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martes, 21 de julio de 2020

Mi abuelo marchó a Cuba

SINE DIE 135                                                     El meu avi, va anar a Cuba,
SD2

Juan M Ferran Oliva JULIO 19 DE 2020
                                                                                                             Foto: Vapor Monserrat 


El cofrade Gómez Barata me maravilla de nuevo con su saber enciclopédico. Hilvanando dos de mis últimos temas en SINE DIE cuenta que Andrés Bru, segundo Marqués de Comillas[1], pagó a León Trotsky[2] su viaje de salida cuando se hallaba en España al pairo y buscando horizontes. Le dio 5.000 pesetas y el pasaje en el vapor Montserrat. Evidentemente le tendió un puente de plata. El revolucionario ruso tenía muchos partidarios en Cataluña donde, a su vez, radicaba el grueso de los negocios del clan López-Bru.

Hago carambola y complemento esta trama  con la gesta del Montserrat, un vapor comprado y rebautizado en 1890 por la Compañía Trasatlántica Española[3]. Originalmente era alemán y se llamaba Denia. Desplazaba unas 2.000 TM[4].

La mayor parte de los vapores activos en 1898 continuaron dando servicio durante las primeras décadas del siglo XX. En ellos llegaron los padres, abuelos y bisabuelos de muchos cubanos actuales. Las navieras hispanas más importantes fueron la Compañía Transatlántica Española y la Línea Pinillos. Andrés Bru era el principal accionista de la primera, a la que  pertenecía el vapor Montserrat utilizado por Trotsky en su viaje a Nueva York en diciembre de 1916.

Anteriormente el barco había sido empleado como correo en la travesía Barcelona – Cuba. Era muy popular por ser portador de la esperada correspondencia en uno y otro sentido. Cuando en 1898 estalló la guerra con Estados Unidos fue armado con dos cañones que sólo dispararon  en maniobras. Transportaba tropas y suministros, y de vuelta soldados  heridos y enfermos.

El 10 de abril de 1898 zarpó de Cádiz con soldados y abastecimientos militares. Llegando a Cuba fue protagonista de una espectacular acción. La escuadra norteamericana que bloqueaba la Isla trato de impedir su  entrada a puerto. La consigna de su capitán, el gallego de apellido francés Manuel  Deschamps, era o encuentro camino o me abro uno[5]. Su barco recorrió la costa occidental cubana, dio la vuelta en el cabo de San Antonio y fondeó en Cienfuegos. Fue una hazaña poco habitual. Otros perecieron en el intento. El vapor Alfonso XII, por ejemplo, también perteneciente a la Transatlántica, fue perseguido hasta ser abatido a cañonazos en la costa de Pinar del Rio[6].

El capitán Deschamps fue objeto de elogios por parte de la prensa. En aquellos días, según Josep Conangla Fontanilles[7], testigo de excepción, fue al teatro Albisu de La Habana  y el público lo ovacionó  de pie al percatarse de su presencia.

El Montserrat volvió a la Península burlando también al bloqueo en su salida. En junio 15 zarpaba otra vez enrumbando hacia Matanzas. Fue descubierto por un crucero norteamericano que empezó a dispararle. Navegó teniendo el enemigo a babor y la costa a estribor. Entró en la bahía sin hacer las señales luminosas habituales para dificultar la puntería enemiga, pero exponiéndose a no ser reconocido por las baterías españolas. Tuvo suerte, ambas fueron ineficaces. A media noche  fondeó intacto.

La trama tiene otro subproducto más reciente. Muchos años más tarde la odisea del Montserrat inspiro la antológica habanera El Meu Avi(Mi Abuelo), compuesta por José Luis Ortega Monasterio en 1968. La licencia imaginativa del autor convirtió la proeza en dramática inmolación y al buque en barco de guerra. Por si fuera poco, le atribuyó una tripulación exclusivamente catalana. Finalmente, en ejercicio de chovinismo local, los hizo hijos de Calella de Palafrugell, villa catalana notoria, entre otras cosas, por sus festivales de habaneras. El compositor no hizo más que ajustarse al carácter ingenuo del género. De catalán, el Montserrat sólo tenía el nombre.

La habanera nació en Cuba y se introdujo en España en la primera mitad del siglo XIX. Así lo sugiere el primer testimonio documental de su existencia datado en 1848  en Madrid.

Los marinos hispanos que llegaban a Cuba solían asimilar  los pegajosos ritmos  criollos. Se aprendían por transmisión oral en ferias, salones, tertulias, teatros y  lugares públicos. A veces regresaban en las voces de los mismos que las habían llevado. Las habaneras, como alegres pasajeras, se enriquecían en este viaje de ida y vuelta. Arraigaron sobre todo en la costa del Levante ibérico y en los puertos del Cantábrico. El género se vistió de largo y se incorporó a zarzuelas y óperas[8]. Muchos compositores líricos lo cultivaron.

Ortega Monasterio dedicó El Meu Avia su abuelo materno que estuvo en Cuba como militar español durante la guerra. Su versión es tan candorosa como trágica. El hecho real que la inspiró tuvo un happy end. El tono aciago  fue un recurso dramático utilizado  para dar fuerza a la composición.

Pero El Meu Avi tiene un estribillo travieso. En tres ocasiones y especialmente en la coda final repite vigorosamente: Visca Catalunya, visca el Català! (!Viva Catalunya, viva el Catalán!) refiriéndose al  supuesto barco así llamado[9].

El público que asistía a conciertos, o los divertidos juerguistas que la coreaban en las tabernas, ponían tal énfasis al entonar esta frase que llegaron a convertir el canto en una catarsis patriótica.

La  canción se popularizó en la época franquista y  permitió a los catalanes exclamar a viva voz esta expresión prohibida a la que dieron una nueva lectura. El meu avi, se convirtió en himno patriótico y aún hoy en día es cantada con la misma  emoción. Esta segunda lectura no fue intencional; surgió de las circunstancias[10].

Todos los grupos catalanes de habaneras la tienen incorporada a su repertorio. Mantiene su imprevisto sabor político. En fin de cuentas, al decir shakesperiano, la vida está hecha con el mismo hilo con que se tejen los sueños.

En el actual Casal Catalán de La Habana – la decana Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña-  hay un grupo de habaneras nombrado Veus d’Ultramar (Voces de ultramar) que no deja de interpretar El Meu Avi en todas sus presentaciones. Muchos catalanes que visitan Cuba se emocionan cuando la escuchan tan lejos de la patria e interpretada por estos cubanos que la cantan en un catalán con fuerte acento  tropical.

Fin




[1] Ferran Oliva, Juan M. El Marqués de Comillas. SINE DIE 131. Julio 7 de 2020.
[2] Ferran Oliva, Juan M. El Enigma Del Hombre               que Amaba q Los Perros. SIME DIE 124,  Junio 5 de 2020.
[3] Valga recordar que la Compañía Trasatlántica Española pertenecía al clan del segundo Marqués de Comillas, quien  la heredó  junto con el titulo y el resto de la fortuna, de Antonio López López. Este había casado con la hija de Andrés Bru. Ambos amasaron su fortuna original en Santiago de Cuba. Un nuevo enlace fortaleció al clan. La hija de Antonio López López  casó con el heredero del indiano negrero  Joan Güell i Ferrer  dando inició al clan Güell – López de gran repercusión en la evolución capitalista catalana. Ambos indianos se cruzaron en Cuba muchas veces.
[4] Datos tomados de: Ferran Oliva, Juan M.  El Mar que Separa y Une, obra premiada como mejor investigación en la categoría monografía, del IV Coloquio Historiográfico Español patrocinado por la Federación de Sociedades Españolas de Cuba. Octubre de 2016
[5] La Ilustración Española y Americana. Abril 30 de 1898. .
[6] Conangla Fontanilles, José. Memorias de mi Juventud en Cuba, Ediciones Península Barcelona  Pág. 206..
[7] Conangla i Fontanilles, Josep. Memorias de mi Juventud en Cuba. Obra citada..  Pág. 206
[8] Es famosa la habanera de la ópera Carmen, de Bizet.
[9] La traducción literal de la primea estrofa es la siguiente: Mi abuelo fue a Cuba a bordo de El Catalán, el mejor barco de guerra de la flota de ultramar. El timonel y el patrón, incluso todos los marineros, habían nacido en Calella de Palafrugell. Cuando El Catalán salía a la mar, los chicos de Calella veían ultramar. Manos a la guitarra, solían cantar: Viva Catalunya, Viva El Catalán. Siguen otras dos estrofas terminadas con el mimo estribillo incitante.
[10] Es el criterio de Andreu Navarro en el libro Havaneres, en el cual comparte la autoría, entre otros, con la Dra. María Teresa Linares,

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