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sábado, 25 de agosto de 2018

Los peligros que corre la sanidad en EE UU

Los republicanos recortan impuestos y luego piden rebajas en el gasto social; una, y otra, y otra vez


Manifestación en contra de la abolición de la reforma sanitaria en EE UU. NICHOLAS KAMM GETTY IMAGES
PAUL KRUGMAN
25 AGO 2018 - 17:00 CDT

¿Y si no hay ola azul en las elecciones parciales? Está claro que, a estas alturas, aún podría suceder: los demócratas recibirán seguramente más votos que los republicanos, pero gracias a la manipulación de circunscripciones y a la geografía de la población, el sistema electoral de Estados Unidos da un peso excesivo a los votantes rurales blancos que todavía tienen fe en el presidente Trump. ¿Y si, gracias a ese peso excesivo, la minoría se impone?

Evidentemente, una respuesta es que el coconspirador en jefe no imputado seguirá estando protegido frente a la ley. Y para aquellos a quienes les preocupa la supervivencia de la democracia estadounidense, esa es la cuestión más importante que está en juego este noviembre. Pero si el Partido Republicano se sostiene, habrá también otras consecuencias fundamentales para los estadounidenses de a pie.

Ante todo, hay muchas razones para creer que un Congreso republicano, liberado de la amenaza inmediata de las elecciones, hará lo que por los pelos no pudo hacer el año pasado: revocar la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible. Esto haría que decenas de millones de estadounidenses perdiesen su seguro sanitario, y afectaría en particular a aquellos con afecciones preexistentes. Esta es una de las razones por las que la atención sanitaria, no Trump, constituye el tema central de las campañas demócratas de este año.

Pero el ataque al colchón sanitario probablemente no se contentaría con echar atrás la ampliación de la era de Obama; programas sólidamente establecidos, especialmente la Seguridad Social y la atención sanitaria a pensionistas, el Medicare, también estarían en la tabla de cortar. ¿Quién dice eso? Los propios republicanos.

En una reciente entrevista con John Harwood, de CNBC, el representante Steve Stivers, presidente del Comité Republicano Nacional del Congreso —y, de hecho, el hombre encargado de contener la marea azul— declaraba que, teniendo en cuenta el tamaño del déficit presupuestario, la administración federal necesita ahorrar dinero mediante recortes del gasto en programas sociales. Cuando se le presionó para que indicase si eso incluía la Seguridad Social y el Medicare, admitió que sí.

Y no es el único en considerar que los grandes recortes en programas esenciales para los jubilados estadounidenses serían el siguiente paso si los republicanos ganan en noviembre. Muchas figuras importantes del partido, entre ellos el presidente saliente de la Cámara, Paul Ryan, y numerosos senadores, han dicho lo mismo. (Por otra parte, grupos afines a Ryan han estado publicando anuncios en los que atacan a los demócratas acusándoles de planear recortes en la financiación del Medicare; pero, qué se le va a hacer, la congruencia es el duende de las mentes pequeñas. Y también, por lo visto, la honradez).

Ahora bien, los republicanos que solicitan recortes en el gasto social para equilibrar el presupuesto hacen gala de una extraordinaria desfachatez, que tradicionalmente se define como aquello que uno exhibe cuando mata a sus padres y después pide clemencia por ser huérfano. Después de todo, los mismos republicanos que ahora se retuercen las manos por los déficits presupuestarios acaban de hacer que ese mismo déficit se dispare al aprobar una enorme rebaja fiscal para las multinacionales y los ricos.

Por eso podría parecer escandaloso que solo unos meses después vuelvan a presentarse como halcones del déficit y exijan recortes de gastos. Es decir, podría parecer escandaloso si no fuese porque esta es la estrategia presupuestaria de los republicanos desde hace décadas. Primero, rebaja de impuestos. Después, quejas por el déficit creado por esas rebajas y peticiones de recortes en el gasto social. Una, y otra, y otra vez. 

Esta estrategia, denominada “matar de hambre a la bestia”, lleva con nosotros desde la década de 1970, cuando economistas republicanos como Alan Greenspan y Milton Friedman empezaron a declarar que la influencia de las rebajas fiscales en el agravamiento del déficit presupuestario era el objetivo, no una consecuencia indeseada. Como Greenspan declaraba abiertamente en 1978, el objetivo es controlar el gasto con rebajas tributarias que reducen los ingresos, y luego “confiar en que haya un límite político al gasto deficitario”.

Es cierto que cuando las rebajas fiscales están sobre el tapete, sus defensores tienden a negar que vayan a aumentar el déficit y afirman que proporcionarán un milagroso empuje a la economía y que la recaudación aumentará de hecho. Pero no hay ni la más mínima prueba que respalde esta afirmación, y nunca ha estado claro si alguien con verdadero poder político la ha creído jamás. En su mayor parte, es una cortina de humo para ocultar las verdaderas intenciones de los republicanos.

El enigma es por qué les sigue funcionando esta táctica de dar gato por liebre.

Hace 15 años escribí un extenso artículo titulado “El timo de la rebaja de impuestos”, en el que describía lo que incluso por entonces era ya un viejo chanchullo; describe casi al pie de la letra la estrategia republicana en 2017-2018. Pero sigo leyendo análisis de prensa que expresan sorpresa ante el hecho de que quienes clamaban contra el déficit en los años de Obama aceptasen tan alegremente con Trump una rebaja tributaria que desequilibraría el presupuesto. Por decir lo obvio: a estos hombres nunca les ha preocupado el déficit; siempre ha sido una pose.

Y la credulidad de los medios de comunicación y de los autoproclamados centristas sigue siendo una historia extraordinaria. Recuerden que Ryan, que era extremadamente ortodoxo en su determinación de rebajarles los impuestos a los ricos y al mismo tiempo mutilar salvajemente los programas para los pobres y las clases medias, hasta recibió un premio a la responsabilidad fiscal.

Lo que nos devuelve a las elecciones parciales. En ellas está en juego, sin duda, el Estado de derecho. Y también la atención sanitaria. Pero los votantes deberían ser conscientes de que la amenaza contra los programas con los que cuentan es mucho más amplia: si el Partido Republicano conserva su mayoría, la Seguridad Social y el Medicare, tal como los conocemos, correrán un gran peligro.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía.

© The New York Times Company, 2018. 

Traducción de News Clips.

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