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lunes, 28 de octubre de 2019

Multiplicidad monetaria

SINE DIE  74
SD2                                                 
juan m ferran oliva                                           OCTUBRE 27 DE 2019


Éramos pocos y parió Catana. Ya no tenemos dualidad sino multiplicidad monetaria. Al cuc y al CUP se añaden otras 10 monedas libremente convertibles (MLC) simplificadas en el dólar norteamericano. Se trata de la adopción de un medio de intercambio poco amistoso pero aceptable como referente.

En forma limitada la medida nos acerca a un mercado normalizado, aunque le falta mucho para ello. No todos reciben MLC y el diapasón de oferta es brevísimo.  Sin embargo, las colas en los bancos para abrir cuentas en dicha moneda no han cesado. Puede que la semana próxima se agoten y regrese la normalidad.

No tengo cifras. El Gobierno tampoco las da. Incluso creo que sólo las estima. Hablan vagamente de cantidades significativas sin barruntar cuanto pueda montar la significación.

La medida apunta a evitar la fuga de divisas. Una persona natural, a quien llamaré comerciante[1] localiza a un receptor de dólares por vías indirectas. Como le llegan en efectivo ha de sufrir el 10% de penalización establecido para convertirlas en CUC. Para simplificar supondré alguien que recibe $100. La tasa de cambio es variable. Si fuese 0.80 CUC por un dólar, recibiría 72 CUC una vez aplicada la multa.  El comerciante le ofrece una cambio de 1x1; naturalmente acepta y recibe 100 CUC sin descuento e incluso sobrevalorado. El comerciante marcha a Panamá y compra productos por valor de $100 menos los gastos de viaje, estancia y aduanas. Regresa a Cuba y vende, supongamos, en 150 CUC la pacotilla[2]. Entonces cuenta de nuevo con 100 CUC como especie de reproducción simple y otros 50 CUC que equivalen a una reproducción ampliada. Reinicia el ciclo a mayor escala. El consumidor queda satisfecho. También el comerciante, pero Cuba ha perdido $100 por culpa de una oferta que es la peor del mundo.

Con la nueva medida cierta cantidad en MLC quedará en casa. No toda. Los comerciantes se las arreglarán para sobrevivir como tales. Son muchos los renglones en falta. El país ha de emplear recursos en las mercancías que ofertará a quienes posean la tarjeta magnética ad hoc. Además, los gastos que ello implique. El surtido inicial consiste en productos costosos, de alta gama, como dicen los del ramo.  Es de suponer que paulatinamente crezca tan menguado elenco.

Dichos sea de paso. Cada billete CUC muestra, en letra muy pequeña, la siguiente leyenda:

Garantizado plenamente por valores internacionales. Es de libre convertibilidad. Es canjeable por divisas libremente convertibles en el Banco Central de Cuba.

Esta afirmación despierta dudas. Casi nunca hay disponibilidad para la conversión. La emisión de CUC se ha hipertrofiado. En consecuencia se genera estraperlo monetario.

Me preocupa la complicación que se añadirá a la ya existente dualidad. Probablemente el CUC se depreciará aún más respecto al dólar. Ello repercutirá en el cup, por supuesto. Quizás la buena noticia sea que el mercado, aunque negro, nos proporcionará una medida del valor de cambio que pueda tener la encapsulada moneda nacional.

Insisto en que es necesario terminar con la falacia del cup equivalente al dólar en el sector empresarial. Es un disfraz contable que atenta contra todo tipo de análisis. No se pierda de vista que una de las tres funciones de la moneda es la de aplicarse como unidad de medida en las empresas[3].

Reclamo que de suprimirse la dualidad, debe contemplar un tratamiento diferenciado en las entidades productivas y otro en la población. Dentro de esta última están los gastos de bolsillo turísticos por más de US$ 1.000 millones. Incluyen propinas y pago de servicios que no tienen costo. También exportaciones a precios minoristas. Asimismo, gran parte de la población adquiere CUC en mayor o menor grado. Todos se afectarían aún más.  La moneda que se unifique ha de ser convertible. De otro modo continuaríamos con el cup, que es un token sólo utilizable internamente, y la seudo divisa de andar por casa que es el CUC. Ambas encapsuladas dentro de la Isla.

Se me ocurre una medida audaz, por no decir loca. En todos los países existen poderosas cadenas de tiendas cuya oferta es infinita. Pudiera gestionarse la asociación con alguna (o más) de ellas para que estableciera varios establecimientos en Cuba. Correrían con el surtido y stock, a precios competitivos y pagando en dólares con la tarjeta magnética. Habría de garantizarles la recuperación inmediata de sus costos y ganancias en MLC. Cuba pudiera imponer un impuesto al valor agregado – un IVA-  que sería el beneficio del país. No tengo cifras estimadas. Me acojo a la etérea expresión de las cantidades significativas de que habla el gobierno.  No sé si existen impedimentos objetivos o subjetivos, pero vale la pena considerar el caso.

Puede que peque de imaginativo. El mercado da sorpresas. Termino con la sensación de navegar en el mar de la fantasía. Pero, como dijera Shakespeare, la vida está hecha del mismo hilo con que se tejen los sueños.

Fin


[1] intermediario es peyorativo, pero hay que reconocer que es alguien que expone su dinero y realiza una gestión complicada. No lo defiendo, pero es producto de la incapacidad de la oferta
[2] así le llamaron en una ocasión, pero no es tal sino productos necesarios que la oferta no suple
[3] Las otras son servir de medio de intercambio y mecanismo de ahorro.


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