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viernes, 4 de octubre de 2019

Racionamiento a la cubana: la libreta



Muchas gentes en el mundo
llevan desnudas las piernas,
unos por falta de medios,
otros, por falta de medias.
Vital Aza

El mercado  es un mecanismo de intercambio de trabajo pretérito. Nació con la división social del trabajo en pleno Paleolítico. En competencia libre y perfecta, los precios se establecen a partir de la oferta y la demanda.  Cuando el presupuesto  no alcanza, no se compran medias.

El racionamiento es una forma burocrática de repartición. Suele ser igualitario y controla la adquisición de medias, aunque se disponga de medios.

Las medidas amables de los primeros años incidieron en el aumento excesivo del circulante monetario  cubano. Hizo crisis la oferta. La Ley 1015 de marzo 12 de 1962  creó la Junta Nacional para la Distribución de Alimentos  que propuso el racionamiento  y cuotas para casos especiales. La regulación abarcaba la ciudad de La Habana y otras 25 ciudades. Así nació la proverbial Libreta de Control y Abastecimiento. Posteriormente se extendió a toda la Isla. Para administrarla se creó la Oficina Central de Abastecimiento (OFICODA). A una por municipio sumarian más de 150 instalaciones contando los niveles provinciales y nacionales. Aún existen.


El racionamiento se ha incorporado al paisaje social cubano. Su  vedette ha sido la  libreta y  otros partenaires, las colas incluidas. El documento adquirió tal entidad que  en ocasiones llegó a convertirse en instrumento jurídico. Este incongruente atributo no le correspondía y le fue oportunamente retirado.

En 1963 la regulación alcanzó al calzado de piel y se extendió a muchos  renglones industriales. Las reservas disponibles permitieron atenuar la situación pero se agotaron y a partir de 1967 estallaron desbalances críticos.  El humor popular calificó de vacas gordas a tal situación. Mucho dinero pero sin oportunidades de gastarlo[1].

Se pensaba que el racionamiento tendría vida limitada. No fue así. Se institucionalizó y dio origen a las expresiones antagónicas por la libreta y por la libre[2]. Después de 1965 la fiebre inversionista convalidó el criterio de sacrificar el presente en aras del futuro luminoso. Fue razón suficiente para consagrar el retraso del consumo. Lamentablemente la eficiencia no acompañó al propósito.

La etapa de 1965 a 1970 fue escenario de un aquelarre ideológico dominado por los estímulos morales y las gratuidades Cesó el presupuesto y, prácticamente, desaparecieron los controles contables y estadísticos. Fue la apoteosis de las obras faraónicas. Se pretendía llegar al comunismo saltando etapas. Tanto idealismo se convirtió, casi, en anarquismo. Finalmente, en 1970 la razón tocó puertas.

El racionamiento adoptado por distintos países en circunstancias críticas se ha limitado a productos básicos y duración temporal durante contingencias[3]. En Cuba se eternizó. Su Libreta de racionamiento es la más amplia y longeva mundialmente: un verdadero Record Guinness. Quien redacta estas líneas ha tenido el dudoso privilegio de conocer 3 cartillas de abastecimiento. La primera fue en 1936, durante la Guerra Civil Española. La segunda entre 1946 y 1947, en pleno franquismo y la tercera la de Cuba[4]. Iniciada en 1962, con sus 57 años ya sobrepasa el medio siglo.

En el quinquenio 1970-1975 se puso orden en la casa. Terminó la revolución y se inició la evolución. El subsidiado racionamiento no encajaba en el esquema de la Planificación Centralizada.  Constituía una rémora que atentaba contra la distribución con arreglo al aporte. Se apeló entonces al denostado comercio para combatir el excesivo circulante monetario. Se abrieron los mercados paralelos del tabaco, las bebidas y la gastronomía a precios muy elevados. La presión en los restaurantes fue tal que la reservaciones por teléfono se convirtieron en un pasatiempos. Era habitual marcar el dial durante horas para comunicar y obtener una reservación. Aun no existía el re discado.

En 1981 se aplicó una reforma de precios que afecto a más de 154.000 artículos que permanecían sin variaciones desde 1962. Entre ellos 1.500 de los que figuraban en la librera. Con anterioridad se habían subido los salarios mínimos en un  14% y se introdujo el pago de primas[5].

El comercio ratificó su presencia con los mercados paralelos y sus realzados precios de equilibrio. En 1980 debutó el mercado campesino, cerrado 5 años más tarde. A mitad de dicho decenio el volumen del racionamiento significaba aun el 55% en productos industriales y el 45% en alimentos[6].

La libreta cubana se sofisticó. Sus casillas controlaban la distribución de perfumería, quincalla y lencería. Cada cierto tiempo permitían adquirir un producto y en ocasiones era posible intercambiarlo por un bien alternativo o sumar varios para uno de más valor. El sistema remedaba burdamente la forma mercantil del comprador que debe elegir en medio de sus limitaciones monetarias. Podía decidirse por un artículo u otro, pero no por ambos. Un chiste de época relata la situación de un hombre que utilizaba un  pañuelo fino; otro que lo observaba comentaba a un vecino: se suena la nariz pero no tiene calzoncillos.

Un complemento al sistema fueron los cupones concebidos siguiendo la línea de masas.  Los sindicatos los distribuían anual o semestralmente entre los centros de trabajo. Proveían la opción de compra de electrodomésticos, enseres y muebles de escasa calidad u obsoletos. También se habilitaron otros bonos para ropa y calzado. Los criterios eran los méritos acumulados, principalmente políticos. Se creó toda una metodología para precisarlos.

Las debilidades de la oferta degeneraron en paternalismo administrativo. Se hizo habitual la cesión de materiales o el usufructo de medios. El verbo comprar era sustituido por conseguir o  resolver. Estas operaciones autorizadas tácitamente o no, forman parte de un código surgido de la necesidad de cubrir las crónicas limitaciones del comercio.

Durante los más de cincuenta años transcurridos el rol de la Libreta ha decaído en algunas ocasiones. En otras se ha fortalecido. Hace años fueron descartados los denominados artículos industriales, la desaparecida carne de res y la de cerdo que era vendida normada en determinadas fechas festivas. Se mantuvieron únicamente los renglones de la denominada canasta básica integrada por alimentos seleccionados y productos de higiene.

La presentación de los artículos, tanto normados como liberados, era infame. Con la introducción de las tiendas en divisas renacieron tímidamente las etiquetas, envases decorosos y otras virtudes comerciales.

Uno de los lineamientos aprobados en el VI Congreso del Partido Comunista en abril de 2011, el no. 714, expresa: Implementar la eliminación ordenada y gradual de la libreta de abastecimientos, como forma de distribución normada, igualitaria y a precios subsidiados. Han transcurrido 18 años y no se vislumbra su final. No obstante se ha reducido al mínimo el listado.

La libreta está en coma, pero sigue con vida. Se piensa que  lo que ofrece alcanza para unos pocos días de alimentación. Algo es algo. Dicen los ingleses que la esperanza no de para una comida pero si para un desayuno.

El implacable mercado ofrece otra forma de racionamiento menos indulgente pero efectiva. En la distribución administrativa en lugar de la mano invisible smithoniana actúa una incapaz mano burocrática.

La pésima oferta que padecemos es una forma peor de racionamiento. Su endémico atraso con respecto a la demanda es la principal causa de la ineficiencia económica del país. No me canso de repetir que el verdadero estimulo no es el dinero sino lo que puede hacerse con él.

Fin



[1] Ferran, Juan M, Macroeconomía del Consumo de la Población. Revista Economía y Desarrollo 101. Nov. dic. 1987, Pág. 94 a 103.
[2] Hubo otro racionamiento que no tocó directamente a la población. Durante la Segunda Guerra Mundial se racionaron determinados insumos industriales  escasos. La Oficina de Regulación de Precios (ORPA) fue su encargada.
[3] En enero de 1940, durante la Segunda Guerra Mundial, el Reino Unido, racionó el tocino, la mantequilla, el azúcar, la carne, el te, la mermelada, las galletas y los cereales de desayuno, el queso, los huevos, la leche y las conservas de fruta. El llamado estraperlo surgió durante la posguerra española de 1939. Duró hasta 1952,
[4] Conozco de la primera por referencia; era muy. niño. De la segunda recuerdo que habían  cuartillas, según el ingreso. Una parodia de una canción de moda en aquella época decía: tengo una novia panadera, no es una novia cualquiera, me da chuscos (panecillos) de primera con cartilla de tercera. Tolón. Tolon. .
[5] Díaz Vázquez, Julio. Cincuenta Años de Economía Cubana. Editora de Ciencias Sociales. 2010. La Habana. Pág. 343.
[6] Vilariño Ruiz, Andrés. El Sistema de Dirección y Planificación de la Economía en Cuba. Actualidad y Perspectiva. Editorial Pueblo y Educación. La Habana 1986. Es citado por Julio A. Díaz Vázquez en Cincuenta Años de la Economía Cubana. Editora de Ciencias Sociales. Habana 2010. Pág. 344. No queda claro si se refiere a renglones o a volumen. Parece esto último.

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