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domingo, 28 de junio de 2020

CADA ESTATUA EN SU LUGAR…

Por Jorge Gómez Barata

La cultura es la huella de la humanidad en su andar por la tierra. De la mayor parte de ella no existe testimonio escrito, lo cual forma un vacío de millones de años. La carencia fue resuelta con la invención de la escritura que posibilitó la historia escrita, la literatura y el arte que, entre sus expresiones incluyó la escultura, realizada en piedra y metal; su expresión más cabal son las estatuas.

El origen de la escultura se pierde en la noche de los tiempos y aunque, originalmente formó parte de ritos mágicos y religiosos, así como arreglos funerarios, luego se le utilizó como medio para reverenciar, homenajear y promover valores. Entre estas últimas no puedo dejar de mencionar la Piedad de Miguel Ángel y la Estatua de la Libertad. Entre los hombres inmortalizados en mármol o bronce prevalecen militares, santos, políticos, monarcas y algunos sabios y como estilo el realismo.

Como ocurre con todas las expresiones de la cultura, el dinero y el poder introdujeron dosis de envilecimiento de la escultura, lo cual explica la sobrerrepresentación de emperadores, monarcas, faraones, papas, conquistadores, gobernantes y líderes religiosos, llegándose al punto de convertir a figuras históricas como Jesucristo, Mahoma y Buda en deidades.

Fuera de ellos, probablemente el humano más esculpido sea Lenin con un estimado de 10.000 estatuas y un incalculable número de bustos y retratos en piedra y metal que formaron parte de un colosal esfuerzo propagandístico. Debido al colapso soviético, por el líder bolchevique comenzó una orgia contra las estatuas que ahora trasciende cualquier motivación ideológica o política, asumiendo expresiones de rudo vandalismo.

Lo que ocurre con los actos vandálicos contra las estatuas en los Estados Unidos y en Europa, no es una aplicación extemporánea de la justicia, ni siquiera un ajuste de cuentas diferido, sino una manifestación de canibalismo cultural que camuflada con argumentos ideológicos da rienda suelta a sentimientos primitivos y extremismos.

En cualquier caso, es preciso contextualizar los hechos. No parece anómalo que existan estatuas de Hernán Cortés en Medellín, donde nació o en cualquier parte de España, lo extraño sería que se levantaran en México, Cuba o Santo Domingo. No tendría reparos respecto a que las del rey Leopoldo II de Bélgica, adornen a Bruselas, aunque sería ofensivo que se erigieran en el Congo.

Cada país o comunidad tiene derecho a evaluar su herencia cultural y disponer al respecto sobre la base de prácticas institucionales y leyes decididas de acuerdo a las reglas del estado de derecho. Lo que carece de sentido es cohonestar la acción de turbas que, con irracionalidad incivil, al arbitrio de su ira cargan contra el patrimonio cultural.

Tomarse la justicia por su mano, nunca ha sido una buena idea, menos aun cuando se trata de procesos históricos y de avales culturales. Allá nos vemos.

28/06/2020
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El presente artículo fue publicado por el diario ¡Por esto! Al
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