Avenida Carlos III, La Habana, Cuba. Década 1950.
Desde 1902, la República de Cuba estuvo influenciada por el Estados Unidos desde el punto de vista económico, político, social y militar. Todo este periodo republicano estuvo preñado de corrupciones administrativas amparadas por los gobernantes de la época que fueron sumergiendo al país en una profunda crisis económica.
Concluida la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. aplicó su política de “contención” contra su principal oponente, la URSS. Con ello, se proponían “limitar la expansión del comunismo”, utilizando a los países del tercer mundo como escenarios de disputa, fundamentalmente en un continente considerado como su “área de influencia”.
En el orden político ejecutó de forma aleatoria el intervencionismo (Gran Garrote) en los países que no respondieron a sus intereses o donde apreciaban la “penetración del comunismo”, materializándose con apoyo o reconocimiento de los Estados Unidos 15 Golpes de Estados en América Latina desde 1945 hasta 1960. Durante esta etapa también se ampliaron las bases militares en el continente como evidente muestra de dominio en todas las esferas.
Todo esto reforzó la penetración en las débiles economías de nuestros países y deformó sus bases económicas. Los convirtieron en productores de materias primas semielaboradas, permitiendo a los norteamericanos satisfacer su expansión y dominio en el continente. Cuba no escapó de esto, por el contrario, fue uno de sus principales objetos de dominación. La economía cubana, al igual que las del resto de América Latina, estuvo caracterizada en esta etapa por la deformación estructural, típica de las neocolonias del siglo XX.
Nuestra isla, debido a su posición geográfica a las puertas del Golfo de México, su clima generoso y las posibilidades económicas que brinda, ha sido considerada como una joya preciada para las potencias, principalmente los vecinos del norte, quienes como resultado de su expansión, siempre pretendieron la anexión u ocupación del país.
En aras de resolver la decadencia económica que se hacía visible entrada la quinta década, el presidente Carlos Prío Socarrás solicitó que se enviara a Cuba un grupo de expertos norteamericanos. Una comisión de 17 economistas, encabezada por Francis Adams Truslow, arribó para estudiar los problemas de la economía y aconsejar las medidas “adecuadas” para resolverlos, emitiendo un documento conclusivo conocido como “Informe Truslow”, que reflejó el atraso económico y técnico que sufría Cuba, sin ahondar en las causas fundamentales de ese fenómeno.
Entre las medidas fundamentales propusieron ampliar y diversificar la economía hacia otros productos y ramas, es decir, depender menos del azúcar, ampliar las industrias derivadas de este producto, estimular el turismo, mejorar las vías de comunicación, hacer reformas presupuestarias y tributarias.
Estas acciones perseguían contribuir a sanear la administración y mejorar la eficiencia económica, pero se mostraban opuestas a proyectos como el desarrollo de la producción de acero o fomentar cualquier industria que no ofreciera incentivos a los capitales norteamericanos, o pudiera representarle una competencia, en tanto no se plantearon medidas fundamentales como la realización de una reforma agraria, la diversificación de la producción y el desarrollo de la industria nacional, la creación de una marina mercante nacional, la búsqueda de nuevos y ventajosos mercados internacionales.
Calle Infanta y 23, Vedado, La Habana, Cuba. década del 50.
El gobierno de EE.UU. creó una ilusión de prosperidad que le permitió esconder su penetración cada vez mayor en la economía cubana, orientada a dos objetivos: convertir a Cuba en una fuente de materias primas barata y utilizarla como amplio mercado para sus manufacturas. Estos objetivos explican su política económica hacia la isla, amparado por la intromisión en los asuntos internos para garantizar gobernantes que respondiesen a sus intereses de expansión.
Según análisis y estadísticas de la economía cubana de los años 50, se evidencia que las principales problemáticas impuestas radicaban en:
- Monoproducción y Monoexportación: Cuba era un país altamente dependiente del azúcar, representando esta el 62,4% de la exportación total del país en el periodo de 1934 hasta 1958. Para la década de 1950 EE.UU. contaba con inversiones en Cuba, cuyo valor oscilaba sobre los mil millones de dólares, ocupando el tercer lugar en el continente, solo superado por Venezuela y Brasil. Estas inversiones controlaban el 40% de la producción azucarera del país y el 23% de la no azucarera.
Para controlar la Isla se necesitaba dominar básicamente su agricultura, en especial la cañera. A sabiendas de esto, las empresas norteamericanas controlaban el 25% de las mejores tierras cultivables, donde radicaban los quince mayores latifundios y poseían los 36 mejores centrales azucareros, de los 161 con que contaba el país. La industria azucarera ocupaba, aproximadamente, la quinta parte de las tierras del país y daba ocupación al 15% de la fuerza de trabajo, creando otro problema social
Los otros productos exportables eran de las mismas características que el azúcar, aunque su proporción no pasaba del 20% en total: tabaco (principalmente en rama), café (sólo ocasionalmente dada la pequeña producción), cobre, manganeso sin elaborar y, algo más tarde, níquel semielaborado.
- Monomercado y Plurimportador. Si la dependencia al azúcar lastró la economía, también lo hicieron las exportaciones e importaciones mayoritariamente hacia y desde los Estados Unidos. Estas representaron en el periodo más del 70% del vínculo comercial de Cuba con el mundo. El comercio con los vecinos del norte absorbía, aproximadamente, un 80% de las exportaciones –mayoritariamente de productos semielaborados- y un 75% de las importaciones. Además se desarrollaba en condiciones muy desventajosas para Cuba, calculando la pérdida, en los últimos 10 años anteriores a 1959, en unos mil millones de dólares.
Todo ello llevó al estancamiento de la economía, hecha para satisfacer el crecimiento del mercado norteamericano a costa del pueblo cubano, teniendo mayor impacto negativo en las clases más bajas de la sociedad.
Construcción de la Biblioteca Nacional “José Martí”.
Calle Zulueta y Neptuno, La Habana, Cuba. Década del 1950.
Para los años 50 era tal el atraso industrial de Cuba, que se importaban productos que se podrían producir en el país de existir una política económica coherente. La industria estaba compuesta por dos grandes grupos: Uno constituido aproximadamente por el 80% del total de las empresas del país, con un carácter artesanal y de baja productividad; y el otro integrado por el 20% restante, en su mayoría propiedad de empresas extranjeras o de sus filiales, algunas de ellas con una avanzada tecnología y que, frecuentemente, monopolizaban distintas ramas productivas.
En cambio, las importaciones desde los Estados Unidos constituían productos industriales o de un mayor grado de elaboración, muchos de los cuales eran elaborados a partir de la exportación de nuestra materia prima. Esto generaba una disparidad en el comercio y una explotación económica hacia Cuba, ejemplo de lo que fue el capitalismo en la neocolonia. En concreto la isla se convertía en un amplio mercado para las manufacturas del norte.
En gran medida, esas importaciones eran de bienes de consumo, artículos suntuarios, equipos de transporte, o maquinarias de reposición para la incipiente industria. Los implementos agrícolas o industriales, fundamentales para el desarrollo del país, sólo absorbieron el 5% del crédito del país, mientras que los automóviles, efectos eléctricos, de construcción, artículos de ferretería, víveres y licores, acaparaban el 65,1% del total. Cada año se destinaba alrededor de un 20% de las importaciones de productos de origen agropecuario –siendo Cuba un país eminentemente agrícola- y un 22,6% a importaciones de bienes de consumo no duradero. Paradójicamente, solo se daba un 26% a las importaciones de capital fijo.
Central azucarero “Orozco”, ubicado en Cabañas, Pinar del Río, Cuba.
En cambio, Estados Unidos administraba sus importaciones de azúcar por cuotas. Para 1959, el azúcar cubano surtía al 37% del mercado norteño. Esto constituyó un freno al desarrollo azucarero, ya que una sobreproducción sobre la cuota establecida por los yanquis, significaba una disminución para la siguiente zafra ante el estancamiento de este producto y la imposibilidad de venderlo en otros mercados. El ejemplo más representativo fue la zafra de 1952, cuando el país produjo 7,25 millones de toneladas métricas, disminuyendo progresivamente su producción en los próximos años, al tiempo que los precios en el mercado descendieron ligeramente hasta el año 1957, donde se registró un alza.
La política económica aplicada por la dictadura de Fulgencio Batista fue realmente desastrosa; aun siendo beneficiado con las inversiones del capital norteamericano que ascendieron en el período 1950–1958 en más de 152%.
Los obreros y campesinos fueron quienes pagaron el precio, como consecuencia de la mala distribución de las riquezas inherente al Capitalismo. Contrario al aumento de las inversiones del norte, los sectores más humildes vieron como disminuyeron sus ingresos. Bajo la dictadura, los obreros y campesinos nunca alcanzaron su nivel de ingreso de 1952, y siendo Cuba un país eminentemente agrícola eran los campesinos precisamente los de menor retribución.
Calle 41, La Verbena, Playa, La Habana, Cuba. década 1950.
El régimen de Batista se benefició de la ayuda económica estadounidense como nunca antes. Las inversiones estadounidenses en Cuba pasaron de 657 millones de dólares en 1950 bajo Carlos Prío Socarrás a más de 1.000 millones de dólares en 1958.
Si el capital norteamericano dominaba la industria azucarera, donde admitían cierta competencia cubana, el sector minero poseía el 90% de las riquezas del país, fundamentalmente del Níquel, material utilizado para el fortalecimiento de su industria pesada. La extracción y venta de estos productos nunca fueron a parar a las arcas del Estado y mucho menos para beneficio del pueblo. Solo después del triunfo de la Revolución, en 1964, la extracción del Níquel se convirtió en el segundo renglón de la economía, diversificando las exportaciones como resultado de la política de la Revolución.
Entre 1952 y 1958, durante la dictadura, el PIB creció un 3,2%, sin embargo, estas ganancias la acaparaban las empresas extranjeras que operaban en el país y unas pocas manos de la burguesía nacional, quienes con frecuencia remesaban el dinero hacia los Estados Unidos o Europa, donde también residían junto a sus familias. Todo esto dejó un saldo desfavorable a las arcas del país.
El mal manejo de la economía por el gobierno batistiano durante este período hicieron caer las reservas monetarias de 448 millones de pesos en 1952 a 373 millones en 1958. (Valga decir que ese dinero fue literalmente robado por Batista y sus cómplices el 1 de enero de 1959, dejando solo 84 millones de pesos). La deuda de la nación pasó de 300 millones de dólares en marzo de 1952 a 1.300 millones en enero de 1959 y el déficit presupuestario alcanzó 800 millones de dólares.
calle Línea, Vedado, La Habana, Cuba. Década 1950.
Ante esta situación, la burguesía nacional preveía la insostenibilidad económica de la dictadura, siendo uno de los factores determinante para que a finales de la década muchos de ellos se opusieran y conspiraran contra éste.
Igualmente, EE.UU. trazó su estrategia de sustituir al dictador retirando en marzo de 1958 la ayuda militar, pretendiendo colocar un político menos desprestigiado en las espurias elecciones de noviembre del mismo año, e intentando privar del argumento de lucha al Ejército Rebelde cubano, para mantener el batistato sin Batista.
O sea que para ese entonces Cuba no era “la tacita de oro”, como pretenden hacer creer ahora los protagonistas de aquella horrible dictadura junto a sus hijos, nietos y algunos asalariados que por dinero e intereses personales tergiversan la historia.
Túnel de calle Línea, Vedado, La Habana, Cuba. Década del 50.
El dictador Fulgencio Batista frente a la maqueta del hotel “Habana Hilton”, hoy “Habana Libre”.
Earl E. T. Smith, último embajador norteamericano en La Habana, antes del triunfo revolucionario en 1959, confesó que: “El gobierno de Batista es dictatorial y pensamos que no tiene el apoyo de la mayoría del pueblo de Cuba. Pero el gobierno de Cuba ha sido un gobierno amistoso hacia Estados Unidos y ha seguido una política económica generalmente sana que ha beneficiado a los inversionistas estadounidenses. Ha sido un partidario leal de las políticas de Estados Unidos en los foros internacionales”
¿Política económica sana para quién? La respuesta está en las propias palabras de aquel embajador, que para ese entonces funcionaba como en la actualidad funcionan sus “homólogos” destacados en los distintos países de nuestra América, cuya injerencia en los asuntos internos es permanente y siempre para el beneficio imperial.
La entrada de la quinta década del siglo XX en Cuba, expuso la existencia de varias crisis que se manifestaban en la escena política y económica del país. Por un lado estaba el agotamiento estructural del sistema económico impuesto por Estados Unidos y el relativo a su funcionabilidad como la sobreproducción y estancamiento del mercado del país. Por otro lado, el desgaste y desprestigio de los partidos políticos de entonces, que obligaron a hombres honrados como Eduardo Chivás, al frente del Partido Ortodoxo, a enfrentar el sistema impuesto.
Dictador Fulgencio Batista.
Ante la inminente victoria de este partido en las elecciones de 1952, el expresidente Fulgencio Batista, se lanza a un Golpe de Estado, usurpando el poder a la democracia. Posterior al golpe adoptó como medidas inmediatas la suspensión de la Constitución de 1940, la disolución de los partidos políticos, se declararon ilegales las reuniones de más de dos personas y toda manifestación contra el gobierno, y se restableció la pena de muerte.
El 4 de abril decretó la “Ley Fundamental de la República”, donde suspendió al Congreso y entregó el poder legislativo al Consejo de Ministros, que era el encargado de designar al Presidente de la República. Sin embargo, paradójicamente, era el Presidente quien designaba al Consejo de Ministro. Esto mantenía en manos del presidente tanto como el poder ejecutivo como el legislativo, a la vez que determinaba sobre el judicial. Esta ley también derogaba el régimen de autonomía de los gobiernos provinciales y municipales, lo que permitía la disposición e imposición de los cargos a todos los niveles a capricho del Presidente.
Para garantizar entre sus aliados a los cuerpos represivos, Batista aumentó el salario de las fuerzas armadas y de la policía (de 67 a 100 pesos y de 91 a 150 pesos, respectivamente), a la vez que se otorgó, él mismo, un salario anual superior al del presidente de Estados Unidos (pasó de 26.400 dólares a 144.000 dólares frente a los 100.000 dólares de Harry Truman).
Calle Línea, Vedado, La Habana, Cuba. Inauguración del túnel de Línea. década 1950.
Estas acciones provocaron un amplio rechazo popular, acciones a las que la dictadura respondió con aumento de la represión y las torturas. El golpe militar fue un catalizador que propició la gestación de una situación revolucionaria, teniendo como sus principales protagonistas a las clases más humildes y al estudiantado. Demostró que la lucha armada era la vía principal para lograr la independencia del país, lo cual fue muy bien interpretado por el joven abogado Fidel Castro, quien se erigió como líder de la lucha insurreccional en la Sierra Maestra y el principal acusador de los desmanes de la república en “La Historia me Absolverá”.
La dictadura encontró oposición sutil en algunos sectores intelectuales. El 29 de septiembre de 1957, el Colegio Médico de Cuba publicó un informe sobre la situación política cubana:
“los combatientes de la lucha armada que se rinden son liquidados. No hay prisioneros, sólo hay muertos. Muchos opositores no son sometidos al Tribunal de Justicia sino ejecutados con un tiro en la nuca o ahorcados. Intimidan a los magistrados y a los jueces sin que las voces de protesta sean escuchadas. La desesperanza se difunde entre los jóvenes que se inmolan en una lucha desigual. El que es perseguido no encuentra refugio. En la embajada de Haití, diez solicitantes de asilo fueron asesinados por la fuerza pública […]. La prensa está totalmente censurada. No se permite la información periodística, ni siquiera por parte de agencias internacionales […]. En los locales de los cuerpos represivos de la policía y del ejército, torturan a detenidos para arrancarles por la fuerza la confesión de presuntos delitos. Varios heridos presentes en las clínicas y hospitales fueron llevados por la fuerza y aparecían varias horas después asesinados en las ciudades y en el campo”.
En sus propósitos actuales de confundir a los pueblos y mantener la justificación de su política contra Cuba, el gobierno norteamericano, presentan a la Cuba prerrevolucionaria con una mirada positiva, referente al tema de los Derechos Humanos. Así, afirma, “antes de 1959, el debate público era vigoroso: había 58 periódicos y 28 canales de televisión que proporcionaban una pluralidad de puntos de vista políticos”.
Sin embargo, los documentos de la época y los hechos contradicen esta afirmación. En efecto, un informe de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) publicado en 1957 calificó de “antidemocrático al gobierno del Presidente Fulgencio Batista de Cuba, pues este gobierno no respeta la libertad de prensa”. De hecho, la censura en la prensa se aplicó durante 630 días de los 759 que duró la guerra insurreccional entre el 2 de diciembre de 1956 y el 1 de enero de 1959.
¿Pero cuál era la situación social cubana de los años 50? ¿Cuál era la tacita de oro?
Además, existían 9 000 maestros desempleados, la población apenas rebasaba los 5 829 029 habitantes y sin embargo, existían 1 032 849 analfabetos (23,6 por ciento), cifra que se mantuvo similar al año 1925 (25% analfabetismo), lo que evidencia el desinterés de los gobiernos de turno por el pueblo cubano. Este índice era mucho mayor en el campo, donde los iletrados eran el 41,7%.
Además, el 48,4% (668 847) de los niños en edad escolar no asistían a la escuela, situación que se hacía más crítica en las zonas rurales donde solo asistía el 35%.
Según la encuesta realizada en el año 1953, aproximadamente 1 de cada 3 cubanos nunca asistió a la escuela y 1 de cada 100, estudiaba en la universidad o era graduado de ella. Alarmante resulta que entre 3 y 4 mujeres de cada mil (0,35%) llegaban a cursar los estudios superiores. Esto, además, es un claro reflejo de la discriminación de género y de la terrible situación social que obligaba a las familias a incorporar a los menores al trabajo.
Existían 17 000 aulas, cuando debían ser 35 000. Esto cambió con el Triunfo de la Revolución, cuando en 1961 se habían creado 15 000 aulas nuevas en zonas rurales y la matrícula en escuelas elementales había aumentado hasta 1 118 942 alumnos.
En tanto, la salud pública fue otro de los males de la república que empeoraron durante la dictadura. Siendo la medicina una de las profesiones más humanas, los médicos cubanos eran formados bajo el principio del mercantilismo, lo cual es inherente al Capitalismo. Esto explica la concentración de estos en la capital y el abandono en el resto del país, fundamentalmente en los campos. La existencia de clínicas privadas era alta, generando irremediablemente discriminación hacia los sectores con menos ingresos, quienes no podían costear sus servicios médicos.
A estos problemas hay que añadir las enfermedades y el parasitismo, evidenciándose por datos de la época que el 14% había padecido Tuberculosis, el 13% había padecido Tifoidea, y que el 36% había confesado haber tenido Parásito, lo que quiere decir que el porcentaje real es más alto.
Según una publicación de la revista Carteles del 18 de marzo de 1956, reflejó que en las noches el 88% de los bohíos se alumbraban con quinqué, cuando disponían de luz brillante y que solo el 3% disponía de refrigerador o nevera, imposibilitando la conservación de los alimentos.
Una encuesta realizada por una agrupación católica en 1957, sobre el nivel de vida del campesinado obtuvo como resultado que los índices sociales habían empeorado de un año a otro. El campesino no disponía como promedio de 25 centavos diarios para comer, vestir y calzar. El 60% vivía en bohíos con techos de guano, y piso de tierra. El 85% de las casas –increíbles rezagos de las viviendas aborígenes- solamente contaban con una o dos piezas en las que debía hacinarse toda la familia para dormir. El 85% carecía de servicio de agua corriente y el 90% se alumbraba con luz brillante.
Añadía que solo el 11% consumía leche, el 4% carne y el 2% huevos. La alimentación diaria era a base de arroz, frijoles y viandas, la cual presentaba un déficits de 1000 calorías diarias, con ausencias de vitaminas y minerales fundamentales.
El bajo nivel de vida explica también otro de los grandes problemas cubanos: el desempleo. En el llamado período muerto de la zafra azucarera, cerca de ocho meses del año, llegaba a 600 mil trabajadores, con una tasa de casi el 35% de la población económicamente activa, estimada en dos millones de trabajadores. Esta cifra es superior al nivel de desempleo alcanzado por los Estados Unidos durante la Gran Depresión de 1929 a 1933, que fue todo un símbolo de la decadencia económica en ese país, algo que era rutinario en la sociedad cubana de los años 1950.
Incluso, el diario norteamericano, The New York Times, señala que “la gran mayoría de ellos en las zonas rulares –guajiros o campesinos– vivían en la miseria, a nivel de la subsistencia”.
En resumen, se puede afirmar que la economía cubana de los años 50 fue dependiente del gobierno de los Estados Unidos y del azúcar, lo cual impidió el desarrollo industrial del país, incluyendo la propia industria cañera, la que beneficiaba a las empresas extranjeras y a la oligarquía nacional, pero nunca al pueblo cubano.
dictador Fulgencio Batista. Cuba. Década del 50.
Además, ante la corrupción permitida por el gobierno, los negocios con la mafia, la dependencia al gobierno estadounidense y el mal manejo de la economía del país hicieron insostenible la dictadura, propiciando entre otros factores, la creación de una situación revolucionaria que dio al traste con una Revolución triunfante.
Batista representó, en su último gobierno, la más alta expresión del dominio de los monopolios extranjeros y la oligarquía nacional sobre la economía cubana. En materia económica encabezó un gobierno con un comportamiento delictivo, entreguista y completamente corrupto, que saqueó las finanzas del país con el objetivo de enriquecerse.
Cuba era una tacita de oro, pero sólo para el gobierno de EE.UU. y sus empresas privadas así como para la dictadura de Batista y la burguesía nacional, todos los cuales se enriquecieron a costa del sudor, el martirio y la sangre del pueblo cubano.
Pero entonces llegó Fidel Castro y se hizo la luz para los cubanos.
Fidel Castro Ruz en la Sierra Maestra, Santiago de Cuba. Década del 50.