Otras Paginas WEB

jueves, 18 de junio de 2020

Producir todos los alimentos que necesitamos con la misma economía

Por: Luis A. Montero Cabrera, Giraldo Martín Martín

En este artículo: AgriculturaAlimentosCubaEconomía
 
Se cuenta que Sísifo, un rey griego de Corinto, tenía un comportamiento inadecuado y era merecedor de castigo por parte de Zeus, el dios de dioses. El que le aplicaron consistía en que eternamente debía empujar una enorme piedra a lo alto de una empinada colina para que cuando estuviera llegando al final, la piedra rodara de nuevo cuesta abajo al valle y tuviera que empezar de nuevo. Esta leyenda se ha usado muchas veces en la cultura occidental para ejemplificar trabajos arduos que no conducen al objetivo deseado, obligando a hacerlo todo desde el principio muchas veces y de la misma manera, siempre sin lograr lo que se quiere. Se dice que es un “trabajo de Sísifo”.

Desde hace cientos de años, quizás miles, la tierra de esta isla ha sido capaz de proporcionar la riqueza necesaria a los cubanos para subsistir. Convenientes e inconvenientes naturales fueron conformando nuestra agricultura y se supo aprovechar en todo momento lo mejor y minimizar lo peor. La base natural es feraz, con un clima esencialmente beneficioso para producciones colosales durante todo el año, a pesar de los vaivenes de sequías y excesos de lluvia. El sol subtropical y la humedad garantizada por ser una isla larga y estrecha, con mucho mar tibio y cercano en todas partes, resultan buenos para estos fines. Los huracanes rara vez afectan todo el país. Pueden devastar una región, quedando la mayoría de la isla intacta y hasta beneficiada con las lluvias para ayudar a la parte dañada.
Esa riqueza agrícola natural siempre se logró con un alto costo humano. Paradójicamente, nuestras ventajas para la vida vegetal pueden ser muy inconvenientes para el trabajo directo del ser humano en el campo, sobre todo en verano. Esto se resolvió en cada época histórica según los procederes del sistema social imperante. Explotando aborígenes primero bajo el manto de la reconversión de sus creencias. Pero estos no resistieron. Muy pocos habían llegado a cultivar la tierra antes de llegar los europeos pues parece que la mayoría eran solo cazadores – recolectores. Después importando seres humanos seleccionados por sus cualidades físicas para trabajar como esclavos. Así se trajo durante siglos a cientos de miles de víctimas de una trata que ya para entonces era inmoral en la Europa cristiana. Pero esto no fue obstáculo para el beneficio de las clases dominantes en África, que seleccionaban y proporcionaban la “materia prima”, ni para los traficantes europeos que los traían y vendían, ni para los consumidores de las élites locales. Con una economía capitalista moderna de mercado más tarde en el siglo XX se aprovechó la necesidad de trabajar de una población creciente en el país y en las islas circundantes, que se creían libres, para lograr resultados mucho más eficientes y baratos que con los esclavos.
La caña de azúcar fue predominante por muchas razones. Se disponía de un mercado rico, creciente y cercano en los Estados Unidos para un dulce producto que fue “de alta tecnología” durante siglos. La planta como especie vegetal es la reina de eficiencia con la energía solar. Aprovecha lo mejor y lo peor del clima y requiere relativamente poco trabajo cultural, si se hace bien. Se siembra para un lustro, en el peor de los casos, y produce valor todos los años. Su cultivo extensivo, y también el intensivo, era rentable siempre en Cuba. La mano de obra era barata y solo requerida en cantidades apreciables durante la cosecha. Los que trabajaban directamente la tierra provenían de las capas de la sociedad cubana de más bajos niveles educativos y económicos. Por otra parte, las cuantiosas exportaciones de azúcar a mercados seguros en el norte permitían importaciones de cualquier tipo de alimento que en el país no se pudiera producir o que fuera más caro hacerlo.
La Revolución Cubana nació programada para transformar el estado de cosas del sufrimiento y la explotación humana y resolver para siempre una injusticia agraria que se basaba solo en el sacrificio de los que trabajaban la tierra, en su ignorancia y en su vida precaria. Y así lo ha hecho en este aspecto de principios, y desde el principio: “Tengo, vamos a ver, lo que tenía que tener”, dijo el Poeta.
Lo que no se ha resuelto es que todos tengamos siempre a nuestra disposición el alimento que deseemos, con la calidad y diversidad que merecemos y a los precios que corresponden, alcanzables por todos de forma proporcional. No tenemos hambre, pero la justicia social ineludible alcanzada se ha logrado sin satisfacer nunca, con la debida calidad y variedad deseadas, la demanda de alimentos de la población. Increíblemente, ahora importamos 2000 millones de dólares al año para comer, los que no se cubren con las exportaciones del sector. Mucho se ha trabajado, invertido, planeado, pensado, con las mejores intenciones durante décadas para lograrlo preservando el principio ineludible de la justicia social. Pero ha sido “trabajo de Sísifo”.
La conclusión evidente fue expresada por el Presidente Díaz – Canel recientemente: “Hay que tener valentía y tenemos que hacer cosas diferentes, haciendo lo mismo no vamos a resolverlo, ni vamos a avanzar más[i]. Si la piedra de Sísifo era redondeada, es preciso buscar soluciones para que no vuelva a rodar hacia el valle, y quizás hacerla cúbica. Llevarla a lo alto puede costar más, pero se logrará el objetivo de que se mantenga en las alturas y no perder así todo el trabajo sin lograrlo.
Baltimore y Estación Experimental del Pastos y Forrajes “Indio Hatuey”, 13 de junio de 2020

No hay comentarios:

Publicar un comentario