La empresa privada nacional no existe legalmente en Cuba. Sin embargo, existe oposición a su posible establecimiento. Ello sucede a pesar de que hace ya casi dos años el Informe Central del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) exhortara a “llamar a las cosas por su nombre y no refugiarnos en ilógicos eufemismos para esconder la realidad. El incremento del trabajo por cuenta propia y la autorización de la contratación de fuerza de trabajo ha conllevado en la práctica a la existencia de medianas, pequeñas y microempresas privadas que hoy funcionan sin la debida personalidad jurídica”.
También precisó el mismo documento del PCC que “la empresa privada actuará en límites bien definidos y constituirá un elemento complementario del entramado económico del país, todo lo cual deberá ser regulado por la Ley”.
Un artículo del compañero Diosdado Rojas Ferro, publicado hoy en Rebelión, (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=237296) expone varios argumentos que cuestionan la pertinencia de la empresa privada nacional, entre los que se destacan dos:
- La supuesta incongruencia esencial de “la propiedad privada” con el modelo socialista cubano; y
- La noción de que es inapropiado postular, en general, que la empresa privada pueda ser más rentable que la empresa estatal.
En mi modesta opinión, el primer argumento es presentado por el comentarista de manera fundamentalmente ideologizada y no logra explicar de modo convincente de qué manera pudiera Cuba alcanzar el desarrollo desvalorando el sector privado. De hecho, es un argumento que tiende a desviar la atención pues en Cuba hace rato que no se cuestiona, a nivel oficial, si lo privado debe ser parte del modelo socialista. Tampoco se disputa el papel de la empresa privada extranjera. Lo que se discute en Cuba es otra cosa: el alcance y las formas de la empresa privada nacional.
Por otra parte, el segundo argumento (la rentabilidad) no es estrictamente una discusión que pueda hacerse con abstracción del contexto especifico. Adicionalmente, el nivel de rentabilidad –en un momento dado- no sería el único factor a considerar para el establecimiento de las empresas privadas, estatales, o mixtas.
El compañero Rojas Ferro ubica estos argumentos en el contexto de intercambios que han sido publicados recientemente en relación con una propuesta de estabilidad económica para Cuba que presenté hace unas semanas (https://elestadocomotal.com/2017/11/15/un-programa-de-estabilidad-economica-para-cuba-2/) y que han suscitado comentarios críticos de tres profesores de la Escuela Superior del Partido Comunista de Cuba: el Dr. Carlos García Valdés, el Dr. Camilo Rodríguez Noriega, y el Prof. Gerardo Gómez Moreno.
En mis observaciones anteriores a los comentarios de dos de estos reconocidos profesores ya me he referido al hecho de que –en relación con puntos importantes del debate- esos comentarios se han construido a partir de una tergiversación de mi propuesta, de manera que se comentan críticamente una serie de aspectos que realmente no han sido parte de lo que propongo. Ver “Política económica en Cuba: intento de un diálogo de invierno”, 26 de enero de 2018, https://elestadocomotal.com/2018/01/26/politica-economica-en-cuba-intento-de-un-dialogo-de-invierno/
Creo conveniente comenzar entonces diciendo que el compañero Rojas Ferro también hace dos imputaciones basadas en falsedades:
- “Monreal se ha decantado sin complejo alguno por la propiedad privada”, y para sostener esa crítica el comentarista acude a la siguiente cita de uno de mis textos “La noción de que, ante un sector estatal que no crea empleo neto, y que para que sea eficiente probablemente deba reducir aún más el empleo, el país puede crecer y desarrollarse sin un sector de empresa privada representa una idealización infundada del funcionamiento de la economía cubana, de la que realmente existe” https://elestadocomotal.com/2017/12/19/la-economia-cubana-hacia-2018-temas-para-legislar/ Afirma el comentarista que “No creemos que haya un “testigo ocular” mejor que esta frase del propio Monreal”.
“A Monreal, que gusta recordarle al Partido Comunista de Cuba ciertos atrasos y una parsimoniosa lentitud en la implementación de las medidas contenidas en los llamados Lineamientos , también debiera reconocer, y esto le engrandecería no sólo intelectualmente sino como ser humano, recordar, denunciar o llamar la atención de situaciones como las anteriores, que el gobierno y la máxima autoridad política del país el Partido Comunista está pasando de todos estos temas, no los ve, no le interesa o el desánimo es generalizado.”
Respecto al primer punto, la falsedad consiste en afirmar que me he “decantado” por la propiedad privada. Si por “decantarse” se entiende priorizar el sector privado como componente central de modelo económico y social de Cuba, eso no lo va a poder encontrar el cro. Rojas Ferro en parte alguna de mis textos. Le recomiendo buscar una cita pertinente, pues la que ofrece lo que en realidad expresa es algo que no es una preferencia mía, sino que simplemente refleja lo que las estadísticas oficiales de Cuba muestran “sin complejo alguno”: el sector estatal cubano no solamente no crea empleo neto desde hace años, sino que destruye empleo neto.
El nivel de empleo estatal en 2009 (su momento “pico”) fue de 4 249 500 trabajadores. En 2016 el nivel era de 3 262 000; una contracción de casi un millón en el total de empleados estatales (987 500 trabajadores). Es decir, una reducción del 30,3% del empleo estatal en ese período.
En la misma etapa, el empleo privado casi se duplicó, pasando de 591 300 trabajadores en 2009 a 1 139 200 en 2016; un “salto” de 96,2%.
Entre 2009 y 2016, la composición del empleo nacional progresivamente se “decantó” hacia el sector privado. Ese sector genera hoy casi 30% del empleo nacional. Esa es la realidad que existe. Las estadísticas oficiales la miden. La Oficina Nacional de Estadística e Información de la República de Cuba (ONEI) está ahí como “testigo ocular”. No tiene sentido ignorarla.
Si a alguien le parece que el aprovechamiento eficiente y efectivo de ese alto por ciento de la fuerza laboral del país pudiera funcionar desdeñando el sector privado, mi recomendación es que mire de frente a la realidad y que se no se extravíe en disquisiciones conceptuales. La solución no va salir directamente de ningún libro.
Esto me recuerda la expresión “Tener la fe del carbonero”, utilizada en España, de donde creo entender que es el cro. Rojas Ferro. La frase hace referencia a la fe de las personas que adoptan fijamente ciertas ideas, sin necesitar de explicaciones o evidencias que le demuestren que sus creencias son apropiadas. Es lo que ocurre cuando se trata de calificar como “decantado” a alguien que simplemente señala datos reales que cualquiera pudiera confirmar.
Sobre el segundo punto no creo necesario extenderme mucho. Contrario a lo que afirma el cro. Rojas Ferro, he abordado de manera crítica lo que ocurre en el sector privado, en el mercado y en la gestión estatal deficiente de los mercados. Por ejemplo, el análisis que ocupó durante varias semanas un espacio en mi blog –en septiembre y octubre de 2017- respecto a los precios y los mercados agropecuarios en Cuba.
Pasando a la cuestión de lo inapropiado de postular, en general, que la empresa privada pueda ser más rentable que la empresa estatal, coincido plenamente con el comentarista. Lo que hay que tener en cuenta es que las preguntas que formula en sus comentarios solamente pueden ser respondidas con datos de un contexto específico.
En Cuba existen empresas estatales que son rentables y también hay actividades privadas que no lo son y que van a la quiebra. Obviamente, el análisis de rentabilidad empresarial no puede hacerse de manera general, a partir de la forma de propiedad. Eso lo sabe cualquiera. También lo he expresado anteriormente.
El problema es que, en un punto tan importante de su comentario, como es el caso de “la cuota de explotación”, el cro. Rojas Ferro reemplaza los datos de la realidad (para los cuales no dispone de una medición) por la mera anécdota del trabajador de una granja porcina, de un conductor de bici-taxi o de un barbero. Como ejercicio de antropología de turismo mochilero me parece bien, pero no creo que resulte convincente intentar “razonar” sobre el tema en Cuba -a lo Pierre Vilar- a partir de lo anecdótico.
Los otros tres puntos que menciona el comentarista son:
- Bajos salarios. El comentarista expresa que la “fuerza de trabajo calificada (ingenieros, profesores, médicos, investigadores y científicos) migran hacia el sector privado atraídos, precisamente, por ofrecer éste remuneraciones más altas que el sector estatal”. En realidad, es una forma de plantear el asunto que tiende a sacar la atención del análisis de los problemas del sector estatal.
En ese sentido sugiero formular el asunto de otra manera “la fuerza de trabajo calificada del sector estatal migra hacia el sector privado debido a las bajas remuneraciones estatales”. El análisis va a requerir colocar el acento en los problemas concretos del sector estatal.
- El efecto del monopolio privado en la apropiación del excedente. Este es un argumento alucinante, si de lo que estamos hablando es sobre Cuba. Inexplicablemente, después de comenzar reconociendo que “En realidad el sector privado en Cuba aún no ha creado monopolios”, el comentarista se adentra en un ejercicio de política-ficción. La utilización de intrincadas expresiones como “el proceso de monopolización de los tipos espacio-temporal concreto de las transacciones económicas” no le aportan un ápice de credibilidad a lo que se dice.
Se refiere el comentarista, aparentemente en tono serio, a “las profecías de Monreal”, aludiendo a algo que no he dicho, pero lo que realmente parece ser una profecía enmarañada es esa de que, en Cuba, el proceso de monopolización de las transacciones privadas va “desde el punto de vista económico a medio camino, aunque aún no haya perforado la esfera política para completarlo”. ¿En Cuba? ¿A “medio camino”? ¿En serio?
- La función del robo, la corrupción, la malversación y el desvío de los recursos estatales en la operación del sector privado. Este es un punto importante respecto al que el comentarista no aporta algo que no se conozca, pero que se utiliza como argumento para tratar de cuestionar la posibilidad de que el sector privado pudiese ser rentable en ausencia de las aberraciones sociales citadas. Se aborda el tema de manera reduccionista. Esos males no solamente son funcionales para la operación del sector privado nacional. Son también funcionales para la sobrevivencia de asalariados estatales, jubilados, burócratas estatales y empresarios extranjeros. Por supuesto que en ausencia de esos males las rentabilidades –y la permanencia- de muchas actividades privadas se verían radicalmente modificadas. Aquí no cabe hacer generalizaciones sobre una supuesta “pulcritud” –o ausencia de ella- en el sector privado, y tampoco en el sector estatal.
Sin embargo, asumir que, en ausencia de esos males sociales, el sector privado nacional no podría funcionar con rentabilidad es problemático. Para empezar, no estamos todavía colocados en una situación en la que legalmente opere la empresa privada nacional, algo que modificaría sustantivamente el marco institucional en el que debe operar el sector privado nacional.
En realidad, la noción de que la empresa privada nacional es esencialmente contrarrevolucionaria no forma parte de la visión actual del PCC: “Las cooperativas, el trabajo por cuenta propia y la mediana, pequeña y microempresa privada no son por su esencia antisocialistas ni contrarrevolucionarias y la enorme mayoría de quienes allí laboran son revolucionarios y patriotas que defienden los principios y se benefician de las conquistas de esta Revolución” (Informe Central al VII Congreso del PCC, abril de 2016).
Resumiendo, la alternativa a mirar la realidad nacional no debe consistir en idealizar de manera libresca las políticas que se necesitan para el desarrollo de Cuba. No tiene sentido desconocer datos y embriagarse con teorizaciones descontextualizadas. Hacerlo, equivale a practicar la “fe del carbonero”.