Profesor Universidad de Matanzas
La Economía del Conocimiento, comprende el sector de la economía que utiliza el conocimiento como elemento fundamental para generar valor y riqueza por medio de su transformación en información.
Ella abarca la Educación, la Investigación y Desarrollo (I+D) de alta tecnología, la informática, telecomunicaciones, Robótica, Nanotecnología y Nuevos Materiales y la Industria Aeroespacial.
Desde finales del S XX la inversión en el Capital de nominado Intangible ha crecido en mayor medida que el Capital Tangible: materias primas, tecnologías y servicios.
La Sociedad Humana está transitando de la Sociedad de la Información –antes lo hizo de la Industrial a esta última- a la Sociedad del Conocimiento lo que equivale a decir que una nueva era civilizatoria está surgiendo. Ella implica cambios en la cosmovisión, en los modelos de desarrollo de paradigmas científicos y tecnológicos; y hasta en la cultura general y de creencias de la Humanidad.
Se ha producido un desarrollo casi exponencial de la presencia del conocimiento y sus resultados en todas las dimensiones de la vida social. Para lograrlo y mantenerlo se destinan grandes recursos a la educación, la generación de conocimiento y esto provoca avances sin precedentes en los resultados de la ciencia y la tecnología.
El otro componente audaz es la innovación como proceso de perfeccionamiento constante e introducción de nuevos resultados en la producción. Ella está demandando ritmos intensos de gestión del conocimiento. A ello contribuye también el mercado y su apetito voraz de nuevas ganancias. A lo que se añade el fenómeno de la Obsolescencia programada.
Pero no basta esclarecer este proceso y su importancia, es necesario también que la humanidad enfrente los retos que le demanda el futuro. Para ello debe partir del análisis objetivo de los serios problemas que ha traído consigo el Orden Mundial Internacional generado por el Capitalismo y la Globalización Neoliberal actual.
Entre los problemas globales que deben ser resueltos, para que ellos no retrasen o impidan que la Economía del Conocimiento y la Sociedad que le da nombre pueda regir en el futuro más cercano posible, tenemos los siguientes:
Acceso básico a la alimentación y la salud a cientos de millones de personas.
Hacer prevalecer la justicia social y los derechos humanos, desterrando el fanatismo, la xenofobia y el terrorismo.
Convivencia civilizada, diálogo y entendimiento mutuo entre pueblos y gobiernos que lo representan.
Estabilidad social en cada país, y más gobernabilidad y empoderamiento ciudadano.
Una relación armónica con la naturaleza, el cuidado del medio ambiente, el realce la bioética y los valores sociales y culturales.
Para que la Economía del Conocimiento muestre credenciales en el siglo XXI es necesario que el mayor valor de las empresas esté concentrado en la calidad del conocimiento que atesoran las personas que la componen. (Drucker Peter, ¿?)
Esto se comprende mejor si evaluamos que en la Era Agrícola el factor estratégico –que le otorgaba la ventaja competitiva al productor directo- era la extensión y el rendimiento de la tierra poseída, en la 1ra Revolución industrial lo fue la Máquina, en la 2da Revolución Industrial la Tecnología y sus encadenamientos productivos, y en la Era Global del conocimiento lo será –cada vez más- la calidad del Capital Intelectual.
Todos esos cambios d Paradigmas trajeron consigo una nueva cultura de aprender y de hacer. Veamos cómo se expresa este cambio de paradigma en la Economía del conocimiento.
Lo cual supone además que la sociedad sufra transformaciones en todas las dimensiones y que los cambios penetren todo el tejido de las relaciones económicas, educativas y organizativas, culturales, jurídicas y de intercambio, y para ello el conocimiento científico sufre un proceso de internalización y la ciencia fortalece su status de fuerza productiva indispensable para el desarrollo.
Y todo ello revela que el nuevo Paradigma Económico esté conformado por: un nuevo modo de trabajar, un nuevo modo de consumir, un nuevo modo de enseñar e investigar y un nuevo modo de vivir.
Nada de esto se puede lograr sin una “Revolución del Conocimiento” que trae consigo un nuevo término: Conocimiento Valioso. Este se distingue por los siguientes atributos específicos:
En el impacto que genera en la creación de otros conocimientos.
En su conversión en importantes cambios científico tecnológicos.
En cómo impacta en el incremento de la productividad.
La prioridad en el financiamiento brindado a los centros de investigaciones.
Por el alcance económico y social a escala nacional e internacional.
Como puede apreciarse en la gráfica que sigue todo esto se ve expresado en la dinámica del Comercio Mundial cuya tendencia al recambio tecnológico en el 2016 supera con creces el monto total del intercambio de materias primas.
La Economía del Conocimiento presupone el desarrollo de las siguientes áreas principales: La Ciencia Cognitiva, que comprende la generación de conocimientos de la estructura, funciones, la organización de las operaciones lógicas del cerebro humano. La Tecnología de la Información, en la cual ocurren el procesamiento y la transmisión de la información: computación, telecomunicaciones y la microelectrónica. La Biotecnología, que está soportada por disciplinas científicas como: biología molecular, la genética y la bioquímica, etc. La Nanociencias y Nanotecnología cuyas aplicaciones se adentran, cada vez más, en las investigaciones de nuevos materiales como tecnología del futuro.
Todas ellas son responsables del fenómeno denominado “Paradoja de la Productividad” donde lo más importante de la “nueva economía” no es simplemente el cambio a la Alta Tecnología, sino cómo ésta impacta en la eficiencia de todo el resto de la economía. Todavía las investigaciones realizadas no muestran evidencias constatables de que el crecimiento de la productividad del trabajo –fuera del sector computacional- esté vinculado solo al trabajo de las TIC. (Véanse los escritos del premio Nobel de Economía 1987, Solow Robert).
Al respecto el eminente investigador y organizador de la ciencia en Cuba Dr Agustín Lage nos remite a dos causas de este fenómeno:
“En primer lugar está la integración de la investigación científica como parte de la “cadena de valor” de los procesos productivos lo que obliga a las empresas a internalizar la investigación científica y el desarrollo de tecnologías, como parte de su actividad cotidiana y de sus costos. Esta “conexión directa” de la ciencia con la producción es a su vez consecuencia de la reducción constante del tiempo que media entre las innovaciones y sus aplicaciones.”
“El segundo proceso esencial, derivado del anterior, es la necesidad de una mayor y creciente calificación, motivación y creatividad de los trabajadores, lo cual crea una segunda “conexión directa” en este caso entre la productividad, y los determinantes del capital humano, es decir, la educación, la cultura y la salud.” (Lage Agustín, 2014)
En virtud de lo anterior, corresponde mostrar ahora las potencialidades que han logrado desarrollar Rusia y Cuba, en las dimensiones científico-académicas y culturales, encaminadas al desarrollo de la Economía del Conocimiento.
Rusia posee numerosos centros de investigación en las ramas de la economía que conforman la denominada “locomotora” del desarrollo científico tecnológico de los países en la actualidad: Biotecnología, Telecomunicaciones, computación, ingeniería genética, ciencias de la educación y la pedagogía de avanzada, Nanociencias y ciencia de los nuevos materiales, entre los más descollantes.
En el caso de Cuba -país subdesarrollado, con fuerte limitaciones de recursos naturales estratégicos (sobre todo energéticos) y financieros, cuyo PIB no sobrepasa los 70 mil millones de usd, y con un fuerte Bloqueo Económico-Financiero impuesto por EEUU- ha venido desplegando, una profunda revolución educacional y cultural que a partir de la Campaña de Alfabetización en 1961 (pues había más de 1 millón de personas analfabetas de una población total de solo 5,8 Millones), cuando aun en el mundo no se hablaba de Sociedad del Conocimiento, gestó una nueva intelectualidad y surgieron cientos de escuelas, y de 3 se pasó a 65 universidades y de solo 9 se pasó a cerca de 230 centros de investigación, en los cuales laboran más de 31 mil personas.
Y en los últimos 25 años se ha potenciado una intensa política inversionista en ramas estratégicas de la investigación, el conocimiento y la producción-comercialización de productos de última generación.
La posibilidad de realizar este esfuerzo por el desarrollo basado en las investigaciones en ramas de avanzada de la ciencia y la tecnología –sobre todo en momentos en los años en que las estrechas relaciones de colaboración con la URSS se desarticularon- solo fue posible por el potencial científico y profesional que dicha colaboración le permitió a Cuba formar miles de especialistas de alta calificación, en la extinta Unión Soviética; y por los créditos ventajosos que forjaron la base material y técnica inicial de la construcción del socialismo.
Este proceso de formación del “Capital Intelectual” continuó desarrollándose, ya en el 2014 se estimó que Cuba tenía más de 71 mil trabajadores vinculados al sector de la ciencia y la tecnología. Y hasta el 2007 se habían entregado en el país más de 9 712 títulos de grados científicos. (Díaz-Balart Castro Fidel 2007).
Para ello fue necesario concentrar dichas inversiones –desde los años 90 del s XX hacia acá- en los denominados Polos Científicos. Se daban entonces los primeros pasos para el surgimiento de la economía del conocimiento en Cuba. La cual tiene como contenido esencial: “desarrollar y gestionar los activos intangibles, es decir su capital intelectual (inversión en capacitación, I+D+i, patentes, software, base de datos, etc.), por encima de los activos tangibles (terrenos, máquinas, etc). En otras palabras debemos impulsar y gestionar empresas de conocimientos”. (Zavaleta William, 2013).
Este proceso que comenzó por las potencias económicas occidentales (Japón incluido) se fija –no sin cierta impresición- en los años 80 del siglo pasado. Veamos que ya en el año 1981 Cuba se adelanta al resto de América latina –consecuencia de la visión futurista del Fidel Castro- e inaugura el 1er Centro de Biotecnología.
La Biotecnología es el uso de bacterias, levaduras, células de origen animal o vegetal, cuyo metabolismo y capacidad de fotosíntesis se orientan hacia la fabricación de sustancias específicas, por ello es ante todo un proceso de investigación-producción. (Véase: A. Sasson, 1998).
En la actualidad se estima que existen “algo más de 4 mil empresas biotecnológicas en el mundo, algo menos de la mitad concentradas en los EEUU, y la otra fracción en Europa”. (Lage Agustín 2014). En el resto del mundo el desarrollo de la misma puede ser calificado de incipiente.
Con las inversiones desatadas a lo largo de la década del 80 y primeros años de los 90 surgió el 1er Polo Científico Cubano al oeste de la Habana el cual comprende más de 40 instituciones y que concentra el principal potencial científico e intelectual del país.
Posteriormente este tipo de agrupamiento científico tecnológico para el desarrollo intensivo de conocimientos de avanzada, se multiplicó en otras provincias del país. Ya no fue solo la biotecnología, a ella se añadieron, la producción en ingeniería genética, de equipamiento médico, industrias de software, etc.
Acompañando este proceso tiene lugar la gestación de una nueva concepción pedagógica –iniciada primero en el sector de formación de profesionales de la salud y luego extendida al resto de las Universidades cubanas. Y cuyo sello particular lo constituye el vínculo estrecho de la formación del graduado con la actividad práctica en centros líderes de la producción y la investigación de avanzada.
Estos esfuerzos han permitido a Cuba tener 1,8 profesionales dedicados a Investigación más desarrollo (I+D) por cada mil habitantes “un indicador cercano al europeo y 4 veces superior al promedio de América Latina”. (Lage Agustín, 2012).
El potencial científico principal de Cuba se encuentra en la Biotecnología, la Ingeniería Genética asociada a la producción de nuevos medicamentos. Ella tiene su comienzo en enero de1982 con la creación de un centro para la producción de Interferón, el cual fue inaugurado por Fidel Castro. Luego vinieron otros, y otros, -proceso que acabó en el año 2012 en lo que es el Polo Científico-, un conjunto de instituciones con diez mil trabajadores, 58 instalaciones productivas y después a finales del 2012 la formación de BIOCUBAFARMA. Se funde la industria farmacéutica con el Polo Científico de la biotecnología y nace esta organización, que es una organización poderosa desde el punto de vista de sus recursos, estamos hablando de 38 empresas y 22 000 trabajadores Eso es lo que es BIOCUBAFARMA hoy. 7000 científicos e ingenieros, 284 doctores en ciencias.
Este Polo Científico cubano, erróneamente considerado por algunos autores como un Parque Tecnológico, posee la responsabilidad de garantizar más de 145 productos de última generación al cuadro básico de medicamentes del Sistema de Salud y tiene una línea exportable a más de 50 países por cerca de 1000 millones de usd. Su crecimiento anual ha estado por encima del 30% en los últimos 15 años.
Y sus resultados son fruto del esfuerzo inversionista del Estado cubano. Con esto Cuba ha brindado un ejemplo al mundo subdesarrollado de política estatal al servicio del desarrollo y un elevado compromiso social. La práctica Internacional muestra que en ningún país de los llamados del SUR, ha surgido un sector biotecnológico innovador de elevada capacidad competitiva “a partir de la inversión extranjera proveniente de los países industrializados”. (Lage Agustín 2013).
Así se puso de manifiesto un componente programático de nuestra política de desarrollo: El Lineamiento No 78 (sobre la Actualización del Modelo Económico y Social de Cuba) que expresa: “Diversificar la estructura de las exportaciones de bienes y servicios, con preferencia las de mayor valor agregado y contenido tecnológico”. (VII Congreso del Partido, La Habana 2016).
Derivado de lo anterior el país sacó una enseñanza: Cuba no puede hacer lo que hace China que es desarrollar su economía con el poder de atracción de su demanda doméstica, (China tiene más de 1 300 millones de chinos), y Cuba solo 11 167 millones de cubanos, lo cual refleja que la demanda doméstica cubana no puede actuar como “locomotora” de la economía; y que todo lo que en ella se produzca a gran escala tiene que tener, necesariamente, una salida al mercado exterior.
Y con la escasez de recursos financieros que Cuba tiene resulta imprescindible generar producciones de “Alto Valor Agregado” derivados del valor intangible del conocimiento aportado por el Capital Intelectual investigador-productor con una salida exportadora.
El desarrollo de esta rama de avanzada de la ciencia cubana se extendió a todo el país y dentro de sus resultados investigativos-productivos y comercializador más descollantes (es imposible reseñarlos todos) tenemos los siguientes:
La incorporación de 24 biofármacos y vacunas al Sistema Nacional de Salud cubano y otros en proceso de pruebas clínicas.
Cerca de 2000 patentes depositadas por instituciones cubanas en el exterior, cubriendo más de 195 objetos de invención.
Vacunas de último generación y gran aporte novedoso, tales como la Meningitis B y la Hemofilus.
Cuba tiene el 1er lugar mundial en intensidad y cobertura de vacunación (15 vacunas).
Acceso de toda la población a los medicamentos de alta tecnología (interferones, eritropoyetina anticuerpos monoclonales, vacunas contra el cáncer, para el colesterol y tratamiento del infarto del miocardio, para el llamado “pie diabético”, para la diabetes Mellitus, etc.
Una red nacional de laboratorios de inmunodiagnóstico de alta tecnología, para la pesquisa precoz de múltiples enfermedades y para neurodiagnóstico.
Un programa de pesquizaje Neonatal de enfermedades, en el marco del sistema nacional de atención a la maternidad. Ello coloca a Cuba entre los primeros países del mundo con más baja mortalidad infantil al nacer (menos de 4,5 niños por cada mil nacidos vivos) y una mortalidad materna solo comparada con países del llamado 1er mundo.
Todo ello ilustra el nivel de internalización de la ciencia en los logros científico productivos de una de las ramas de punta que tributan a la formación de la Sociedad del Conocimiento al producirse una elevada inserción de la ciencia en el contexto social.
No obstante estos logros y otros en ramas de la producción de Software, de equipamiento médico de alta tecnología, y un prometedor desarrollo de las Nanociencias, todavía el índice de inversión de capital –proveniente del PIB- es insuficiente. Cuba no sobrepasa actualmente el 1%de su PIB en el desarrollo de la Tecnociencia, tal como lo demanda la experiencia mundial.
Puede concluirse que para contrarrestar este déficit inversionistas es necesario lo siguiente:
Buscar nuevas fuentes de financiamientos internos basados en el papel protagónico y estratégico del Estado, como aquellas derivadas de negociaciones con capital foráneo, en proyectos de desarrollo científico técnicos comunes.
Contrarrestar las debilidades económico-financieras con una mayor efectividad e inmediatez recuperativa de las inversiones y de los procesos de investigación-innovación-producción-comercialización de productos de alto valor agregado y amplia demanda.
Generar cadenas de integración a escala regional para proyectos de desarrollo que aporten financiamiento, tecnología y capital intelectual; que tributen a contrarrestar la dependencia del monopolio científico-tecnológico y de la propiedad intelectual de las transnacionales.
Concertar acuerdos que reconstituyan las relaciones de colaboración con las llamadas “Potencias Emergentes” a partir de esfuerzos comunes y el comercio compensado como vía para sortear las diferencias de niveles de desarrollo y de capacidad de inversión.
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