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miércoles, 22 de abril de 2020

Elecciones en EE. UU., coronavirus y América Latina

Por Arantxa Tirado, Tamara Lajtman y Aníbal García Fernández, CELAG



El curso de las elecciones previstas para finales de 2020 en EE. UU. ha dado un vuelco significativo con la renuncia de Sanders y la crisis desatada por el coronavirus.

En una declaración que sorprendió a muchos, el precandidato demócrata Bernie Sanders anunció su retirada de las primarias de su partido, dejando vía libre a Joe Biden como candidato demócrata de facto para enfrentarse a Donald Trump. La decisión de abandonar la campaña por parte de Sanders, un outsider marginado en su propio partido, su posterior respaldo a la candidatura de Biden y la llegada del coronavirus han alterado las primarias demócratas, dejando en el limbo algunas de las elecciones estatales pendientes ante esta inaudita situación. No obstante, Biden no es todavía el candidato oficial, pues deberá ser nominado por el partido en la convención que está prevista para el próximo agosto.[1]

Si el calendario electoral sigue su curso; el 3 de noviembre de 2020 se celebrarán las elecciones presidenciales en Estados Unidos de América (EE. UU.), en un escenario postpandemia que determinará, en buena medida, la balanza de las preferencias del electorado. Sin duda, la irrupción no prevista del coronavirus y el fuerte impacto que está teniendo en pérdida de vidas y polarización política en EE. UU., puede cambiar por completo el resultado de las elecciones.

Coronavirus, elecciones y liderazgos

EE. UU. es el país del mundo con mayor número contagiados y de fallecidos por coronavirus, más de 780.000 y de 42.000, respectivamente. Donald Trump pareció apostar desde un inicio a no sacrificar la economía en aras de la preservación del mayor número de vidas humanas. Activó el estado de alarma y rescató la Ley de Producción de Defensa de 1950 para la compra de respiradores.[2] Pero sus declaraciones sobre la cantidad de muertos que calculaban tener por el impacto de la crisis, como un hecho inevitable, mostraban su voluntad de no paralización de la economía ni restricción de la movilidad. Se trata de una postura que recibe apoyo por parte de sus seguidores pero que ha encontrado oposición en algunos gobernadores.

La manera de gestionar la crisis está haciendo emerger las diferentes lecturas del momento, el choque entre el Gobierno federal y los otros niveles de poder en el país, así como las prioridades de cada uno de los liderazgos políticos, algunos de ellos emergiendo con fuerza. Los gobernadores de los estados de California, Oregon y Washington anunciaron un “Pacto de los Estados del Oeste” para coordinar la reapertura de sus economías y, sobre todo, la atención sanitaria a sus habitantes, con especial énfasis en las comunidades más vulnerables.[3]Por su parte, el gobernador de Nueva York, el demócrata Andrew Cuomo, denunció la especulación con el precio de los respiradores,[4] pospuso las primarias en su Estado y se ha destacado por su liderazgo en la respuesta a la pandemia, lo que lo ha llevado a la confrontación con el presidente Trump.[5]

Aunque faltan seis meses para las elecciones de noviembre -y se pudiera prever que para entonces el impacto de la pandemia se habría controlado- se habla de la posibilidad de posponer su celebración. Tal decisión no depende del presidente de los EE. UU. sino del Congreso, que debería iniciar un procedimiento que finalmente debería ser firmado por Trump. La volatilidad de los acontecimientos hace que cualquier cosa pueda suceder de aquí a noviembre. No obstante, salvo algún suceso mayor imprevisto, nunca descartable en el actual contexto, Joe Biden y Donald Trump serán nombrados como candidatos respectivos del Partido Demócrata y del Partido Republicano en las convenciones de agosto y se disputarán la Presidencia de EE. UU.

Biden en América Latina y el Caribe: llenar el “vacío de liderazgo”

Joe Biden ha tenido una vida política plagada de escándalos.[6]Fue presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado durante sus seis periodos como senador por Delaware. Como vicepresidente en el Gobierno de Barack Obama, lideró las relaciones estadounidenses con América Latina y el Caribe en distintos rubros.[7]

En 2013 dijo que la región ya no es el “patio trasero” estadounidense, sino el “patio delantero”.[8] En 2018, se jactaba de haber establecido, junto a Obama, una base de cooperación en la región, centrada en la responsabilidad compartida cuyos principales ejemplos estarían en la profundización de la relación con México, una agenda global de cooperación con Brasil, la revitalización del compromiso con Centroamérica, la reconstrucción de Haití después del terremoto, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba, el apoyo al proceso de paz en Colombia y una mejora de la seguridad energética en el Caribe.[9]

Con el horizonte cercano de las elecciones, Biden afirmó que la gestión de Trump destruyó los logros de la administración demócrata, generando un “vacío de liderazgo” que abrió espacio para el avance de China y Rusia en la región: “Nuestros rivales geopolíticos están llenando con entusiasmo el vacío de liderazgo mientras que EE. UU. se echa para atrás”.[10] En una entrevista realizada a finales de marzo de 2020, el candidato volvió a plantear que la “actual ausencia de liderazgo americano en el hemisferio occidental es la amenaza más importante a la seguridad nacional de EE. UU.”, afirmando que la incompetencia y descuido de Trump en Latinoamérica y el Caribe (ALC) acabarán en el día 1 de su administración.[11]

Un informe reciente de la America Society/Council of the Americas (AS/COA) destaca las prioridades de la campaña de Biden para ALC:[12]


Las encuestas por la batalla presidencial y el Covid-19

Aunque ahora ha desaparecido de la agenda mediática, la implicación del hijo de Joe Biden en un caso de presunta corrupción, y la solicitud de Donald Trump al presidente ucraniano de investigar la supuesta participación política de Biden en ello, desencadenó el Ucraniangate, que supuso el detonante para el impeachment al presidente Trump.[13] Este proceso parecía que iba a reforzar el liderazgo de Trump y garantizar su reelección, pero la irrupción del coronavirus y la gestión de Trump y sus funcionarios puede llevar a resultados distintos.
La aprobación del presidente Donald Trump

Respecto a la aprobación/desaprobación de Trump, el sitio FiveThirtyEight[14] reportó en los primeros días de enero los siguientes datos:


En términos generales, según las encuestadoras que han dado seguimiento desde enero, la desaprobación al Gobierno de Trump no se ha movido demasiado en contra, aunque sí representa más del 50% en varias encuestas.

Si observamos los datos de aprobación a Trump por Estado, el MorningConsult arrojaba los siguientes resultados para el mes de febrero:[15]


Según “270towin”, los Estados que aún no están definidos son: Arizona, Wisconsin, Michigan, Pensilvania, Carolina del norte y Florida.[16]
La gestión del coronavirus

El Pew Research daba datos el 16 de abril sobre la gestión del coronavirus. El 65% de los estadounidenses considera la respuesta de Trump frente a la crisis “demasiado lenta” y el 34% “rápida”. Además, un 73% de los encuestados expresaban que lo peor estaba por venir.[17]

A mediados de febrero, un 46.8% aprobaba la gestión frente al coronavirus, mientras que el 26,5% desaprobaba. Para el 3 de marzo, después de la primera muerte por Covid-19 el 43,4% aprobaba y el 42,8% desaprobaba. El 13 de marzo, cuando Trump declaró emergencia nacional el 49,1% desaprobaba y el 43,5% aprobaba. Para el 21 de marzo, cuando la cifra de desempleo en EE. UU. superaba los más de 10 millones, el 46,8% desaprobaba y el 46,5% aprobaba. El 6 de abril, con más de mil muertes por Covid-19 la desaprobación era de 46,7% y la aprobación del 48,6%. Al 20 de abril, el 49,1% desaprueba y el 47,3 aprueba la gestión de la crisis.[18]

Por partido, la aprobación de Trump frente a la crisis por la pandemia en marzo era: 82,4% de republicanos y el 21% de demócratas aprobaron su gestión. Para el 1 de abril, 86% de republicanos y 20% de demócratas aprobaron su respuesta ante la pandemia.[19] Parece evidente que las afinidades ideológicas dan mayor margen de credibilidad a la gestión del Gobierno, aunque en términos generales también parece evidente que el impacto del coronavirus podría dificultar la reelección de Trump en noviembre.

Encuestas electorales

En cuanto a la elección, a la segunda semana de abril[20]FiveThirtyEight publicó:


En marzo, antes de que declinara Sanders, las encuestas realizadas entre el 10 y 24 de marzo daban 47% de intención de voto a Sanders, frente a un 39% para Trump. Si el candidato demócrata fuese Biden, el porcentaje era de 48% contra 36% de Trump. Y, por último, el también exprecandidato Buttigieg obtenía 56% contra 44% de Trump.[21]

Sanders recibía un 70% de los respaldos de la llamada generación Z (18-22 años) frente al 29% de Biden, según datos de MorningConsult. Entre los “millenials” (23-38 años) la brecha se reducía a 59% para Sanders y 39% para Biden.[22]Biden tendrá que capitalizar el voto de los jóvenes (18-38), que en su mayoría tenía Sanders. Uno de los primeros guiños lo ha realizado defendiendo la condonación de las deudas por los préstamos universitarios.[23]

Está por verse si Joe Biden recibirá todo el respaldo del Partido Demócrata. Según Pew Research, los demócratas que apoyaban a Biden en enero de 2020 consideran en un 73% que el partido sí lo hará. Por el contrario, entre los demócratas que respaldaban a Sanders en ese mismo momento, el 53% considera que el partido respaldará a Biden unánimemente. En términos generales, los votantes demócratas registrados consideran en un 63% que el partido respaldará a Biden.[24]

Algunas reflexiones finales

La renuncia de Bernie Sanders y la irrupción del coronavirus, con el impacto económico que va a tener en EE. UU. y en el planeta, pueden facilitar la llegada a la Casa Blanca del candidato demócrata Joe Biden. Trump se va a enfrentar a dos situaciones que no preveía: un Partido Demócrata presumiblemente aglutinado en torno a la figura de un solo candidato y la gestión desgastante de una crisis nunca antes vista en la historia de EE. UU., con cuestionamientos internos por parte de otros liderazgos políticos emergentes, en el marco de una economía en recesión. Los buenos resultados económicos no servirán para la campaña electoral, que estará signada por el impacto de la pandemia, sin duda, y por una población que, con toda probabilidad, quedará muy afectada en lo psicológico y lo económico. Que la mayoría de los muertos por el Covid-19 sean afroamericanos,[25]grupo que suele votar mayoritariamente a los demócratas, también puede tener un efecto a la hora de enfocar la campaña para Biden, quien puede canalizar el descontento de este sector social marginado en su propio país.

Estas dificultades internas explican, en parte, los últimos movimientos de la administración Trump anunciando maniobras antinarcóticos en el Caribe enfocadas a amenazar a Venezuela. El desvío de la atención de los problemas internos buscando un enemigo externo, como cortina de humo y vía para reducir las diferencias. Una eventual elección de Biden no supondría, no obstante, mejores noticias para ALC. La continuidad de las políticas de injerencia y expansión de los intereses estadounidenses en la región parece un hecho, máxime en un escenario postpandemia en el que EE. UU. va a necesitar recuperar su declinante preeminencia en el marco del sistema internacional por la vía ya conocida de reforzar su posición en ALC.




























Arantxa Tirado Dra. en Relaciones Internacionales e Integración Europea (UAB) (España)

Tamara Lajtman Mg. en Estudios Latinoamericanos (UNAM) (Brasil)

Aníbal García Fernández Máster en Estudios Latinoamericanos (UNAM) (México)


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