Dicen que es muy difícil que alguien comprenda una cosa si su salario depende de no comprenderlo.
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El Foro Económico Mundial ha hecho público la semana pasada su informe sobre competitividad mundial, en el que además de establecer su célebre ránking sobre la situación competitiva de los países, se plantean algunos de los temas clave para el futuro de la economía mundial. En esta ocasión, los españoles estamos de enhorabuena, pues durante la actual década, hemos pasado de puestos situados más allá de la treintena, a situarnos en el puesto 23, adelantando a algunos de los países que forman parte de la mitología económica conservadora, como Irlanda, el afamado tigre celta, que en esta ocasión se sitúa por detrás de España.
Pero quizá lo relevante del informe de este año debe situarse en el ámbito de los capítulos analíticos, en los que los analistas del Foro tienden a situar los avances en sus reflexiones sobre el significado de la competitividad, el crecimiento económico y la globalización. En la edición actual, el informe se abre a una reflexión certera sobre las interrelaciones entre la sostenibilidad ambiental, la productividad y la desigualdad, desmontando algunos de los mitos que han conformado las posiciones económicas más conservadoras.
De esta manera, el informe señala que la relaciones entre incremento de la productividad y la sostenibilidad ambiental son determinantes, en la medida en que las sociedades menos productivas utilizan mas recursos para lograr su crecimiento económico. Por el contrario, la inversión en bienes inmateriales como la innovación, el conocimiento o el capital humano incrementan la productividad y favorecen la sostenibilidad del crecimiento económico, al utilizar cada vez menos recursos físicos por unidad de PIB. En un mundo donde los recursos materiales son finitos, y la capacidad del planeta es limitada, el futuro del crecimiento económico pasa indefectiblemente por mejorar drásticamente la productividad en el uso de los recursos naturales, lo cual requiere necesariamente de una fuerte apuesta por la innovación. El último informe de la fundación COTEC sobre la economía circular en España señala los importantísimos retos que tenemos por delante para hacer este sueño una realidad.
El segundo pilar de reflexión se ha destinado al ámbito de la desigualdad: si el crecimiento económico no es capaz de fundamentar sociedades más cohesionadas, no habrá crecimiento económico capaz de mejorar el bienestar general. Estudios promovidos por el Fondo Monetario Internacional y la OCDE han señalado que las medidas de redistribución económica tienen mucho más impacto en la reducción de la pobreza que las medidas destinadas a mejorar el desempeño económico. En otras palabras: que la famosa economía de goteo (trickle down), en la que se suponía que un mayor crecimiento económico bastaría para mejorar la situación de los más pobres, ha resultado ser una política subóptima comparada con acciones dirigidas a mejorar la cohesión social. Es más: en determinados casos, un exceso de desigualdad puede ser muy pernicioso para el crecimiento económico.
Las reflexiones del Foro Económico Mundial vienen acompañadas de opciones de políticas económica, como el impulso de la innovación en materia de sostenibilidad, el uso de impuestos sobre las emisiones de dióxido de carbono -medida en la que también abunda el FMI en su último informe sobre fiscalidad-, el fomento de la cooperación internacional, la mejora de la progresividad de los sistemas impositivos, o la apuesta por la igualdad de oportunidades desde las edades más tempranas.
El Foro Económico Mundial no está solo en sus recomendaciones. El Fondo Monetario Internacional coincide, como hemos visto, en gran parte de ellas, y la OCDE, que viene trabajando desde hace años en la elaboración de una serie interesantísima de propuestas para un crecimiento sostenible e inclusivo, avanza en la misma dirección.
Con todo, lo más relevante de este enfoque es quien lo propone: no son ONG trasnochadas, ni ecologistas regresivos, ni sindicatos encasillados en sus posiciones. No son autores conocidos por sus posiciones de outsiders. Son las instituciones que configuran los consensos básicos de política económica en el mundo. Puede que estas recomendaciones lleguen demasiado tarde o sean demasiado tímidas, pero la orientación de las mismas es inequívoca: el modelo de crecimiento basado en la depredación de recursos y en el caso omiso a la desigualdad está destinado al fracaso. Solo los más irreductibles se pueden aferrar a un paradigma que no solo se ha mostrado contraproducente, sino que se quedó estancado en los mensajes de los años ochenta del pasado siglo, y que no aguantan, en ningún caso, ni el contraste con la evidencia que ofrece la realidad, ni una discusión mínimamente rigurosa.
El reto que tenemos por delante es trasladar este nuevo consenso sobre el futuro del crecimiento económico a los debates nacionales. En un mundo donde la postverdad y la mentira política campan a sus anchas, va a ser una tarea titánica: dicen que es muy difícil que alguien comprenda una cosa si su salario depende de no comprenderlo. Mientras haya gente dispuesta a votar programas económicos llenos de estupideces, y mientras haya gente que aplauda las equivocadas ideas de algunos influencers mediáticos, habrá quien esté dispuesto a permanecer en la trinchera de un pensamiento económico desfasado y pernicioso.
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Este artículo fue publicado en El Plural el 14/10/2019. Se reproduce en esta WEB con autorización del autor.
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