Durante mucho tiempo se ha venido conociendo
la perseverante animación y decisión de los gobiernos de los Estados Unidos de
América, de involucrarse en procesos organizativos políticos y sociales, que
parecieran destinados peligrosamente a la imposición global del unilateralismo,
el hegemonismo y formas radicales de un nacionalismo tajante y violento que
riesgosamente pudieran inclinar a sus administraciones a formaciones
NEOFASCISTAS que finalmente causarían grandes estragos y contradicciones
antagónicas y crueles.
Ahora
bien, pudiéramos hacernos la siguiente pregunta: ¿Cómo esa poderosa nación
llega a esa
vocación tan anormal, sobre todo en relación con el NEOFASCISMO?
Sin entrar en análisis cronológicos exhaustivo
que convertirían este documento en un legajo insoportable, y por otro lado,
teniendo muy en cuenta las limitaciones del redactor, considero que esta
enfermedad, este morbo, se inicia con el carcinoma de la ESCLAVITUD, con el problema racial, que a la vez es parte inseparable y esencial
de la filosofía impuesta por los nazis de Hitler y los fascistas de Mussolini.
En la sociedad de los Estados Unidos, el
flagelo de la esclavitud estuvo presente de forma drástica y casi absoluta por
más de siglo y medio, pues a pesar de que en la década de los 60 del siglo XIX,
el entonces presidente Abraham Lincoln abolió por ley ese crimen de lesa
humanidad, no es hasta mayo de 1886, que el Tribunal Supremo determinó el
principio de segregación social: SEPARADOS
PERO IGUALES; perdurando hasta 1954 (casi un siglo después), en que ese
Tribunal determinó la esclavitud como inconstitucional; y hasta 1967, después
de grandes protestas, se aprueba la ley de Igualdad de Derechos.
O no recordamos de hecho, entre muchísimos
otros aspectos negativos, cómo el ejército estadounidense practicaba el
racismo: el plasma sanguíneo “blanco” y “negro” eran separados cuidadosamente
en los hospitales militares. Como las propuestas para endurecer las leyes anti-linchamiento
eran repetidamente rechazadas por el Congreso; y por último, como el famoso
pelotero negro estadounidense Jackie Robinson no pudo entrar en las llamadas Grandes
Ligas, hasta finales de la década del 50 del pasado siglo XX.
Precisamente,
considero que resultaría provechoso empatar el anterior segmento relacionado
con la ESCLAVITUD, y una aseveración aparecida en el controvertido libro
escrito por Adolfo Hitler, en el año 1924, titulado “Mi Lucha” (Mein Kampf),
como sigue:
“Existe una nación extranjera en la cual se
deja ya sentir, por lo menos tímidamente, la iniciación de un mejor criterio:
es en los Estados Unidos de Norteamérica, donde se nota el empeño de buscar en
ese orden el consejo de la razón, al prohibir terminantemente la entrada en su
territorio de inmigrantes afectados de enfermedades infecto-contagiosas, y
excluir de la naturalización, sin reparo alguno a los elementos de determinadas
razas; los Estados Unidos reconocen en parte el principio que fundamente la
concepción racial del Estado Nacional Socialista”; y continua:
“La América del Norte cuya población se
compone en su mayor parte de elementos germanos, que se mezclaron solo en
mínima escala con los pueblos de color, racialmente inferiores, representa un
mundo étnico y una civilización diferente de la que son los pueblos de América
Central y la del Sur, países en los cuales los emigrantes, principalmente de
origen latino, se mezclaron en gran escala con los elementos aborígenes.
TREMENDO
ELOGIO DEL FUHRER A LOS GOBIERNOS DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA.
Siguiendo
las huellas a estos enfermizos elementos, he creído necesario rememorar como en
los Estados Unidos se gestó un complot fascista para conquistar el poder.
Me refiero a la conspiración en que estuvo
involucrado el General Smedley Butler en 1935. Este general declaró ante una
comisión del Congreso que varios banqueros de Wall Street, fundadores de la
ultra-derechista y fascista Liga Norte Americana de la Libertad y autoridades
de la otra fascista Legión Norteamericana, se habían confabulado para apoderarse
del gobierno poco después que el Presidente Roosevelt implantara el “New Deal”.
El testimonio del General, condecorado en dos
oportunidades por el Congreso de los Estados Unidos, declaró que mantuvo conversaciones
con una persona llamada Gerald C.Mc Guire, en las cuales ese había sugerido la
formación de un ejército FASCISTA dirigido por el mismo General Butlers. Todo
esto fue abortado oportunamente.
El tema
que le sigue ratifica incuestionablemente como las élites de poder de los
Estados Unidos, en su mayoría, llevaba en sus entrañas la purulencia de las
deformidades y aberraciones antinaturales de las conductas, prácticas y las
ideas de lo que hoy se conoce como el NAZIFASCISMO; pero que de verdad muchas
de sus prácticas, de una forma u otra, venían siendo realizadas con
anterioridad.
Es por eso que no se nos puede olvidar que el
fuhrer alemán, Adolfo Hitler, y sus ideas nazi-fascistas fueron particularmente admiradas por los
propietarios, directivos y accionistas de las grandes empresas y corporaciones
estadounidenses, que ya en los años 20 y 30 habían hecho considerables
inversiones en Alemania o se habían asociado con empresas alemanas.
No podía extrañarse que fascistas y
filo-fascistas, como los presidentes de DUPONT, ITT, Texaco, General Motors,
IBM, etc. y sobre todo Henry Ford, admiraban a Hitler. Algunos de ellos
condecorados con las más altas distinciones que la Alemania Nazi podía otorgar
a un extranjero.
No fue por casualidad que los fabricantes de
automóviles y las petroleras norteamericanas participaran del triunfo alemán.
Sin los camiones, tanques, aviones y otros equipos suministrados por las
subsidiarias alemanas de Ford y GM, y sin las grandes cantidades de materias
primas estratégicas suministradas por Texaco y Standard Oil, vía España, las
fuerzas alemanas de tierra y aire no habían podido tan fácilmente derrotar a
sus adversarios en 1939 y 1940.
Entre
otros muchos procesos que puedo evocar sobre esta vocación nazi-fascista tan
anormal en ese país, me referiré al llamado “PROYECTO PARA EL NUEVO SIGLO
AMERICANO”, que delineó desde junio de 1997 –cuatro años antes del 11 de
septiembre de 2001- los objetivos, etapas y medios necesarios para lograr
imponer el dominio final del Capitalismo Occidental, encabezado por los Estados
Unidos, sobre todas las regiones del mundo.
En aquel momento, fueron los llamados NEOCONSERVADORES los que impulsaron y
astutamente impusieron ese Proyecto, que si se analiza con detenimiento,
pudiera afirmarse que constituye el primer gran paso para proseguir con logros
más radicales, hasta llegar a la máxima motivación de formas NEOFASCISTAS, anheladas por sus
elementos más ultraderechistas.
En la extensa lista de fundadores y adherentes
al Proyecto que recoge desde la Declaración de Principios del 3 de junio de
1997, hasta la Segunda Declaración sobre Iraq, del 28 de marzo de 2003, se
encuentran nuestros muy conocidos: John Bolton y Elliot Adams, y una larga
lista de supremacistas blancos, neoconservadores y fascistas encubiertos.
Años
después, en noviembre del 2000, al presentarse el fraude electoral que eligió a
George W. Bush, como presidente de los Estados Unidos, se aprovechó esta
magnífica oportunidad para reclutar a varios declarados neofascistas en su
administración, logrando el desbarajuste y las acciones más controvertidas,
inhumanas, infelices y agresivas en los 8 años en que se mantuvo de mandatario.
Con la conspiración de los atentados a las
Torres Gemelas, en septiembre 11 de 2001, evento catastrófico y catalizador (el
nuevo Pearl Harbor), tan anhelado, los neofascistas iniciaron lo que suelen
llamar entre sí “La Cuarta Guerra Mundial”.-
Y a la vez, lo que había comenzado en 1997, como
un plan maestro de objetivos de guerra en el Medio Oriente y de hegemonía
global, se estaba convirtiendo en la política oficial exterior de los Estados
Unidos, bajo el código propagandístico de “LA GUERRA CONTRA EL TERRORISMO”.
Es bueno aclarar que la llamada “Cuarta Guerra
Mundial” fue dado a conocer por el fascista James Woolsey, ex director de la
CIA y firmante del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano, en una conferencia
en la Universidad de California, el 2 de abril 2003. Según este personaje: “es una guerra para extender la democracia
hacia aquellas regiones del mundo árabe y musulmán que amenazan la civilización
liberal que tanto nos esforzamos por construir y defender, a lo largo del siglo
XX, en la Primera Guerra Mundial, la Segunda y la Tercera (esta última la
llamada Guerra Fría)”.
Al tratar de exponer mis criterios sobre estos
36 infelices años en que se encuentra de presidente el señor Donald Trump,
decidí ajustarme a parte de lo que
expuse en mi documento “Qué nos deparará la historia”, del 10 de abril, y que
paso a destacar:
·
“Se observa una actitud predestinada a desmantelar los procesos tan
internamente arraigados en esa sociedad y sus administraciones, maniobrando
hábilmente para construir plataformas mucho más radicales, extremistas y fundamentalistas,
que se transformen, en última instancia, en un engendro FASCISTA, lo que
seguramente será bendecido por los nuevos poderosos grupos que apuestan por esa
nefasta doctrina”.
RESUMIENDO;
Con
éste no muy extenso documento, he tratado de confirmar que NO SOLO AHORA, con
la presencia de estos personajes en la ACTUAL administración de los Estados
Unidos, es que los gobiernos de los Estados Unidos tengan estas
características, sino que desde hace muchísimos años, casi desde que son
independientes, los que han estado dirigiendo a esa nación, se han distinguido
por el empleo de métodos FASCISTAS de autoridad, con más o menos intensidad; y
lo más deplorable es que han sabido inculcarle a una parte no despreciable de
su pueblo, estas odiosas creencias.
Por otro lado, ¿cómo es que ahora los
FASCISTAS se declaran PRO-SIONISTAS; y por el contrario los SIONISTAS se
proclaman PRO-FASCISTAS?
¡A LO
MEJOR BOLSONARO NOS LO PUEDE ACLARAR!
La Habana, Cuba, 28 de abril de 2019. “Año 61
de la Revolución”.
Julio Sergio Alcorta Fernández
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