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sábado, 6 de junio de 2020

Lo que deben hacer los Demócratas

Jun 2, 2020J. BRADFORD DELONG

BERKELEY – Como prácticamente todos los demás países, Estados Unidos se ha vuelto más pobre desde el comienzo de la pandemia de COVID-19, ya que los estadounidenses ya no pueden participar en actividades valiosas que requieren un contacto humano estrecho. Millones de trabajadores tienen ahora que encontrar otras actividades productivas, y muchas de ellas no serán tan bien retribuidas como las que reemplazan.



Sin embargo, no hay razones económicas para que la depresión ocasionada por la crisis de la COVID-19 tenga que ser particularmente profunda ni prolongada. Estados Unidos lidera al mundo en competencias tecnológicas y organizacionales, y cuenta con una fuerza de trabajo altamente capacitada. El problema es que la recuperación no ocurrirá sola.

El hecho de Estados Unidos demorara una década para recuperarse del todo de la crisis financiera de 2008 debería ser un factor importante a la hora de ponderar la situación actual. Ya entonces el sector de la construcción de viviendas estadounidense se había contraído a su tamaño normal antes de la erupción de la crisis de las hipotecas de alto riesgo, lo que implicó que no se necesitaron ajustes estructurales sectoriales. El desafío fue más bien identificar y reasignar recursos a bienes que no se habían producido hasta entonces y que se volvieran más valiosos en el futuro.

Más aún, la crisis financiera de 2008 y la recesión que le siguió no restó habilidades a los trabajadores estadounidenses ni redujo la eficacia de las tecnologías existentes. En el corto plazo, destruyó muchas redes profesionales y disminuyó la confianza social que sustenta la división del trabajo de la economía. El único efecto de largo plazo fue una pérdida de la confianza de los inversionistas en la capacidad de las instituciones financieras del sector privado de crear activos financieros seguros y calificados adecuadamente.

Pero por eso, precisamente, el empleo estadounidense tomó una década en recuperarse de la crisis de las hipotecas de alto riesgo. En el mundo había escasez de activos seguros y los gobiernos no enfrentaron este problema adecuadamente. Por su parte, EE.UU. debería haber hecho más por movilizar capacidad adicional de toma de riesgos en el sector privado, crear activos públicos y apoyar a los trabajadores, inclusive imprimir dinero y hacer adquisiciones para impulsar la demanda efectiva y el aumento del empleo.

Si bien no hay ninguna razón para que el desempleo demore otra década para volver a los niveles anteriores a la pandemia, probablemente eso es lo que va a ocurrir. Hoy siguen actuando las mismas fuerzas que llevaron a las autoridades a declarar victoria en la crisis y pasar a una política de “austeridad” en 2010. Es evidente que el gobierno federal de EE.UU. no ofrecerá ninguna medida para mitigar la depresión ni mejorar la fallida respuesta estadounidense de salud pública.

También está claro que el Partido Republicano no cuenta con ideas válidas para lograr una recuperación rápida en forma de “V”. Si se aplican recortes tributarios adicionales para los ricos para impulsar la demanda y el empleo, como hicieron los republicanos con la Ley de Empleo y Recortes Tributarios a fines de 2017, lo mismo se obtendrá: absolutamente nada. De manera similar, reducir programas sociales podría hacer que los trabajadores se sientan todavía más desesperados por encontrar un empleo; pero eso no se traduce en mayores índices de empleo si no hay gasto. Nadie con alguna autoridad sobre el Presidente Donald Trump sabe qué hacer y ninguno sería lo suficientemente competente como para implementar las medidas correctas si se topara con ellas por accidente.

Puesto que el Partido Republicano controla tres de los cuatro puntos de veto del gobierno estadounidense (la Presidencia, el Senado y la Corte Suprema), Estados Unidos seguirá sin dar una respuesta coherente a sus crecientes crisis al menos hasta enero de 2021. Ya están haciendo todo lo que pueden para suprimir la participación de los votantes en las elecciones de noviembre próximo. Pero, suponiendo que esos pasos fracasen y los demócratas ganen la Casa Blanca y potencialmente hasta el Senado, ¿qué debieran hacer para rescatar a Estados Unidos de otra década perdida?

Antes que todo, el Partido Demócrata debe comprometerse incondicionalmente con el principio de que todo estadounidense que desee un empleo pueda encontrarlo. Y si bien ese trabajo puede no ser excelente, tiene que reportarle suficientes ingresos como para mantener a su familia por encima de la línea de la pobreza. Toda política que se considere implementar se debería juzgar según esto.

No es una idea nueva el que el gobierno federal se comprometa con lograr un nivel de empleo pleno. La Ley Estadounidense del Empleo de 1946 adoptó este principio, pero se la ha diluido mucho desde entonces, debido a reclamos de que es demasiado costoso. La mejor respuesta a esas objeciones siempre fue la frase de John Maynard Keynes en un discurso de radio en la BBC en 1942: “Todo lo que podamos hacer lo podemos financiar”. Con eso quería decir que el sistema financiero existe precisamente para apoyar esas iniciativas y no para limitarlas.

No hay duda de que podemos encontrar empleos útiles para quienes los buscan. Pero, por supuesto, ajustar la estructura financiera y de pagos subyacente para apoyar el pleno empleo tendrá consecuencias. Por ejemplo, podríamos descubrir que en condiciones de pleno empleo los ricos tendrían que asumir un riesgo sustancial para lograr un crecimiento compuesto sostenido sobre su riqueza. Como argumentó Keynes, el empleo pleno “llevaría a una tasa de interés mucho más baja” y, en consecuencia, funcionaría como la “eutanasia del rentista”. Que así sea. Para mantener sus glamorosos estilos de vida, los ricos tendrían que reducir su capital o hacerlo depender de emprendimientos más riesgosos.

Para sostener un pleno empleo puede que también haya que aplicar impuestos más altos y progresivos, lo que fácilmente puede producir niveles de deuda pública inimaginables para quienes vivieron la década de los 70. Que así sea. Si para lograr un pleno empleo en el mediano plazo es necesaria una deuda altísima, está justificada. El único modo en que podría volverse peligrosa es si la economía saliera de su prolongado estancamiento actual, y en ese punto no ya serían necesarios esos niveles de deuda.

Por último, para recuperar y mantener el pleno empleo puede ser necesario el desvío de la demanda desde el consumo de elite a sectores de trabajo intensivo como la salud pública y programas de obras públicas a gran escala. Que así sea. Es el momento de hacer del pleno empleo nuestra prioridad máxima. Una vez la hayamos alcanzado, todo lo demás vendrá por sí solo.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen


J. BRADFORD DELONG is Professor of Economics at the University of California at Berkeley and a research associate at the National Bureau of Economic Research. He was Deputy Assistant US Treasury Secretary during the Clinton Administration, where he was heavily involved in budget and trade negotiations. His role in designing the bailout of Mexico during the 1994 peso crisis placed him at the forefront of Latin America’s transformation into a region of open economies, and cemented his stature as a leading voice in economic-policy debates.

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