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sábado, 4 de julio de 2020

Florida, como un país en desarrollo



MILÁN/HANGZHOU – La pandemia de COVID‑19 llegó como una serie de olas, que empezó en Asia, donde en poco tiempo se extendió desde el territorio continental de China a Corea del Sur, Hong Kong y Taiwán. Los gobiernos en cuestión reaccionaron enseguida con programas intensivos de seguimiento, rastreo y contención, y China indujo una contracción económica masiva pero efímera con la que hasta cierto punto consiguió detener el virus en seco.

En tanto, una segunda ola, que ahora está en sus etapas medias a tardías, atravesó las economías desarrolladas de Europa, Norteamérica y Oceanía. Lo mismo que en Asia, hubo entre los diversos países variaciones en cuanto a estrategias de contención y resultados; pero en términos generales, la mayoría de los gobiernos respondieron tarde, lo que dio al virus tiempo para propagarse antes de la introducción de medidas de control.

En cualquier caso, en las economías de la primera y segunda ola, la pandemia siguió una pauta clara. Tras una marcada contracción económica (fase uno) se llega a un valle (fase dos), durante el cual la tasa de propagación del virus se reduce hasta el punto en que las recuperaciones superan a los casos nuevos confirmados. Luego viene un período de reapertura gradual por etapas, durante el cual se mantienen precauciones para la contención del virus (fase tres).


Pero la tercera ola de la pandemia genera mucha inquietud porque es diferente. Aunque llegó más tarde, se está extendiendo a gran velocidad por la mayor parte de los países en desarrollo, donde viven dos tercios de la población mundial. Además, esta ola, que equivale a más del 60% de los nuevos casos confirmados, dejó a una cantidad alarmante de países muy poblados detenidos en el período de «economía de pandemia» anterior a la fase tres, con ambas crisis, la económica y la sanitaria, saliéndose básicamente de control.



La aparente dificultad para controlar la propagación del virus incluso con períodos sostenidos de contracción económica es una característica exclusiva y preocupante de la tercera ola. Y como muestran los gráficos 2 y 3, se da en una amplia variedad de países en Asia, América Latina y África.


En la mayor parte de los países en desarrollo, una proporción considerable de la población carece de recursos para soportar un cierre prolongado de la actividad económica, y la capacidad fiscal de los gobiernos para proveer protección es (a veces muy) limitada. Por eso muchos de estos países no tendrán otra opción que empezar a reabrir la economía aunque no hayan contenido la propagación del virus.

Lo que está ocurriendo en los países en desarrollo es una tragedia, pero la tercera ola no ha recibido tanta atención como la crisis en Estados Unidos, donde la presentación de datos agregados en el nivel nacional dificulta ver el hecho de que en este momento hay en este país dos economías de pandemia con pautas muy diferentes. Varios estados en el sur y el suroeste están acercándose o regresando a la pauta de tercera ola que se observa en las economías en desarrollo: apertura económica con propagación veloz del virus.


Los últimos datos sobre nuevos contagios en Florida sugieren un tiempo de duplicación de casos inferior a 19 días, lo que coloca el brote en ese estado claramente dentro de la fase de propagación «descontrolada». Y una pauta similar puede hallarse en datos recientes de Texas y algunos otros estados.


En Estados Unidos, 27 estados derogaron las medidas de confinamiento antes del 15 de mayo, mientras que los otros 23 comenzaron la reapertura en esa fecha o después. Como muestran claramente los datos sobre nuevos casos, los estados que reabrieron antes han experimentado un aumento considerable de contagios.


Sin embargo, incluso en los estados que reabrieron antes del 15 de mayo, la economía de pandemia siguió trayectorias diferentes. California se mantiene en la fase de contención del virus, pero otros estados (Florida, Texas) están retrocediendo a la zona de peligro, con un tiempo de duplicación de casos menor o igual a 18 días.


En tanto, de los estados que derogaron el confinamiento el 15 de mayo o después, la mayoría (incluidos Minnesota, Washington y el muy afectado estado de Nueva York) exhiben la típica pauta de segunda ola: una trayectoria lenta pero sostenida hacia la reducción de nuevos contagios y el aumento de la actividad económica. Una excepción notable es Arizona, donde los casos activos muestran una vez más un crecimiento exponencial.


La razón más probable para la recaída de estos estados es que sus gobiernos reabrieron la economía demasiado pronto, demasiado rápido o ambas cosas. En algunos casos tal vez hayan decidido que la elección entre el control del virus y la recuperación económica debía inclinarse en favor de la segunda. También es evidente que algunos estados y localidades se tomaron la fiscalización de las medidas precautorias (distanciamiento social, uso obligatorio de mascarillas) con más seriedad que otros. Y sobre todo, estos estados de la «tercera ola» carecen de programas de testeo y seguimiento sustanciales, lo que limita la capacidad para contener el virus y aumenta el riesgo implícito en la reapertura.1

En el caso de los países en desarrollo, la profundización de la crisis tiene una explicación obvia: muchos carecen de recursos económicos, médicos y fiscales para contener el virus y dar apoyo a sus poblaciones durante un período de confinamiento prolongado. Pero no se pueden aplicar las mismas razones a una economía avanzada como Estados Unidos.

De modo que al parecer, una parte de Estados Unidos seguirá la pauta de la segunda ola, junto con Europa, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, mientras otra parte emprende una trayectoria similar a la de los países en desarrollo. Pero a diferencia de estos, los estados de la tercera ola en Estados Unidos todavía tendrán la opción de cambiar de rumbo, con posibilidad de sumarse a la segunda ola, si es que logran reunir la voluntad política para hacerlo.

Traducción: Esteban Flamini


MICHAEL SPENCE, a Nobel laureate in economics, is Professor of Economics Emeritus and a former dean of the Graduate School of Business at Stanford University. He is Senior Fellow at the Hoover Institution, serves on the Academic Committee at Luohan Academy, and co-chairs the Advisory Board of the Asia Global Institute. He was chairman of the independent Commission on Growth and Development, an international body that from 2006-10 analyzed opportunities for global economic growth, and is the author of The Next Convergence: The Future of Economic Growth in a Multispeed World


CHEN LONG, a former chief strategy officer at Ant Financial, is Director of Luohan Academy, Executive Provost of the Hupan School of Entrepreneurship, Chairman of Alibaba’s Research Council, and a member of the International Monetary Fund's FinTech Advisory Group.

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