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domingo, 30 de septiembre de 2018

Dinámica de gastos básicos en Cuba

Un acercamiento investigativo al monto y la estructura de gastos de familias urbanas dependientes de salarios y pensiones.



El alza de precios en los mercados agropecuarios elevó en 2016 los gastos de las familias urbanas. Foto: Jorge Luis Baños_IPS

Una aproximación al monto y la estructura de gastos de familias urbanas dependientes de salarios y pensiones en 2016 puede mostrar una realidad compleja y poco abordada, que afecta a una parte no despreciable de la población cubana. Se trata de indagar sobre la situación de aquellas familias cuyos ingresos provienen de compromisos con el sector estatal de la economía: bien a través de un empleo estatal (a razón de salarios promedio) o de la seguridad social (pensión de monto medio). Tiene como antecedentes otros realizados en 2006 y 2013[1], por las mismas autoras.

Muchas han sido las transformaciones que impactan sobre el gasto familiar básico y su estructura: la elevación de salarios y pensiones, la variación en la cantidad de alimentos racionados, la eliminación o reducción de subsidios a bienes y servicios, así como la dinámica de los precios de los bienes básicos.

Resulta importante examinar lo sucedido cinco años después de haberse iniciado la implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución aprobados por el Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba y en el momento en que estos se actualizaron para el período 2016-2021 por el Séptimo Congreso.

En el período transcurrido de 2011 a 2016 se aprecian dos regularidades: una mejora en el salario promedio y una contracción del rol de la canasta de productos racionados en el consumo. El trabajo se propone valorar cómo quedan las familias cubanas dependientes de salarios y pensiones ante estas variaciones.

Los análisis aquí realizados se vinculan con el deseo manifiesto en el Lineamiento 142 de la política social que refiere: “Rescatar el papel del trabajo y los ingresos que por él se obtienen como vía principal para generar productos y servicios de calidad e incremento de la producción y la productividad, y lograr la satisfacción de las necesidades fundamentales de los trabajadores y su familia”[2].

Se espera que los resultados de este análisis puedan servir para fundamentar la incapacidad actual de un salario de nivel medio para cubrir las necesidades básicas de quienes trabajan y sus familia. Se requiere mucho más que un ingreso salarial para poder hacer frente a esas necesidades.

Aproximación a la estructura de gastos de una familia cubana urbana

Para la aproximación a la estructura de gastos de una familia cubana urbana, se implementa el mismo método de cálculo que en los anteriores acercamientos a este asunto. La estimación realizada se basa en la construcción de un presupuesto de gastos básicos para un hogar de tres personas y para un mes. Se ha considerado este tamaño de familia ya que se corresponde con el promedio aproximado de personas en los hogares en Cuba, según el Censo de Población y Viviendas de 2012[3].


La alimentación compromete la mayor parte de los gastos familiares.Foto: Jorge Luis Baños_IPS

La composición sociodemográfica de un hogar de tres personas puede variar, por lo que se han tomado en cuenta, algunas de las posibles estructuras: dos adultos en edad laboral y un anciano (pensionado y sin pensión); un adulto en edad laboral, un menor y un anciano (pensionado y sin pensión); dos adultos en edad laboral y un menor. Estas composiciones familiares resultan en distintos gastos en alimentación, en virtud de los accesos diferenciados a fuentes subsidiadas, e implican diferentes magnitudes de ingresos del hogar. Otros gastos pueden diferenciarse por la presencia de un anciano en el hogar —por ejemplo, los gastos en medicamentos o en determinados alimentos—, pero sin un levantamiento específico de información no es posible capturar esos detalles.

Entre los gastos básicos por hogar se han considerado aquellos que posibilitan acceso a las condiciones esenciales de vida: alimentación, ropa y calzado, productos de higiene y aseo, medicamentos y servicios de energía eléctrica, transporte, agua y gas. No se incluyen entre esos gastos ni los servicios de educación ni los de salud, por tratarse de servicios que brinda el Estado de manera universal y gratuita; ni el alquiler de la vivienda, pues la mayoría de la población habita en viviendas propias.

En cuanto a los gastos en alimentación, se han considerado dos variantes.

La primera parte de tomar en cuenta un consumo de alimentos equivalente a los consumos calórico y proteico promedio para la población cubana en 2016, que ascendieron a 3.524 kcal y 82 gramos al día por habitante. Estos datos fueron estimados por las autoras considerando la disponibilidad de alimentos a partir de las estadísticas de producción nacional e importaciones, ya que el último reporte publicado al respecto por la Oficina Nacional de Estadísticas data de 2008.

La segunda considera un consumo de alimentos equivalente al requerimiento calórico y proteico promedio para la población cubana de aproximadamente 2.400 kcal y 72 gramos de proteína per cápita al día.

En ambas variantes es preciso completar los aportes de los alimentos garantizados mediante el racionamiento, el consumo social y la alimentación pública, a partir de compras en los diferentes espacios de mercado que existen en el país.

El referido completamiento se ha realizado a partir de los alimentos que más se venden en los mercados agropecuarios, en correspondencia con los hábitos alimentarios de la población cubana, y que garantizan los mayores aportes calóricos: arroz, frijol, carne de cerdo y viandas (papa, boniato y plátano). Como el cálculo únicamente se ha limitado a completar el consumo de energía alimentaria y proteína, quedan excluidos productos tan importantes para la salud como las frutas y las hortalizas, que proveen vitaminas, minerales y otros microelementos, así como las grasas visibles (las contenidas en productos tales como aceite, manteca, margarina y mantequilla) y los condimentos, que también son relativamente más caros.

A partir de los precios promedio del mercado agropecuario para 2016[4], se determinó un gasto per cápita mensual en alimentación para los tipos de hogares analizados que se mueve entre 297 y 334 pesos cubanos no convertibles (CUP[5]), similar al estimado para 2011 (289 y 335 CUP). Ello contrasta con el resultado obtenido para 2005 de 228 a 250 CUP, como consecuencia, fundamentalmente, del incremento de precios.

En la segunda variante —que solo considera un consumo calórico equivalente al requerimiento promedio en función de lo prescrito por el Instituto de Nutrición e Higiene de los Alimentos y de la composición etaria de lapoblación cubana—, los gastos per cápita estaban en el rango de los 117 a 161 CUP mensuales en 2005, mientras que en 2011 se ubican entre 135 y 174 CUP y para 2016 se mantienen en un nivel equivalente a este último, de 138 a 171 CUP.

Para estimar los gastos en ropa y calzado, se ha considerado la adquisición anual de dos mudas de ropa en el caso de los adultos y de tres en el de los niños, así como un par de zapatos y ropa interior. Estas compras se valoraron en 2005 a partir de los precios en el mercado estatal de prendas recicladas, parael vestuario, y en el mercado artesanal, para el calzado. Estos supuestos se han mantenido para 2011 y 2016, aun conociendo que más recientemente apenas existe oferta de este tipo de artículos en moneda nacional, con lo cual los gastos efectivos en estas prendas son sustancialmente mayores. Los gastos mensuales que supone la adquisición de estos artículos se mueve de 91-93 CUP en 2005, a 121-123 CUP en 2011 y 2016.


El transporte también genera más gastos. Foto: Jorge Luis Baños_IPS

Los gastos en productos de aseo y limpieza comprenden la adquisición mensual de productos tales como: jabón de baño, de lavar y pasta dental (que ya se eliminaron de la distribución racionada), así como desodorante, detergente y champú. Para 2005 fueron aproximadamente de 87 CUP; para 2011, 114 CUP y en 2016, 138 CUP.

Los gastos en medicamentos y artículos ópticos por familia se han calculado a partir de considerar las compras per cápita mensuales que corresponderían, según las ventas de estos artículos reportadas en los Anuarios Estadísticos de Cuba de 2004, 2011 y 2016, respectivamente. Los resultados fueron de aproximadamente 11 CUP en 2004, 19 CUP en 2011 y 26 CUP en 2016.

Para la estimación del gasto de energía eléctrica por hogar en 2005 se utilizó el consumo promedio correspondiente al primer trimestre de 2006, que valorado a las tarifas eléctricas de aquel entonces reportó un monto de 17 CUP. Tal gasto se consideraba subestimado, ya que el consumo puede ser sustancialmente mayor durante el segundo y tercer trimestres del año, debido al incremento en el consumo energético por causa de las altas temperaturas del verano, lo que elevaría las erogaciones del hogar, por el carácter progresivo de las tarifas. Para 2011 y 2016 este gasto se calculó utilizando la información contenida en el reporte del Anuario Estadístico de Cuba sobre el gasto de electricidad anual en los hogares, a partir de lo cual se obtuvo un promedio mensual que se valoró según las tarifas vigentes. El resultado muestra un aumento a aproximadamente 30 CUP en 2011 y 40 CUP en 2016.

En el caso del servicio de transporte, se ha considerado que solo los trabajadores se mueven los días laborales en el transporte público regular (tarifa de 40 centavos). Este gasto puede ser inferior si se dispone de servicio de transporte obrero, pero también puede ser sustancialmente mayor si se utiliza el servicio de transporte de refuerzo (tarifa de un peso), la variante de ómnibus en cooperativas no agropecuarias de cinco pesos, o el servicio de alquiler privado. Los resultados se mueven entre 19 y 38 CUP, según la actividad de los miembros del hogar.

Para los servicios de agua y gas se han aplicado las tarifas fijas vigentes por consumidor para usuarios que no tienen metro contador de agua y para usuarios del servicio de gas manufacturado, respectivamente.

Los otros servicios comprenden un conjunto de naturaleza industrial (reparación de equipos electrodomésticos, tintorería y lavandería, reparación de muebles y calzado, sastrería y atelier, entre otros) y de tipo personal (barbería y peluquería, entre los más importantes), y se incluyen en la canasta, a partir del gasto per cápita que corresponde a lo reportado para su circulación minorista en el Anuario Estadístico de Cuba: de aproximadamente tres CUP en 2004 y nueve CUP en 2011. Para 2016 se asume un crecimiento promedio anual de 15 por ciento en estos gastos, dinámica similar a la del período de 2004 a 2011, ya que el Anuario Estadístico de Cuba dejó de publicar esta información. El resultado para ese año se ubica en 19 CUP por hogar.

A partir de todas estas consideraciones, se estimó un gasto mensual total por hogar para la variante con consumo de alimentos equivalente al reportado como consumo aparente en 2005 y 2008 (3.356 y 3.285 kcal diarias, respectivamente) y estimado en 2016 (3.524 kcal).

Los resultados fueron gastos totales que se movieron en un rango entre:
  • 934 y 1.007 CUP en 2005, que significa un gasto per cápita al mes de 311 a 336 CUP;
  • 206 y 1.348 CUP en 2011, para 402 a 449 CUP per cápita;
  • 283 a 1.395 CUP en 2016, equivalentes a 428-465 CUP per cápita.
En la variante con consumo de alimentos equivalente a 2.400 kcal, los gastos mensuales totales por hogar se mueven entre:
  • 611 y 739 CUP en 2005, correspondiendo un per cápita de 204 a 246 CUP;
  • 747 a 865 CUP en 2011, para 249 a 288 CUP per cápita;
  • 806 a 904 CUP en 2016, equivalentes a 274-301 CUP per cápita.
Se estimó un gasto promedio de los hogares para las variantes tomadas en consideración y a partir de los “tipos” previstos según su composición. La estructura resultante por destino evidencia que lo que compromete la mayor parte del gasto es la alimentación, que abarca: entre 62 por ciento y 74 por ciento en 2005, entre 58 y 73 por ciento en 2011, y entre 55 y 71 por ciento en 2016.

Los productos no alimenticios aparecen en segundo lugar, con una participación entre 20 y 28 por ciento; y los servicios básicos en el tercer puesto, entre seis y 10 por ciento en 2005. Para 2011 estas proporciones se mueven entre 20-32 por ciento y 6-9 por ciento, respectivamente. Mientras que en 2016 se ubican en proporciones análogas a las de 2011: entre 21-34 por ciento y 6-9 por ciento, respectivamente.

Los resultados obtenidos para la participación de los alimentos en los gastos de la familia pueden ser contrastados con los referidos por el estudio realizado por Ferriol, Ramos y Añé [6], que hace públicos algunos datos del procesamiento de la Encuesta sobre la Situación Económica de los Hogares realizada por la ONE en 2001: 66,3 por ciento de los gastos totales de la población de la entonces Ciudad de La Habana correspondieron a alimentos y bebidas en aquel momento. Se pone de manifiesto que esta situación apenas ha variado en época más reciente, mostrando la inercia que prevalece en la estructura de los gastos de consumo y la alta proporción de los alimentos en esta, rasgo típico de un país subdesarrollado.

Otra arista de este problema del gasto básico es la capacidad de acceder a estos bienes y servicios mediante los ingresos familiares. Para lograr un acercamiento a esta cuestión se ha tomado en cuenta el ingreso promedio de los tipos de familia analizados, suponiendo que dichos ingresos provienen de la relación laboral de sus miembros con el Estado o que se benefician de la seguridad social que el Estado garantiza a los que fueran trabajadores; es decir, se han tomado como referencia los salarios promedio de los trabajadores y la pensión media correspondientes a los años 2005, 2011 y 2016.

Para acceder a la canasta, que contiene entre sus componentes el consumo de alimentos promedio de cada uno de esos años, se presentan déficits de ingresos:
  • En 2005 estas carencias se observaban en todos los casos analizados y se ubicaban en 25 CUP (para el caso de las familias con dos trabajadores y un pensionado), 350 CUP (para las familias con un trabajador y un pensionado) y 536 CUP (para las familias con solo un trabajador).
  • En 2011 también estaban presentes en todos los casos y se movieron de 188 CUP (en el caso de las familias con dos trabajadores y un pensionado) a 502 CUP (para las familias con un trabajador y un pensionado) y 751 CUP (para las familias con solo un trabajador).
  • En 2016 solo se presentan dificultades para las familias con un solo trabajador y las que tienen en su composición a un trabajador y un pensionado, con déficits de ingresos de 564 y 287 CUP, respectivamente.
Un gasto equivalente a la segunda variante, que considera como consumo de alimentos el que se corresponde con el requerimiento nutricional medio para la población cubana, era asequible en la mayoría los casos analizados, con excepción de las familias con un solo miembro trabajando o con un trabajador y un pensionado. En estos casos se presentan déficits de: 261 y 75 CUP en 2005, 325 y 75 CUP en 2011, respectivamente.

En 2016, y a partir de la mejora sustancial del salario medio nominal que se presenta en relación con 2011, solo se observa carencia de ingresos de aproximadamente 83 CUP en el caso de las familias con un solo trabajador.

Debido a que el gasto en alimentos es el de mayor impacto, resulta pertinente detenerse en las peculiares características de la distribución alimentaria en Cuba. (2018).

El gasto en alimentos es el de mayor impacto para una familia cubana urbana, de ahí la importancia de analizar las características peculiares de la distribución alimentaria en Cuba.

La canasta de alimentos —a la que todas las personas en Cuba tienen acceso mediante el racionamiento— no satisface completamente los requerimientos nutricionales promedio, aunque sí para los menores de siete años de edad. Existen otras fuentes que también se subsidian —como el consumo social, la alimentación pública y el autoconsumo—, pero no todas las personas pueden acceder a ellas; de manera que, en dependencia de la posibilidad de obtenerlas o no, habrá que recurrir en mayor o menor medida a los espacios mercantiles, lo cual repercute de forma considerable en el nivel y composición del gasto de alimentos de la familia.

Para ilustrar esto se ha estimado cuáles serían los gastos en alimentación per cápita, según la distribución de alimentos por fuente, y su composición si la fuente es subsidiada o no. Para completar el gasto en los espacios mercantiles se han aplicado los precios vigentes en el mercado agropecuario en cada año. Estas estimaciones se realizaron para 2005 —según la información contenida en ONE, 2006―, para 2011 —considerando un consumo per cápita equivalente al de 2008— y para 2016, a partir del consumo aparente estimado de acuerdo a la disponibilidad de alimentos por fuente con los precios vigentes ese año.

Las familias con acceso a alimentos por el autoconsumo se encuentran en una situación favorable, ya que esta fuente garantizaba un equivalente del consumo de alimentos medio superior al 20 por ciento en 2011 y de alrededor de 14 por ciento en 2016, y a precios relativamente bajos. Sin embargo, esta no es la situación de la mayoría de las familias urbanas.

La potencial adquisición de alimentos por alguna otra fuente subsidiada, además de la asignación racionada, resulta determinante en cuanto al gasto por ese concepto. Sobre la importancia de estas erogaciones ya se ha hecho referencia en trabajos previos, así como sobre la persistencia de altos precios en los espacios de mercado vigentes, como consecuencia de su imperfecto diseño[7]. Son problemas que persisten y exigen pronta solución.

En el mercado agropecuario, por ejemplo, persisten limitaciones que restringen la competencia y su potencial eficiencia. Entre ellas destacan: la marginalidad de la oferta, dadas las reglas de acceso de los concurrentes, la falta de mercados de insumos para poder ampliar la producción y la oferta, y también por la descapitalización del sector productor de alimentos; la colusión tácita que ocurre entre los agentes de este mercado, como resultado de sus propias reglas de acceso y de la escasez de servicios de transporte para esta carga, entre otros aspectos.

En resumen, las estimaciones logradas ponen de manifiesto que, aun con los incrementos implementados en salarios y pensiones en 2005, para las familias cuyos ingresos procedían exclusivamente de estas fuentes resultaba muy difícil asumir gastos por encima de los considerados como básicos ―por ejemplo, los destinados a compras de equipamiento y otros enseres para el hogar, el pago de servicios a privados (reparación de equipos, el transporte, el cuidado de niños, enfermos o ancianos para poder trabajar, y otros cuya provisión por el Estado es insuficiente), la adquisición de libros no escolares y el entretenimiento.

Para 2011 este escenario se complejizó aún más, al combinarse la contracción de los productos racionados —que ahora deben ser adquiridos en los mercados de “oferta y demanda”— con el aumento de precios de otros productos y servicios, situación que no logra ser compensada por el incremento en los salarios y pensiones medios.

Finalmente, es en 2016 que se observa una mejoría en la situación. Esto puede atribuirse al incremento del salario medio que ocurre a partir de 2011, como consecuencia de la introducción del pago por resultados en el sector de la producción de bienes y del incremento salarial en actividades escogidas de los servicios como, por ejemplo, la salud.

Sin embargo, por la naturaleza misma de las medidas que dan origen a los incrementos salariales, se manifiesta una mayor heterogeneidad del salario promedio entre sectores de la actividad económica. Esta mayor diferenciación se hace evidente cuando se compara el coeficiente de variación del salario medio entre sectores en 2005 y 2011 con el de 2016: 14 y 15 por ciento vs. 25 por ciento, respectivamente.

Si se replica el contraste de ingresos y gastos para el nivel salarial de un trabajador de los servicios comunales, sociales y personales (sector de más bajo salario medio en 2016), la situación de déficit de ingresos se manifiesta incluso para una familia con dos trabajadores.

Además de estar relacionada con los incrementos salariales, esta mejoría en el acceso a un nivel básico de gastos se vincula al hecho de contemplar un nivel básico de consumo que no incorpora algunos gastos que ya hoy podrían decirse que no son suntuarios, como por ejemplo: tener acceso a un nivel de consumo de hortalizas, frutas, condimentos, productos lácteos y grasas comestibles; así como el incremento de gastos para acceder a algunos de los servicios básicos, y las erogaciones que supone el tener que acceder a algunos bienes —como ropa y calzado, y servicios de transporte— en mercados con precios sustancialmente superiores a los aquí contemplados


La ingesta de 400 gramos diarios de frutas y verduras previene enfermedades crónicas como las cardiopatías, el cáncer o la diabetes, entre otros males.

Foto: IPS_Cuba

El verdadero dilema de los gastos de una familia

De esta manera, se realiza una nueva estimación de los gastos familiares en 2016, en la que se incorporan a los gastos en alimentación algunos rubros que no se habían tenido en cuenta para la estimación de los gastos básicos, considerando que, según la Organización Mundial de la Salud[8]: “Llevar una dieta sana a lo largo de la vida ayuda a prevenir la malnutrición en todas sus formas, así como distintas enfermedades no transmisibles y diferentes afecciones”.

Tal es el caso de las frutas y hortalizas. En un informe reciente de la OMS[9] (2017), se recomienda:

“…como objetivo poblacional la ingesta de un mínimo de 400 g diarios de frutas y verduras (excluidas las patatas y otros tubérculos feculentos) para prevenir enfermedades crónicas como las cardiopatías, el cáncer, la diabetes o la obesidad, así como para prevenir y mitigar varias carencias de micronutrientes, sobre todo en los países menos desarrollados.”

Igualmente, se incluye en el consumo entre 20 y 25 gramos diarios de aceite comestible y 25 gramos de leche en polvo entera (aproximadamente 250 ml de leche fluida). Como fuente de proteína animal se rebaja el aporte de la carne de cerdo y se complementa con carne de pollo, que son las dos fuentes más accesibles.

Se mantienen las dos variantes de consumo calórico consideradas en la primera parte de este artículo: 3.524 kcal diarias (equivalentes al consumo aparente estimado para 2016), que denominamos primera variante; y 2.400 kcal diarias (equivalentes a la recomendación nutricional promedio para la población cubana en ese año), aludida como segunda variante.

Para los otros gastos se tomaron precios más cercanos a los que prevalecían en el mercado en 2016: para ropa y calzado, equivalentes a los de las tiendas en CUC[10], y para el transporte, no solo los del transporte público, sino utilizando algunos días los servicios de refuerzo y de las cooperativas no agropecuarias.

Los resultados bajo estos supuestos no tan restrictivos en términos de consumo y ampliando los límites de los que pueden considerarse gastos básicos, muestran que los gastos totales por hogar se mueven entre:

  • 097 a 2.245 CUP[11], equivalentes a 699-748 CUP per cápita, para la primera variante de consumo de alimentos.
  • 650 a 1.811 CUP, equivalentes a 550-604 CUP per cápita, para la segunda variante de consumo de alimentos.
Se evidencia que considerar precios de mercado para otros renglones de consumo hace que el gasto en alimentos pierda peso relativo, aunque mantiene su protagonismo en la primera variante.

Bajo estas condiciones, todos los “tipos” de hogares considerados enfrentan déficit de ingresos para asumir sus gastos de consumo. Estos déficits se estiman entre:
  • 488 y 1.357 CUP, equivalentes a 163 y 452 CUP per cápita, para la variante 1 de consumo de alimentos.
  • 54 y 913 CUP, equivalentes a 18 y 304 CUP per cápita, para la variante 2 de consumo de alimentos.
Para enfrentar los gastos estimados, una familia de tres personas necesitaría un ingreso equivalente a tres salarios medios de ese año (740 CUP) o de 9 a 10 salarios mínimos (225 CUP).

Vale destacar que estas estimaciones no han considerado los gastos destinados a: compras de equipamiento y otros enseres para el hogar, al pago de servicios a proveedores privados (como puede ser el caso de la reparación de algunos equipos o de la propia vivienda, el transporte, el cuidado de niños, enfermos o ancianos, para poder trabajar, y otros cuya provisión por el sector estatal es insuficiente), la adquisición de libros no escolares y de servicios de esparcimiento. Tampoco se han considerado gastos por el alquiler de la vivienda, que algunas familias, sobre todo las jóvenes, deben enfrentar para poder crearse su propio espacio de desarrollo.

La dinámica de la transformación de la economía cubana en años más recientes impone determinadas condiciones para poder acceder a servicios que, aunque se declaran universales para todos los cubanos, en la realidad no lo son. En este caso pueden mencionarse, por ejemplo, los servicios de salud, que en pos de su mayor eficiencia han sido compactados. Tal tendencia implica para el usuario del servicio recorrer mayores distancias para lograr el acceso y la necesidad de servicios de transporte complementarios que no siempre están disponibles a precios asequibles.

La calidad de los servicios sociales, que forman parte intrínseca de la identidad del socialismo cubano, también ha sufrido un deterioro en estos años. Aun cuando a mediados de la década de los 2000 se emprendieron numerosos programas para resarcirlos del deterioro sufrido a inicios de la pasada década de los noventa, este es un proceso que no puede considerarse concluido mientras los prestatarios de esos servicios se encuentren entre los trabajadores menos remunerados del país.

Los escasos incentivos para mantenerse empleados en estos sectores inciden en la pérdida de la calidad de su prestación. Por ejemplo, cada vez más quienes tienen hijos cursando la enseñanza general deben sufragar gastos adicionales para el pago de repasadores particulares que garanticen la correcta asimilación de los conocimientos que deben incorporar.

La distorsión que implica para quien trabaja el no poder solventar los gastos esenciales para la reproducción de su fuerza de trabajo y sostener a su familia, puede ayudar a comprender muchos de los fenómenos negativos que se manifiestan en la actual sociedad cubana y lo fútil que pueden resultar (y de hecho resultan) las medidas administrativas para su enfrentamiento y solución.


El poder de compra de una parte considerablede los empleados estatales se ha deteriorado. Foto: Tomada de Juventud Rebelde

Reflexiones finales

Cuando se abordó esta investigación por primera vez en 2006, se citó la intervención del entonces presidente del Banco Central de Cuba, Francisco Soberón, en la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular de diciembre de 2005, donde refería: “…al trabajador que vive de su salario, se le crea una situación difícil, pues el dinero que recibe puede ser mucho para comprar los productos normados. Sin embargo, no es suficiente para acceder a mercancías que también les resultan necesarias, pero que se venden a precios de mercado”[12]. En 2011, al evaluar nuevamente la problemática, sus autoras afirmaron que el planteamiento de Soberón mantenía total y reforzada vigencia.

Muchas han sido las transformaciones que impactan sobre el gasto familiar básico y su estructura desde ese entonces hasta la fecha: la elevación de salarios y pensiones, la variación en la cantidad de alimentos racionados, la eliminación o reducción de subsidios a bienes y servicios, así como la dinámica de los precios de los bienes básicos.

Entre 2011 y 2016 se aprecian dos regularidades: una mejora en el salario promedio y una contracción del rol de la canasta de productos racionados en el consumo. Los cambios en los salarios se concentran en determinadas actividades económicas, se incorpora una mayor heterogeneidad en los ingresos salariales y todavía una parte importante de la población se encuentra empleada en las actividades que perciben los más bajos salarios: comercio y reparación de efectos personales; hoteles y restaurantes; servicios empresariales, actividades inmobiliarias y de alquiler; administración pública, defensa y seguridad social; educación; cultura y deporte; servicios comunales, sociales y personales. Ellas representan 46 por ciento del empleo. Por ende, 12 años más tarde, la situación referida por Soberón no ha cambiado sustancialmente, aun con las modificaciones salariales introducidas en los marcos del proceso de actualización.

A partir de supuestos muy conservadores acerca del consumo para una selección de productos y servicios de carácter básico (alimentos, ropa y calzado, productos de higiene y aseo, medicamentos, y servicios de energía eléctrica, transporte, agua y gas) e ingresos provenientes de la relación laboral con el Estado (salarios y pensiones) que se corresponden con los promedios obtenidos a escala del país, se demuestra que:
  • los gastos crecieron con mayor rapidez que los ingresos entre 2005 y 2011, esta relación se invierte entre 2011 y 2016;
  • la heterogeneidad de los salarios entre los sectores de la actividad económica se mantuvo prácticamente invariable entre 2005 y 2011, mientras que entre 2011 y 2016 acusa un aumento considerable;
  • la alimentación compromete alrededor de las 2/3 partes de los gastos básicos;
  • aquellas familias cuyos ingresos dependen de un salario medio o de un salario y una pensión medios, no están en condiciones de enfrentar estos gastos básicos.
Si se consideran supuestos menos restrictivos para los gastos y más restrictivos para los ingresos que los que se tomaron en cuenta para las estimaciones realizadas en 2006 y 2011, se demuestra que la situación se torna difícil, incluso para familias con dos asalariados en su composición. Se necesitan más que dos salarios en una familia de tres personas para cubrir los gastos básicos.

Por ejemplo, si se incorpora el consumo de hortalizas, frutas, productos lácteos y grasas comestibles, y se asumen precios más cercanos a los que prevalecían en el mercado en 2016 (para ropa y calzado, equivalentes a los de las tiendas en CUC, y para el transporte, no solo los del transporte público, sino utilizando algunos días los servicios de refuerzo y de las cooperativas no agropecuarias), una familia de tres personas necesita un ingreso equivalente a tres salarios medios de ese año (o de 9-10 salarios mínimos) para enfrentar sus gastos.

La insuficiencia de ingresos para asumir gastos imprescindibles para llevar una vida decorosa puede no tener lugar para núcleos familiares con acceso a fuentes de ingreso superiores (lícitas o no). Por ejemplo, la imperfecta e insuficiente ampliación del trabajo por cuenta propia ha permitido a un grupo de personas mejorar sustancialmente su captación de ingresos.

Sin embargo, una parte considerable de los empleados estatales ha visto deteriorarse sistemáticamente el poder de compra de su salario en estos años de transformación económica, lo que no es coherente con el principio expreso en la conceptualización del modelo socioeconómico cubano de que “la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción como la forma de propiedad principal del sistema socioeconómico”[13], así como la noción de que “el ideal de bienestar y prosperidad de los ciudadanos está sustentado, principalmente, …en sus ingresos provenientes del trabajo[14]”. (2018)

Citas

[1]García, Anicia y Betsy Anaya: Política social en Cuba, nuevos enfoques y programas recientes, en CD Publicaciones 2006-2007 del Centro de Estudios de la Economía Cubana (pp. 37-43); Gastos básicos de una familia cubana urbana en 2011. Situación de las familias «estado-dependientes», en el CD del Seminario Anual sobre Economía Cubana y Gerencia Empresarial, CEEC, junio de 2013.

[2]Partido Comunista de Cuba: Documentos del 7mo Congreso del Partido aprobados por el III Pleno del Comité Central del PCC el 18 de mayo de 2017 y respaldados por la Asamblea Nacional del Poder Popular el 1 de junio de 2017 (I), La Habana, pág. 27.

[3]ONEI: Informe nacional. Censo de Población y Viviendas, Cuba 2012. En Cuba contamos todos, La Habana, enero de 2014, pág. 69.

[4]Cálculo de precios realizado a partir de ONEI: Ventas de productos agropecuarios. Indicadores seleccionados, enero-diciembre de 2016, edición marzo de 2017.

[5] El CUP, peso cubano no convertible, es la moneda más antigua del país y una de las dos que existen de circulación nacional, con una equivalencia aproximada de 24 CUP respecto a la otra moneda cubana (CUC o peso cubano convertible) y el dólar estadounidense, de acuerdo con el cambio oficial.

[6]Ferriol, Ángela; Maribel Ramos y Lía Añé: Reforma económica y población en riesgo en Ciudad de La Habana, reporte de investigación correspondiente al “Programa Efectos Sociales de las Medidas de Ajuste Económico sobre la Ciudad. Diagnósticos y Perspectivas”, INIE-CEPDE-ONE, enero de 2004.

[7]Anaya, Betsy y Anicia García: “El sector agropecuario cubano en la actualización”, en Torres, Ricardo y Dayma Echevarría (compiladores): Miradas a la economía cubana. Un acercamiento a la «actualización» seis años después, Ruth Casa Editorial, La Habana, 2007. González, Ricardo y Anicia García: “Mercados agrícolas en Cuba: elementos básicos para un análisis institucional, en Bergara, Mario y Vilma Hidalgo (coordinadores): Transformaciones económicas en Cuba: unaperspectiva institucional, editado por la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana yel Departamento de Economía de la Universidad de la República, Montevideo, Uruguay, 2016.

[8]OMS (2015): Alimentación sana, Nota descriptiva Nº 394, en sitio http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs394/es/, fecha de consulta 2018-02-12.

[9]OMS (2017): Fomento del consumo mundial de frutas y verduras, en sitio http://www.who.int/dietphysicalactivity/fruit/es/, fecha de consulta 2018-02-12.

[10] Se refiere la red de tiendas recaudadoras de divisas, que operan en CUC (peso cubano convertible) y más recientemente también en CUP (peso cubano no convertible). En Cuba hay dos monedas de circulación nacional: el peso cubano no convertible (CUP) y el peso cubano convertible (CUC). De acuerdo al cambio oficial, 24 CUP equivalen a 1 CUC, que a su vez equivale aproximadamente a un dólar estadounidense.

[11] El CUP, peso cubano no convertible, es la moneda más antigua del país y una de las dos que existen de circulación nacional, con una equivalencia aproximada de 24 CUP respecto a la otra moneda cubana (CUC o peso cubano convertible). Esta última equivale aproximadamente un dólar estadounidense, de acuerdo con el cambio oficial.

[12]Soberón, Francisco: “El Socialismo no es para los cubanos una opción coyuntural”, en Juventud Rebelde, edición digital, viernes 25 de diciembre, 2005, sitio http://www.jrebelde.cu/2005/octubre-diciembre/dic-23/cuba_intervencion_index.html#up, fecha de consulta 2006-01-06

[13]Partido Comunista de Cuba (2017): Documentos del 7mo Congreso del Partido aprobados por el III Pleno del Comité Central del PCC el 18 de mayo de 2017 y respaldados por la Asamblea Nacional del Poder Popular el 1 de junio de 2017 (I), p. 5, La Habana.

[14]Ibídem, p. 11.


Tabla 1. Recomendaciones nutricionales por grupo etario y promedio para la población cubana según su estructura en 2004, 2011 y 2016

  0 a 6 años7 a 13 años14 a 64 años 65 o más años  Promedio
Año 2004      
      
EnergíaKcal14092057264320302406
Proteínasg4262796172
Grasasg4664826375
Población 2004hab969.2631.228.4467.818.3501.225.23211.241.291
 Distribución%9%11%70%11%
Año 2011      
EnergíaKcal14092057264320302412
Proteínasg4262796172
Grasasg4664826375
      
Población 2011hab866.5521.070.5437.840.1321.470.69811.247.925
8%10%70%13%
Año 2016      
EnergíaKcal14092057264320302408
Proteínasg4262796172
Grasasg4664826375
  
Población 2016hab854.701979.7577.781.1861.623.58011.239.224
8%9%69%14%

Fuentes: Elaboración propia a partir de Lam, Lorenzo: El consumo normado en Cuba, Ponencia presentada al VIII Fórum de la ANEC, Ciudad de La Habana, p.15; ONE (2005) y ONEI (2012 y 2017b)

Anexo 1
Año 2011

Anexo 2
Año 2016


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