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miércoles, 21 de febrero de 2018

El análisis de El Capital

Por José A. Moral Santín

Voy a referirme a un tema que resulta un tanto problemático para enmarcarlo en un tiempo limitado. En realidad, esta temática sería por sí misma, como seguramente todas las demás, de un curso de varias sesiones. Yo voy a tratar, por tanto, de hacer una exposición lo más condensada y selectiva, en el sentido de tocar aquellos aspectos más significativos y relevantes en lo que es «El Capital» como obra científica, para que posteriormente, en el curso del debate, podamos profundizar aquellos aspectos que se consideren de mayor interés.
«El Capital» es una de las obras más conocidas en la historia del pensamiento moderno, y yo diría que además es una de las menos leídas. Es una de las obras sobre las que casi todo el mundo habla y de las que casi nadie ha leído. Si tuviésemos que hacer un porcentaje de la gente que ha leído «El Capital», entre los economistas, los tratadistas y los propios intelectuales marxistas -obviamente sería imposible-, pero yo creo que no llegaríamos al 1 por 100.
Sin duda, esto refleja ya bien lo que ha sido la obra de Marx. Una obra que ha ejercido una influencia enorme, por efecto de divulgación, por haber encarnado y haberse materializado en lo que ha sido toda la tradición del movimiento obrero y de los movimientos políticos de nuestra época, entendida ésta en un sentido amplio. Pero que, sin embargo, como obra científica, ha sido poco trabajada, poco estudiada y, generalmente, mal difundida y utilizada. Entre la propia tradición de los economistas, ya no sólo de los marxistas en general, entre los propios economistas marxistas podríamos hacer una relación histórica, y observaríamos que una buena parte de ellos, habrían cogido aspectos particulares de la obra de Marx. De lo que es el análisis y el cuerpo analítico de «El Capital», internándola luego y haciendo una listura con otros componentes: keynesianos, ricardianos, etcétera. Pero que, en general, ha habido un insuficiente y débil desarrollo y utilización científica, de lo que es el aparato analítico marxiano.
Esto tiene varias explicaciones. En primer lugar, tiene que ver con el propio proceso histórico en el que se produce esta obra. Como es conocido, sólo una parle de «El Capital» se publica mientras vive Marx, el primer tomo, supervisado por él, y, por tanto, con una garantía de que respondía genuinamente a su pensamiento. Otra parte importante, la mayor parte de lo que ha sido la obra, tanto previa de los «Manuscritos»y los borradores, como lo que estaba previsto que fuera aún para acabar, se publicó después de haberse muerto Marx, fue poco rigurosa, que incluso introdujo elementos de confusión importantes en la comprensión del cuerpo analítico marxiano.
Después -y esto es una precisión muy personal-, «El Capital» es una obra bastante más extensa de lo que debería de ser. Lo que es la exposición sistemática y articulada de «El Capital» podría hacerse, no me refiero a la parte de investigación, los «Manuscritos», que seguramente tenían que requerir ese espacio y mucho más, porque es un proceso distinto al de la exposición. Pero la exposición seguramente podía condensarse y sistematizarse de una manera mucho más limitada de lo que Marx lo hizo. Yo no sé si eso tiene que ver por aquello que él contaba, de que como le pagaban por hojas y de algo tenía que comer, pues procuraba hacer lo más extenso posible las exposiciones.
Por otro lado, «El Capital» es una obra intelectualmente difícil. Combina diversos niveles de abstracción, tiene el análisis y que, por ejemplo, comparándolo con lo que es el análisis neoclásico, el análisis económico convencional, o el keynesiano, o el propio ricardiano, pues es realmente compleja y difícil, El análisis neoclásico, que aparenta ser difícil, sobre todo porque está formulado en términos muy formalizados y matematizados, se mueve con unos supuestos muy elementales, muy de lógica formal, y que serían desprovistos de todo ese lenguaje hermético, etcétera, asequibles y expuestos en un curso muy breve, sin mayores dificultades.
«El Capital», de Marx, es una obra bastante más compleja, más ambiciosa y, sobre todo, que parte de una comprensión de la realidad más compleja. Marx entiende la realidad en términos más complejos que los que suelen expresar los modelos formales de la economía convencional al uso. Aclarado esto, se desprende que «El Capital» es necesario volver a leerlo, no solamente para sacar conclusiones políticas, sino para entender la realidad. Desde una óptica científica, sería bueno que «El Capital» volviese a ocupar el lugar que nunca tuvo, es decir, un lugar central en la formación intelectual de nuestra época.
Curiosamente, «El Capital», a pesar de haber sido poco leído, ha tenido una influencia enorme, y esa influencia ha impregnado el pensamiento económico en general. Hoy ya podríamos decir que muchas de las aportaciones y de los puntos de vista que Marx desarrolla en «El Capital», no son específicos del marxismo, de los marxianos, sino que han dado lugar a toda una serie de líneas de readmisión que muy frecuentemente han llevado a conclusiones distintas de las del propio Marx, pero que ha jugado un papel de revulsivo intelectual muy importante. Incluso yo diría que no sería posible entender la obra de Keynes, sin tener presente los retos que plantea intelectualmente «El Capital».
Muchos de los debates, de las reflexiones y análisis que la propia economía neoclásica convencional ha desarrollado, tienen muy frecuentemente, sin mencionarlo, a veces mencionándolo, como telón de fondo a Marx y «El Capital». Incluso diría que el diálogo de M. Weber es un diálogo permanente con «El Capital», es un diálogo discrepante, pero inspirado y que parte de polemizar con «El Capital». Por tanto, «El Capital» es una obra importante, pero podría serlo aún más.
Para situar cuál es el estatus -este primer punto que señalo en el guión-, «El Capital» en el marco de la obra intelectual de Marx, forma parte de un proceso histórico, también el pensamiento de Marx es un proceso histórico. Un proceso histórico que por exponerlo de una manera esquemática, que requeriría más matices, pero a modo de introducción podría servir, «El Capital» viene a ser la culminación de un proceso de maduración intelectual, que parte de la investigación y, sobre todo, de la conciencia de la filosofía, que son las primeras cuestiones que a Marx le preocupan. Que luego evoluciona en ese proceso que estoy definiendo un poco esquemáticamente, a reflexionar e investigar sobre los problemas del Estado, de la organización institucional de la sociedad, que posteriormente, y un tercer paso y último, Marx llega a la conclusión de que esos anteriores niveles, la formación de la conciencia de la sociedad, en la que por ejemplo la izquierda hegeliana con la que Marx en algún momento tuvo cierta simpatía, no exentas de controversias. Consideraba que desempeñaba una función central en la propia organización de la sociedad en su desenvolvimiento. Es decir, que las ideas eran, de alguna manera, el motor de la sociedad. Y que la propia organización social dependía de la forma en que los hombres pensaban el mundo. Marx llega luego a la conclusión de que eso no es así. Hay otro orden de carnación, de que la conciencia, la forma de pensar el mundo, está determinada por otro tipo de relaciones, que en un momento determinado las enfatiza bastante en torno a la organización político-institucional, al Estado. Y en este tercer momento, a lo que él llama las relaciones sociales de producción. Es decir, el sistema de relaciones sociales de producción, que serían el soporte, el fundamento último sobre el que se articularía la sociedad como un todo. Se formaría la propia conciencia, la propia forma de pensar el mundo de los hombres, y la propia forma de organizarse las instituciones y las relaciones de poder, las relaciones políticas.
En este proceso, «El Capital» se sitúa en este último momento de la evolución histórica e intelectual de Marx. En segundo lugar -aclarando en orden sucesivo los problemas que aquí nos planteamos, Marx cuando llega a esta convicción, de manera temprana -señalando que la aportación de Engels es muy importante, al parecer, según los biógrafos intelectuales de esta pareja, el que llega con anterioridad de una manera más precisa, porque Marx empieza a ser materialista antes, pero el que llega a formular esto del sistema de relaciones de producción, como determinante en la estructuración social, es Engels- una vez que Marx llega a esta conclusión, se interesa vivamente y vuelca toda su energía intelectual y su esfuerzo investigador hacia el campo de la economía política. Para ello entra -de la mano de Engels también- en contacto intelectual con lo que era la mejor tradición de la ciencia económica. Era una ciencia joven, una ciencia históricamente recién formada, que encontraba en determinados círculos de economistas franceses, algunos alemanes, pero fundamentalmente lo que se ha venido denominando la escuela clásica de economía inglesa, el punto más maduro y dentro de ésta fundamentalmente a Ricardo.
Marx estudia de una manera amplia y exhaustiva todo lo que era la producción en las aportaciones de la economía de la época y se centra, a partir de un momento determinado, de una manera fundamental en Ricardo. Porque considera que Ricardo es el eslabón superior de lo que ha sido la formación de la ciencia económica. Sobre esto vamos a ver en Marx una curiosa relación con Ricardo. Marx, de alguna manera, es un continuador de la obra de Ricardo y, por otra parte, esa continuidad la hace desde la ruptura con toda una serie de supuestos con la obra de Ricardo.
Hay que tener presente que en las primeras décadas del siglo XIX, los años 20-30, se produce esto que los historiadores del pensamiento económico llaman la crisis de la escuela ricardiana, o de la escuela clásica. Un fenómeno curioso en el que, en un corto espacio de tiempo, la obra de Ricardo, que había alcanzado enorme prestigio y reconocimiento en los círculos académicos, intelectuales, de la época, es repudiada casi de una manera radical a partir de un momento dato. Es repudiada, entre otras cosas, porque en la obra de Ricardo estaba el germen de lo que iba a ser la teoría económica marxiana. Y porque la propia izquierda ricardiana, sin llegar a los límites ni a los niveles de Marx,  tirando del hilo y del ovillo de la obra de Ricardo, va a llegar a posiciones tremendamente críticas, con relación a la viabilidad del capitalismo, a su naturaleza y a cuestionar toda una serie de supuestos que otra serie de economistas clásicos habían producido de una manera un tanto gratuita. Cosas como que el desarrollo tendía a ser crecientemente igualitario, equitativo, que las relaciones capital-trabajo eran unas relaciones de equidad, en las que salían mutuamente favorecidos los trabajadores y los capitalistas, que el capital tendía a desenvolverse de manera autoequilibrada, sin crisis y sin desequilibrios. En fin, toda esa serie de supuestos que dibujaban un escenario un tanto idílico del capitalismo, Aunque Ricardo en gran medida compartía esa serie de criterios, en Ricardo también estaban los gérmenes para poner en cuestión ese tipo de visión. Por tanto, aprovechando determinadas debilidades reales de su pensamiento, va a ser radicalmente cuestionado. Nos vamos a encontrar con la paradoja de que el gran economista de la economía burguesa ascendente, de la formación de la ciencia económica, Ricardo, va a ser repudiado por parte de la propia academia convencional y por parte de los intelectuales y pensadores convencionales y ortodoxos en relación con el sistema. En cambio, el gran continuador -insisto, rompiendo con una serie de supuestos importantes de la obra de Ricardo-, va a ser Marx. En este sentido, Marx es un discípulo, un continuador y al mismo tiempo un crítico radical de Ricardo.
La obra de Marx aparece en un momento en el que se produce una bifurcación, entre el proceso de la ciencia y los intereses de la burguesía ascendente. Ahí está la clave del repudio de Ricardo y de la economía clásica.
Es decir, la burguesía, como clase social, no solamente reivindica, sino que utiliza y potencia el desarrollo de la ciencia. Tanto de las ciencias físicas y naturales, que pone al servicio de la producción, del comercio, etcétera, y que, por tanto, no hay en esa etapa contradicción entre ciencia e intereses productivos y comerciales de la burguesía. Ni tampoco las ciencias sociales. Es decir, desde un primer momento, la burguesía necesita componer una nueva concepción del mundo, explicarse qué es este nuevo mundo que ha surgido de la revolución industrial y de las revoluciones burguesas en general. Configurar una visión laica y lo más objetiva del mundo, a efectos de conocerlo y de minarlo. El capital necesita dominar no solamente a la naturaleza, sino dominar a la sociedad, como fórmula para alcanzar su hegemonía y su pleno desarrollo.
En ese momento, las ciencias en general, las ciencias naturales y las ciencias sociales, coinciden básicamente con estos grandes intereses y con este proyecto progresista de transformación del mundo, que entraña el ascenso de la burguesía. Sin embargo, a partir justamente de estas primeras décadas del siglo XIX comienzan a cubrir esta sinfonía. Determinados aspectos de la producción científica empiezan a entrar en colisión con los intereses, con el orden social capitalista, con el orden social burgués.
Esto no se produce de una manera total. Las ciencias físicas y naturales, en general, siguen siendo favorecidas por la burguesía. Donde se produce la colisión fundamentalmente es en las ciencias sociales. Si las ciencias naturales en el pasado habían hecho colisión con la teología y con la concepción del mundo, del antiguo régimen, etcétera, ahora lo que entran en colisión con el orden burgués van a ser justamente las ciencias sociales, en su formación primera, en su formación original. Porque luego se continuaba promoviéndose ciencia social, pero ya como un objeto de investigación muy diferente de este primero.
Yo ahí no quisiera ser tan radical como lo ha sido Lukács. En el sentido en que el divorcio entre la ciencia y el orden burgués capitalista, a partir de un momento dado, es definitivo. Ni tan siquiera yo diría que con los fascismos, en los años 20-30. Hoy vemos cómo todavía, en gran medida, la burguesía no solamente sigue desarrollando potentemente las ciencias naturales, quizá no en el modelo de racionalidad alternativo que podía hacerse mucho más potente, pero que sigue desarrollando e impulsando el desarrollo de la ciencia. Sobre todo la ciencia aplicada y de la tecnología, incluso impulsando unas determinadas líneas de reflexión social, todo lo cuestionables que se quieran, pero no dejan de tener interés muchas veces, para los propios criterios del sistema, y para aquellos que luchan por su transformación.
Por tanto, esta aseveración tajante de Lukács acerca del divorcio radical entre ciencia y burguesía, yo la limitaría un tanto. Pero lo cierto es que, efectivamente, el divorcio se produce algo así como aquello que se decía de la transición astillada. Yo no diría que es un divorcio radical, sino que sería una pareja mal avenida. Y ahí surge Marx, justamente en medio de esa situación, heredando la mejor tradición de la ciencia social, de la ciencia económica burguesa, de la ciencia económica ricardiana, apoyándose en ella para darle continuidad.
Ahí aparece también otra línea, que va a ser la escuela neoclásica, que es una línea ya de pensamiento económico y de análisis económico sumamente conservador, apologético, acrítico, que ha llegado hasta nuestros días.
Cuál es la aportación fundamental de Marx con relación a Ricardo, una vez que hemos establecido que Ricardo constituye un pilar básico en la formación del pensamiento y del análisis económico marxiano. ¿Que hay de diferente en Marx con relación a Ricardo? Luego veremos lo que hereda y lo que desarrolla, pero también vamos a ver ahora en qué sentido nuevo lo hace, con qué parámetros nuevos hace ese desarrollo. En primer lugar, para Marx, la economía política, la ciencia económica -para utilizar un término más convencional- no puede entenderse como una ciencia válida para todo tiempo y lugar, una ciencia que tenga como objeto de investigación un supuesto orden natural social -esto es de nuevo un debate muy actual-, sino que para Marx la diferencia de Ricardo, que entendía, esto que llamamos hoy capitalismo, algunos con orgullo redoblado en estos últimos tiempos, para Ricardo esencialmente era el orden natural, en general, para todos los economistas clásicos y para toda la tradición liberal de la época, que llega hasta nuestros días. Lo primero que hace Mm es romper con esta idea de orden natural y con esa idea de entender la historia, o bien como proceso de perfeccionamiento del orden natural, o bien como un desarrollo puramente cuantitativo de ese orden natural. Para Marx la historia es un proceso evolutivo, en el que se combinan etapas de cambio puramente cuantitativo, y momentos de rupturas, radicales y cualitativas. Esas rupturas radicales dan lugar a nuevas formas de organizar la sociedad, a lo que Marx llama modos de producción. De tal manera que en ese proceso evolutivo, ascendente, con una variable independiente, que sería el desarrollo de las fuerzas productivas, nos encontramos con distintos estadios, con distintos modos de organizar la sociedad. El eje, el fundamento articulador de esos distintos modos de producción, de esos distintos sistemas económicos sociales, la clave sería en cómo se organizan las relaciones de producción. Es decir, cómo está articulado el sistema de relaciones sociales de producción.
El capitalismo sería un modo de producción más en el proceso histórico, el modo de producción más elevado que se corresponde con un estadio también superior, con relación a los demás, en el desarrollo de las fuerzas productivas. De tal manera que el modo de producción capitalista, el sistema capitalista, no sería una realidad naturalista, sino que sería una realidad histórica, social e institucional. Esto es lo primero que Marx establece.
Una vez que esto queda claro, Marx señala que la economía política, en todo caso, deberá ser una ciencia de los modos de producción y que a cada modo de producción le corresponderá un sistema teórico y analítico, económico, propio y diferenciado. De tal manera que, para Marx, a diferencia de lo que sucede con Ricardo, pues lo que Ricardo pretendía determinar como leyes generales era el análisis general del orden natural, para Marx es sencillamente el análisis de un sistema concreto, que es el capitalismo. Que tiene sus leyes propias, sus modos de organización y de funcionamiento y de articulación propia. Y que, por tanto, lo que se trata es de estudiar lo específico. Luego hay una serie de rasgos generales en la lógica de los modos de producción, que en todo caso estudia el materialismo histórico. Esto interesa tenerlo claro, porque el resto de las economías, el keynesianismo al igual que la escuela clásica, la economía neoclásica, la economía liberal, en sus distintas variantes neoliberales, el neoricardianismo, etcétera, todos ellos pretenden hacer, poner sobre el tapete, y revelar las leyes generales del funcionamiento económico de la sociedad humana en abstracto. Ya sabéis que el modelo neoclásico es lo que se llama el modelo robinsoniano, es decir, Robinson Crusoe en la isla, administrando recursos escasos, como tiempo limitado, cuando el sol se pone, y unos recursos que tiene que ver cómo organiza de la manera racional más efectiva y productiva. Por tanto, en la ciencia económica se ha entendido esa definición de que la economía es la ciencia que trata la utilización de cómo administrar recursos para obtener las máximas utilidades. Eso valdría para el hombre de las cavernas, para un pirata del siglo XVII, y también para una señora que entra a rezar en una iglesia, y que tiene en cinco minutos, porque luego tiene que ir a hacer la compra, que rezar a varios santos que tiene allí, y ver cómo administra el tiempo. No solamente ver cómo administra el tiempo, ver cuáles son las herramientas más efectivas para alcanzar el objetivo que persigue, con tiempo escaso y recursos escasos.
Eso sería economía también. De tal manera que al final la economía sirve para todo. Lo que suele suceder en las ciencias es que aquello que sirve para todo, no sirve para nada. Por tanto, para Marx la ciencia económica tiene que ser una ciencia de lo específico de los modos de producción. Lo que él pretende hacer en «El Capital» es una ciencia del modo de producción capitalista. No pretende sentar principios generales, ni teorías, ni supuestos analíticos, válidos para otras sociedades. Aunque hay algunas cuestiones que podrían ser trasladables. En principio lo que él pretende es hacer una teoría, un análisis del modo de producción capitalista. Siendo más preciso, lo que él pretende, ya que para él el modo de producción capitalista es un concepto histórico, que aparece en un momento determinado, se desarrolla y tiende, como todo el resto de los modos de producción, a tener un fin histórico, por tanto, el objeto de «El Capital» es estudiar cómo está estructurado el capitalismo, cómo surge, cuál es su dinámica, las leyes de su dinámica y funcionamiento, y sus límites lógicos, sus límites internos. Es decir, aquellos aspectos inherentes a su propia naturaleza, que hacen que el capitalismo, en el curso de su desarrollo, tienda a su vez a alcanzar su culminación histórica y, por tanto, a entrar en un momento determinado en una fase de superación histórica.
Por tanto, el objeto de investigación es un objeto histórico, es un objeto concreto, es un objeto específico, y es un objeto que no tiene nada de naturalista, como sucedía con los clásicos. En segundo lugar, Marx va a diferenciar dos cuestiones en el análisis de «El Capital». Esto forma parte de la metodología científica de Marx, para cualquier otro medio de producción también sería trasladable. Es decir, lo que es la lógica de «El Capital» y lo que es la historia de «El Capital».  No viéndolos de manera divorciada, sino combinada, pero tratándolos con autonomía. De lo que se trata es de ver cuál es la estructura de eso que llamamos capitalismo. Si hablamos del capitalismo, ¿qué es el capitalismo?, ¿una fábrica?, ¿un trabajador? Productores ha habido siempre, unidades de producción también. De lo que se trata, por tanto, es hablar con propiedad y utilizar el concepto de capitalismo, y hablar de modo de producción capitalista, tenemos que ver que es, dentro del cambio -porque Marx partía de que la historia es dinámica permanentemente, que las sociedades están en continuo cambio y transformación- por tanto, el capitalismo de igual manera y con mucha más razón. Para Marx el capitalismo era un modo de producción especialmente dinámico por razones que ahora veremos. Que es, por debajo de lo que es el cambio continuo de la sociedad, de la cultura, de la fenomenología, de la sociedad capitalista, ¿qué es lo que hay de común denominador, de permanente en ese cambio, que nos permita hablar de capitalismo? Eso es la lógica del capital, la estructura lógica. Ahora veremos, de una manera muy concisa, como acota lo que es específico, como estructural, del capitalismo. Luego está la historia, lo que cambia.
Entonces, de lo que se trata es de combinar la relación, la articulación que hay entre la estructura permanente de eso que llamamos capitalismo, con el cambio, con la dinámica continua de la sociedad y del sistema capitalista. Se trata de explicar el cambio, a partir de la estructura, de la articulación lógica. Es decir, de entender el sentido, la tendencia de los cambios, a partir de la comprensión previa de lo que es la estructura lógica del capitalismo.
En realidad, este no es un método que se distancie mucho del que utilizan otras ciencias, incluso ciencias físicas en su sentido más avanzado. Si hacemos una comparación, esto tiene mucho que ver, entre esta metodología y, por ejemplo, la teoría de la relatividad de Einstein, de hecho hay ya estudios comparativos significativos en este sentido, hay un paralelismo metodológico en la forma de enfocar este problema.
Lo que esencialmente nos dice Marx es lo siguiente: si queréis entender el movimiento del capital, si queréis entender sus tendencias, a dónde va, cómo va a evolucionar históricamente y cuáles son los límites de su propio desarrollo, estudiad, aislad primero lo que es estructural en el capitalismo, analizarlo, comprendedlo, porque ahí tenéis las claves para entender la dinámica del capital.
En este sentido, cuando se habla de Marx profeta, efectivamente una de las cosas que frecuentemente le oímos decir a los economistas conservadores y a los economistas convencionales, es que Marx era un científico pésimo. Esto es una de las muchas cosas que dicen de Marx. Pero tenía una intuición histórica genial. En esta línea se mueve, por ejemplo, Leontiev, que tiene gran respeto a la obra de Marx. Leontiev dijo que Marx fue capaz de descubrir, de profetizar cosas realmente impresionantes para su época. Por ejemplo, las tendencias de lo que iba a ser toda la revolución tecnoindustrial; la creciente concentración del capital, los procesos que llamamos de monopolización y olipolización; el proceso de internacionalización del capital; la creciente polarización social entre capital y asalariamiento de la población, etcétera. Entonces Leontiev, realmente impresionado, dice que es impresionante la intuición que tiene Marx para prever el desarrollo del futuro del capitalismo. De tal manera, que ningún científico social de su época, economista social, fue capaz de llegar tan lejos en sus previsiones.
Muy por el contrario, generalmente, las previsiones de los economistas de la época tenían poco que ver con lo que ha sido luego el desarrollo del capital, Y aquí hay un malentendido, pues Marx no es ningún profeta, ni hace intuición. Todas esas tendencias de lo que ha sido, que han sido verificadas históricamente por el desarrollo del capitalismo, Marx las entiende de una manera lógicamente rigurosa, de la previa comprensión de cómo está estructurado el capitalismo y de las leyes que de esa estructura se derivan. Esto debería entenderse con claridad.
Incluso luego podemos hablar de las profecías incumplidas. Por ejemplo, eso del agotamiento del capitalismo, de los límites del capitalismo. Ahí Marx creo que pecó de optimista, desde su punto de vista, y desde los que compartimos con él el ideario de una nueva sociedad. Pero incluso el problema ahí habría que ver de si es un problema de que no se ha cumplido, eso que algunos llamarían la profecía, o que los tiempos que necesita la realización, el desarrollo de esas tendencias lógicas, son insuficientes. Y hay que verlos en plazos mayores de los que el propio Marx previno.
¿Cuál es esa estructura básica de la que Marx habla? También aquí quiero señalar otra cuestión, antes de entrar a reseñar muy escuetamente esa estructura, lo que Marx acota, delimita, como estructura lógica del capitalismo. En la época de Marx era muy frecuente decir que ese era un texto muy abstracto. Los populistas rusos, por ejemplo, le hacían la crítica de que eso se refería a Inglaterra, ya sabemos, ese país con una cultura masificada y que le da por hacer fábricas y producir industrialmente. Los rusos que tenemos una tradición cultural, es otro pueblo, tenemos otra idiosincrasia. Eso no va con nosotros. Pero dentro de Inglaterra había quien le criticaba a Marx de que él estaba hablando de una sociedad que  no era la de la época tampoco. Porque Marx hace un modelo de capitalismo, donde se refleja eso que él entiende por la estructura del capitalismo, que tiene poco que ver en su forma más abstracta con lo que era la sociedad inglesa de la época, que era la sociedad, por cierto, puntera, el laboratorio con el que Marx investigaba y contrastaba su obra. Era la punta de lanza del desarrollo del capitalismo en aquella época.
Esa crítica en aquel momento se decía que «El Capital» de Marx era una obra que se refería al futuro, porque hablaba de unas ideas que todavía no se habían alcanzado ni en Inglaterra tan siquiera, que era una sociedad para el futuro. Entonces, que sería válido para cuando llegase esa sociedad.
La crítica que se ha escuchado después, desde finales del siglo XIX, es que era una obra antigua. «El Capital» de Marx, ya se sabe, fue escrito a mediados del siglo XIX, es una obra antigua. Entonces resulta que «El Capital» de Marx en su momento se considera una obra vanguardista, que hablaba de la sociedad del futuro. Y, luego, pocas décadas más tarde, se la ha considerado una obra del pasado, ya sabemos lo que se nos dice, de que era muy válida para entender la sociedad y poder analizar cambio la sociedad del siglo XIX, y menos de la sociedad de los robots y la informática, etcétera. Vamos a ver que, efectivamente, aclarada esta paradoja, vamos a ver qué es lo que entiende Marx por capitalismo, y si tiene algo que ver con esto que llaman el 2000. Lo que Marx abstrae, porque hace dejación de toda una serie de aspectos, de elementos y de referencias, y lo que a través del método de abstracción, lo que él trata a través de un proceso laborioso, riguroso, muy problemático -de seguir me refiero-, él abstrae toda una serie de elementos que considera que son los centrales, que definen la centralidad estructural de lo que es el capitalismo. Al final se queda con muy pocas cosas, que luego de nuevo, cuando empieza a articularlas más y más, se van complicando. Pero las que se quedan son las siguientes: en primer lugar, Marx entiende que en la sociedad capitalista, hablar de capitalismo significa hablar de divorcio entre medios de producción y productores. Es decir, la diferencia de otros modos de producción anteriores, donde los productores eran, en algunos casos, objetos mismos, eran medios de producción como los esclavos, que eran comprados y vendidos como lo podía ser una máquina o un animal. O, en el caso de los siervos, que estaban vinculados, tenían una vinculación a la tierra, etcétera. Pero el siervo al mismo tiempo gestiona y detenta el modo de producción básico, que era la tierra. Pues en el capitalismo se produce un divorcio, aparece un fenómeno nuevo, en esta relación entre productores y medios de producción, se produce un divorcio entre éstos.
Los medios de producción son concentrados en manos de una parte de la sociedad, lo que Marx va a llamar la burguesía. Otro sector importante de la sociedad se ve privada de medios de producción para producir los medios de subsistencia. Por tanto, se ve impedido a trabajar al servicio de aquellos que detentan los medios de producción, a cambio de un salario. Es decir, a vender su capacidad laboral, su fuerza de trabajo, a cambio de un salario. Son, por tanto, hombres libres, que carecen de medios para reproducir su existencia, y que tienen que trabajar a cambio de un salario.
El primer rasgo del capitalismo es que la sociedad esté articulada por una polarización central, que es la polarización capital-trabajo, que parte de ese divorcio entre medios de producción y productores.
El segundo rasgo del capitalismo es que la producción, en su totalidad, es una producción para el mercado. Este es un debate  muy interesante que ha resurgido últimamente. Mercado ya había habido antes del capitalismo. Ahora el debate es de si habrá después en otras sociedades poscapitalistas mercado. Ahora vamos a atenernos a la experiencia histórica. Mercado ha habido en el feudalismo, en el esclavismo y en otras variantes sociales que se habían podido localizar. El mercado anterior como intercambio de productos se había dado.
Pero hay una diferencia notable entre lo que es que la producción está organizada para producir mercancías. En sociedades anteriores la mercancía era un producto social. Productos  que eran producidos para el autoconsumo, por ejemplo, por los campesinos, los siervos, etcétera, que producían no para vender sino, fundamentalmente, para cubrir las necesidades de sus familias. Entonces, por razones x, que explica la historia, luego eran sustraídas de ese proceso e introducidas en un circuito comercial. Esas mercancías, generalmente, no eran producidas –insisto- para ser vendidas, sino con el objeto de ser consumidos por los propios productores. O en todo caso, el intercambio entre los productores era un intercambio muy limitado, le sobra parte de su producción, con el fin de maximizar sus utilidades mutuas. Si a uno le sobraba pan y al otro le sobraba trigo, se intercambiaban el pan por el trigo.
Ahora estamos hablando de una producción en el capitalismo que está organizada, de manera totalizante, para el mercado. No para producir objetos para vender, no para consumir. Claro que para que un producto sea mercancía tiene que tener un valor de uso, para que alguien la compre. Pero desde el punto de vista de la producción, del capitalista, del empresario, lo de menos es si él va a producir biblias, mantequilla, cañones o aspirina, lo que tiene que quedar es la tasa de rentabilidad y la dinámica del mercado, y allí invertirá. Porque el productor de biblias no las produce para leérselas él, obviamente.
El problema es que ahora se produce y la inversión de los recursos se realiza, no en función de la utilidad que van a disponer, desde el criterio del productor, el resultado del proceso de producción, sino para que de ese producto salga un producto que se venda en el mercado.
¿Esto por qué es así? Viene la tercera característica. En realidad la mercancía es el soporte de este otro rasgo que vamos a dar. Porque se trata de producir ya no valores de uso, sino de elegirlos. Es decir, lo que mide la eficacia económica de la inversión. Ya no es que se produzcan mejores lechugas, habrá que producir mejores lechugas si la competencia lo exige, para obtener más beneficio. Pero lo de menos es producir mejores lechugas o mejores cazuelas de barro y mejor acabadas. Lo importante es cómo encontraremos el precio de las lechugas. Si se producen más o menos, y de qué tipo, etcétera. Va a ser la rentabilidad que se obtenga de esa producción del mercado. Por tanto, el objetivo Último es producir mercancías, para cambiar esas mercancías por dinero. Y en ese proceso, desde la inversión, que pasa por un proceso de producción y surgen mercancías, que luego se venden por dinero, entre el primer dinero invertido y este último dinero conseguido, hay un diferencial, que se llama beneficio, así en una primera aproximación.
El circuito es ese. Invertir para producir, vender y obtener un dinero acrecentado, valorizado, es decir, valorizar el capital. Este es el segundo rasgo que dice Marx. Lo que va a discriminar, por tanto, la organización de la producción, qué tipo de producción va a subsistir y cuál no, es el beneficio.
En tercer lugar, el capitalismo opera en términos de competencia. Cuando Marx habla de competencia no está hablando lo mismo que los neoclásicos. Señalo esto porque es muy importante. Porque con mucha frecuencia, efectivamente, los modelos neoclásicos trabajan con esquemas muy distintos de este que estamos viendo en Marx. Para los modelos neoclásicos convencionales, de la economía convencional, la competencia es una pieza central, la competencia perfecta. Es decir, que el capital en el trabajo, etcétera, circula libremente. De tal manera que si en esos modelos neoclásicos se introdujera algún obstáculo para esa libre circulación, por ejemplo, que apareciesen monopolios, obstáculos de tipo tecnológico, que hubieran tecnologías que fueran inaccesibles a determinados capitales, barreras aduaneras, arancelarias, entre distintos países, etcétera, cualquier tipo de barrera que limitase la competencia, haría inviable el funcionamiento del capitalismo, desde los modelos neoclásicos. Hoy habríamos sabido si eso se ha corregido, con los modelos que se llaman de competencia imperfecta.
Pero es que aquí ha habido una crítica muy frecuente, porque se ha entendido que cuando Marx habla de competencia, está diciendo lo mismo que los neoclásicos. Y para Marx que la competencia sea perfecta o imperfecta es indiferente para el funcionamiento capitalista. No afecta para nada el núcleo de su análisisEs decir, que haya monopolios o que no haya monopolios -que haya monopolios tiene efectos, ya veremos cuáles- no afecta para nada lo que es la lógica del proceso de desarrollo capitalista. Aquí ha habido una crítica muy desarrollada, por parte, incluso, de marxistas, que han pretendido señalar que como ya había monopolios, que sí, que Marx había tenido la grandeza de haberlos previsto. Pero una vez que aparecen los monopolios, interrumpen la competencia perfecta, y alteran lo que era el capitalismo decimonónico. Y que, por tanto, el análisis de Marx deja de ser válido. Y otro tanto vale para la intervención del Estado. Hay marxismos que han dicho que como ahora ya interviene el Estado, hay una regulación del mercado, ya el análisis de Marx deja de tener vigencia. Porque el mercado de alguna manera también está alterando lo que es la competencia perfecta.
Esas críticas valen para el modelo neoclásico tradicional, pero no para el marxismo. Porque, como veremos más adelante, es indiferente el que la competencia sea más o menos fluida, o más o menos perfecta o imperfecta. Porque lo fundamental para Marx es el proceso de producción y articulación.
En cuarto lugar, y por derivación de aquel primer rasgo que he señalado al principio, Marx categoriza la sociedad en tres grandes clases sociales. Aquí el modelo es muy similar al de Ricardo, pero también hay notables diferencias. Estos son todos los rasgos del capitalismo. Todos los sujetos sociales tendrían que estar articulados en algunas de estas tres clases, esto entra en contradicción también con lo que era la sociedad de la época de Marx, donde muchos ciudadanos no se atenían a este tipo de categorización: la burguesía que detentó los medios de producción, ya en fase industrial estamos hablando. El asalariado, el proletariado, la clase obrera industrial, la gente que vive de un salario. Y, en tercer lugar, los rentistas, lo que el llamaba los demuestra por él mismo terratenientes.
Primero, aquí hay una diferencia notable con relación a Ricardo. Para Ricardo esas relaciones eran armónicas, pero tensas, en torno a la distribución del excedente. Para Ricardo esa contradicción era entre burguesía industrial y terratenientes. Para Marx las relaciones entre burguesías industrial y terrateniente es la contradicción permanente en tomo a la distribución y, por tanto, secundaria. Y la contradicción central, y no solamente central, antagónica, es entre el capital y el trabajo, entre la burguesía y la clase obrera.
Que sean antagónicas no significa que no puedan subsistir. Más bien ese sería un problema de incompatibilidad estructural de caracteres. Que a veces tiene que coexistir en condiciones de incompatibilidad estructural de caracteres, pero hay que coexistir. No significa que reviente la relación. Y ahora veremos qué significa eso de antagonismo en la contradicción capital-trabajo.
Lo que sería hoy, trasladando esto hasta nuestros días, esto serían los grandes rasgos de la estructura del capitalismo, que diferenciarían al capitalismo de otros modos de producción previos. Lo que tenemos que preguntarnos hoy es -antes de pasar  a ver si luego el análisis que se haga a partir de la misma, y  cómo se articulan lógicamente estos rasgos, es válido y actual –si esta estructura responde a los rasgos estructurales de las que hay en nuestros días. Esta es una primera pregunta.
Para pensar si el análisis marxiano, por tanto «El Capital» como obra científica, es actual, tenemos que ver si estamos hablando del mismo objeto de investigación, o estamos hablando de otra cosa. Yo aquí voy a ser muy drástico. Yo creo que «El Capital» es una obra que nunca, en esta primera aproximación -luego ya veremos otros aspectos-, nunca ha sido tan actual a la hora de captar lo que es esencial estructuralmente, en la sociedad capitalista, como en nuestros días. Esto es un elemento para reflexionar y debatir. Ahí yo me he atrevido a hacer una apreciación, un pronunciamiento elástico, que creo que casi se demuestra por él mismo.
Ahora vamos a ver cómo articula Marx esto. Marx ya tiene un modelo de sociedad, que él llama capitalismo, que está caracterizado por estos rasgos que hemos visto. Entonces, ¿cómo funciona eso?, ¿eso tiene futuro, o no tiene futuro, cómo se articula, cómo se desarrolla? Este es el segundo gran problema que se encuentra Marx. Marx observa varios niveles en esa relación. Ahí hay producción, intercambio -es decir, mercado-, distribución de lo que se produce entre las distintas clases sociales. Marx a través de un riguroso análisis, llega a la conclusión, frente a un punto de vista bastante extendido, que la ecuación central, científicamente, es la de la esfera de la producción. Para explicar cómo funciona el mercado, entender las propias leyes del mercado, de la competencia.
Para entender la lógica de la distribución del producto, esto que hoy llamamos, en términos convencionales y puramente contables, el Producto Interior Bruto, cómo se distribuye entre las clases sociales. No solamente es un problema de luchas, hay una lógica. Esa lógica deriva de la esfera de la producción. Entonces, Marx centra sus esfuerzos analíticos, en una primera fase, en ver cómo se organiza la esfera de la producción. Llega a la conclusión de que en la esfera de la producción intervienen una serie de elementos, que son los siguientes: generalmente es lo que ha intervenido en toda la historia de la economía, de toda la historia de la humanidad, eso llamado los medios de producción. Y que ahora llamamos, en el capitalismo, de una manera más precisa, son las herramientas, más o menos sofisticadas y desarrolladas, esto que ahora llamamos los equipos, las máquinas, los equipamientos. El entorno, el espacio donde se instalan las máquinas y se dan las ya productivas, el proceso de trabajo, que es lo que llamamos hoy la planta. Por tanto, ya tenemos la planta y el equipo. Tenemos luego lo que entra, como input para el proceso de transformación, elevado a materias primas. Donde entran barras de acero y sale un automóvil. Tenemos las materias primas, y luego tenemos una serie de inputs que ayudan a movilizar ese proceso de trabajo y producción, que es lo que llamamos las materias auxiliares, como la energía.
Por tanto, tenemos una serie de materias, llamemos inertes. Que si las ponemos a ellas solas ahí no funcionan. Esas materias son producto del trabajo humano. Todas ellas, incluidas las materias primas. Cuando hablamos de materias primas, estamos hablando, en realidad, de materias ya extraídas, arrancadas a la naturaleza; situadas en condiciones de introducirse en el proceso de producción como input. Por tanto, tienen ya un grado de elaboración elemental, pero ya no es una sola piedra. Incluso si es una piedra, hay que transportarla, hay que ponerla en condiciones de que sea un input productivo.
Tenemos una serie, o un conjunto de componentes, que configuran la parte inerte, que han sido el resultado de procesos previos de trabajo. Luego, tenemos otro gran componente, que es el trabajo humano, que es el que moviliza a todo eso, el que pone en funcionamiento la planta, el equipo, las materias primas y auxiliares, y consiga hacer del petróleo filetes, o mesas, y de piritas arrancadas a la naturaleza puede hacer flamantes automóviles.
Tenemos esos cinco componentes. Para entender cómo funciona todo eso, hay una cosa que está clara de entrada. Desde el punto de vista técnico estrictamente, está claro que eso hay que combinarlo, guardando unas proporciones, unos coeficientes técnicos, unas combinaciones. Pues cuando existe un proceso productivo, hay que ver cómo las máquinas alcanzan su máxima eficiencia, cómo se aprovecha al máximo la energía, con el mínimo coste. En el proceso de producción, por tanto, hay un componente técnico, que sobre todo y fundamentalmente desarrollan los ingenieros. Que incluso se perfecciona sobre la experiencia que los trabajadores, que los productores, adquieren en el propio proceso de trabajo y producción. Gran parte de la evolución tecnológica ha sido el resultado de la propia experiencia inmediata de los colectivos laborales.
Desde el punto de vista técnico está claro que hay un sujeto activo, que es !a fuerza de trabajo. Luego hablaré algo de la robotización y esas cosas. El sujeto activo, la firmeza de trabajo, es el que diseña los medios de producción, es el que los organiza y es el que los moviliza. Entonces, desde el punto de vista técnico, la producción es introducir input para obtener output, y conseguir que con el mínimo costo de input, es decir, de materias primas y planta, equipo y materiales auxiliares, obtengamos el máximo rendimiento, en términos de output, de producto. Por ejemplo esto, en una economía no capitalista, seguramente podría reducirse la economía a esto. Pero el problema del capitalismo es más complicado. El problema del capitalismo es que no se trata de producir sencillamente output por que sí, Sino que se trata de producir beneficios como ya decía antes. Aquí es cuando entra la economía. Porque aquí muchas veces se confunde, hay muchos economistas que lo confunden, confunden lo que es la ingeniería industrial y productiva con la economía. Lo que tiene que descubrir la economía, y ese ha sido el gran misterio con el que se han enfrentado los economistas desde el principio, desde Williams Petty, era cómo invirtiendo un dinero en comprar este conjunto de componentes, y sometiendo esos componentes a un proceso de producción, al final salía un output que una vez vendido arrojaba un dinero superior al que se había introducido al inicio del túnel. Es decir, el dinero se multiplicaba, salía un valor superior. Esto es una cosa muy importante, porque explicar eso es explicar las claves de las riquezas de las naciones, la clave del desarrollo humano, la clave del desarrollo de las fuerzas productivas. Explicar eso es, además, entender también por qué se produce esa contradicción paradójica que se encuentra en el capitalismo. Las crisis capitalistas no se producen cuando hay menos recursos, o cuando la productividad está baja.
Las crisis capitalistas se producen cuando el aparato técnico productivo está funcionando en términos más eficientes y cuando la curva de productividad ha descrito una casi vertical. Entonces, ¿qué pasa? Que cuando mejor funciona técnicamente el capitalismo, es cuando vienen las crisis. Esto es una paradoja que ya sobresaltaba al propio Sismondi y a Malthus. Por tanto, no todo se puede explicar en términos de ingeniería industrial y productiva. Hay unas cuestiones que son las que tiene que explicar la economía. Es el problema de la valorización, de la formación del excedente, de las claves que rigen el proceso técnico industrial.
Lo que Marx al final demuestra es que los procesos técnico-industriales de producción están dominados por leyes económicas. Argentina es un país muy rico, desde el punto de vista de recursos primarios, tiene enormes reservas de casi todo, y no digamos Brasil, y esta es una característica de buena parte de los países llamados atrasados y tercermundistas.
¿Qué era Inglaterra? Pues una isla con carbón, que tenía bastante, pero poco más. No digamos Japón hoy, otra isla, que por tener no tiene ni carbón. Y, sin embargo, domina económicamente el mundo, los mercados. Por tanto, el problema no es un problema sólo técnico. Es un problema económico. Hay que diferenciar muy bien estas dos cosas. Es decir, las leyes económicas dominan el desarrollo técnico de la producción. Por tanto, hay que conocer las leyes de la economía. Lo primero que se impone, por tanto, es entender el proceso de valorización del capital. ¿Por qué entran aquí unos inputs que valen cinco pesetas, y cuando salen valen diez. ¿De dónde sale ese excedente, ese valor de nueva creación, ese valor añadido?.
En parte, las claves para resolver eso las había dado Ricardo, pero no las dio del todo. Marx ahí, en gran parte, recorre de nuevo el camino de investigación de Ricardo y, para decirlo muy sintéticamente, Marx observa, como ya Ricardo lo había hecho, que esos cuatro componentes que configuran lo que se llama el capital constante: la planta, las máquinas, el equipo, las materias primas y auxiliares, no producen más valor, o no trasladan al producto más valor del que ellas ya materializan al inicio del proceso. No pueden hacerlo, porque el empresario que quisiera pasarse de listo, por ejemplo diciendo que un tornillo le costó cinco pesetas, y luego cuando pasa por aquí, para hacer el cálculo de costos y el de precio final, digo que me valió diez pesetas y le endoso cinco pesetas más a esta caja que lleva tornillos. Pero, claro, ese señor perdería competitividad, porque el otro empresario de al lado diría no, a mí este tornillo me costó cinco, lo vendo por cinco, y a mí me cubre. Lo mismo pasa con las máquinas y con todo lo demás.
El mercado se encarga de regular drásticamente, y la competencia, el que el precio de esos componentes que llamamos medios de producción, ese precio se traslade al precio final sin variaciones a la alza. La competencia actúa drásticamente. Entonces, nos queda solamente el otro componente, que es la fuerza de trabajo, los trabajadores. Marx señala que el trabajo no solamente ocupa un papel central en la movilización técnica del proceso de producción, sino que además la fuerza de trabajo es una mercancía un tanto especial, que se compra en el mercado por un valor, por un precio, que se corresponde con su valor de reproducción. Es decir, el salario se corresponde con lo necesario para cubrir las necesidades de reproducción de los trabajadores -este es un problema bastante complejo que Ricardo no había sido capaz de ver-. Pero, luego, en el proceso de trabajo, el trabajador trabaja un número de horas, un tiempo de trabajo superior al que cubre el salario. Esa diferencia entre el valor del salario, el valor que representa el salario, y el valor incorporado por el trabajador al producto, se resuelve el misterio de la valorización del capital, de la creación del excedente. Marx lo va a llamar el plusvalor.
La centralidad de la riqueza social y de la producción de excedente social, del valor excedente, el plusvalor, está en la fuerza de trabajo. Ya tenemos una cuestión resuelta. Lo que hace el  capital es permanentemente reinvertir ese excedente, para ampliar subase productiva y para mejorar su base productiva. Cada capitalista se ve impedido por la competencia a dos cosas: ampliar su base productiva, para conseguir escalas de producción.
Es decir, al producir más con las mismas máquinas, o con parte de ellas manteniéndolas constantes, produce más barato por unidad de producto. Y, al mismo tiempo, mejorar su competencia a través de introducir mejoras técnicas. Este es un proceso sin fin y continúo. Se invierte, se producen beneficios, se reinvierten los beneficios, se amplía el capital y se mejora el capital técnicamente. Pero, además, el progreso técnico no es un proceso que viene impulsado por la competencia intercapitalista, es un proceso que viene dado por la lucha capital-trabajo en el proceso de producción. Através del progreso técnico, el capital abarata el coste de los productos, también el coste de los productos que consumen los trabajadores. Por tanto, puede reducir el valor del trabajo y el salario, en términos reales y de valor. Y a través del progreso técnico el capital consigue algo más, que es dominar no sólo formalmente, sino realmente el trabajo. Es lo que llama Marx la subsunción del trabajo por el capital. El progreso técnico lo que hace es incorporar a las máquinas los conocimientos, y conseguir que las máquinas regulen el proceso de producción y trabajo, y no los trabajadores. Esta ha sido tendencia histórica, que empieza en la máquina-herramienta y que culmina en la robótica y las máquinas de control numérico.
Una de las grandes previsiones que Leontiev decía que eran proféticas y geniales en Marx, es la tendencia hacia la automatización y autorredación del proceso de producción y trabajo.
De hecho hay textos en los Grundrisse, yo he hecho la prueba, los he dado a leer, y podría pensarse que estamos hablando de una fábrica japonesa, por ejemplo de la Toyota, de la que nos narran ese grado absoluto de automatización.
Pero Marx eso no lo define porque sea profeta, ni porque tenga una intuición genial. Lo va a inferir de analizar cómo el capital necesita permanentemente construir un tipo de máquinas que controlen a los trabajadores. Para que los trabajadores no hagan huelgas, para que los trabajadores no paren. Para elevar la productividad de los trabajadores y reducir su coste. Este es un proceso realmente muy interesante, que requeriría más tiempo para explicarlo. Porque en estos tiempos que se habla mucho de progreso técnico, de cambio tecnológico, etc., y se habla de una manera generalmente bastante superficial, podemos observar que en Marx, aunque luego ha habido aportaciones importantes posteriormente, por parte de otros economistas, pero en Marx tenemos las bases para hacer una teoría del progreso tecnológico, que tiene dos características primero, que nos permita entender el progreso tecnológico como parte del propio proceso de acumulación y desarrollo del capital, como algo inherente a ese proceso, y, para entender el proceso tecnológico, como un proceso articulado con tendencias propias, que tienden hacia la creciente  automatización y autorregulación. Ninguna otra escuela económica analiza en estos términos el progreso técnico. Entienden únicamente el progreso tecnológico como un factor que viene dado externo, por los científicos, etc.
Marx sienta, por tanto, las bases de los siguientes: la acumulación significa permanentemente producir plusvalor y acumular ese plusvalor de nuevo, invertirlo para ampliar la base productiva y mejorar técnicamente los medios de producción. Pero la mejora de los medios de producción, ese progreso técnico, que el capital se ve obligado a desarrollar para dominar mejor el trabajo, para hacerlo más productivo y para luchar eficazmente en el mercado competitivo, altera la estructura de la producción. Hace que cada vez haya más máquinas y menos hombres trabajando. También cambia lo que se llama un concepto complicado, que podríamos ver perfectamente, pues todo lo complicado si es real, se puede ver, altera lo que Marx llana la composición orgánica del capital. Eso hace que caiga la tasa de beneficios. Ahí está, para Marx, la clave que explica cómo a medida que el capital es más eficaz .técnicamente, desde el punto de vista técnico productivo, es menos eficaz desde el punto de vista económico. Esto es lo que le permitió a Marx prever la dinámica cíclica del capitalismo, frente a la teoría de Ricardo y de los otros economistas.
Es decir, que el capitalismo iba a desarrollar permanentemente el progreso tecnológico. Pero que eso conducía a la caída de la rentabilidad y que, por tanto, todo proceso de acumulación conducía inevitablemente a un momento dado en que la rentabilidad era insuficiente para seguir alimentando la inversión. Y que, entonces, se tendía a desplomar y a producir, lo que llamamos hoy ciclos de acumulación, ciclos largos, crisis estructurales, hay diversas terminologías al uso.
Tampoco eso, a pesar de que Leontiev ve a Marx como un profeta, por este tipo de cosas. Marx las infiere claramente de su esquema de análisis, que tiene como hilo conductor la teoría del valor-trabajo. Pero aquí hay algo más. Es decir, los fenómenos nuevos de las sofisticadas tecnologías de nuestra época sobrepasan la capacidad analítica del capital de Marx, del análisis marciano. Yo diría que no. Sino que, por el contrario, nunca como ahora, cuando se tiende a standarizar la mercancía, se tiende a crear un mercado internacional, se tiende a desarrollar un proceso de producción que es el que Marx describe en «El Capital», Marx no habla en «El Capital» de fábricas toscas, él habla ya de lo que hoy llamamos el proceso de producción y trabajo continuo, que realmente no se ha alcanzado hasta la posguerra, sino donde existe un proceso articulado desde el principio hasta el final, donde todo está medido, reglamentado y orquestado, a través de un control informática. Es decir,  la introducción de los microprocesadores ha hecho posible lo que Marx presentaba ya como fábrica ideal en el capitalismo. El proceso de producción continuo autorregulado y automatizado. Por tanto, en este sentido, diríamos que «El Capital» es actual. Ahora bien, decíamos que Marx sienta las bases para hacer una teoría de los ciclos, sin embargo no los llega a formular. Aquí entramos en lo que hay que desarrollar de Marx. Marx sienta las bases analíticas y llega a hablar de que el capitalismo se desarrolla a través de procesos recurrentes de expansión y crisis, pero se queda ahí. No solamente se queda ahí, sino que dice que esto tiene unos límites claros. El prevé que a medio plazo esta contradicción entre elevar la eficiencia tecnológica del capital y la caída de la rentabilidad va a conducir a medio plazo al capitalismo a la crisis y al derrumbe. El nunca llegó a hablar claramente de derrumbe, pero sí sus epílogos. No se produjo el derrumbe, pero sí la desbandada. Como el capitalismo no se derrumbó, entonces los buenos marxistas de la época empezaron a desbandarse, incluso hasta nuestros das. Todos se han desbandado, sobre todo en economía.
Incluso hoy hay muchos buenos y muy buenos historiadores marxistas, reconocidos  académicamente, filósofos notables inspirados en Marx, que se llaman marxistas, hay sociólogos marxistas y todos entraron en esa desbandada. Incluso el bueno de Kaustky dijo: «No hay derrumbe, por tanto, Marx se ha equivocado, y esto de “El Capital” comienza a ser viejo». Luego Bernstein dijo: «No hay derrumbe, Marx se ha equivocado doblemente». Y la buena de Rosa Luxemburgo dijo: «Marx no se ha derrumbado, pero esto no puede tener sinrazón. El caso es que hay mercados externos y mientras que el capitalismo consiga desarrollarse imperialistamente, conseguir mercados externos y dominar las naciones no capitalistas, la contradicción que tiende a que la rentabilidad, debido al progreso técnico, vaya a pique, queda atenuada». La explicación de Rosa Luxemburgo no era buena y aunque muy voluntariosa, no le hizo ningún favor científico a la obra de Marx.
Luego vino un señor que se llamaba Kondratiev, que era sobre todo historiador, al que le dio por decir que Marx tenía razón y que el capitalismo no se había derrumbado porque, periódicamente, se derrumbaba pero producía revoluciones tecnológicas. Otro comunista convencional, Schumpeter, decía: «Marx tiene razón, lo que pasa es que las revoluciones tecnológicas permiten reproducir la base productiva del capital y reiniciar las fases expansivas».
A Kondratiev se lo cargaron. Le dijeron, con eso que estás diciendo tu -como en aquel momento la Tercera Internacional se derrumbaba y Eugenio Ibargas y Bujarin tenían sentenciado al capitalismo- el capitalismo no sale de esta, (Hablamos de la crisis del capitalismo de los años 20-30.)
Aquí se perdió la posibilidad de hacer una teoría del desarrollo cíclico del capitalismo coherente con el análisis de Marx, que hubiera podido poner a la economía marxiana a la cabeza de la explicación de los fenómenos del capitalismo de nuestros días.
 REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS 
E. MANDEL. La formación del pensamiento económico de Marx . Ed. Siglo XXI
B. FINE y L. HARRIS: Para releer El Capital. Ed. FCE.

Croquetas y Di Tú





Fábrica de croquetas Prodal. Foto: Raquel Pérez Díaz / Cartas desde Cuba.



Por:


La noticia nos la dio la prensa cubana, el Granma. Era algo que ya muchos conocían, probablemente un mal que ha perdurado por mucho tiempo y que se extiende a otros productos, como pueden ser el ron, el pan, y hasta en su tiempo la cerveza. La información publicada fue que en algunos establecimientos “Di Tú” se venden croquetas elaboradas fuera de la “cadena productiva estatal” y que tiene en la empresa PRODAL la entidad encargada de producir ese tipo de alimentos.

Para mí, nacido y criado en Santiago de las Vegas, ciudad devenida en pueblo, donde existían dos restaurantes cafeterías emblemáticos –que anunciaban tener “La mejor croqueta de Cuba” y que además tenía una sucursal por la Vía Blanca– la noticia de la croqueta adulterada me llamó la atención, más que todo porque noticia, en estricto término, no es. Más bien la novedad sería que un día pudiéramos estar seguros que en los Di Tú y en otros establecimientos gastronómicos las croquetas no están adulteradas o, para ser exacto, las croquetas que se venden son las que produce y distribuye PRODAL.

Para terminar esta pequeña historia introductoria, recuerdo por allá por los finales del 70 la “croquetera” de F y 25 donde los estudiantes del Pre del Vedado acudíamos en masa a saciar nuestra hambre con las “cosmonautas”, bautizadas así por la característica especial que tenían de pegársenos en el cielo de la boca. Aparecieron muchos años después las llamadas “croquetas explosivas”, también vendidas en la red de tiendas estatales y que se convirtieron en todo un reto para quienes pretendía cocinarlas. En fin, la croqueta y sus vaivenes nos ha acompañado en esta historia desde hace muchos años y hoy nos puede servir de estudio de caso. Pero llamo la atención: hay otros muchos estudios de casos.

La primera de las preguntas es casi elemental: ¿Hace falta que el Estado se ocupe de la producción de croquetas? Una primera respuesta casi automática, sería no. Producir croquetas no debiera ser parte de las preocupaciones de un Estado que debe garantizar la salud y la educación de forma masiva a toda la población cubana.

Sin embargo, dada la situación sui generis de nuestra economía, esa especial combinación de dos tasas de cambio y salarios e ingresos personales bajos aún, la “croqueta” puede ser –y estoy casi seguro de que así es– un alimento estratégico para los hogares de bajos ingresos. Así pues, garantizar la “disponibilidad” de croquetas a precios adecuados a los niveles de salarios e ingresos de la población no debe ser una asunto de menor cuantía. Estando de acuerdo en este punto (aunque estoy seguro de que habrá mucho desacuerdo), la pregunta sería: ¿Y para garantizar ese “acceso” masivo a las croquetas, debe ser el Estado o una empresa estatal quien tenga que hacerlo? ¿No habrá otras fórmulas?

Aquí la respuesta es más diversa. Es cierto que producir croquetas de forma masiva no se hace en una cocina de una casa o de un restaurante. La producción masiva de alimentos requiere de tecnología, condiciones sanitarias, controles de calidad tanto para las materias primas como para el producto terminado (que me resulta difícil imaginarlo a escala de una casa).

Sin embargo, también me resulta muy difícil aceptar que solo puede ser el Estado quien asuma ese riesgo. Me viene a la mente la empresa que en el Mariel produce o producirá embutidos para los hoteles cubanos. Tengo entendido que esa empresa no es estatal, sino de algún empresario extranjero. O sea, que parece posible producir estos tipos de alimentos en Cuba, también de forma masiva, sin que el Estado tenga que involucrarse en el proceso productivo.

Existe en Cuba una larga tradición de producción de embutidos, hechos artesanalmente, de relativamente buena calidad. No costaría demasiado convertir varios de esos productores en una empresa cooperativa que, con determinadas facilidades iniciales, produjera embutidos incluso para el mercado hotelero y así hacerle la competencia a esa fábrica extranjera, digo, por el aquello de que consumir productos cubanos es hacer patria.

Pero sigamos con la croqueta. Obviamente la otra parte de este asunto es el expendio de este producto en los Di Tú. No descubro nada si afirmo que cuando en un Di Tú se venden croquetas caseras (hechas sin ninguna garantía de calidad y salubridad) además del riesgo para la salud que ya es muy grande, ocurre que se utilizan instalaciones del Estado, la corriente que el Estado paga, el salario que el Estado paga y la promoción que el Estado paga para el beneficio personal de alguien o “alguienes”, en una especie de privatización mal hecha (algo parecido ocurre en otros establecimientos estatales de expendio de alimentos y bebidas en Cuba, algo que también es conocido), y ese otro costo lo pagamos todos lo que conceptualmente somos los “dueños de los medios de producción”.

La primera pregunta ahora es parecida a la anterior: ¿Es necesario que sea un establecimiento estatal quien se ocupe de la venta minorista de esos bienes? ¿No hay otra manera de que el Estado se beneficie de esa venta sin tener que pagar tan altos costos, que incluyen responsabilidad y prestigio? ¿Acaso no es más estratégico, congruente y coherente con la visión de país que se ha aprobado salir – ordenada e inteligentemente– de todo ese lastre?

Hay algunos hechos que al menos prueban que es posible hacerlo, el primero de los es la conversión de algunas “cafeterías y restaurantes” estatales en cooperativas o negocios privados a partir del arriendo de los mismos locales en que antes existían esas empresas estatales. Es cierto que aquí el ingreso del Estado es diferente, que sus fuentes proviene del impuesto y de la venta de suministro, pero los costos de operación y los de prestigio se han eliminado.

Yo no tengo datos de cuánto es el gasto en salarios en los Di Tú ni en electricidad ni en el resto de la logística que se necesita para mantenerlos funcionando. Tampoco sé cuánto ingresan, aunque pienso que debe ser sustancial ese ingreso del cual el Estado se nutre. El gasto de consumo de la población cubana en servicios y bienes provistos por el Estado es sustancial y es un ingreso importante para el Estado cubano.

El Anuario Estadístico de Cuba de 2016 nos provee de algunos datos que, al menos en parte, nos permiten comprender la importancia de los diferentes mercados de los cuales los Di Tú son parte, y de los ingresos que se generan en ellos.


En otras palabras, los hogares cubanos gastan en el mercado estatal el 71 por ciento de todo su gasto en consumo, aunque los Di Tú están incluidos en el rubro Otras Fuentes, donde los hogares cubanos gastan el 7 por ciento del total de su gasto en consumo. En resumen, el 78 por ciento de todo el gasto en consumo de los hogares cubanos se realiza en mercados controlados por el Estado. Casi en su totalidad, ese gasto es, a la vez, ingreso para el Estado o para las entidades estatales y en parte constituye una fuente de financiamiento de otras actividades necesarias.


Se trata, desde mi perspectiva, de un problema de costos de oportunidad, esto es, entre cambiar radicalmente la situación y convertir a todos estos establecimientos a formas de gestión no estatales y lograr un diseño impositivo que garantice los mismos ingresos, o mantenerlo todo tal y cual está hoy y pagar la cuota de ineficacia e ineficiencia que actualmente todos pagamos y el riesgo de adquirir cualquier enfermedad debido a adulteraciones y a la dificultad de tener un inspector las 24 horas en cada uno de los referidos establecimientos.

Finalmente, si vamos a lo que aparece en el documento de la conceptualización del modelo económico y social, leemos que allí se define “como medios de producción fundamentales aquellos que tienen papel estratégico en el desarrollo económico y social, en la vitalidad y la sostenibilidad del país y en la seguridad nacional”. La croqueta y los Di Tú no parecen cumplir ninguna de esas condiciones.

Entre tanto, a nivel individual, recomiendo el libro Cocina al Minuto de Nitza Villapol y Martha Martínez en su primera versión de 1960. Allí entre las páginas 210 y 218 encontrará varias recetas de croquetas que, adecuadas a nuestra situación actual, le evitarán tener que arriesgarse con las famosas croquetas sin denominación de origen de los Di Tú.