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jueves, 24 de enero de 2019

La moral y la administración del dinero



NEW HAVEN – La fallecimiento el 16 de enero de Jack Bogle, quien fue fundador de la compañía de inversiones Vanguard Group, dio lugar a una multitud de halagadoras notas necrológicas. Por supuesto, las notas necrológicas con frecuencia alaban a los difuntos que las suscitan. Sin embargo, las escritas sobre Bogle parecían ser más elogiosas que de costumbre. Y, yo creo que sí existe una razón para ello: Bogle fue un hombre que fue direccionado por la moral en una forma inusual.

Por supuesto, no podemos juzgar el éxito de Bogle utilizando como medida su riqueza personal. Cuando Bogle fundó Vanguard en el año 1975, la creó como una organización sin fines de lucro. La empresa no tiene accionistas externos; todas las ganancias se plasman en comisiones más bajas, no en dividendos.

A juzgar por métricas distintas a la riqueza de su fundador, el Vanguard Group es una compañía que ha logrado un gran éxito. Invierte en representación de 20 millones de personas en 170 países. Cuenta con $4,9 millones de millones en activos bajo su administración. Puede que sea la compañía de inversiones más importante del mundo.

Pero, esto no significa que debemos estar de acuerdo con todo lo que Bogle dijo, o expresó para vilipendiar a otros que noestán constituidos como organizaciones sin fines de lucro. La suya no es la única manera de ser moral.

La moral de Bogle estaba arraigada en su convicción de que intentar vencer al mercado es inútil. Esta convicción se refleja en su libro publicado el año 2007: El pequeño libro para invertir con sentido común: El mejor método para garantizar la rentabilidad en bolsa. Su estrategia de inversión es “la única manera” de invertir, y el párrafo de apertura de la edición conmemorativa del décimo aniversario del libro la resume:

“El meollo de la inversión exitosa es el sentido común. Como dijo Warren Buffett, a quien se apoda el ‘Oráculo de Omaha’, la inversión exitosa es simple, pero no es fácil. La aritmética sencilla hace que se vislumbre, y la historia confirma, que la estrategia ganadora para invertir en acciones es ser dueño, a un costo muy bajo, de las acciones de todas las empresas del país que cotizan en la Bolsa”.

Esto significa que uno debería simplemente invertir en un fondo índice que represente a todo el mercado, y eso fuera todo. Sin embargo, es un poco extraño citar a Buffett para respaldar una estrategia de este tipo, teniendo en cuenta que el ‘Oráculo de Omaha’ le debe la totalidad de su fama (y de su nombre) a su capacidad para superar al mercado.

El enunciado de Bogle se interpreta mejor en la forma como se lo aplica a su audiencia de inversores minoristas individuales. Debido a que la cartera total del mercado es la inversión promedio para todos los inversores, el inversor promedio no puede obtener resultados que sean mejores que aquellos resultados promedio para todo el mercado. Sin embargo, la entusiasta agitación del mercado hace que las personas pierdan de vista este punto. Como Bogle expresa en su libro: “El mercado de valores es una distracción gigante que aleja la atención de lo que es el negocio de invertir”.

Tiene razón en cuanto a que el mercado de valores es una distracción. Las personas buscan emoción, y el mercado de valores es un juego que ellos pueden jugar. Las personas apostarán de todos modos, si no lo hacen en el mercado de valores, lo harán en un casino. Por otro lado, y sin lugar a dudas, la situación mejora en general si las personas aprenden lecciones sobre negocios y actividad económica real, en lugar de aprender trucos de conteo de cartas. Algunos pueden atravesar por trayectos difíciles llenos de sacudones; sin embargo, el caótico ajetreo del mercado de valores también es una señal de una economía vibrante.

Aconsejar a las personas indicándoles que simplemente deben agarrarse del mercado y seguirlo equivale a aconsejarles que viajen gratis; es decir, aprovechándose de la sabiduría de otros, quienes no siguen esa estrategia. Si todos siguieran el consejo de Bogle, los precios del mercado se tornarían en algo sin sentido y no proporcionarían ninguna direccionalidad a la actividad económica.

Recuerdo exactamente el día en el cual comencé a apreciar la complejidad de los temas morales que conlleva la administración del dinero: fue un 8 de octubre de 2009. Recibí una llamada telefónica del eminente economista de MIT Paul Samuelson, quien había sido mi catedrático en mis épocas de estudiante de postgrado a principios de la década de 1970. Tenía 94 años el día que me llamó, y dos meses después murió. Me impresionó tanto la llamada que tomé notas al respecto en mi diario.

Samuelson me llamó para darme su opinión en respuesta a mis publicaciones recientes que abogaban a favor de la expansión de los mercados de seguros, futuros, y opciones con el propósito de mitigar los riesgos financieros (por ejemplo, aquellos riesgos relacionados con los precios de la vivienda y los ingresos profesionales) que enfrentan las personas comunes. Mi catedrático dijo que estos mercados podrían convertirse, si se promocionaban para que en ellos participe la población en general, en “mercados casinos”, que serían usados por las personas para apostar, en lugar de ser usados para protegerse a sí mismos.

Luego Samuelson mencionó el ejemplo de Bogle, quien: “renunció a mil millones de dólares por ir tras la aplicación de un concepto”. Continuó diciendo que “Bogle fácilmente podría haber cobrado esta suma”, pero no lo hizo, y que “el milagro que fue Vanguard provino de los principios de Bogle”.

Pensé que Samuelson estaba en lo correcto. A largo plazo, los mercados recompensan a las personas con principios. Sin embargo, aún existe la necesidad de un conjunto ampliado de mercados de riesgo, debido a que estos mercados pueden llevar a cabo – y en los hechos llevan a cabo – funciones útiles, que incluyen la gestión de riesgos, la incentivación, y la orientación empresarial.

El problema es que prestar atención a estos mercados requiere de personas inteligentes que trabajen arduamente para ayudar a otros en sus inversiones. Estas personas no participan en un juego de suma cero, ya que ayudan a dirigir los recursos hacia mejores usos. Y, dichas personas deben ser remuneradas. Incluso Vanguard, compañía que ahora tiene una cantidad de distintos fondos índice, contrata a gerentes de inversión y cobra una comisión de administración, aunque la misma sea baja.

No todos los fondos necesariamente deben cobrar una comisión baja. Vivimos en un mundo donde el cambio constante y rápido, así como la innovación, requieren de mayor atención, y la atención es costosa. Si bien muchos gerentes financieros a veces no tienen escrúpulos, una comisión de administración más alta no siempre es una señal de que algo anda mal.

Sin embargo, Bogle continúa siendo un héroe ante mis ojos, debido a que él proporcionó un producto honesto, y su motivación para ello fue un sincero deseo de ayudar a las personas. De igual manera, Bogle debería ser un héroe para todos debido a que demostró que los mercados, a la larga, reconocen la integridad.

Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.



ROBERT J. SHILLER a 2013 Nobel laureate in economics, is Professor of Economics at Yale University and the co-creator of the Case-Shiller Index of US house prices. He is the author of Irrational Exuberance, the third edition of which was published in January 2015, and, most recently, Phishing for Phools: The Economics of Manipulation and Deception, co-authored with George Akerlof.

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