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jueves, 24 de septiembre de 2020

Individuo y sociedad


Por Rafael Alhama Belamaric

Pudiera parecer extraño que los hacedores de las ciencias sociales sientan necesidad de rescatar y defender que no hay individuo sin sociedad, pero tampoco sociedad sin individuo. La sola interdependencia de ambas realidades, y dimensiones, debería bastar para evitar que alguien pudiera plantear un dualismo. Este sería entonces un buen punto de partida para cualquier construcción y comprensión antropológica, muchas veces puesta en un segundo o tercer plano, o en ninguno. Sin embargo, los esquemas preestablecidos, sobre todo hoy, empujan al dualismo, por no prestar en el pasado la debida atención a las actuaciones individuales, es decir, a las personas consideradas independientes unas de otras, a sus aspiraciones e intereses. Es la preocupación y pregunta por el otro.

Muy rápidamente digamos que antropológico significa conocimiento humano, o del ser humano de forma integral, de la diversidad de las relaciones socioculturales en sus entornos ecológicos, hoy entendido a su vez de la manera más abarcadora. Y si se le agrega el apellido “social”, entonces se trata también de la sociedad, de su interior, de las estructuras de las relaciones sociales, los comportamientos, y de la diversidad cultural. Se imbrica, entre otras, con la sociología, algo más antendida, en tanto esta estudia la realidad social de los individuos y aquella el estilo de vida. Por tanto, es imprescindible rescatar los significados antropológicos y sociológicos de los fenómenos. Puede y debe ser camino no sólo necesario sino útil para explicar muchas cosas, muchas situaciones, y preparar mejor los procesos de cambio.

Aunque difícilmente alguien pueda dudar de la importancia de tener en cuenta el estilo de vida, las relaciones socioculturales en que se desarrolla el ser humano, que influyen en la realidad social y esta a su vez en aquellas, y todo de conjunto, en las transformaciones sociales y económicas, las que a su vez forman parte de aquellas, todo esto, poco se tiene en cuenta sobre el peso decisivo que puede tener en la comprensión, explicación, aceptación de los procesos sociales, y sobre todo en la realización de las transformaciones de los procesos de cualquier naturaleza. Quizás todo ello pueda considerarse como partes de una tecnología necesaria para la trasformaciones económicas y sociales. Y tecnología no es sólo un lema, llamado, o discurso, es mucho más que eso.

Su desconocimiento, puede, ni mas ni menos, que facilitar o frenar, o hasta impedir, la continuidad de la transferencia de las ideas, del conocimientos, de las buenas prácticas, o de los estereotipos que deben cambiar, dentro de un marco institucional. Puede coadyuvar a crear mayor o menor capacidad de análisis crítico, y sobre todo del establecimiento de los nuevos avances, normas, mecanísmos, actuaciones, desde el nivel individual hasta el nivel comunitario y global de la economía o la sociedad.

Si desde hace ya décadas, hay estudios  e investigaciones sociológicas  suficientes en el país, que abarcan un abaníco amplio de temas y problemas, y hasta tienen reconocimiento social, es menos conocido, y ha conllevado mucho esfuerzo que lo haya también en el campo de la antropología, social y cultural, que es la que me interesa destacar. Pero, la gran pregunta, tantas veces repetida en tantos eventos en el pasado es ¿hasta dónde se conocen y emplean sus resultados?

Es no sólo una pregunta que hoy se impone por su importancia práctica, sino que debe ser tenido en cuenta al proponerse soluciones, y hacerse análisis críticos constructivos acerca de los cambios económicos y sociales que se llevan a cabo, y los que deben hacerse. No bastan las mejores propuestas técnicas, a cualquier nivel, si se cuestionan los intereses de muchos, si no se tiene en cuenta quíen y cómo lo va a llevar a cabo, y cuáles son las motivaciones e intereses individuales y sociales para hacerlo, del que lo ejecuta, y los demás que son actores también, pero muchas veces pasivos. La mejor solución o medida en el papel, puede convertirse en papel mojado, experiencias pasadas hay suficientes.

¿Cuántas propuestas se han hecho en las últimas décadas, desde luego, cada una en su contexto y momento, pero siempre tratando de pensar en desarrollos futuros, sobre organización, temas organizacionales, cultura y espacios de trabajo, sobre productividad, consumo, , desigualdad y pobreza, mecanismos directos e indirectos, planidficación, relaciones de mercado, procesos de corrupción, esquemas salariales y su organización, funciones estatales, diseño de empresa y su gestión, capacidades e inversiones, descentralización y territorialidad, colectivos laborales, competencias y competitividad,  formas y sistema de propiedad, cuentapropismo, estructura social?

¿Cuántas veces se llevaron a cabo debates en torno a estos problemas, y se llegaba regularmente a las mismas conclusiones? También se puso en evidencia muchas veces en el pasado, que realmente hay problemas económicos muy complejos que no es posible resolver en poco tiempo. En consecuencia se hacían posibles aproximaciones escalonadas, con pequeños pasos, pero sin fijador ni incentivos, con el tiempo caían en el olvido, y así aquellos problemas iniciales se complejizaban aun más.

Los indicios y origen de muchos de los problemas actuales, como se ha escrito ya, empezaron a aparecer tempranamente, porque casi nada ocurre ni se desarrolla de un día para otro, no en economía, no en relaciones sociales. Sin embargo, debido siempre a circunstancias complejas y condicionantes de funcionamiento de la economía, no se tomaban las medidas adecuadas o de forma integral, por lo que se fueron acumulando.  Grandes problemas como las políticas sociales y gasto social, o política de empleo, por mencionar sólo dos políticas privuilegiadas, exigian estrategias globales, que se adoptaban centralmente, y se llevaban a cabo con controles centralizados, por y para el bienestar de todos.

Pero, al mismo tiempo, durante décadas, el papel del individuo se perdía dentro del conjunto de la sociedad, y el de los trabajadores se ubicaba dentro del centro de trabajo, sin conclusiones concretas fuera del trabajo. La (ir)responsabilidad como fenómeno de masas, hoy se muestra en toda su magnitud y cualidad. Hoy se clama, exige, se necesita, la responsabilidad autónoma de cada individuo, de cada colectivo. Pero esta no ha sido suficientemente desarrollada, ni fue posible, bajo el mando burocrático hiperdesarrollado. Por lo tanto, ese comportamiento arcaico e irresponsable, debe entenderse, y revertirse, porque puede convertirse en factor importante de inestabilidad económica, en momentos en que es más necesaria.

Lo primero es entender y aceptar una verdad de perogrullo, que es imposible separar los procesos económicos del mecanismo de toma de decisiones políticas. Pero también que no es posible separar estás de las relaciones y estructuras de poder. Y también, quizás menos evidente, que éstas relaciones  de poder no es posible verlo separado del individuo, de cada individuo, ser humano, de cada persona, dentro de la sociedad. La diversidad del pensamiento y cultura, que se ha ido construyendo, que ha ido construyendo cada persona  de una manera ya durante varias generaciones, los definen. Confirman la existencia de problemas estructurales derivados del modelo socioeconómico dominante durante décadas, que entendía y atendía a todos por igual, así como la propia falta de facilitadores.

Los problemas de todo tipo, económicos y sociales, internos y externos, subjetivos y objetivos, como muchas veces se decía en el pasado, no caen en saco roto. Forman parte de las personas como parte de la sociedad, que tratan de la mejor manera de aprehender y de llevar  a cabo, muchas veces o la mayor parte de las veces, propuestas y soluciones, cada uno con sus intereses y aspiraciones diversas, con visiones diferentes, de las cuales sólo siguen siendo objeto de transmisión, o sujeto de ejecución, pero no sujeto de decisión, decisiones no sólo propias, sino colectivas, comunales, organizacionales.

Es uno de los tantos problemas, que es necesario revertir de inmediato, desde el individuo, sujeto activo, la familia, calle, puesto de trabajo, taller, empresa, comunidad, territorio, más allá de la burocracia política y administrativa, incluso de las fuerzas tecnocráticas, que también quieren ocupar el lugar que le corresponde; o cuando menos de conjunto.

Quizás uno de los mejores ejemplos, sobre la falta de atención,  conocimientos aplicados  y tratamiento pudiera ser la transformación tecnológica, o gestión de activos intangibles en el caso de procesos de las tecnologías de punta. Un concepto componente de múltiples elementos, que obliga a un enfoque multidisciplinario, y como parte de éstos el llamado “capital humano“, del cual poco o ningun discurso entre nosotros lleva a cuestionarlo filosófica, económica o políticamente, para no mencionar antropológicamente. De manera que se sigue reduciendo a la administración del recurso humano, de la economía del conocimiento tratado a la vieja usanza, y por supuesto de las finanzas. Es aceptado generalmente como fuente de valor de las empresas, obviando curiosamente casi siempre como parte de las teorías del crecimiento y el capital humano, la parte que tiene que ver directamente con el individuo, la cuestión de los salarios de eficiencia.

No es este un artículo donde voy a cuestionar el concepto a lo largo de su desarrollo, eso lo hice en el libro “Capital Humano. Autorealización y reconocimiento social“ de 2008. Se cansaron entonces de preguntarme si se trataba sobre norma cubana de capital humano, un cocido en que se involucraron muchas instituciones, tratando de aplicar acríticamente teorías en boga, por lo de la rentabilidad de inversión en capital humano, o la alta tasa de capital humano entre nosotros, pero baja realización. Me recordaba tres décadas antes los esfuerzos de aplicación de la Organización Científica del Trabajo (OCT) que era tarea conjunta del Consejo de Ayuda Mútua Económica (CAME), que lo acuñó como concepto propio con el apellido de “socialista“.Yo le respondía que no, y tampoco era sobre los fundamentos del neoliberalismo económico, que explicaba que el bienestar social dependía de un crecimiento económico sostenido, luego fuertemente cuestionado, y del valor monetario de una empresa y los activos que la conforman. Todo ello en su capacidad de maximizar el valor del capital invertido y obtener unas ventas rentables. Por lo tanto, el valor del activo intangible, estribaba en su capacidad de producir valor futuro. Bastante tiempo dedicamos un grupo a explicarles a algunos especialístas extranjeros de cómo y porqué teníamos nosotros una norma de capital humano.

Pero de alguna manera, todo esto sigue presente entre nosotros, y se trata de promover en la economía del conocimiento. Uno de los métodos de valoración de las empresas y activos generalmente aceptado se basa en flujos de caja libre, o con base en el mercado, y del intercambia en el mercado. Sin entrar en otras muchas posibles acotaciones, la cuestión es que el capital humano como activo intangible y su valor para una empresa, estriba en que este es depositario de un saber, saber hacer, de un know-how, defendido y dificilmente adquirible por la competencia, pues puede constituir la ventaja competitiva, y ser parte o el todo de una condición estratégica. Es Solow, entre otros, uno de los que más contribuyó  a la teoría del capital humano con su modelo de impacto de eficiencia del trabajador, lugar clave en la determinación de la economía, hace casi cuatro décadas. Pero mucho ha llovido desde entonces. Nadie duda de la importancia del activo intangible, y hasta desplaza en algunos casos el activo tangible como fuente de generación de valor para la empresa. Por lo que puede darse el caso, y se da, que la herramienta física más importante con que cuenta la empresa sea el trabajador, y para el trabajador, es el mismo. Nunca más claro.

Y llegamos al punto del ejemplo, de cómo se siguen manejando variables y elementos, índices e indicadores, escalas cuantitativas, para valorar y visualizar el estado de una organización de conocimiento. Y entre muchas variables, se listan las posibles variables que caracterizan el capital humano, como son el clima laboral, compromiso, motivación, satisfacción personal, competencias, liderazgo, cultura innovadora, entre otros. Si fueran sólo éstos, sin tener en cuenta otros elementos, como calidad de procesos, y prácticamente todos y cada uno de los elementos del capital estructural, social y relacional, que abarca el llamado capital intelectual, se llega al punto que quiero subrayar. No se profundiza en el estudio del individuo, de la persona, como sujeto de la acción, y del control más o menos consciente que ejerce sobre si mismo o sobre los demás. No se profundiza desde el individuo en esa organización, bno se cuestiona hasta que punto es el sujeto de acción, lo que cada sujeto hace y dice, y cómo lo lleva a cabo. Y todo eso no sólo depende de la posición de cada uno en la organización, sino de lo que es cada uno, de lo que es cada institución y grupo, de la propia historia de cada uno. Esto no forma parte de los indicadores ni se cuantifica.

Estas identidades son el resultado que surgen como respuesta a las necesidades singulares en cada lugar, o en la sociedad, y de acuerdo a ello se estructurará un modo de vida individual y colectivo. Esto también sería parte del llamado capital humano, difícilmente contabilizado, a no ser indirectamente por los anteriores elementos identificados. Invariablemente se debe pasar a valorar las actitudes, o los comportamientos habituales que se producen en diferentes circunstancias, que ya complican todo, y hacen imprescindible un enfoque multidisciplinario, donde no puede faltar el antropólogo.

Pero aun más cercano a un enfoque económico, que imbrica con el modo de vida.Suponiendo que todo lo anterior fuera verdad, al menos lo es para una realidad, y se tratara de seguirlo y aplicarlo en toda su extensión, suponiendo que en nuestra sociedad también fuera válida la teoría, sin cuestionamientos, las pregunta que se imponen son: ¿puede el capital humano ser aminorado en su peso e importancia frente a otras variables y otros elementos que caracterizan el desempeño de la organización¿ ¿ y este desempeño puede considerarse bueno o satisfactorio, porque los demás elementos considerados ofrecen valores relativamente buenos? ¿Cómo queda entonces el clima laboral, la motivación, o la satisfacción personal? ¿dónde queda el individuo-trabajador-conocimiento?¿No sería lógico cuestionar y proponer soluciones integrales que abarque estructuras de poder dentro de la organización, de quién y como se determina, por ejemplo, lo que se debe recibir por el trabajo realizado? ¿la situación no lleva al menos cuestionar y proponer la participación directa tanto en las condiciones de producción, o los procesos, así como participación directa en los resultados realizados?

Como dice Pablo Rodríguez, uno de nuestros destacados antropólogos:“El trabajo es un hecho social total. Desde él se estructura la vida de las personas, una gran parte de las subjetividades, los proyectos de vida y una porción sustancial de todo el entramado social.“

Lo que es importante tener en cuenta, y no se tiene, por considerarse pérdida de tiempo, o sencillamente por falta de conocimientos, sea al investigar los activos intangibles, o al trabajador agrícola que siembra, o el investigador que recoge información, o el directivo que gestiona, o del facilitador para gestionar un objetivo cualquiera de la gestión de cambio, o para reajustar la transición de las personas en situaciones concretas, o en el cambio de comportamientos y hábitos, es eso, el individuo, no como masa, sino como cada una de las personas, o la organización dentro del conjunto de éstas, inmersos en su realidad social, en una realidad social, una pero a su vez múltiple.

Actores o agentes sociales quizás pudiera ser un concepto de confluencia de la antropología y la sociológica, para destacar la importancia de tratar al sujeto por el cual pasa la práctica, el que vive su vida. Y esto nos lleva a la estructura social, a las formas de relacionarse, a los valores, creencias, y ética, de las que tan poco se escribe.

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