Qué pensar cuando el mercado negro bulle a las puertas de una tienda, o de un rastro de materiales de la construcción, vendiendo los mismos productos que no encuentra el consumidor en la tarima legal. O qué preguntarse. Por desgracia, entre las múltiples interrogantes asoma siempre una sobre la efectividad del control puertas adentro. Y lo reconozco como desgracia por la existencia de la torcida reventa, por los fallos del modelo económico que la propician y porque el control merece protagonismo en función de objetivos más elevados.
El control económico de las empresas suele emerger en el diálogo común como acción de talante policíaco, a la caza del desvío de recursos y de la corrupción. Creo que se le confunde, por momentos, con el papel de fiscales, policías o detectives, cuando debiera entrar en el debate por otros senderos en momentos en que la economía se propone cambios profundos.
La transformación del modelo económico cubano ha puesto la descentralización, tanto en empresas como en estructuras territoriales de gobierno, entre los propósitos idealizados y a la vez huidizos. La ruptura de un ordenamiento económico centralizado en exceso por el Estado durante décadas se torna difícil. Las rutinas de viejos modos reaparecen cuando los ministerios trasladan funciones empresariales que cumplían antes a las estructuras de más reciente creación bautizadas como organizaciones superiores de dirección empresarial (OSDE).
Hace un año entraron en vigor un decreto ley y tres decretos para definir mejor las funciones y atribuciones de estos grupos empresariales, que nacieron para cumplir solo funciones de dirección y control, sin intervenir en la gestión de las empresas ni violar la autonomía de las mismas. Algo se ha avanzado desde entonces, a juzgar por los casos de entidades como la Empresa Agroindustrial Ceballos, de Ciego de Ávila, y la Empresa Citrícola Victoria de Girón, en Matanzas, que han recuperado incluso las facultades para exportar directamente, que habían perdido antes en las aguas de la centralización.
Otros directivos de unidades empresariales de base (UEB), sin embargo, siguen maldiciendo su sujeción a empresas demasiado distantes en términos geográficos, tecnológicos o productivos. En unas y otras instancias, las decisoras no perciben todavía con claridad, ni de igual manera, los límites de sus atribuciones para planificar y controlar la gestión empresarial. En riesgo quedan esas dos funciones, fundamentales para la marcha eficiente de una economía que ha asumido un modelo sin renunciar al socialismo.
El proyecto de Constitución que será sometido próximamente a referéndum, después del intenso debate popular, mantiene la planificación como uno de los principios esenciales del sistema económico cubano. Es la vía encontrada para el desarrollo económico y social y la alternativa para reconocer y regular el mercado.
Pero la planificación anda estrechamente tomada de la mano del control. Cuando en una empresa, unidad presupuestada o estructura de gobierno fallan los controles, en cualquiera de sus múltiples fórmulas, los planes se convierten en una catarata de cifras ininteligibles. Escuelas de economía, de signo capitalista incluso, han ideado teorías de control y metodologías de macro y microcontrol múltiples para fiscalizar la marcha de producciones y servicios, costos, comercio, inversiones y contratos. Es la manera para obtener información también del mercado donde la empresa enfrentará a la competencia.
Una de las polémicas económicas más conocidas en Cuba, entre los defensores del sistema presupuestario de dirección de la economía y del cálculo económico, liderada por Ernesto Che Guevara y Carlos Rafael Rodríguez, respectivamente, en los años de inicio de la Revolución, coincidió, entre otros puntos, al reconocer «aquello que para nosotros es esencial: el control económico, cualquiera que sea el punto de partida», comentó años después Carlos Rafael. Es clave para encontrar la máxima eficiencia económica en una organización empresarial.
El desafío actual del modelo económico cubano es pasar del control de las empresas al control en las empresas. La participación de trabajadores en las decisiones y la planificación de la entidad, sueño dorado del socialismo, incluye el control por los mismos del cumplimiento de sus planes. El mayor tropiezo radica muchas veces en la falta de potabilidad de los informes contables para digerirlos en asambleas de trabajadores y tomar decisiones colectivas.
Otra debilidad de empresas, unidades presupuestadas y ministerios es la insuficiencia de aparatos de contabilidad y de contadores para ejercer controles básicos fundamentales. El tiempo ha demostrado que constituyen profesionales esenciales para medir la marcha de la economía y procesar indicadores que permitan la construcción de los nuevos planes.
Cuando los controles fallan al interior de las empresas, aparecen amenazas mayores que la desviación de recursos. Como compensación entra en juego un exceso de regulaciones y controles centralizados del Estado.
La planificación es esencial para el socialismo: un principio básico en el modelo económico cubano. Al admitir entonces que sin control no habrá planificación, llegamos en una suerte de axioma matemático a otro principio defendido por el Che: sin control no podemos construir el socialismo.
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