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viernes, 21 de febrero de 2020

Historia del Desarrollo ( I,II y III )

Por Jorge Gómez Barata

(I)

La historia de la humanidad –según Jurgen Kuczynski— es una combinación de “evolución orgánica y progreso cultural”. Lo primero se refiere al origen del hombre, lo segundo a su aventura sobre la Tierra. De una parte, el trabajo, la ciencia y la tecnología que han permitido sobrevivir, consumir y acceder al confort y de la otra el poder, el Estado, las teorías, las doctrinas humanistas y las ideologías, así como los modelos políticos y los sistemas sociales que hacen posible la convivencia. Esas trayectorias, que las diferentes culturas y civilizaciones recorrieron a distintas velocidades, explican el desigual desarrollo económico y social de las regiones.

Durante la mayor parte de la historia, las diversas culturas y civilizaciones progresaron aisladas unas de las otras y al encontrarse descubrieron que, favorecidas por circunstancias objetivas, algunas habían avanzado más que otras. Avanzar más rápido y llegar primero, no hizo a los europeos mejores, aunque sí más fuertes. De la fuerza surgieron los paradigmas de la imposición, la dominación y la dependencia de la que fueron víctimas el Nuevo Mundo, Africa, Oriente Medio y China, resultado del que sólo Estados Unidos escapó para convertirse en el más notable fenómeno geopolítico de la era moderna.

Europa y los Estados Unidos avanzaron más que otros porque prosperaron de modo integral. En el Viejo Continente, a la vez que se realizaban un gran número de inventos y soluciones tecnológicas, se crearon las condiciones políticas que, venciendo enormes obstáculos, hicieron posible el desborde europeo que dio lugar al descubrimiento y colonización de América, al Renacimiento (s XIV-XVI), la Ilustración, la Revolución Industrial y también a la Revolución Francesa.

Aunque llegó tarde, Estados Unidos que estuvo liderado por la más lucida de las vanguardias revolucionarias de su época, abrió sus murallas y asimiló sin reparos la cultura industrial europea.

Finalmente, tuvo lugar la eclosión del capitalismo moderno que, según Karl Marx: “En apenas un siglo, “creó energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas generaciones juntas…”

Ningún desarrollo hubiera sido posible sin la madre de todas las invenciones: la democracia y el liberalismo. Los chinos, los árabes, los persas, lo mismo que los occidentales aprendieron por su cuenta a dominar el fuego, utilizar la rueda, cultivar la tierra, cazar, pescar, domesticar los animales, usar la energía, construir ciudades y realizaron inventos trascendentales como el cero, el álgebra, la pólvora, el calendario y otros, pero se retrasaron y hasta hoy van detrás porque les faltó la democracia, sin la cual ningún desarrollo es posible.

La democracia y el liberalismo que, necesariamente la acompaña, liberan al espíritu humano y a las fuerzas motrices del progreso, desatan todos los nudos que impiden el desarrollo de las fuerzas productivas, dejan participar a todos, cuestionan todos los mitos, abren caminos al talento, suprimen todas las diferencias y validan todos los proyectos. Para conjurar malos entendidos lo diré con palabras de Karl Marx:

“…La burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario…Dondequiera que se instauró, echó por tierra todas las instituciones feudales, patriarcales e idílicas…Despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por venerable y digno de piadoso respeto…Desgarró los velos emotivos y sentimentales que envolvían la familia…La burguesía ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas…La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción…y con ellos todo el régimen social…”

El subdesarrollo se asocia más al atraso político que a factores económicos. Estados Unidos, un país del Nuevo Mundo y la única potencia que fue colonia, es el que más ha progresado en la era moderna, porque es el país donde el liberalismo económico acogió todas las propuestas y, donde la política no ha obstaculizado nunca el progreso productivo.

No hay en Europa, incluida Rusia, ningún país más rico que Brasil, México, Venezuela o Colombia y Arabia Saudita es inmensamente más rica que Turquía. Si en lugar de estar en Escandinavia las gélidas Noruega y Suecia estuvieran en Centroamérica, otra sería su historia.

La historia del desarrollo es, en gran medida, la historia del desempeño político, no obstante, ningún país consiguió el desarrollo condicionando el progreso económico a la política, y ninguna economía puede prosperar atada a premisas ideológicas. Nadie puede distribuir con justicia lo que no produce con eficiencia; de ello hablaré en otra entrega. La economía y la política dan lugar a la más compleja de las dialécticas, simplificarla no es una buena idea. Allá nos vemos.

    II

La humanidad fue originalmente pobre, condición superada mediante el desarrollo cuyo eslabón perdido es la llamada acumulación “originaria” que no por gusto Marx escribió entre comillas. La historia del desarrollo recuerda el dilema el huevo y la gallina. Lo primero fue el huevo, solo que no lo puso una gallina. El huevo y el ave tuvieron antepasados comunes.

Del mismo modo que los primeros huevos no pueden haber sido puestos por gallinas que no existían, los primeros capitales no pueden haber sido engendrados por capitalistas que tampoco existían. Para resolver el enigma, Karl Marx acudió al recurso metodológico de “dar por supuesto” una “acumulación originaria” anterior al capitalismo. Se trata de un recurso semejante al utilizado por quienes, para explicar el origen del universo, idearon el Big Bang, un evento primigenio que debe haber ocurrido, pero nadie sabe dónde ni cuándo, porque se trata del comienzo de todo.

Lo mismo que el Big Bang no explica el origen de cada galaxia, continente, país o montaña, sino del universo en su totalidad, la acumulación originaria no se refiere al capitalismo inglés, francés, escandinavo o estadounidense, sino al capitalismo en general, por eso Marx afirma que: “Esta acumulación originaria desempeña en la Economía política el mismo papel que el pecado original desempeña en la teología. Adán mordió la manzana y con ello el pecado se extendió a toda la humanidad…”, incluso a los que nunca vieron una manzana.

De hecho, al colonizar a América se la incorporó al capitalismo, cosa que crudamente explicó Marx: “…Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastró a la corriente de la civilización a todas las naciones, hasta a las más bárbaras. El bajo precio de sus mercancías derrumba todas las murallas de China y hace capitular a los bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros… Del mismo modo que ha subordinado el campo a la ciudad, [la burguesía] ha subordinado los países bárbaros o semibárbaros a los civilizados…”

Debido al comercio y las prácticas productivas, en Europa se acumulaban riquezas sobre riquezas que no eran fruto del capitalismo, sino su punto de partida porque el dinero, los medios de trabajo, los trabajadores libres y el mercado por si solos no forman el capital que solo podía ser resultado de relaciones de producción de nuevo tipo.
Para emerger con toda su fuerza innovadora, el dinero, las máquinas, las materias primas y los saberes necesitaron de una mega apertura política que entronizara relaciones de producción nuevas, ese papel fue desempeñado por las revoluciones del siglo XVIII.

Asociada a la ideología liberal la burguesía avanzó políticamente y utilizando como fuerza armada al proletariado conquistó el poder político, posición desde la cual promovió el desarrollo de un capitalismo naturalmente imperfecto, con razón llamado salvaje pero que, con la entronización de la democracia, resultó funcional a las aspiraciones más avanzadas y que todavía es sostén de relaciones de producción capaces de liberar a las fuerzas productivas.

Al romper con la lógica productiva del capitalismo y procurar una superestructura que prescindía de la democracia, el parlamentarismo, el derecho, la propiedad y la libre innovación, el socialismo, tal como fue concebido por los bolcheviques, incorporó defectos de origen de los cuales Lenin se percató a tiempo pero que no pudo resolver porque no le alcanzó la vida. La NEP ha quedado para la historia como el primer intento de reforma que trató de reconciliar al socialismo con las formas más avanzadas, no solo de producir sino de gestionar la sociedad. Stalin hizo el trabajo que llevó a momentos de esplendor, aunque sin un final feliz.

En la historia del desarrollo, el socialismo, hasta donde Marx pudo preverlo no constituía una nueva formación económico y social, sino un resultado del capitalismo que al evolucionar no puede menos que generar socialización. Poco antes de morir, Engels se percató de que es proceso había comenzado, pero no tenía ya fuerzas para profundizar en aquella tendencia.

El capitalismo no tiene otro destino que generar el socialismo. El socialismo regido por el estado, con democracia y economía mixta, eficiencia productiva y justicia distributiva parece ser una meta posible; tal vez es la apuesta de China y Vietnam. Como todo parto puede ser doloroso, los costos sociales pueden ser altos y para Cuba, uno de los pocos países que pudiera intentarlo, tal vez el bloqueo estadounidense sea un obstáculo demasiado grande. No obstante, se puede ir por etapas, abrir espacios a la gestión productiva privada y cooperativa, incluyendo proyectos de alto valor agregado y tecnologías avanzadas, pudiera ser un comienzo. Definitivamente, cualquier otra opción parece peor. Allá nos vemos.

III

La historia del desarrollo es una historia europea y estadounidense, la otra, la del subdesarrollo, corresponde a Asia, Africa y América Latina. La buena noticia es que varias ex colonias se han convertido en naciones altamente desarrolladas; la mala es que ninguna es latinoamericana.

Descontando algunos esfuerzos nacionales circunstancialmente exitosos, a escala continental no hubo ninguna doctrina desarrollista hasta la instalación de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL1947), ponente de un proyecto basado en reformas económicas estructurales. El núcleo de aquel pensamiento fue la “Industrialización mediante la sustitución de importaciones”.

Debido a las escalas y peculiaridades de su economía, a lo tardío de su independencia, a la complementación económica con Estados Unidos y a la elección socialista, la historia del desarrollo en Cuba se aparta de los cánones regionales.

Siendo todavía colonia, Cuba fomentó una economía cuyos productos líderes, especialmente el azúcar, facilitó un temprano acceso a los mercados internacionales. Aunque en condiciones desventajosas, después de la independencia, contó con inversionistas extranjeros, principalmente estadounidenses y, aunque los términos de intercambio no eran propicios, los mercados eran seguros. En los años cincuenta, en los estándares de la región, el país contaba con un desarrollo medio y una economía relativamente equilibrada cuyo eje eran unas 400 grandes empresas propiedad de nacionales, medio centenar norteamericanas y algunas de otros países.

El aceptable desempeño de la economía y la magnificencia de La Habana no impidieron las enormes desigualdades, la opresión de las mayorías, la pobreza que afectaba al grueso de la población y que junto a la corrupción política permitieron el golpe de estado de Batista y el establecimiento de la dictadura, caldo de cultivo de la Revolución que en 1959 dio un nuevo curso al desarrollo del país.

El programa de la Revolución, expuesto por Fidel Castro en su alegato conocido como La Historia me Absolverá, contenía un genuino y avanzado proyecto de desarrollo que no contaba con la expropiación de las empresas estadounidenses ni la nacionalización del capital nacional, fenómenos provocados por la temprana y desmesurada agresividad de los Estados Unidos, lo cual aceleró la radicalización de la Revolución, la evolución al socialismo y conllevó a la adopción de un programa basado en la construcción del socialismo y la integración al sistema mundial liderado por la Unión Soviética.

Ese curso permitió que, a pesar del bloqueo estadounidense y de las imperfecciones del modelo de gestión económica adoptado, a lo largo de 30 años, el país realizara extraordinarios avances en su desarrollo.

El fin del socialismo real, el colapso de la Unión Soviética y el recrudecimiento del bloqueo que a partir de entonces incluyó a antiguos aliados, entre ellos la Rusia de Yeltsin, sumieron a Cuba en una profunda crisis económica con múltiples expresiones políticas e ideológicas, saldada con una resistencia que llegó a ser calificada de “numantina” y con algunas reformas internas.

Al cabo de unos diez años, aquella situación que no dejaba margen a ilusiones desarrollistas comenzó a ser remontada con la llegada al poder de alrededor de diez gobiernos progresistas en América Latina, lo cual fue coronado por la exitosa gestión diplomática liderada por los presidentes Raúl Castro y Barack Obama que condujo al restablecimiento de las relaciones diplomáticas, el inicio de la normalización de los vínculos entre ambos países y a cierto aflojamiento del bloqueo.

Con la administración de Donald Trump esos procesos no sólo se han revertido, sino que la hostilidad de Estados Unidos supera todos los momentos anteriores, incluyendo la aplicación de la ley Helms-Burton y el establecimiento de un virtual bloqueo aeronaval.

En estas circunstancias extraordinariamente difíciles, la dirección cubana trabaja para diseñar una estrategia de supervivencia con imprescindibles aspiraciones de desarrollo que tiene sus mejores oportunidades en la audaz y enérgica profundización de las reformas económicas acordadas, las cuales ofrecen más oportunidades que riesgos, pasan por una resuelta ampliación de los espacios al sector privado y por acciones decisivas para destrabar los nudos que obstaculizan el desarrollo.

Sin el Estado y la economía estatal, nada podrá ser logrado en Cuba, pero el Estado y el sector estatal solos no pueden. El desarrollo será obra de todos, o no será.

El presente artículo fue publicado por el diario ¡Por esto! Al
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1 comentario:

  1. Con todos y para el bien de todos, sentenció Martí, de otra forma no llegaremos a nada ya usted lo decía, pero para que todos participemos hay que convocar a debate las fuerzas productivas no estatales, negociar sus anhelos y las trabas que le pone el estado. Por su parte el estado tiene que definir los límites, la subordinación a las normativas del sector a que pertenezca el privado. Hay que conversar y tener presente que no necesariamente tienen que ser cubanos con orientación política socialista.
    Rogelio Castro Muñiz

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