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jueves, 14 de noviembre de 2019

LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA EN EL SIGLO XIX TERCERA PARTE.

La historia de los Estados Unidos de América en la segunda mitad del Siglo XIX, hay que establecerla en dos periodos bien definidos: el primero referido sustancialmente a la Guerra de Secesión (Guerra Civil); la Proclamación de la Emancipación de los Esclavos, y el Asesinato del Presidente Abraham Lincoln, y 

El otro periodo relacionado al enorme y rápido crecimiento económico, financiero, industrial y militar de esa nación, que concluyó con la intromisión en la guerra que Cuba ya tenía ganada al imperio español, y su evolución como un nuevo IMPERIO. 

Al inicio de la segunda parte del Siglo XIX, ya los Estados Unidos se habían convertido en una descollante nación con casi 9 millones de kilómetros cuadrados, en parte obtenidos a sangre y fuero, cuyas costas tocaban el Atlántico, el Pacífico y el Golfo de México. 

Los Estados del Sur, que eran inminentemente agrícolas, tenían una población de 9 millones de habitantes, de los cuales 4 millones eran negros esclavos 

Los Estados del Norte, prominentemente desarrollados: militar, industrial y económicamente, contaban con una población de 22 millones de habitantes. 

Estas innegables diferencias, unido al flagelo de la esclavitud provocaron contradicciones insalvables que dieron lugar a la llamada Guerra de Secesión (Guerra Civil), en marzo de 1861. 

Por otro lado, en las elecciones presidenciales de noviembre 1860, fue elegido Abraham Lincoln, tomando posesión seis días después de que se constituyeron los Estados Confederados del Sur, proclamando su separación de la Unión, acto que Lincoln había declarado ilegal en su discurso inaugural. 

Fue una conflagración devastadora y sangrienta, donde murieron más de 650 mil soldados, sin contar con los miles de heridos y lisiados, finalizando el 9 de abril de 1865. 

Cinco días después de finalizar esta horrible contienda, se comunicó la amarga y triste noticia del asesinato del Emancipador de los Esclavos: Abraham Lincoln, hijo de un modesto productor de leña, que luchó toda su vida contra la esclavitud, legalizada en su país casi 100 años después de la Declaración de Independencia. 

Con anterioridad, en 1863, y bajo su presidencia, entró en vigor la Ley de la Proclamación de la Emancipación de los Esclavos. Aunque la abolición definitiva fue ratificada en 1865, los negros ya no eran esclavos, pero tampoco ciudadanos; pues a pesar de esta Ley, no fue hasta mayo de 1866 que el Tribunal Supremo determinó el principio de Segregación Social: SEPARADOS PERO IGUALES, perdurando hasta 1954 (UN SIGLO DESPUÉS), en que ese Tribunal DETERMINÓ LA ESCLAVITUD COMO INCONSTITUCIONAL; y hasta 1967, después de grandes protestas, se aprobó la LEY DE IGUALDAD DE DERECHOS. 

Franqueando esos momentos complicados y difíciles, en la que se vio enfrascada la nación, la Guerra Civil sentó las bases para la economía industrial moderna en los Estados Unidos. Sobrevino una explosión de nuevos descubrimientos e inventos, resultado de lo que se llamó la SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL. 

La EDAD DE ORO de la segunda mitad del siglo fue la época de los grandes magnates. Algunos, pocos, honorables; en cambio otros recurrieron a la fuerza, el soborno y el dolo para amasar sus riquezas y su poder. Esos intereses empresariales adquirieron un notable grado de influencia sobre el Gobierno. 

Hay que destacar, por otro lado, que los inmigrantes realizaron un aporte significativo que ayudó a convertir a los Estados Unidos en una gran nación manufacturera, constituyendo un inagotable suministro de mano de obra calificada y barata. Entre 1860 y 1920, cerca de 28 millones de extranjeros llegaron a las costas de los Estados Unidos; numero casi igual al de la población total del país en 1850. 

Asimismo, resultó infortunado, que a partir de la crisis económica de 1873, que duró más de 20 años, el proceso de concentración y centralización de capitales se intensificó, sobre todo en la industria pesada, y los bancos pasaron a desempeñar un papel decisivo en el fomento de la producción, a medida que proporcionaban a las industrias los recursos financieros de que ellos carecían. 

Esta concentración de la riqueza, al alcanzar una proporción inaudita, sin precedentes, degradó el proceso político, demostrando como la Standard Oil Company no solamente manipulaba el mercado para acabar con la competencia, sino que sobornaba a los congresistas y se burlaba de la democracia política. 

Las grandes corporaciones que surgieron entonces en los Estados Unidos, pasaron a influenciar las actividades de los mayores partidos políticos, y el proceso de decisión a nivel local, estadual y nacional. Frecuentemente los legisladores cesaban de distinguir intereses privados y deberes públicos, y con ese cambio en los Estados Unidos, se inició una desvergonzada corrupción parlamentaria de la Unión, y desapareció con frecuencia la línea entre los deberes públicos y los intereses privados. 

Y ya, los años noventa del Siglo XIX, marcaron decisivamente la política exterior de los Estados Unidos. La política de expansión reflejó su desarrollo económico y el militarismo constituyó, y constituye aún, el elemento indispensable para la construcción del IMPERIO. 

Así las cosas, no podía faltar describir la obsesiva y enfermiza psicosis que desde que son independientes los han motivado a imaginarse a Cuba como indispensable para el bienestar de su país, para la supervivencia misma de la llamada Unión norteamericana. Se persuadieron de que la posesión de Cuba era un problema de necesidad nacional; inclusive la supervivencia misma de la nación parecía depender de la adquisición de la Isla. 

Lo que sí es cierto e innegable, que el Estado norte-americano fue siempre enemigo de la independencia de Cuba y obstaculizó o anuló los trabajos de los patriotas cubanos tendientes a lograr el envío a la Isla de expediciones con material de guerra y medicinas; y se opuso contundentemente al reconocimiento de la beligerancia ofreciendo, en cambio, en varias ocasiones, el apoyo material a España para conservar la Isla bajo su dominio. 

Por otro lado, resultó ominoso y muchas veces ofensivo e infame, haber tenido conocimiento de la ligereza con que muchos de los altos funcionarios de los Estados Unidos, incluyendo presidentes, se extralimitaban lanzando epítetos insultantes y degradantes de nuestros mambises, nuestros funcionarios y nuestro Pueblo, en aquellos años de verdadera lucha, la mayoría de las veces sin las más mínimas condiciones de supervivencia. 

Si no veamos a continuación algunos ejemplos, de los muchos que pudieran mostrarse: 

· James Buchanan, ministro de Estados Unidos en Gran Bretaña, y posterior presidente, advirtió el 1ro de noviembre de 1853: “esta Isla está a la vista de nuestras costas y, si se estableciera allí un gobierno negro como el de Haití, amenazaría la paz y la seguridad doméstica de una extensa e importante posición de nuestro pueblo”. 

· El representante por Mississippi, O.R.Singleton manifestaba que la abolición de la esclavitud creaba el “acceso de entrada a los Estados Unidos (…) en la puerta misma de la nación” ,y amenazaba con crear “una colonia africana sobre las piedras de nuestras chimeneas, con sus efectos devastadores y ruinosos para nuestro comercio y nuestra institución”. 

· El representante por Carolina del Sur, William Boyce, despreciaba a la raza criolla española de Cuba: “como la peor clase de material para construir instituciones republicanas; son totalmente ignorantes de los mecanismos de las instituciones libres”. 

· El representante de Kentucky, James Clay, insistió en el Congreso el 26 de febrero de 1857, que la posesión de Cuba fue percibida como el cumplimiento de un DESTINO ordenado e inspirado por la DIVINIDAD: “Es porque Cuba fue situada por el CREADOR en tal posición de la superficie de la Tierra que obliga a los Estados Unidos a hacer su posesión una necesidad geográfica y política”. 

· El senador por Michigan, Zachariah Chadler, expresó a sus colegas en el Congreso el 17 de febrero de 1859: “de mi conocimiento personal, pasé un invierno en el interior de la Isla de Cuba (…) ellos son un millón de residuos de la Tierra (…), son también ignorantes. Son católicos devotos (…) Están ansiosos por saquear; ansiosos por escalar posiciones desde las cuales puedan obtener sobornos. El verdadero patriotismo no existe en la Isla de Cuba. Aman las cadenas mismas que los atan”. 

· El Cónsul General de los Estados Unidos en La Habana, Ramón Wiilliams, insistió que: “La Ley natural de Dios fuerza (a Cuba) a gravitar hacia los Estados Unidos”. 

· El presidente de los Estados Unidos, Grover Cleveland consideró comprar la Isla; sin embargo no era para conceder la independencia a los cubanos, Por el contrario expresó: “Pareciera absurdo que nosotros compráramos la Isla y se la diéramos como regalo a la gente que la habita, dejando en sus manos gobernarla y administrarla”; le aclaró a su Secretario de Estado Richard B.Olney, el 16 de julio de 1896. 

· Al lanzar su último mensaje como presidente, Grover Cleveland, el 2 de diciembre de l896, rechazó la posibilidad del reconocimiento de la independencia de Cuba; lo juzgó imposible, por no convenir a los intereses yanquis. 

· Sobre el autogobierno de Cuba, el general William Shafter, el 19 de diciembre de 1898, insistió desdeñosamente; “!Vaya!, esa gente no es más apto para el autogobierno que la pólvora lo es para el infierno”. 

· El general Leonard Wood, el 24 de junio de 1899, compartió sus preocupaciones aludiendo a las funestas consecuencias de una prematura soberanía de Cuba, y prevenía: “que el establecimiento de otra república haitiana en las Indias Occidentales sería un serio error”. 

· El Gobernador Militar de Estados Unidos en Cuba. John Brooke expresó el 29 de octubre de 1899: “a esta gente no puede ahora, ni creo que en un futuro inmediato, confiársele su propio gobierno, ni creo tampoco que, bajo las presentes condiciones en esta Isla, un gobierno sólido pueda ser establecido aquí por esta gente”. 

· El general Samuel B.M. Young, el 2 de mayo de 1899, estaba de acuerdo en que: “los insurgentes son un montón de degenerados, absolutamente desprovistos de honor o gratitud”. 

· “Por la PROVIDENCIA DE DIOS –proclamó el presidente de los Estados Unidos, William McKinley. el 14 de octubre de 1899- que trabaja en formas misteriosas, este (territorio) fue colocado en nuestro regazo y el pueblo americano nunca elude el deber”. 

· “Cuba es una simple extensión de nuestra línea de costa en el Atlántico –insistía el senador Albert Beveridge, el 25 de septiembre de 1900- un anexo geográfico de la Florida”, y “una prolongación de la península de la Florida”. “Cuba debe ser americana, es el máximo ejemplo del DESTINO MANIFIESTO en la historia. 

· El general Daniel Sickles insistía, el 5 de mayo de 1901, que la independencia de Cuba era impensable: “Los agitadores en Cuba, que están clamando por lo que ellos llaman independencia, si se les permite tener lo que quieren, harán de Cuba otro Haití”. 

· En una sesión del Congreso de los Estados Unidos del 17 de abril de 1902, el representante por Illinois T.J.Selby, expresó: “Las armas norteamericanas lograron en unas pocas semanas lo que Cuba no logró realizar en un siglo y lo que Cuba nunca hubiera alcanzado en el venidero siglo”. 

· Cuba sería deseable –comentaba el Senador por Nevada, Francis Newsland en el Congreso, el 9 de diciembre de 1903- “si por media hora pudiera ser hundida en el mar y entonces emerger cuando todos sus habitantes hayan perecido. “ 

Casi al terminar el siglo en que las esperanzas de que España pudiera conservar la Isla se hacían más remotas, los Estados Unidos se dispusieron a intervenir para lograr sus seculares objetivos. 

El 4 de marzo de1897, William McKinley ocupó la presidencia, y en su programa electoral planteó claramente el estado de opinión favorable a la independencia de Cuba; y siendo consecuente, el 6 de diciembre de ese año, también presionado por la opinión pública de su país, envía un comunicado en el que reconoce la pujanza de la revolución desde sus inicios. 

Sin embargo, el 11 de abril de 1898, McKingley envía al Congreso su esperado mensaje solicitando autorización para poner fin a la guerra en Cuba, que al conocerse frustró por completo los ideales y anhelos populares al negar de plano, no solo toda posibilidad del reconocimiento de la República de Cuba, por no creerlo “sabio ni prudente”, sino también al de la beligerancia de las tropas cubanas libertadoras; aunque esa petición presidencial al Congreso provocó numerosas proposiciones, muchas de las cuales eran favorables al inmediato reconocimiento de la independencia y del gobierno constituido de la República de Cuba en Armas. 

A fin de cuentas, el Congreso aprobó la RESOLUCIÓN CONJUNTA (Joint Resolution), el 18 de abril de 1898,que como es natural sancionó el presidente McKinley, ya que en ella se expuso “QUE EL PUEBLO DE CUBA ES Y DE DERECHO DEBE SER LIBRE E INDEPENDIENTE”, no figurando, además, lo que originalmente se había aspirado de que: “EL GOBIERNO DE LOS ESTADOS UNIDOS RECONOCE POR LA PRESENTE A LA REPÚBLICA DE CUBA COMO EL GOBIERNO LEGAL Y VERDADERO DE LA ISLA”. 

Es entonces que España asumió la firma por McKinley de la Resolución Conjunta como una declaración de guerra; y el 21 de abril de 1898, rompió relaciones con Estados Unidos; los Estados Unidos lo hicieron con efecto retroactivo del 21 de abril. 

Como se conoce, esta contienda fue muy breve, con la derrota aplastante del ejército español, y con la participación decisiva del Ejercito Libertador en apoyo al ejército norteamericano, distinguiéndose la actuación excepcional del mayor general Calixto García. 

A pesar de ello, hay que exponer el desprecio inferido al mayor general Calixto García, al negársele su participación en el Acto de Rendición de la ciudad de Santiago de Cuba, lo que motivó la magnífica protesta por escrito de éste. 

Derrotada en la Batalla de El Caney y San Juan, el 1ro.de Julio de 1898, al firmarse el Tratado de Paris el 10 de diciembre de 1898, los representantes de los Estados Unidos y de España actuaron de común acuerdo en cuanto a la exclusión de Cuba, mencionándose oficialmente como Guerra Hispanoamericana a la contienda de 1898, cuando debió haberse titulado GUERRA HISPANO-CUBANOAMERICANA. 

Por otro lado, el presidente McKinley y su Secretario de la Guerra, Root, buscaban las fórmulas que asegurasen un efectivo control o PROTECTORADO SOBRE CUBA, al llegar el momento de verse obligados a cumplir los principios de la Resolución Conjunta y entregar la Isla a los cubanos, acaeciendo la fórmula salvadora que debía cristalizar en la llamada ENMIENDA PLATT, como política de control y protectorado sobre Cuba. 

Estados Unidos propuso incluir la ENMIENDA PLATT como apéndice a la Constitución Cubana, y condicionó a ello la retirada de su contingente militar. Conseguido su propósito, accedió a que el 20 de mayo de 1902, la Isla se diera una República que para nacer debió someterse a la tutela yanqui. 

Ese año, en su discurso sobre el estado de la Unión, el presidente Theodore Roosevelt abundó al respecto: 

· “Cuba queda a nuestras puertas y cualquier acontecimiento que le ocasione beneficio o perjuicio, también nos afecta a nosotros. Tanto lo ha comprendido así nuestro pueblo que en la ENMIENDA PLATT hemos establecido la base, de una manera definitiva, por la que en lo sucesivo Cuba tiene que mantener con nosotros relaciones políticas mucho más estrechas que con ninguna otra nación.” 

En las REFLEXIONES del Comandante en Jefe, compañero Fidel Castro Ruz, del 14 de agosto de 2007, se expone una parte que creo importante transcribir: 

· “Nadie podría describir mejor lo que significaba para Cuba la ENMIENDA PLATT que el propio Leonard Wood, en dos fragmentos de la carta confidencial, fechada el 28 de octubre de 1901, a su compañero de aventura Theodore Roosevelt”: como sigue: “Por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la ENMIENDA PLATT, y lo único indicado ahora es buscar la ANEXIÓN (…) “CON EL CONTROL QUE SIN DUDA PRONTO SE CONVERTIRÁ EN POSESISÓN, EN BREVE PRÁCTICAMENTE CONTROLAREMOS EL COMERCIO DE AZÚCAR EN EL MUNDO. “La Isla se americanizará gradualmente y, a su debido tiempo, contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que haya en el mundo (…) 

Por último, considero necesario exponer también un pequeño fragmento del excelente y preciso escrito de nuestro Apóstol José Martí, titulado: “La verdad sobre los Estados Unidos”, del 23 de marzo de 1894, desde Nueva York: 

“Patria inaugura, en el número de hoy, una sección permanente de “Apuntes sobre los Estados Unidos”, donde estrictamente traducidos de los primeros diarios del país, y sin comentario ni mudanza de la redacción, se publiquen aquellos sucesos por donde se revelan, no el crimen o la falta accidental (…) sino aquellas calidades de constitución que, por su constancia y autoridad, demuestren las dos VERDADES UTILES A NUESTRA AMÉRICA: el carácter crudo, desigual y decadente de los Estados Unidos, y la existencia en ellos continua, de todas las violencias, discordias, inmoralidades y desórdenes de que se culpa a los pueblos hispanoamericanos”. 

La Habana, 12 de noviembre de 2019. “Año 61 de la Revolución” 



JULIO SERGIO ALCORTA FERNÁNDEZ.

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