Por: Omar Everleny Pérez Villanueva. | 2018-10-25
Foto: AFP
A partir de abril del 2018, Cuba entró en una nueva fase de su devenir histórico: por primera vez en 60 años asumió las riendas del país una persona, Miguel Díaz-Canel, que no formó parte de los llamados “históricos”. Este hereda un país con un alto nivel cultural, con gratuidad en la educación y la salud, cultura, entre otros; y con indicadores sociales que lo hacen comparativo con países del primer mundo, entre ellos el indicador de mortalidad infantil, mortalidad materna, alta esperanza de vida, educación obligatoria hasta 9no grado, una amplia red universitaria, entre otras potencialidades.
Sin embargo, la economía y el bienestar de sus ciudadanos constituyen un traspiés para su legitimidad, pues el país sufre de problemas estructurales, tales como el bajo crecimiento económico, el déficit fiscal, el déficit comercial de bienes, la deudas externas, la baja productividad laboral, el bajo poder adquisitivo de los salarios e, inclusive, de los ingresos, el déficit de viviendas, la doble moneda, los problemas de pagos a proveedores, entre otros. Ninguno de estos problemas se resuelve rápidamente.
La economía cubana crece a muy bajas tasas de su Producto Interno Bruto (PIB); y está muy distante de una meta factible de crecimiento cercana al 5 y el 7 por ciento. Igualmente no se observan números positivos en la utilización de todas las fuerzas productivas del país, y aun quedan lastres del pasado, como la hiper-centralización de las decisiones, el plan rígido de la economía, el exceso de “permisos”, el certificado de liquidez (CL), entre otras muchas. Las decisiones tomadas en una coyuntura económica específica no se pueden mantener a lo largo de mucho tiempo, porque terminan resultando inoperantes.
El método de dirección del presidente Miguel Díaz-Canel es pragmático: ha convocado a los cuadros de dirección a tener un contacto fluido con las bases populares y visita los territorios (ambas cosas deben ser destacadas). Sin embargo, no bastan esos esfuerzos. Los resultados tienen que reflejarse en cuestiones concretas, y estas no se observan aun: se mantiene la baja la zafra azucarera, la baja el turismo, bajan los ingresos por exportaciones de bienes, el salario se mantiene más que deteriorado, y el transporte mantiene muchas dificultades, etc.
En concreto, el PIB es bajo, lo cual se puede corroborar en la figura 1, mientras que en la figura 2, se observa el aumento sistemático del déficit fiscal que tiene el presupuesto cubano, por lo que se podría incentivar los ingresos al presupuesto, para disminuir esa brecha con los gastos. Pero, entonces, se tiene la incoherencia de limitar el desarrollo de las formas no estatales, verificado en los límites que se le han impuesto en su desarrollo, (en número de negocios, en el escaso desarrollo de los almacenes mayoristas, etc.). Por ende, su contribución al presupuesto vía fisco, tiene límites establecidos. No quiere decir que la empresa estatal no sea importante, pero sería mejor pensar en empresas públicas, aunque este no es el interés (por lo que se observa hasta el momento). La producción pudiera tener mayor dinamismo si se implementase lo que la “conceptualización del modelo” definió: la pequeña y mediana empresa.
Figura 1. Tasas de crecimiento del PIB en porciento.
Figura 2. Déficit Fiscal en relación con el PIB en porciento.
Cuba mantiene un déficit comercial de bienes crónico, resultado de no incrementar las exportaciones cubanas en los últimos años, y de importar productos que el país pudiera producir (como alimentos, y ciertas manufacturas). Se mantienen las deficiencias en la contratación de productos importados, lo cual redunda después en productos para la exportación, o en el consumo de la población. Sería prudente incursionar para que el sector no estatal (sea cooperativo o privado) participe en operaciones de comercio exterior y, de esta manera, se termine con el monopolio estatal sobre el comercio exterior.
Figura 3: Intercambio comercial de bienes en millones de pesos.
El gobierno debería tener una mayor coherencia entre el discurso y la realidad en el caso del papel que debería jugar en estos tiempos el sector no estatal de la economía. El sector no estatal genera ya el 30 por ciento del empleo. Entre 2010 y 2016 el sector privado fue el que generó empleo según estadísticas oficiales de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI). De los ingresos al presupuesto, el sector no estatal aporto el 14,6 por ciento en el año 2017.
Sin embargo, durante más de 15 meses se paralizó el proceso de otorgamiento de nuevas licencias en los negocios más llamativos. Ahora se ha producido una nueva legislación, que entrará a funcionar a finales del 2017, donde el objetivo central, en vez de estimular el crecimiento de nuevos negocios, va en el camino de aumentar el control y la centralización; que no es adverso, pero debería tener también elementos promotores o estimuladores de negocios.
El mercado mayorista, tan demandado por los privados, se ha establecido con muchas limitaciones todavía, pero es solo para las cooperativas existentes, muchas de ellas derivadas del sector estatal. No se prevén ampliaciones de nuevas actividades a aprobarse, como podría ser el caso de actividades de mayor calificación profesional. ¿Por qué no crear solo una lista negativa de actividades, y el resto dejarlo a la iniciativa popular? Es perjudicial para el país que un ingeniero, un arquitecto, los economistas, entre otros, emigren a otros países buscando mejor remuneración económica; debemos permitirles que puedan ejercer su profesión en el país. Entonces, con sus conocimientos, contribuyen al desarrollo de otras economías, no solo desarrolladas, sino también en el Sur.
El Estado debería hacer alianzas entre el sector privado y las empresas estatales. Y basado en la “conceptualización del modelo”, debería darse un fuerte impulso a la creación de las pequeñas y medianas empresas, siempre necesarias para el desarrollo económico de una nación.
¿De qué sirven las experiencias que ven los directivos cubanos cuando visitan otras realidades en el mundo o cuando nos visitan, por ejemplo, directivos de China y de Vietnam? Se debería divulgar más la realidad de la economía vietnamita, y poner en práctica aspectos que han permitido a este país crecer a tasas siempre superiores al 5 por ciento anual. En marzo del 2016 el Secretario General del Partido Comunista de Vietnam expresó en el Aula Magna de la Universidad de la Habana:
“Somos conscientes de que la economía de mercado es el resultado de la civilización humana, con lo que se puede coexistir y adaptarse con las diferentes modalidades sociales. La economía de mercado en sí misma no podía derivar en socialismo, pero para construir con éxito el socialismo es necesario desarrollar la economía de mercado de manera adecuada y correcta. Esto en concordancia con el objetivo de lograr la independencia nacional y el socialismo adecuados a la condición concreta de cada país.”
“Vietnam ha logrado grandes éxitos de carácter histórico gracias a nuestro esfuerzo por transformar una economía centralizada, planificada y subsidiada a una economía de mercado de orientación socialista, para acelerar la industrialización, la modernización alcanzando muchos grandes logros, y eso tiene una significación histórica.”
Cuba tiene que recuperar su industria nacional, y aunque no sería prudente aspirar a los niveles de los años 80 (superior al 30 por ciento), sí podemos afirmar que la pérdida de su participación en la economía no es saludable, ni viable en condiciones de superar el estado actual de cosas.
En la agricultura la amplia reforma realizada no ha dado los resultados esperados; a pesar de la entrega de tierras ociosas, de la ampliación del término de usufructo a 20 años o más, a aumentos de precios en Acopio, y a la entrega de materiales para el riego, más otras facilidades. Sin embargo en determinados cultivos necesarios se siembra menos, y por ende estas producciones han mermado. Acopio continúa con sus males del pasado, con los atrasos a los pagos a los productores y, en algunos casos, no ha comprado producciones acopiadas de los privados (por argüir, en algunos casos, sobrecumplimientos en los planes aprobados).
La demografía tampoco ayuda a la economía; las tendencias actuales continúan reforzando los niveles de envejecimiento demográfico y el decrecimiento del número de habitantes. La población de 60 años y más es del 20 por ciento de la población; contra la de 0 a 14 años, que es el 16,3 por ciento. Es decir, en lo adelante la fuerza de trabajo en Cuba, considerando el mismo escenario, no solo envejecerá, sino que decrecerá. Por ende, el tema de los recursos humanos para el trabajo pone en tensión a las autoridades del país, y los planes de cara al futuro. Creo que la nueva Constitución que se está discutiendo en la actualidad debe pensar en el tratamiento que se le pueda dar a la inmigración de fuerza de trabajo extranjera a Cuba en un futuro a largo plazo, como se tuvo a comienzos del siglo XX.
Cuba se ha venido preparando para enfrentar las brechas existentes con el mundo desarrollado, y ha logrado anunciar diferentes planes a futuro, entre ellos el documento conocido como la “La actualización del modelo económico y social”, el de la “conceptualización del modelo” y un tercero, que es el plan a largo plazo “hasta el 2030”. Y, más recientemente, una nueva Constitución, que ha sido debatida por la población, y donde se han producido argumentos muy sólidos en cuanto a los cambios que se necesita realizar en la Isla.
Desde el año 2011 se comenzó a hablar de la “actualización” del modelo económico existente, pero ¿qué ha sucedido? En el 2018, con respecto a lo social, se han logrado avances, en el sentido de la recuperación de lo que se había alcanzado a finales de los años 80; es decir, mejoría de las instalaciones y de servicios educacionales y de salud, producto de las inversiones que se han realizado.
Han sido innumerables las acciones de política económica realizadas; sin embargo, los datos reflejan que el país ha crecido poco, como promedio un 2 por ciento en todo el periodo. El poder adquisitivo de una gran mayoría de los trabajadores (especialmente del sector presupuestario) se ha mantenido estable, pero distante de lo alcanzado en los años 80, y en algunos casos ha bajado. Esto ha evidenciado la no relación de los salarios con los precios en cualquier mercado existente (con la excepción del normado), y los efectos inflacionarios existentes. Se podría decir que existe una pirámide invertida: a mayor conocimiento de los empleados, o los que trabajan en tareas complejas y útiles a la sociedad, pues menos incentivos; esto es diferente a los que se relacionan con el sector de los servicios, en su sentido amplio.
Pero Cuba ha cambiado; el tejido social se ha estratificado: hay ganadores y, por ende, perdedores; se desmontaron prohibiciones que eran innecesarias y siempre cuestionadas por la población (como el derecho a viajar libremente, la compra y venta de viviendas, y de automóviles, etc.). Se avanzó con respecto al acceso a las tecnologías “de avanzada”, especialmente la informatización de la sociedad, entre ellas la extensión del uso de Internet.
Fue evidente que la apertura al sector privado ha ido conformando cierta clase media, que se diferencia de las demás. Esto me parece correcto, mientras su aporte a la sociedad venga del trabajo que realizan. Creo que en vez de prestarle tanta “atención” a ese sector de ganadores (muy distinto lo hacen economías que partieron de la misma base de planificación central y socialista como Vietnam y China, que estimulan constantemente a su sector privado), deberíamos pensar en cómo alentar o ayudar financieramente a los que tengan o quieran entrar al grupo de los ganadores.
Hay cambios anunciados desde el 2011 (como la eliminación de la dualidad monetaria y, por ende, de las tasas de cambio tanto de la población como de las instituciones cubanas), donde solo se realizan postergaciones. La población tiene demasiadas expectativas en ese proceso, ya que desconocen algunas lógicas que estarían presentes en el corto plazo, como el aumento de ciertos y determinados precios como resultado del proceso: es decir, un proceso inflacionario.
Lo esencial con respecto a los documentos económicos estratégicos es cómo materializarlos; es decir, cómo financiar esas propuestas. ¿De dónde saldría el financiamiento para las inversiones que habría que desarrollar? ¿O el dinero para la formación de los directivos de las instituciones existentes o por crear, capaces de incidir en el cambio de mentalidad para los nuevos tiempos? Es evidente que el objetivo básico de Cuba, a corto y mediano plazo, es elevar los ingresos netos en moneda convertible o acceder a recursos externos.
Para eso, en primer lugar, Cuba debe seguir pagando sus deudas (tanto comerciales de corto plazo, como el pago de utilidades a los empresarios extranjeros que han invertido en Cuba). Eso podría suponer que el país estaría en mejores condiciones para lograr créditos. No se pueden demorar excesivamente los negocios de capital extranjero de cualquier monto que se propongan, y se debe intentar evitar la salida de las remesas que llegan al país, y que terminan en los privados de Panamá, México, Estados Unidos, Rusia, etc.
En conclusión, el nuevo gobierno debe analizar que de los años 2011 hasta 2018, es un plazo más que razonable para entender que el cumplimiento de los “lineamientos” aprobados a todos los niveles, no han dado los frutos esperados. Son disímiles los factores esgrimidos para esa lentitud, pero lo esencial es mirar hacia adelante y analizar qué hacer, para que la asignatura pendiente de Cuba (la economía) se acabe de “aprobar”.
Esta más que comprobado con la historia que, si se pretende tener un país distinto en el 2030, ya el tiempo transcurrido denota mucha lentitud para cumplir metas onerosas. No basta con discursos, reflexiones, “chequeos”, etc.; ello denota esfuerzo, pero los resultados tienen que ser medibles en todos los ámbitos. Las reflexiones tienen que ser más profundas, con nuevos métodos, nuevas formas; si se sigue haciendo lo mismo, pues los resultados serán los mismos.
Se necesita de cambios de mentalidad o de cambios en los métodos de trabajo de los decisores económicos; necesariamente se requiere tomar riesgos para que Cuba se incorpore, definitivamente, a los circuitos internacionales de comercio. La gradualidad es la variable escogida por las autoridades cubanas, pero la misma tiene también que tomar en paralelo cambios más radicales, y dentro de ello configurar una nueva forma de planificación económica. Hoy, tal como se entiende y como se implementa la misma, no ayuda al despegue empresarial de las instituciones cubanas, más bien es una limitante.
El bloqueo afecta enormemente al país, y se conocen sus efectos negativos al desarrollo cubano; pero una vez que los recursos han atravesado los “caminos empedrados” para llegar a Cuba, pues nada justifica la baja productividad, los desvíos de recursos, la desmotivación laboral, etc. Entonces, hay dificultades internas en las que hay que analizar sus causas, porque proliferan: y entonces está el famoso comentario: “el Estado hace como que me paga, y yo entonces yo hago como que trabajo”.
En fin, para aspirar a metas de desarrollo para el 2030, los datos macroeconómicos de la Cuba de hoy deben cambiar de signo y de ritmo; debemos trabajar intensamente para erradicar las deformaciones estructurales existentes. Necesariamente hay que aprender de otros, que han avanzado en menos tiempo que nosotros.
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