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sábado, 30 de mayo de 2020

EL SOCIALISMO Y LA PANDEMIA

Por Jorge Gómez Barata

Como la pandemia, la crisis económica asociada a ella es global; mas no lo son las consecuencias y las soluciones, obviamente nacionales. Quien quiera que reparta la suerte, no lo hace de modo equitativo. Como siempre ocurre, los pobres llevarán la peor parte y cargarán con los mayores costos sociales.

Al dolor por los muertos y los enfermos, la frustración por los sueños cancelados y las esperanzas remitidas, se suma un desastre humanitario de grandes proporciones que alude no solo a las personas, sino también a los países, entre los cuales los más desarrollado, con recursos financieros y políticas sociales más justas, protegerán mejor a sus sectores más vulnerables como acaba de hacer España que, por ley, adoptó un “Ingreso Mínimo Vital” que beneficia a casi un millón de hogares con dos y medio millones de personas. La medida costará al estado unos 3.000 millones de euros anuales.

La legislación típicamente socialista se suma a anteriores pasos como la Renta Social Igualitaria, implantada o en estudio en varios países, europeos, asiáticos y de Oceanía, en los cuales, desde hace tiempo, junto a los beneficios de eficientes sistemas de salud, educación pública y seguridad social, se aplican seguros de desempleo, protección a las madres solteras, asistencia a los dueños y empleados de pequeños y medianos negocios, todas las cuales se han reforzado de cara a COVID-19.

Además de un extraordinario esfuerzo para relanzar el modelo europeo, convirtiendo el Viejo Continente en una entidad definida por Úrsula Von der Leyen como una: “Europa verde, digital y social…”, se trata de una mezcla de comprensión, caridad y justicia social características de los “estados de bienestar” que, en algunos países más que en otros, han resistido los embates del neoliberalismo.

Si bien, por ahora, es un reducido grupo de naciones cuyo desempeño político, aunque dista de ser perfecto, expresa la voluntad de los estados de cumplir sus obligaciones respecto al bien común. Esos estados de inspiración y perfiles esencialmente socialistas, basan sus políticas sociales en la distribución con rangos de equidad de la riqueza producida.

La evidencia histórica prueba que, a mediados del siglo XIX, en el contexto de la pandemia social creada en Europa por el capitalismo salvaje, el pensamiento social avanzado, liderado por Karl Marx, se orientó hacía la crítica a aquel régimen francamente inhumano, dividiéndose en tres corrientes fundamentales: comunismo, socialdemocracia y enfoque socialcristiano, algunas de las cuales aún están vigentes.

Son conocidas las fallas de origen y las deformaciones incorporada por los operadores políticos, principalmente durante la época estalinista que afectaron decisivamente al modelo social instaurado por los bolcheviques que, salvo esporádicas alusiones, ha sido removido de la agenda política contemporánea.

Ha corrido demasiada agua bajo los puentes para que los países que como China, Vietnam y Cuba que avanzaron por varias décadas en el empeño por construir un modelo socialista que, aunque defectuoso contiene fundamentos y esencias legítimas y eficaces, se enreden en discusiones teóricas bizantinas sobre asuntos saldados por la historia, sobre los cuales la práctica ha aportado evidencias conclusivas.

En parte, se trata de comprender que los macro problemas sociales no se resuelven con la exposición de grandes ideales, sino con acciones económicas y sociales prácticas y sostenibles que permitan crear riquezas, cuya distribución en los límites de lo razonable los estados puedan orientar, promover e incluso regular. Nadie discute que el estado detente el monopolio del poder, lo cual no significa que ejerza esa prerrogativa en todos los campos de la acción social, especialmente en la iniciativa económica.

Se atribuye a Lenin la sentencia de que: “El socialismo es universal por su forma y nacional por su contenido”. La lección pudiera ser válida para Cuba que con un estado bien plantado, políticamente solvente, que administra una sociedad aceptablemente cohesionada alrededor de metas compartidas, no debería temer a abrir oportunidades a sus empresarios y emprendedores privados, para sumarse a la construcción un socialismo diferente al propuesto por el legado soviético en el cual ellos no tenían cabida.

Cuba, aunque sometida a un implacable bloqueo por Estados Unidos, lo tiene todo, para alcanzar sus metas históricas; solo le falta, avanzar hacia una genuina apertura para reformar o actualizar su modelo económico para que sea capaz de crear riquezas que luego el estado distribuya con equidad. Fidel Castro lo dejó dicho. Allá nos vemos.

30/05/2020
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El presente artículo fue publicado por el diario ¡Por esto! Al
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