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martes, 8 de octubre de 2019

Insistiendo sobre la cultura II


12/04/2011 

Autor: Newton Briones Montoto 

Un tsunami primero y la quiebra de su planta nuclear después, representan dramáticamente la tragedia actual de Japón. No hay trenes, el aeropuerto tiene las pistas dañadas y las carreteras están cortadas porque el terremoto dañó el firme y derribó los puentes. Miles de soldados, policías y miembros de equipos de rescate, profesionales o voluntarios, se afanan en desescombrar la línea de costa devastada por el tsunami. 

Sin embargo, la sociedad japonesa estos días asombra al mundo por su integridad. No ha habido un saqueo a una tienda. Sus habitantes, con una disciplina estoica, hacen colas para obtener el producto que se les suministra. Largas filas para llenar una garrafa de agua y volverse a colocar al final de ella para obtener una segunda. Incapaces de saltarse la fila o pedir una cuota mayor alegando cualquier pretexto, como ocurre en otras partes del mundo en situaciones menos complicadas. Ciudadanos que, pese al miedo, no quieren abandonar la tierra en la que han nacido, vivido, y en la que morirán si hace falta. Tal conducta del pueblo japonés ha llamado la atención del mundo. Lo que ha sucedido habitualmente en otros países cuando ocurre una catástrofe de esa magnitud, escenas de pánico, desórdenes y saqueos, no han sido vistas en Japón. 

Si el ejemplo no ha ocupado los primeros planos en los medios es porque la tragedia del tsunami es de una magnitud superior. Muchos se preguntan de dónde sale este milagro de disciplina e integridad: surge de algo muy simple: su ancestral cultura. 

La cultura japonesa 

"Es una sociedad de grupo donde lo importante no es que el individuo triunfe, sino que lo haga el grupo y para eso el individuo está dispuesto a sacrificar cosas suyas, y hasta a reprimir sentimientos para que el resto no se contagie de ese elemento negativo". Una cultura diseñada para la colectividad y no para la individualidad. Han aprendido desde pequeños como se debe lidiar con lo malo, en grupo. Pueden más los intereses de la mayoría, esa característica está siempre presente. 

Ser así les ha permitido alcanzar un tercer lugar mundial en la producción. Su esperanza de vida es de 82 años, una de las más altas del mundo. Su desempleo está en el 5%, su población carcelaria es veinte veces inferior a la de EE UU. Y lo anterior se ha logrado a pesar de que la naturaleza no los privilegió con recursos naturales. Afirmar que el mejor producto de Japón es su cultura, aplicada con eficiencia por su gente, no sería exagerado. Ante el ejemplo de los japoneses muchas teorías podrían sucumbir. Existe el estereotipo que donde impera la economía de mercado el sistema genera codicia, individualismo, es una concepción sine qua non, aceptada. Sin embargo Japón ha puesto en duda la hipótesis. No es la codicia lo que prevalece entre los habitantes de las islas que conforman su territorio. Todo lo contrario, prevalecen en sus ciudadanos las conscientes y bien cimentadas pautas de su cultura y no el individualismo. La cultura se va por encima del sistema económico y sus derivaciones negativas. Los japoneses responden, se conectan, a sus valores, rectitud, sacrificio o entrega del bushido, el código samurái que se ha ido transmitiendo por generaciones y que fue un pilar fundamental para cimentar el milagro económico japonés tras la II Guerra Mundial. Algún cubano podría alegar que para alcanzar ese estadio es necesaria la madurez de los siglos, como es el caso de Japón. Sería un pretexto baladí. ¿Para que existen nuestros investigadores e institutos de ciencias sociales sino para definir los objetivos y medios para hacer eficiente nuestra cultura? 

Las diferencias culturales 

Entendemos la cultura como el legado material y espiritual que nuestros ancestros nos dejaron desde una época muy remota. Es la herencia social que la persona recibe de la familia y del grupo. En ella se encuentran los valores aprendidos de manera natural. No necesitaron acudir a una escuela para saber cómo hacer las cosas elementales. Incluso los analfabetos reciben esa cultura que se adquiere por ósmosis. Influencia recíproca entre dos individuos o elementos con los cuales están en contacto. Ortega y Gasset dio su definición: “cultura es todo aquello que una persona conserva una vez que ha olvidado cuanto leyera”. La cultura se hace un reflejo condicionado más que una acumulación erudita. El hombre aprende y asimila lo que su cultura considera bueno, verdadero y hermoso, aquellas prioridades dadas por cada sociedad a lo considerado importante o necesario de exaltar. Los ingleses aman a sus soldados, Francia a sus cocineros, Italia a sus tenores, Estados Unidos a sus actores y España a sus mártires. El hombre sueña los sueños que su cultura le sugiere, desea los deseos de su cultura, fomenta y teme lo que su cultura le hace temer. En el caso de los japoneses es el respeto y la disciplina lo que los induce a hacer crecer su economía. La emoción es uno de los medios empleados para conseguirlo. Lo consideran algo importante y se subordinan hasta en la forma de expresarlo. "En Japón existen dos términos, el tatemae, o comportamiento en público, y el honne, los sentimientos y deseos verdaderos de la persona. En este caso el tatemae se sobrepone al honne. Cuando las emociones son negativas perjudican a los que están alrededor. Existe la creencia de que transmiten una energía negativa, y eso es algo que hay que evitar". Como toda obra humana no es perfecta. Las culturas tienen sus incongruencias y la del Japón no es una excepción. La jerarquía y la disciplina parecen ahogar el individualismo y la creatividad, según algunos críticos. Y algo no debe andar del todo bien cuando es considerado como uno de los países con mayor índice de suicidios del mundo. No siempre todo es verdadero, conveniente y sobre todo útil. A manera de contraste con otras culturas, los indios americanos pueden ser un ejemplo. Su cultura giraba en torno al búfalo. De su esqueleto fabricaban la mayoría de los utensilios que formaban su cultura material, utilizaban la piel, los tendones, los huesos, las cavidades, las membranas y otras muchas partes, para distintos fines. Su religión estaba dirigida principalmente a asegurar el éxito en la caza del búfalo. Su sistema social medía el desempeño de los hombres por el triunfo y la habilidad para la caza. Sin lugar a dudas es una cultura bien estructurada para conseguir un fin, cazar y sobrevivir. No siempre sucede que las culturas estén bien estructuradas o sean coherentes como es el caso de los indios de Norteamérica. La cultura como legado de las generaciones anteriores recoge experiencias humanas negativas. ¿Cuáles? En los diferentes estadios económicos atravesados por una sociedad existen gérmenes. En esa larga travesía hay peligros de contaminación. Cuatro siglos de asentamiento español en Cuba pueden ofrecer una idea de estos aspectos. Los capitanes generales no se andaban con ñoñerías al ser instruidos por su metrópoli en cómo extraer beneficios de su colonia. Aprendimos el racismo y ello dura hasta nuestros días. ¿O es que acaso los cubanos del siglo XVIII no soñaron con tener más esclavos? Estaban convencidos de que era lo correcto para su época. Actualmente tal conducta resulta desdeñable desde la perspectiva humanista del siglo XXI. ¿A qué se debió que España no progresara a pesar de tener la riqueza de América, mientras Alemania, Francia e Inglaterra lo lograron? Algo de esas incongruentes experiencias nos transmitieron los españoles. Ahí en esos inicios, como criollos primero y como cubanos después, se encuentran nuestros defectos. 

La cultura cubana 

Podríamos preguntarnos por los cubanos y su cultura. Su dirección en la vida y sus prioridades. Si no es el búfalo del indio americano como centro de su cultura. ¿Entonces cuál es? O los japoneses por hacer crecer su economía, ¿cual es nuestro equivalente, nuestra prioridad? En los hombres ilustres de épocas pasadas podemos encontrar una visión de nuestras paradojas. José Martí dijo: "El trabajo no está en sacar a España de Cuba, sino en sacárnosla de las costumbres"… El ilustre Enrique José Varona expresó en 1927: "la colonia seguía viva en la república". No nos habíamos desprendido de los defectos españoles. José Lezama Lima nos vio así: “Los principales rasgos cubanos son la imaginación, la fidelidad a las grandes causas y la bravura”. El periodista y escritor Jorge Mañach, hizo también su indagación. “Somos muy inteligentes y a la vez superficiales; trabajadores y especuladores; voluntariosos, pero de poco carácter; rebeldes al abuso y dóciles al uso; se nos engaña fácilmente, pero en general tomamos pocas cosas a pecho y no nos gusta que se nos convenza”. Fernando Ortiz, otro investigador sobre la cultura de los cubanos también opinó. “otras cualidades notorias del cubano, tales como el oído musical, el prurito de exhibición, la falta de previsión, el gusto por los colores vivos para el vestido, la tendencia a parodiar y a remedar todo aquello de cuyo valor se ha formado una idea superior, el apego a los bailes de estridente y bulliciosa música y de lasciva y flagelante cadencia, y esa superficialidad de la vida emocional, muy propia de niños y de mujeres, y que los hace saltar sin transición alguna del odio a la amistad, del dolor a la alegría, y en general de un afecto a otro, por disímiles y aun opuestos que sean. Es también africano -y muy africano- ese desapoderado y dominante afecto por los uniformes militares, muy abigarrados y pintorreados, y sobre los cuales, brillen con profusión que ofenda la vista, cordones, alamares, bordados y galones”. Francisco Figueras en su libro -Cuba y su Evolución Colonial- nos describe así: “El cubano comprende fácilmente la materia que estudia; pero no se esfuerza por pasar de la superficie; nada le es más extraño que ese espíritu que atribuye Kant a los alemanes, y que llamó espíritu de profundidad (Geist der Gründluhkeit). A donde no llega por la observación, la experiencia o la crítica, quiere llegar, o cree llegar por la imaginación”. Las distintas opiniones de los hombres ilustres solo describen los medios utilizados pero nadie menciona los fines por alcanzar. ¿Cómo alguien puede dirigirse hacia una dirección sin saber cuál es el propósito? Es dar puntadas sin hilo. Con opiniones tan disímiles sobre la cultura de los cubanos resulta difícil saber dónde se encuentra la verdad. ¿Y si esa cultura que nos acompaña es la verdadera, la conveniente y sobre todo útil para hacernos ascender? No existen en la nuestra objetivos claros como en la cultura del indio norteamericano o en la japonesa. Aunque nuestro cubano más sobresaliente indicó lo que pudiera ser nuestro fin: “la dignidad plena del hombre”. “Con todos y para el bien de todos”. Los japoneses se impusieron el objetivo de progresar ante una naturaleza que no los privilegió. No es solo en el sistema económico donde radica su fuerza. Es su cultura la que hace posible que cualquier modelo funcione con mayor eficiencia. Dos sociedades, aún cuando funcionen con sistemas económicos semejantes, no progresan de la misma manera. Existe una interrelación entre cultura y producción. Una condiciona a la otra y viceversa. Lo que sí se sabe es que un sistema económico obsoleto, al ser sustituido por otro más eficiente, se adapta de inmediato a la nueva situación. La sustitución del esclavismo en Cuba por un incipiente capitalismo es una muestra. Pero no sucede igual con la cultura, se requiere tiempo para modificar su aprendizaje. Nosotros predicamos el socialismo pero en la práctica no sucede lo que en Japón. No estoy comparando un sistema económico con relación a otro, ese no es el propósito, sino la cultura. La cultura debe marcar sus propios objetivos con independencia del sistema económico escogido. De ahí en lo adelante el sistema vigente pasa a ser un medio, no un fin, para cumplir con esa meta de la cultura. Una pregunta por hacerse: ¿qué esta primero la cultura o el sistema económico de producción? La economía decide mucho en el avance de una sociedad, de lo contrario no hubieran evolucionado las distintas formas de producir. El mismo diseño utiliza a los hombres para llevar a cabo sus objetivos. Si los hombres tienen una cultura que no enrosca bien en los propósitos de su economía, no avanzan. Si los indios americanos se hubieran dedicado a pedirle a su dios que los ayudara en vez de cazar búfalos, no hubieran sobrevivido. 

En el progreso o desarrollo sostenido de un país hay detrás otros valores, que no se ven, pero que tienen una relación directa con sus resultados. Hemos vivido sin orientación, sin noción de finalidad, sin tener propósito colectivo, como no sea el de ser cubanos, sin una meta espiritual, en fin, vivir al día. La idea básica es que si queremos una sociedad mejor, los hombres que la componen tienen que tener un propósito común, y éste es ajeno a las cualidades y características sobresalientes que distinguen a los cubanos. El choteo, el valor, la amistad. No basta contar con recursos naturales, privilegio otorgado por la naturaleza. El éxito está en la cultura. Si existen incongruencias en ella deben ser localizadas. En este inmenso y particular arcoíris de los cubanos, entra desde cómo hacen su comida hasta la interpretación de un punto guajiro. ¿Serán así? Cualesquiera que sean esos rasgos, algo seguro hay, esa cultura nos hace ver la vida de una manera muy particular. ¿Cómo somos nosotros? Cuando conozcamos mejor nuestras características y prioridades podremos influir en nuestra cultura y entonces seremos mejores. 


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