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domingo, 15 de marzo de 2020

La elocuencia del consumo


SINE DIE  112
SD2
juan m ferran oliva                                          MARZO 15 DE 2020

Un homo œconomicus hipotético, británico y de 78 años de edad, consume a lo largo de su vida 9.000 litros de leche; utiliza 3.800 pañales infantiles desechables; ingiere 4.833 paquetes de pan y 10.876 zanahorias. En total, realiza una ingesta de 50 TM de alimentos y bebe 74.000 tazas de té. A consecuencia de ello expele 35.000 litros de ventosidades intestinales y 2,865 kg de excrementos, en cuyo servicio emplea 4.239 rollos de papel higiénico. En lo intelectual, este sujeto promedio maneja un vocabulario de unas 25.000 palabras de las más de medio millón comprendidas en el léxico inglés. Tiene 143.000 sueños. Se baña 7.163 veces y emplea en ello un millón de litros de agua. A lo largo de su vida conoce y trata, al menos durante dos años, a 1.700 personas. Tiene, como promedio, 10 partners sexuales diferentes y realiza 4.239  cópulas. Camina a pie 14.487 Km. En vehículo automotor recorre 728.000 Km., distancia equivalente a un viaje de ida y vuelta a la luna.

Estos datos, fruto de malabarismos estadísticos, proceden de un divertimento descriptivo cuyo único mérito es la originalidad[1]. Tal tipificación no es igual en todos los países debidos, fundamentalmente, a diferencias   económicas y culturales. 

El consumo personal es oneroso y está limitado por la disponibilidad de dinero. La demanda es una necesidad, pero solvente[2]. Algunas necesidades se reproducen, otras son cambiantes, crecientes o coyunturales. Pueden tener una dimensión material o espiritual. Las primeras tienen que ver con la supervivencia y la existencia cotidiana; las segundas se refieren a las aspiraciones de afecto, realización, información, cultura, reconocimiento, seguridad y posición social. No todas se resuelven por vía mercantil, pero por lo general, de manera indirecta, tienen que ver con la economía. Las parejas románticas que sólo aspiran a pan y cebollas han de comprar ambos alimentos; los amantes de la música necesitan asistir a conciertos o disponer de medios reproductores, et cosi via.

Algunos autores ponen énfasis en la influencia de la cultura en los hábitos de consumo. Ello es cierto, pero sin olvidar que estos últimos surgen de la propia praxis económica. La cultura alimentaria del maíz, el trigo, la papa y tantas otras, tiene su origen en condiciones naturales y circunstancias históricas específicas.

El consumo público aportado por el Estado se nutre del sistema tributario; ofrece un derecho de corte igualitario que se acerca al ideal comunista, pero en pequeñas dosis. También incluye los gastos administrativos, de defensa, ciencia, etc. Los gobiernos tratan de complementar el consumo personal abriendo el abanico de sus prestaciones públicas. Son exponentes por excelencia las vinculadas a la educación y la atención médica.

Hasta 1990 el 80% del consumo total de Cuba era personal. Actualmente debe ser superior. Del 20% dedicado al consumo social sólo la mitad podía considerarse como efectivo pues el resto correspondía a los gastos del Estado.

El ciudadano puede tener cubiertos por vía social sus requerimientos básicos de salud, educación y otros usuales. Ello es un indicador de calidad de vida, pero el consumo personal juega un papel aun mayor. Este aspecto no ha tenido en Cuba un desarrollo coherente con el resto de aportes positivos logrados en el orden social. A ellos se debe la persistente ineficiencia.

En 1857 el estadígrafo Ernst Engel[3] investigó 200 estructuras de gasto de familias de Sajonia. A partir de sus resultados formuló su famosa Ley - más bien una regularidad - según la cual a medida que aumenta el presupuesto doméstico disminuye la proporción dedicada a la alimentación dentro del hogar. Actualmente este tipo de investigación se realiza en muchos países por la vía de las encuestas o de la estadística continua.  El consumo de otros bienes y servicios se realiza a partir de lo que resta después de garantizar los alimentos.

En estudios realizados obtuve 5 grupos de países según su PIB per cápita y lo vinculé con el consumo de alimentos dentro del hogar. La actualización de dichos parámetros es la siguiente[4].

PIB PER CÁPITA   y    % DE GASTOS EN ALIMENTOS EN EL HOGAR   (actualizados en 2019)

PAÍSES

PAUPÉRRIMOS
POBRES
EN DESPEGUE
RICOS
OPULENTOS.
PIB per cápita
Menos de $2.000
De $2.001 a $5.000
De $5.001 a $20.000
De $20.001 a $35.000
Más de $35.001
% gastos en alimentos
65%    a
31%
31%    a
25%
25%    a
15%
   15%   a
10%
10%    a
8%

Se puede elaborar una función de regresión entre ambos parámetros. A un nivel dado del PIB per cápita corresponderá como variable dependiente una proporción dada de gasto en alimentos. Pero también se puede despejar la función y convertir el PIB per cápita en resultado. Entonces se tendrá que un país que emplee más del 31% de su presupuesto en alimentos es paupérrimo. Dime como comes y te diré quién eres[5].

Lamentablemente Cuba clasifica dentro de los que emplean bastante más del 31% en alimentos dentro del hogar. En materia de PIB per cápita puede calificar como país en despegue. Su proporción de consumo de alimentos dentro del hogar no debía ser tan alta. La paradoja se debe en buena medida a la espiral inflacionaria: se paga más por lo consumido. El Plan es una desiderata  y no puede evitar que en su entorno se desenvuelvan relaciones de intercambio. Los precios topados funcionan dentro de determinado ámbito, pero el mercado es omnipresente. E implacable.
Fin




[1] Son recogidos en un documental titulado The Human footprint (La huella humana) de procedencia británica. Fue presentado en el programa televisivo cubano Pasaje a lo desconocido el domingo 16 de agosto de 2009.
[2] Demanda solvente es una redundancia.
[3] No confundir con F.Engels
[4] Ferran, Juan M . Informe sobre el Consumo Personal de la Población. Instituto Cubano de Investigaciones y Orientación de la Demanda Interna. ICIODI. La Habana. Diciembre 1993. Pág. 10.
[5] Ferran, Juan M.  SINE DIE 48 de julio 14 de 2019. Dime como comes y te diré quién eres.


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