún país ha pasado lo que ha pasado este país. Entonces si yo estuviera a cargo del Estado, diría: “Usted me contabiliza en pesos cubanos y me contabiliza parte en divisas”, pero no me haga la ficción de que uno es igual al otro; ahí es donde está la súper esquizofrenia.

Raúl Garcés: Al principio, se hablaba del cambio del CUC por el CUP, digamos, de las diferentes cotizaciones; sin embargo, desde hace unos cuantos años este país tiene prácticamente una cotización que no va-ría, de veinticuatro por uno, de veinticinco por uno, para comprar o para vender. ¿Qué implicaciones, repercusiones, impactos tiene eso desde el punto de vista económico si efectivamente están cambiando las relaciones internacionales, si hay un contexto de crisis financiera económica internacional y eso deja improntas también en la economía?

Lo otro es la pregunta de los diez millones y no quiero hacerla para que nos sintamos incómodos ni para que respondamos lo que no se puede, ¿es posible prever escenarios que nos conduzcan en plazos, cronogramas, a superar la dualidad monetaria? Todos estamos de acuerdo, hay un consenso social en que hace falta una base productiva; pero todos lo hemos escuchado hace cinco, diez, quince, veinte años, y todos aspiramos a tener un salario mejor, ¿se puede pensar que ese horizonte sea menos infinito de lo que parece a primera vista? 

Carlos Alzugaray: Coincido con algo que decían Oneida, Carlos, Ever-leny: lo de la doble moneda es un problema productivo. No se va a resolver el problema de la doble moneda si no aumenta la productividad y ahí estamos metidos en un círculo vicioso porque el grueso de los que trabajamos en este país recibimos un salario en pesos cubanos que no nos alcanza para vivir y, entonces, esperar que se produzca, que uno aumente la productividad y la eficiencia en esas condiciones es poco menos que imposible.

Yo creo que este problema es muy antiguo. Yo recuerdo hace muchos años, por la década de los 60, que al Ministerio de Relaciones Exteriores vino un compañero de la Junta Central de Planificación a explicarnos temas de economía; habló de la cifra del circulante, de la relación del circulante con la producción, etc. Recuerdo una frase que me chocó: “Los soviéticos nos dicen que eso es una barbaridad, que no podemos tener tanto circulante; pero ellos no saben nada de economía”. Y es que uno de los problemas que tuvimos es que quisimos ignorar la economía, el mercado, echar por la borda los balances financieros. Recuerdo una frase del Che, a quien admiro muchísimo, pero que nos ha costado: “No se puede construir el socialismo con las armas melladas del capitalismo”. Eso ha contribuido a que todo el mundo interprete que usar el mercado, las relaciones monetario-mercantiles, es un error; y así, hemos venido acumulando un déficit que en un momento subsidió la Unión Soviética. Y entonces, cuando no nos quedó más remedio que aprobar la política de la doble moneda, no se vio que llevaría después a una serie de medidas muy parecidas a ese ajuste que hemos criticado por todas partes. Este problema no se va a resolver sin dolor, vamos a tener que sufrir, pues no hay otra forma de resolverlo: no se pueden unir las dos monedas de “golpe y porrazo” sin aumentar la producción, y no se puede aumentar la producción si no se le paga bien a la gente. Y el problema en la década de los 90, cuando se adoptó la doble moneda, fue que no se llevaron a cabo las medidas reformistas que llevaban dichas medidas, para que ello fuera solo un problema momentáneo de manera que se nos ha quedado ahí y va a costar Dios y ayuda cambiar esa situación.

Rafael Hernández: ¿En realidad en Cuba hay dos mercados? Yo he con-tado seis. Es algo relacionado con la estructura real que Oneida identificó como segmentos de mercado. ¿Hasta dónde es un fenómeno insólito que circule más de una moneda y, además, extranjera?

Carlos Fernández-Aballí: Se preguntaba qué efectos tiene no mover el cambio del CUC con respecto al peso, y cómo se mueve eso en la realidad internacional. Con respecto, por lo menos, a los productores nacionales es muy poco; o sea, el mercado interno es bastante cerrado, no hay cómo exportar las producciones. Para exportar los servicios o lo que uno sabe ha de ser a través de los mecanismos estatales, que están bastante sectorizados o seccionados, de manera bien distintas, entonces realmente no sabría qué responder al respecto.

¿Cómo se crea una base productiva, que al final parece ser el centro del problema? Yo diría que hay que hacer cinco cosas: primero, desconcentrar el poder económico; o sea, hay que crear oportunidades; segundo, abrir las fronteras, independientemente del bloqueo, las nuestras; invertir en seguridad, porque ese proceso no puede ocurrir sin que nuestros órganos de seguridad tengan la capacidad de enfrentarse con una sociedad más dinámica; fomentar el acceso a los mecanismos de financiación, o sea, que la gente use los bancos; y, finalmente, desconcentrar el poder político. Y eso no sería todo de una sola vez; yo me lo imagino como una escalerita, subes cinco escalones y empiezas el ciclo de nuevo, subes cinco más y empiezas nuevamente. A mí me ha dado gusto ver cómo, en el último año, eso ha ido ocuriendo: los cubanos ya somos dueños de nuestros carros, de nuestras casas, ya podemos viajar, ya pagamos impuestos, y por lo tanto podemos exigir por el desempeño de nuestro gobierno; ahorita dicen que viene el internet… Pienso que por ahí va la cosa.

Todo el mundo habla de la relación entre poder adquisitivo y trabajo, entre el pago del trabajo, el poder adquisitivo de las personas y el trabajo, y yo pienso que en Cuba el reto real y más difícil es el debate entre la productividad y el poder político; ahí es donde está para mí el origen del problema. Cuando no se tiene dinero libre, cuando los ingresos son bajos, cuesta trabajo desempeñarse en la sociedad y hacer valer opiniones y criterios. Esa es una realidad muy objetiva.

Pienso que hay que confiar en la gente, en que los cubanos creemos en el “proyecto social de la Revolución” —para usar el término acuñado— y queremos vivir mejor. Hay que confiar en que con el poder político que vamos a adquirir con nuestros ingresos y nuestros negocios vamos a hacer algo bonito y útil para esta sociedad. Y que, además, que sirva de ejemplo para el mundo. Cuba es un país único, lo que le ha pasado a Cuba no le ha pasado a mucha gente y pienso que los cubanos tenemos cosas bonitas que enseñarle al mundo; pero, ¡nos tienen que dejar! Y eso pasa por descentralizar el acceso a las oportunidades y a la toma de decisiones.
Bueno, ¿y de dónde ha salido el dinero? Parte del problema, es el déficit, nuestra infraestructura. En los últimos veinte años hemos visto una devaluación gigantesca de toda la infraestructura: no tenemos fábricas, las calles están destruidas, todo el mundo ve La Habana como está. Una de las cosas que ha financiado la existencia de una doble circulación y que sea tan improductiva nuestra economía, es precisa-mente que la infraestructura se ha ido devaluando.

¿Y cuántos mercados?, no sé, muchos. Cuando uno entra a comercializar en el sector no estatal y busca cómo completar las cadenas de valor y de suministros se encuentra, primero, con que muchas cosas que no deberían ser mercancía, lo son, y que, si no lo aceptas, no puedes trabajar; y, segundo, que las cosas tienen valores de cambio locos con respecto a sus valores de uso, ya sean, bajos o altos. Entonces es un juego muy difícil.

Oneida Álvarez: En cualquier país se puede producir una devaluación y después una sobreevaluación, y se puede también realizar un cambio de signo monetario. Pero hemos de tener en cuenta una cosa: siempre estos procesos conllevan un costo social elevado y uno esto con lo que Garcés mencionaba sobre si el tipo de cambio fijo se justifica en estos momentos cuando muchas condiciones han cambiado. Yo creo que lo que lo justifica precisamente es el interés de mantener la estabilidad en el sistema de precios para no provocar una situación aún más difícil en la población, porque el centro de la política monetaria ha sido precisamente esa estabilidad, cosa que parece —no soy experta en eso— no es, en este momento, el centro de la política monetaria, sino lo que se ha expresado aquí: cómo lograr que el tipo de cambio y los precios, el funcionamiento monetario, y el financiero-monetario, contribuyan a que los ingresos principales de los ciudadanos provengan del trabajo, y que este se sienta incentivado a trabajar, y que la calidad de vida realmente pueda mejorar, y que mientras no mejore, él tenga la expectativa de que va a ser así. Aquí se conjuga una complejidad mayor, Carlos, que es que no solo hay que buscarle solución a esa sobrevaluación de la empresa estatal, sino al conflicto de cómo actúa un emprendedor con la reglas de juego que no son de un productor en un país cualquiera. Entonces, como decía Omar, está el problema de los mercados de suministros, de los tipos de cambio; pero hay muchos otros problemas que nos mueven en una dirección positiva, por-que esto es mejor que tener un monopolio productivo en manos de un grupo reducido de empresas, las cuales, además, no son siempre eficientes.

Este no es un problema inédito. En Viet Nam existió. ¿Y cómo se logra eliminar? Desde mi punto de vista, hay que buscar un acerca-miento entre el tipo de cambio que tiene la empresa y el que tiene la población; hay que cerrar esa brecha con un mayor nivel de desarrollo en la economía real, porque no se puede cerrar por decreto.

Sin embargo, yo quisiera apuntar algunas cosas referidas al futuro. A mí me encantaría que aquí hubiera alguien —yo soy una simple profesora universitaria— que pudiera decir cuál es el horizonte. En los Lineamientos que se aprobaron en el VI Congreso del Partido, se dice que se va en esa dirección, con lo cual yo deduzco que sí existe un horizonte. ¿Cuál para mí es ese horizonte? Comenzará en el momento en que comprendamos que la economía es un sistema y que no se puede desarticular al pequeño empresario privado y a la empresa estatal,que hay que generar encadenamientos entre un hotel y el que puede venderle ajo, en condiciones tales que este pueda también llegar a hacer un aporte a la base productiva del país; que incentivemos que los que ganamos poco en el sector estatal podamos hacer cosas donde el valor fundamental de la inteligencia esté en el juego y no que vendamos pizzas o que alquilemos los taxis, porque eso también contribuye a generar valor al país.

Pero hay dos cosas en economía que sí son una experiencia interna-cional absoluta: primero, inversión y, segundo, tecnología; sin esas dos no se puede crecer. ¿De dónde sale la inversión? Una parte, del ahorro doméstico, que evidentemente puede mejorarse, como se pueden mejorar los canales de distribución y redistribución para que una par-te mayor del subsidio que ahora todos recibimos, aparentemente, se reciba directamente en el salario. Además de eso hace falta que esa infraestructura que Carlos quiere modernizar, que esa agricultura que Everleny quiere mejorar y que esa industria que a mí me gustaría di-versificar, vayan por la vía de un suplemento que es el ahorro externo. El ahorro externo sale de dos lugares nada más: o de un exceso de exportaciones por encima de las importaciones; o de la inversión o el financiamiento extranjeros. En el mundo de hoy, con la crisis que hay, no existen muchas posibilidades de obtener préstamos o créditos y, básicamente, los flujos esenciales están concentrados en las inversiones, por tanto hay que diseñar un sistema de requerimientos para la inversión y de condiciones internas de estabilidad, de normativas claras, de transparencia, para que también se sienta atraída esa inversión, porque sin ese flujo de ahorros externos no podemos lograr esos niveles de competitividad que actualmente tienen su base en la innovación. Hay dos pivotes aquí por los cuales tendremos que luchar, desde todos los espacios en los que nos movemos: primero, que el desarrollo científico-técnico del país se ponga realmente en función de la producción, de la competitividad; segundo, que el hombre, el sujeto de ese proceso innovador, tenga estímulos reales para poner al máximo sus tensiones intelectuales y sus capacidades físicas, para sentirse motivado a trabajar.

Entonces, hay que entender hay que entender que el horizonte vendrá dado por la capacidad que tengamos de acelerar la restructuración económica, imprescindible para mejorar las condiciones de producción.

Rafael Hernández: Tiene la palabra el público.


Ramón García: Las políticas monetarias no son revolucionarias, sino re-formistas, esta es la opinión de Carlos Marx. Hemos caído en la trampa de confundir la política reformista con la naturaleza del proyecto.

Discutiendo sobre esta política, la reformista, me detengo en dos cuestiones de fondo: primero, la reconversión del aparato productivo que carece de financiamiento y frente a esa reconversión, las tecnologías blandas han demostrado un límite; segundo, la política de la moneda-divisa abrió un agujero negro en la economía para financiar la Batalla de Ideas; el grueso de ese financiamiento que se redistribuyó fue a parar allá.

Las palabras claves aquí, en el primer caso, son competitividad, aparato productivo y, en el segundo, legitimidad del sistema. En el fondo el dilema es el mismo. La filosofía que justificó esta política reformista aún se mantiene en el poder. Me van a perdonar, parafraseando al Che Guevara diría: el pecado original de nuestros políticos es que no son auténticamente revolucionarios; sino, reformistas.

Yoss: Les quiero hacer una pregunta, ¿qué sucedería si mañana mismo se decidiera que se va a abolir el peso cubano y va a pasar toda la economía al CUC, y se diera una semana para cambiarlo? No pasaría absolutamente nada, porque la doble moneda es una ficción; porque desde el momento en que las CADECA se instrumentaron, tenemos un solo estándar en dos tipos de papelitos distintos, que corresponden a un valor intercambiable con algunas imprecisiones, según sea el taxista que te lo da o el que lo coge. La cuestión es que, ya en estos momentos, está claro que la doble moneda es obsoleta. No cuestionemos las razones por las cuales se implementó, sino las razones por las cuales esa implementación ya ha quedado completamente superada.

Nuestro Estado se ha caracterizado siempre por una política reactiva, pone el parche una vez que ya se abrió el agujero. El problema es que tenemos un parche que no cubre ya el agujero. El gobierno simplemente no se ha puesto a cuestionar por qué eliminar la doble moneda; simplemente se ha puesto a pensar en qué mal quedaríamos si ahora quitamos la doble moneda. Si a partir de hoy se paga el sueldo de un trabajador cubano en CUC, este no podría sobrevivir. Con 20 CUC al mes, o 25, no es posible comprar en las tiendas de recaudación de divisas. Habría que equiparar los precios actuales en pesos cubanos a CUC y, en ese caso, no cambiaría absolutamente nada.

Yo no creo que el problema de la doble moneda sea uno de los ejes que hacen que la economía cubana no funcione; creo que es una decisión, ponerla o no es simplemente una reforma, es completamente secundario. Por tanto, quitarla o ponerla no mejoraría nuestra productividad, nuestra contabilidad ni la situación del pueblo, porque seguiríamos teniendo la única contabilidad en tres columnas del mundo: el debe, el haber y el faltante.

Andrés Dovale: El problema no es monetario sino productivo, ¿enton-ces, cómo se sale de este hueco en el que llevamos tantos años? Senci-llamente, hay que cambiar. Marx dijo que en el capitalismo iba a llegar un momento en que las relaciones de producción serían una traba, que impedirían el desarrollo de las fuerzas productivas. Pero es que esta traba también se ha creado en el socialismo al crear un monopolio estatal, o sea, con trabajadores asalariados lo cual es, esencialmente, el método capitalista: el salario y la plusvalía —o plusproducto como le llaman en el socialismo. Por lo tanto, no se va a aumentar la pro-ductividad del trabajo si no se cambian las relaciones de producción. ¿De qué forma se hace? Lo señalaron Marx y Lenin: el cooperativismo, haciendo a los productores dueños, o sea, empoderando a los traba-jadores. Los trabajadores no tienen poder en nuestro país, lo tiene un sistema que todo el mundo conoce como burocracia y que es el que decide todo esto que estamos discutiendo aquí. Lo que está creciendo es una producción capitalista. Cuando se entrega a un individuo cinco caballerías de tierra, este necesita para producir entre cinco y veinte trabajadores asalariados igual que en el capitalismo. El cuentapropismo es cuando el individuo trabaja para sí, sin explotar a nadie; pero cuando ya tiene dos, tres, ocho, diez, veinte personas trabajando para él, entonces eso es, sencillamente, capitalismo. Y el capitalismo es muy productivo. 

Rafael Hernández: ¿Son capitalistas las cooperativas?


Manuel Alonso: Aquí se habla de muchos problemas, yo digo que en este país sobra talento para resolver toda la gran maraña de la cual se ha hablado.

Yo pertenezco a un grupo de consultores que hicimos la propuesta para hacer una cooperativa y nos dijeron: “¡Pero es que lo de ustedes es una cooperativa del conocimiento, ustedes no van a producir bienes!”. Favorecieron la producción del ajo; a nosotros, no. Traigo esto a colación porque de esta manera no se liberan las fuerzas productivas. Hace solo cinco días que nuestro Presidente citó esto mismo que se ha hablado aquí, que no se resuelven los problemas si no se liberan las fuerzas productivas. ¿Por qué hay que estar pidiendo permiso que generalmente se niega?, y no lo digo en el asunto de las cooperativas; las empresas sufren esto todos los días. Ahora se está confeccionando el Plan 2014, se está modificando el del 13, y es lo mismo: hay que pedir permiso-no se puede. La burocracia, citada aquí en numerosas oportunidades, es la que tiene amarrado esto, no deja que el país avance, porque perder la cuota de poder es muy difícil. Y no por gusto se dijo que en la sesión de julio de la Asamblea Nacional se tocaría el tema de la indisciplina y la corrupción, porque lo único que genera la burocracia es esto.

Ovidio D´Ángelo: No hay posibilidad de desarrollo si no hay exceden-tes de la exportación, o si no hay inversión, o financiamiento. Ahora, lo que pasa es que el discurso habitual hace énfasis —al menos yo lo entiendo de esa manera— en el esfuerzo, en la disciplina, a partir de los propios recursos existentes y las motivaciones, las expectativas de la gente no se toman en cuenta. Sin embargo, ahora hay una convocatoria al Congreso de la CTC que tiene una consigna muy elocuente: “Hacia un socialismo de progreso y sustentable”, que es lo que todos quisiéramos. Ahora bien, ¿cómo lograrlo?, ¿dónde está el asunto?; y esa es la pregunta para el panel también. Los Lineamientos van bien por algunos caminos de ordenamiento, e incluso de reordenamiento de un conjunto de cuestiones, de organización de la economía; en otros, hay contradicciones y yo creo que aquí es donde está el punto, ¿en esa estrategia de desarrollo, cuál va a ser el papel y cuáles van a ser los medios para estimular la inversión extranjera?, ¿hasta dónde y con qué nivel de armonía con la participación pública, para que tampoco se convierta en un Estado capitalista? ¿Dónde está eso claramente?

Creo que el tema de desatar las fuerzas productivas —que de alguna manera se ha estado repitiendo en el discurso oficial— va más allá: es una cuestión macroeconómica, macrosocial y macropolítica. Creo que debemos acercarnos al nuevo constitucionalismo latinoamericano que está planteando desatar las fuerzas sociales en sentido general, el desarrollo de la autonomía social, política, productiva, económica, y todo eso articulado.

En cuanto a las cooperativas, estas pueden —y de hecho existen en los países capitalistas en grandes cantidades— ser instrumentos paliativos del capitalismo; pero pueden ser socialistas si hacemos esta integración social, económica y política y le damos un sentido integral.

Oneida Álvarez: Quisiera hacer un pequeño comentario a la intervención muy interesante de Ramón. Todas las percepciones son válidas,pero las políticas no se clasifican en reformistas o revolucionarias de manera genérica; sino, en función de los objetivos que persiguen y eso es algo que está presente en algunas de las reformas que se han hecho en algunos sitios que no son precisamente nuestro país y que, aparentemente, sobre la base de un contenido progresista —como pudiera ser una reforma agraria—, han terminado siendo realmente reaccionarias. Utilizar las políticas financiero-monetarias en el mundo de hoy es algo imprescindible y si se hace para mejorar la redistribución de las riquezas y aumentar la calidad de vida, creo que realmente serían reformas progresistas.

Ahora bien, coincido totalmente con Ramón en que no puede haber proyectos sociales que no tengan su base en la sostenibilidad económica y si nos excedemos en los gastos, obviamente se generarán más conflictos que los que se quería resolver.

Yo quisiera ser escritora de ciencia ficción también, pero como soy economista no puedo imaginar ese escenario en el cual ya se pueda eliminar la doble moneda e imponer el CUC. Porque para emitir una nueva moneda es necesario establecer un tipo de cambio referido a las divisas que internacionalmente son reconocidas, y eso pasa por un conjunto de requisitos como, por ejemplo, fijar el saldo de la balanza de pago del país, conocer los niveles de reservas internacionales que existen, de estabilidad de los precios, de la estabilidad macroeconómica en general; conocer, además, la estabilidad sociopolítica… No podemos emitir una nueva moneda sin tomar en consideración todos estos elementos; por tanto, desde mi posición, no podríamos adoptar ahora esa medida.

Sobre lo que nos decía Andrés, todavía siento que la mayoría del pueblo quiere hacer un proyecto donde haya más justicia social que la que existe en el capitalismo, y ello requiere de un enfoque sistémico del funcionamiento económico, social y político de este país. Todo esto pasa por darle más autonomía a la empresa, coincido; pero también por ver cómo se puede insertar la pequeña y la mediana empresa, y la cooperativa, en un encadenamiento con esa empresa estatal para que pueda haber una subcontratación a todos estos eslabones; que la gigantesca empresa estatal se despoje de tantas cosas que hace que no le corresponden, para asumir acertada y efectivamente su mi-sión social; y que también el resto de las fuerzas productivas puedan contribuir a que haya mayor producción y dinamismo exportador, que es fundamental.

Creo, como Manuel, que hay que utilizar todos los cerebros que te-nemos en el país, no solo para asociarse y producir para el mercado interno, sino también para el externo, y que aún sin asociarse muchos pueden ser exportadores, porque un software se puede hacer indivi-dualmente desde el hogar, o la encuadernación artesanal de un libro, o un conjunto de artesanías maravillosas.

Ovidio, no te puedo contestar tu pregunta porque yo no formo parte del gobierno, ni del Estado, ni tengo los niveles de información ni una bolita mágica. Pero creo que es necesario descentralizar la empresa estatal; o mejor, darle autonomía y posibilitar encadenamientos con otros sectores no estatales; descentralizar el poder hacia los territorios, porque allí hay unas potencialidades, tan atadas como las fuerzas pro-ductivas de los emprendedores, que si las ponemos en contacto sería un gran logro pues es el ciudadano que está allí quien más quiere resolver sus problemas, y ello crea muchísimas oportunidades para que él contribuya a la solución de esos problemas. 
Ya no estamos hablando de la calificación política del proyecto; es-tamos hablando del desarrollo, y cuando lo desmenuzamos, tiene un componente empresarial y uno local; pero, también, uno ciudadano. Coincido en que si ese ciudadano tiene solo una participación formal y no una deliberativa en la toma de decisiones en su centro de trabajo y en su comunidad, no podemos hablar de desarrollo; porque este no es solo crecimiento económico: es también mejoramiento de la calidad y el nivel de la vida material y espiritual. En el mundo de hoy, saber que uno puede participar de manera activa en su casa, en su barrio, en su empresa o en cualquier otro ámbito donde esto sea posible, forma parte del bienestar ciudadano.

Carlos Fernández-Aballí: Yo soy profesor en el Centro de Estudios para las Fuentes Renovables de Energía, que se fundó en 1992, cuando la crisis energética. Es decir, que Cuba es el único país del mundo que ha vivido una crisis de petróleo, o sea, que ha visto la duplicación del costo de su suministro de energía en un lapso menor a un año. Eso nos pone en una posición muy interesante frente a un mundo que está buscando soluciones de cómo aumentar la eficiencia de su producción, cómo reducir su consumo energético y cómo salvar su hábitat. Cuba tiene especialistas que, incluso, ofrecen sus servicios en todo el mundo alrededor de ese fenómeno.

Arango y Parreño, en 1816, le dijo al Capitán General de la época: “Oye, olvídate del monocultivo, vete a la pequeña y mediana industria, la pequeña y mediana agroindustria de alta tecnología”, y eso es lo que yo le recomendaría a Cuba hoy. Yo no estoy haciendo ajo por gusto; ese es el camino. Pienso que este producto es una sustitución directa de importaciones; sí, porque lo hice con una tecnología cubana, fabriqué la tecnología en pesos cubanos y no me hizo falta ir a buscar nada a otro lado para poder poner este producto en el mercado. Realmente es como dar una “galleta sin mano”. Yo generé valor interno a partir de mi conocimiento y pienso que, efectivamente, una de las cosas prioritarias para poder desencadenar la productividad en Cuba es permitirle a las personas que han estudiado muchísimos años implementar en la producción lo que conocen desde el punto de vista de la gestión o la tecnología. Cuba ha logrado aquí industrias que tienen competitividad a nivel mundial, por ejemplo, la de las vacunas hechas por la Biotecnología.

Quiero ejemplificar uno de los efectos más importantes que genera la doble moneda: Karel Pérez Alejo, aquí presente, tiene dos premios UNESCO con sendos proyectos de nivel mundial, compitiendo con ingenieros de Cambridge, Oxford, etc. Uno de esos proyectos propone utilizar las doscientas mil toneladas de cáscara de arroz que se generan en Cuba todos los años. Resulta que si se quema de forma consciente y controlada —en vez de al aire libre, lo que contamina el medio ambiente—, se obtiene un producto que tiene un valor de mercado entre 600 y 800 dólares la tonelada. Este producto tiene un alto valor agregado porque la industria desarrollada lo necesita, ya sea como excipiente para medicamentos, o como agregado para la industria de la construcción, o para hacer estructuras de hormigón más resistentes y más duraderas, o cementos ecológicos. ¡En Cuba se pudieran producir cuarenta mil toneladas al año de ese producto! Pero Karel, uno de los ingenieros jóvenes más brillantes que tiene Cuba, hoy es periodista porque su salario de la CUJAE no le alcanzó. 

Otro ejemplo: allá en Arroyo Naranjo, donde yo vivo y uno de los municipios más pobres de la ciudad, se hacen los humidores que compra Arnold Schwarzenegger. Sí, su humidor personal se hace a dos cuadras de mi casa y ese taller, Humidores Habana, vende sus productos en el mercado internacional a quinientos mil euros la unidad. ¿Entonces, cómo se sale del hueco?

Yo pienso que hay que fomentar un sistema nacional de incuba-doras de emprendimientos. Uso la palabra “emprendimientos” porque estos no tienen que ser privados nada más. Se emprende en la indus-tria estatal, o, en conjunto con la privada. Ya existe uno que me gus-taría que lo hiciera el Ministerio de Educación Superior, pero lo hace la Iglesia católica: en el Seminario San Carlos existe “Cuba Emprende”, donde todos los meses aprenden cuarenta emprendedores de peque-ñas y medianas empresas cómo hacer un plan de negocios. Si miran en Espacio Laical, en un artículo próximo, verán que esas personas, cuando hablan de fomentar emprendimientos, refieren no solo el ga-nar dinero; también, quieren resolver problemas de forma tal que se propicie un desarrollo sostenible.

Oneida Álvarez: Hoy hemos examinado el problema del Morro hacia adentro, pero tenemos que ver estas restructuraciones económicas no solamente en el contexto nacional; también hay que pensar en cómo nos insertamos de manera más efectiva en el ámbito internacional. Hay países como Bolivia y Ecuador, que cuando yo estudiaba eran los de menor desarrollo relativo de América Latina, que han te-nido, en los últimos años, extraordinarios avances en la reducción de la pobreza, en el aumento de las exportaciones y, al propio tiempo, en la competitividad. Y lo han hecho desde una perspectiva de proyecto que tiene como objetivo central mejorar la calidad de vida del ciudadano; por tanto, yo sí creo en esa posibilidad. Pienso, además, que cuando veamos todos los elementos que engarzan el sistema de la economía, la sociedad y la política cubana en el contexto regional, y logremos apropiarnos de muchas experiencias, que son para nosotros inéditas, de cómo vincular distintas formas de propiedad y cómo encadenar sectores para la exportación, vamos a encontrar también muchos horizontes que hasta ahora no hemos visto en nuestras perspectivas de desarrollo. Si bien es cierto que un solo emprendedor debe tener la posibilidad de llegar directamente al mercado internacional, también es cierto que tenemos que cambiar el criterio de llegar con un producto terminado. Las cadenas productivas regionales ofrecen oportunidades para que un segmento de una producción o un servicio lleguen a mercados que, desde una posición individual, no podemos alcanzar, y así recibir financiamientos que, como país, nos costaría mucho trabajo adquirir para determinadas producciones o servicios.

Rafael Hernández: Les agradezco en primer lugar a todos los que han venido —aquí hay más de doscientas personas— por estar escuchan-do hasta el final, a los que han aportado enfoques diferentes a este debate, incluido el de la ciencia ficción, y desde el remoto pasado de la teoría clásica; porque todos ellos iluminan aspectos importantes de esta problemática.
Muchas gracias también a los panelistas, de los cuales hemos aprendido, de lo que han dicho y de lo que ellos son: a una gran profesora de economía, que no tiene un discurso economicista, y que nos ha mostrado una visión integral de los problemas de la economía y los ha explicado con un gran nivel, y a Carlos, porque nos ha demostrado, una vez más, que se puede ser emprendedor, estar en el sector público y también en la economía mixta. Personas como ellos y lo que significan en su compromiso, en su proyección y no solo en su vocación, serán seguramente vitales para un horizonte en el cual se llegue a levantar la doble circulación, y también para transformarnos en un país mucho mejor que el actual, más integrado, donde no solamente la economía, sino también el sistema político, la sociedad civil y el Estado, se puedan articular de una manera más óptima.

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