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miércoles, 9 de enero de 2019

¿Quién teme al déficit presupuestario?

Hay cosas en las que el Estado debería gastar dinero, incluso cuando abunda el empleo, porque tienen compensaciones



El congreso de EE UU celebra la eleccón de Nancy Pelosi como presidenta. PAT BENIC GTRES

El martes, la mejor presidenta de la cámara de los últimos tiempos reclamaba su mazo y sustituía a uno de los peores. A los medios de comunicación les ha llevado mucho tiempo apreciar la grandeza de Nancy Pelosi, que salvó a la Seguridad Social de la privatización, y después desempeñó un papel clave para conseguir un seguro de salud para 20 millones de estadounidenses. Y a los medios de comunicación todavía les resulta difícil asumir la falsedad de su adorado Paul Ryan, que, por cierto, ha dejado el cargo con un apoyo ciudadano del 12%. Pero creo que por fin, el relato va ajustándose a la realidad.

Hay muchas razones para esperar que Pelosi sea de nuevo altamente eficaz. Pero algunos demócratas progresistas se oponen a una de sus decisiones iniciales y, tanto desde la perspectiva de la economía como probablemente desde la de la política, sus detractores tienen razón. El tema en cuestión es el sistema paygo, una norma que exige que los aumentos de gasto vayan unidos a aumentos de impuestos o a recortes en otra parte que los compensen. Se puede argumentar que la norma importará poco o nada. Por una parte, el sistema paygo es la ley, independientemente de que los demócratas lo introduzcan o no en sus normas internas. Por otra parte, es bastante fácil prescindir de la ley, como ocurrió después de que los republicanos aprobasen la enorme exención de impuestos de 2017.

Pero adoptar la norma era una señal de las prioridades demócratas, una declaración de que al partido le preocupan profundamente los déficits presupuestarios y está dispuesto a renunciar a sus otros objetivos para abordar esta preocupación. ¿Es realmente la señal que el partido debería transmitir?

El análisis económico de las normas mecánicas y burdas acerca de los déficits presupuestarios está claro: son una idea verdaderamente mala. La obsesión por el déficit fue profundamente destructiva en los años que siguieron a la crisis financiera mundial, y ayudó a los conservadores a imponer medidas de austeridad que retrasaron durante años la recuperación económica. Es cierto que ya no tenemos una economía deprimida, y que la austeridad es mucho menos destructiva cuando la tasa de desempleo es inferior al 4% que cuando supera el 8%. Pero antes o después –probablemente más pronto que tarde– vendrá otra recesión, y una norma presupuestaria rígida no ayudará cuando eso suceda.

Aunque los votantes afirmen que les preocupan los números rojos, prácticamente a ninguno le importa

Además, hay cosas en las que el Estado debería gastar dinero incluso cuando abunda el empleo: arreglar nuestras deterioradas infraestructuras y ayudar a los niños a obtener una educación, atención sanitaria y una nutrición adecuada. Dicho gasto tiene grandes compensaciones a largo plazo, incluso en términos puramente monetarios.

Por otro lado, la administración pública federal puede obtener dinero prestado muy barato; el tipo de interés de los bonos a 10 años protegidos contra la inflación ronda el 1%. Estos bajos costes de financiación reflejan, a su vez, lo que parece ser un persistente exceso de ahorro, es decir, que el sector privado quiere ahorrar más de lo que está dispuesto a invertir.

Teniendo en cuenta este hecho, ¿por qué no poner parte de ese exceso de ahorros a trabajar en inversiones públicas de alta rentabilidad? ¿Deberíamos realmente negarnos a gastar dinero en reparar sistemas de alcantarillado o en proporcionar alimentación infantil porque esto aumenta un poco el déficit, con un impacto menor en el futuro gasto en intereses?

Pero, se podría alegar, desde el punto de vista político, ¿no es importante para los demócratas presentarse como un partido responsable en materia fiscal? Lo dudo mucho. El relato está muy claro: cuando están en el poder, los demócratas se esfuerzan por equilibrar el presupuesto; cuando llegan los republicanos, funden enseguida el dinero en rebajas de impuestos para los ricos. Sin embargo, los sondeos muestran que el Partido Republicano está un paso por delante cuando la pregunta es qué partido es mejor a la hora de lidiar con el déficit.

Hay cosas en las que el Estado debería gastar dinero, incluso cuando abunda el empleo porque tiene compensaciones

O acuérdense de lo que ocurrió después de que los demócratas aprobasen la Ley de Atención Sanitaria Asequible, haciendo un enorme esfuerzo por pagar las prestaciones adicionales con aumentos de impuestos y recortes de gastos. La mayoría del electorado seguía creyendo que la ley aumentaba el déficit. La realidad no parece importar.

En cualquier caso, el hecho es que aunque los votantes afirmen que les preocupa el déficit, prácticamente a ninguno le importa. Por ejemplo, ¿todavía cree alguien que el ascenso del Tea Party fue una protesta contra los déficits? Desde el principio fue una cuestión de racismo, de que la administración pública gastase dinero en ayudar a esa gente. Y eso es válido para mucho de lo que se presenta como conservadurismo fiscal.

De hecho, incluso los obsesos del déficit que tanto influyeron en la retórica de Washington durante los años de Obama parecen extrañamente selectivos en su preocupación por los números rojos. Después de todas esas proclamas de que en cualquier momento se produciría una catástrofe fiscal a no ser que recortásemos el gasto de la Seguridad Social y de la Sanidad para Mayores, es curioso lo apagada que ha sido su respuesta ante la enorme rebaja tributaria que ha hecho que el presupuesto se dispare. Es casi como si su verdadero objetivo no fuese el de limitar el endeudamiento nacional, sino reducir los programas sociales.

¿Entonces estoy diciendo que los demócratas deberían hacer caso omiso de los déficits presupuestarios? No; cuando estén dispuestos, si es que llegan a estarlo, a avanzar en cosas como la sanidad para todos, las cantidades serán tan enormes que será crucial preguntarse cómo se van a financiar.

Pero si bien la prudencia fiscal siempre es necesaria, el que los demócratas impongan una camisa de fuerza al gasto —en especial cuando los republicanos han demostrado ser completamente irresponsables— parece una mala decisión.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía.
@The New Yoork Times 2018
Traducción de News Clip

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