[Reseña del libro Karl Marx’s Ecosocialism – Capitalism, Nature, and the Unfinished Critique of Political Economy, Kohei Saito, Nueva York: Monthly Review Press, 2017, 308 páginas].
Las principales corrientes ecologistas rechazan a menudo a Karl Marx por considerarlo productivista y ciego ante los problemas ecológicos. Recientemente se ha desarrollado en EE UU un cuerpo creciente de escritos ecomarxistas que contradice claramente este lugar común.
Los pioneros de esta nueva línea de investigación fueron John Bellamy Foster y Paul Burkett, seguidos de Ian Angus, Fred Magdoff y otros. Ellos contribuyeron a convertir la Monthly Review en una revista ecomarxista. Su principal argumento es que Marx era muy consciente de las consecuencias destructivas de la acumulación capitalista para el medioambiente, un proceso que describió con el concepto de brecha metabólica. Se puede estar en desacuerdo con algunas de sus interpretaciones de los escritos de Marx, pero su investigación fue determinante para una nueva comprensión de su contribución a la crítica ecológica del capitalismo.
Kohei Saito es un joven académico marxista japonés que forma parte de esta importante escuela ecomarxista. Su libro, publicado por Monthly Review Press, es una valiosa contribución a la reevaluación del legado marxista desde una perspectiva ecosocialista.
Restablecer la unidad
Una de las grandes cualidades del trabajo de Saito es que, a diferencia de muchos otros académicos, no trata los escritos de Marx como un conjunto sistemático, definido desde el comienzo hasta el final por su firme compromiso ecológico (según algunos) o una marcada tendencia no ecológica (según otros). Como señala muy convincentemente Saito, hay elementos de continuidad en la reflexión de Marx sobre la naturaleza, pero también algunos cambios y reorientaciones muy significativos. Además, como sugiere el subtítulo del libro, sus reflexiones críticas sobre la relación entre la economía política y el entorno natural están inconclusas.
Entre las continuidades, una de las más importantes es la cuestión de la separación capitalista de los humanos con respecto a la tierra, es decir, a la naturaleza. Marx entendía que en las sociedades precapitalistas había existido una forma de unidad entre los productores y la tierra. Contemplaba la restauración de la unidad original entre la humanidad y la naturaleza, destruida por el capitalismo, pero en un nivel superior (negación de la negación), como una de las tareas principales del socialismo. Esto explica el interés de Marx por las comunidades precapitalistas, tanto en su debate ecológico (por ejemplo, sobre Carl Fraas) como en su investigación antropológica (Franz Maurer): ambos autores eran percibidos como “socialistas inconscientes”.
En su último documento importante, la carta a Vera Zasúlich (1881), Marx afirma que, gracias a la supresión del capitalismo, las sociedades modernas podrían retornar a una forma superior del tipo arcaico de la propiedad y la producción colectivas. Pienso que esto forma parte de un momento anticapitalista romántico de las reflexiones de Marx. En todo caso, este interesante planteamiento de Saito es muy relevante hoy en día, cuando las comunidades indígenas de América, desde Canadá hasta la Patagonia, forman la primera línea de resistencia a la destrucción capitalista del medioambiente.
Evolución del pensamiento
Sin embargo, la principal contribución de Saito está en el hecho de mostrar el movimiento, la evolución de las reflexiones de Marx sobre la naturaleza, en un proceso de aprendizaje, replanteamiento y reformulación de sus ideas. Antes de El Capital (1867) podemos encontrar en los escritos de Marx una evaluación más bien acrítica del progreso capitalista, una actitud descrita a menudo con el vago término mitológico de prometeísmo. Esto salta a la vista en el pasaje del Manifiesto Comunista que celebra el “sometimiento de las fuerzas naturales por la mano del hombre” y la “roturación de continentes enteros” gracias al capital; pero también es aplicable a los London Notebooks (1851), a los manuscritos económicos de 1861-1863 y a otros escritos de aquellos años.
Curiosamente, desde mi punto de vista, Saito parece eximir los Grundrisse (1857-1858) de su crítica. Esta excepción no está justificada, teniendo en cuenta hasta qué punto Marx admira en este manuscrito “la gran misión civilizadora del capitalismo” en relación con la naturaleza y con las comunidades precapitalistas, prisioneras de su localismo y su “idolatría de la naturaleza”(!).
El cambio se produjo en 1865-1866, cuando Marx descubre, leyendo los escritos del químico agrario Justus von Liebig, los problemas de agotamiento del suelo y de la brecha metabólica entre las sociedades humanas y su entorno natural. Esto dará pie, en el volumen I del Capital (1867), así como en los otros dos volúmenes inacabados, a una valoración mucho más crítica de la naturaleza destructiva del progreso capitalista, particularmente en la agricultura. Después de 1868, al leer a otro científico alemán, Carl Fraas, Marx descubrirá asimismo otras cuestiones ecológicas importantes, como la deforestación y el cambio climático local.
De acuerdo con Saito, si Marx hubiera podido completar los volúmenes II y III del Capital, habría insistido más en la crisis ecológica. Esto también implica, por lo menos, que en el estado inacabado en que Marx dejó estos volúmenes no insiste lo suficiente en estas cuestiones. Esto me lleva a mi principal desacuerdo con Saito. En varios pasajes del libro afirma que para Marx “la insostenibilidad medioambiental del capitalismo es la contradicción del sistema” (p. 142); o que en sus últimos años de vida consideró que la brecha metabólica es “el problema más grave del capitalismo”; o que el conflicto con los límites naturales es, para Marx, “la principal contradicción del modo de producción capitalista”.
Me pregunto dónde halló Saito, entre todos los escritos, libros publicados, manuscritos o cuadernos de notas de Marx, tales afirmaciones. Es imposible hallarlas, y por una buena razón. En el siglo XIX, la insostenibilidad del sistema capitalista no era la cuestión decisiva en la que se ha convertido hoy, o para ser más precisos, desde 1945. Ian Angus señala con razón que fue entonces cuando la actividad humana comenzó a constituir el factor dominante en la configuración del medioambiente planetario. Considera que fue entonces cuando el planeta entró en una nueva era geológica, el antropoceno.
Es más, creo que la brecha metabólica, o el conflicto con los límites naturales, no se califica correctamente al erigirlo en un “problema del capitalismo” o en “contradicción del sistema”. ¡Es mucho más! Es una contradicción entre el sistema y las “eternas condiciones naturales” (Marx), y por tanto un conflicto con las condiciones naturales de la vida humana en el planeta.
De hecho, tal como plantea Paul Burkett (citado por Saito), el capital puede seguir acumulándose en cualquier estado de la naturaleza, por muy degradada que esté, mientras no se haya extinguido totalmente la vida humana. En efecto, la civilización humana puede desaparecer antes de que la acumulación de capital resulte imposible.
Saito concluye su libro con una sobria valoración que me parece un resumen muy acertado de la cuestión: El Capital (el libro) es un proyecto inacabado. Marx no respondió a todas las preguntas ni predijo el mundo de hoy. Pero su crítica del capitalismo constituye una base teórica sumamente útil para comprender la actual crisis ecológica. Por eso, añadiría yo, elecosocialismo puede inspirarse en las ideas de Marx, pero debe desarrollar una nueva visión ecomarxista a la hora de afrontar los retos del antropoceno en el siglo XXI.
Viento Sur
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