Otras Paginas WEB

lunes, 19 de octubre de 2020

La Inversión Extranjera Directa y el ordenamiento

Atraer y facilitar la IED es parte imprescindible del ordenamiento de la economía cubana para lograr desarrollo socioeconómico.




La semana pasada ha sido una de las más interesantes de los últimos tiempos, para todos, pero en especial para los economistas. La explicación ofrecida acerca de la tarea “ordenamiento” por el jefe de la Comisión de Implementación y la posterior aclaración de dudas y comentarios sobre el tema, fue, a mi juicio, una de las mejores explicaciones públicas que he escuchado, no solo para entender la complejidad de la tarea a la que el presente gobierno se enfrenta, sino también sobre cómo ha funcionado y funciona la economía nacional, o mejor dicho, cuánto de distorsión de todo tipo y de fallas institucionales existen hoy en el funcionamiento de la economía nacional. Después de oír ambos programas es posible expresar con asombro, más que con certeza, eppur si muove.

También es cierto que de no realizar esa tarea, de no hacerla correctamente, o de seguir demorándola indefinidamente —con los riesgos que ello implica y con las restricciones que hoy tenemos—, ese movimiento aun errático de nuestra economía nos puede llevar a cualquier lugar, menos a donde queremos.

Cierto es también que a pesar del esfuerzo por preverlo todo, o casi todo, por eso de que la economía son vasos comunicantes, porque tiene un impacto social directo y por lo tanto político, y por esa razón tantas veces repetida de que en economía uno más uno nunca es dos; surgirán nuevos problemas, retos y errores que deberán ser asumidos y corregidos, según sea el caso. Quien renuncia a hacer algo por miedo a errar morirá de parálisis o quedará varado en el “más atrás”, que es un lugar mucho peor que el “más allá”.

El carácter profundamente estructural de la tarea ordenamiento quedó, desde mi perspectiva, muy claro. Varios de sus posibles efectos positivos: transparentar las relaciones entre las empresas estatales, tanto entre ellas mismas, como entre ellas y las llamadas formas no estatales; arrojar claridad sobre la eficiencia y la productividad a nivel micro; disminuir y hasta donde sea posible eliminar el “arbitraje”; mejorar la competitividad de los productos cubanos, hoy perjudicados por esa tasa de cambio sobrevaluada, frente a productos similares importados; incentivar la propensión a trabajar y disminuir aquella otra a no trabajar, entre otros, suman a favor de ella.

Sin embargo, no hay que hacer mucho esfuerzo para constatar que no alcanzan los recursos y es por eso que mucha falta hará multiplicar los resultados en la atracción de la Inversión Extranjera Directa (IED); primero porque no lograremos de inmediato con la tarea ordenamiento generar todo el ahorro que necesitamos para incentivar el crecimiento económico necesario, ni siquiera cuando se apruebe la ley de pequeña y mediana empresa, que sin dudas mucho puede ayudar; segundo, porque el saneamiento del sistema empresarial que debe derivarse de la tarea ordenamiento obligará a redimensionar ese sistema como también el aparato burocrático del Estado y del Gobierno, generando presiones muy fuertes sobre el empleo, que si bien podrán ser compensadas en el corto plazo con ayudas fiscales, estas no podrán mantenerse por mucho tiempo y aunque la expansión del sector no estatal puede compensar en parte esas presiones, tampoco parece plausible pensar que su capacidad de absorción alcance al 100% del ajuste necesario. Tercero, porque si nuestras empresas requerirán de obtener divisas para poder completar su ciclo productivo y reproductivo, la conquista de mercados internacionales será una condición de vida o muerte para ellas; cuarto, porque resulta siempre de mayor impacto para la economía nacional producir para el mercado interno aquello que hoy adquirimos en el extranjero y puede con una cierta inyección de capital fresco y buenas prácticas administrativas, producirse dentro; quinto, porque acometer ciertas inversiones e industrias con recursos externos permitiría dedicar los recursos de inversión nacionales a otros destinos de mayor trascendencia estratégica par el país (hoteles versus alimentos, por ejemplo).

Cuba ha acumulado una experiencia de poco mas de treinta años en ese intento de atracción de inversión extranjera. Promover/atraer, facilitar, consolidar y multiplicar lo consolidado podría ser, quizás, el camino para relanzar la IED en el país aprovechando los espacios que la tarea ordenamiento pueda crear, las oportunidades que puedan generarse a escala de los territorios que también las necesitarán para lograr mayor sostenibilidad en sus estrategias de desarrollo y también las que puedan generarse cuando se materialice la ley de micro, pequeñas y medianas empresas.

Repetimos constantemente que la COVID ha cambiado al mundo y ha provocado una crisis de todos los sistemas, generando incertidumbres en los mercados nunca antes vistas. Pues bien ¿cómo se traduce esto en las tendencias de la Inversión Extranjera Directa a escala Mundial?

¿Cómo será la IED en tiempos de POST- COVID?
  • Los flujos de IED se estiman decrecerán en un 40% en el 2020 en relación al año 2019.
  • La pandemia ha significado un duro golpe en la oferta, la demanda y la política para la IED.
  • Se espera que una recuperación lenta de los flujos comenzará en el 2022 y dependerá de varios factores pero principalmente de la recuperación de la economía global.
  • El impacto sobre los flujos de inversión varía por regiones y países. Las economías en desarrollo, como es de esperar, sufrirán el mayor impacto.
  • Para América Latina y el Caribe el pronóstico es que se reduzcan a la mitad desde los 164 billones alcanzados en el 2019.
Esto es, a escala global y regional, tendremos menos flujos de inversión y mucha más demanda sobre ellos, dada la necesidad de todos los países por relanzar sus economías.1

Pero será necesario compensar la amenazas y desventajas que aun los inversionistas extranjeros ven en el “mercado cubano”.

Entonces, el ejercicio de atraer inversión extranjera tiene que ser mucho más sofisticado que el que hasta ahora hemos hecho y que no ha dado los resultados que esperábamos. Hay que identificar “las joyas de la corona” o sea, esas empresas que pueden ser de interés para el capital extranjero y que a la vez pueden generar fuertes encadenamientos y derrames hacia el resto de la economía; debe ser mejor facilitado el proceso de negociación e instalación de los inversionistas en nuestro país, a todo lo cual hay que sumar la necesidad de que un día los territorios (municipios, provincias) puedan presentar, negociar y concretar sus propios proyectos de desarrollo con inversión extranjera directa.

Poner su dinero o el de sus inversionistas en un mercado bloqueado y perseguido, con escaso y difícil acceso a la banca internacional, pequeño, con serias distorsiones, con una débil complementariedad en su sistema empresarial, es ya de por si bastante arriesgado; todo ello en un mundo post COVID y sus secuelas y teniendo alternativas cercanas que no están sometidas a ningún bloqueo y donde concretar un negocio resulta menos complejo. 

Hay que ponerse en los zapatos del inversionista. Hay que entender que lo que para nosotros puede ser una prioridad no tiene por qué serlo para ellos o ellas, que lo que a nosotros nos parece un buen negocio puede que esté muy lejos de las expectativas e intenciones de esa persona. Hay que lograr que ese listado de necesidades que aparece en la Cartera de Oportunidades sea empaquetado como una gran oportunidad de inversión. Vender un negocio, de eso se trata.

Se trata también de tener una respuesta lista y convincente para las primeras tres preguntas que todo inversionista se hace:

¿Cómo recupero el dinero invertido?
¿Cuándo lo recupero?
¿Qué garantías tengo de recuperarlo en el tiempo planeado?

Cierto que no son las únicas preguntas, pero siempre están presente, aun cuando no sean explícitas. Y lo que es todavía más importante, que cuando le pregunte a otros empresarios establecidos, ellos le den respuestas convincentes y favorables, sobre estas tres y sobre otras muchas asociadas al ambiente de negocios en Cuba.

Más concreto, vayamos a un ejemplo: ¿alguien duda de lo necesitado que está nuestro país de relanzar la producción agropecuaria? Dudo que exista alguien que viva en Cuba y piense lo contrario.

Existen muchos elementos a favor de que la agricultura sea un gran sector donde muchas personas estén interesadas en invertir, extranjeros y nacionales, aun cuando en estos últimos treinta años, desde que se abriera el país a la inversión extranjera, es probable que los negocios que existen en ese sector, estratégico para Cuba, apenas lleguen a la veintena. Listaré un grupo de elementos a favor:

  1. Tierras suficientes aunque de diferente calidad y muchas de ellas sin cultivar.
  2. Cercanía de cualquier locación a una ciudad relativamente grande (debido en lo fundamental, al tamaño de Cuba)
  3. Existencia de un fuerte aparato de institutos científicos agropecuarios que han desarrollado productos y tecnologías exitosas, aunque muchas veces poco aprovechadas.
  4. Fuerza de trabajo que puede ser incentivada con relativamente poco costo.
  5. Una sólida red de universidades, facultades y escuelas tecnológicas asociadas al sector.
  6. Relativa cercanía a algún puerto o aeropuerto por donde pueden exportarse los productos, en caso de que ese sea el propósito.
  7. Un mercado interno con necesidades de alimentos insatisfechas y por lo tanto volúmenes de importación elevados que pueden ser desplazados por producción nacional.
  8. Un mercado externo cercano, el Caribe, con una población flotante de alrededor de treinta millones de turistas, que toman jugo de guayaba procedente de Malasia y aguacates de Chile, o sea, demanda solvente elevada.
  9. Sector decisivo en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y por lo tanto dentro de las tendencias actuales de la inversión a nivel internacional.
¿Siendo así, cómo es posible entonces entender que no haya en la agricultura cubana al menos 3 000 o 4 000 millones de dólares en negocios con inversión extranjera en estos treinta años?

Pongámonos en los zapatos del posible inversionista. Qué más debe enfrentar cuando ha logrado firmar un negocio:

  • El bloqueo y sus pretensiones extraterritoriales.
  • Sector con relativo atraso tecnológico, en el caso de la agricultura y de una parte mayoritaria del resto de los sectores y ramas.
  • Estructurado y dirigido administrativamente desde un Ministerio.
  • Muy intermediado por empresas estatales con escasa autonomía.
  • Grandes obstáculos para relacionarse directamente con el productor directo, sea este una cooperativa o un pequeño productor privado, para el caso de la agricultura.
  • Imposibilidad de contratación directa de sus trabajadores y ejecutivos nacionales.
  • Alto costo de la fuerza de trabajo en comparación con otros países de la región (hasta un 40% mas que en Centroamérica) para un mismo puesto, e intermediación y arbitraje de una empresa empleadora impuesta.
  • Subordinación de facto de su empresa mixta a una Organización Superior de Dirección Empresarial de la cual entiende poco y recibe menos.
  • Confusión de roles del socio nacional que muchas veces actúa más como “interventor” que como socio.
  • Autonomía teórica versus autonomía real.
  • Dificultades elevadas para obtener insumos.
  • Distorsiones macroeconómicas que encarecen su gestión (y que felizmente comenzarán a desaparecer en breve)
  • Riesgo financiero elevado.
Casi todas, por no decir todas, son comunes a todos los sectores y ramas de nuestra economía, algunas de ellas son más fuertes en el sector agropecuario.

La agricultura requiere de un ingente volumen de inversión en todas sus ramas sin excepción si se desea un salto productivo significativo, no creo que pueda ser provisto solo con recursos internos. La IED puede proveer una parte de ella, pero soy del criterio de que para este sector, se necesita un tratamiento especial de la IED, con incentivos y tratamiento especiales. Listo algunos:
  • incentivos fiscales y salariales para las empresas mixtas que laboren en este sector (¿por qué no los mismos que tiene ya la Zona Especial de Desarrollo del Mariel?) o incluso algunos mejores;
  • relación directa con los productores, ya sean cooperativas o pequeños productores privados.
  • incentivos para aquellas empresas que con sus producciones contribuyan a la tan ansiada y necesaria sustitución de importaciones;
  • mecanismos expeditos para sus exportaciones;
  • mecanismos expeditos para adquirir sus insumos;
  • Compensaciones fiscales por la introducción de mejoras tecnológicas, en especial si contribuyen con la resiliencia al cambio climático y a la reducción de las emisiones de carbono.
  • y sobre todo, incentivos para aquellos negocios con inversión extranjera que contribuyan con los ODS, al Plan Nacional de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional (SAN) y permitan consolidar la agricultura campesina y agroecológica.
Estos incentivos deberían extenderse también a aquellos inversionistas nacionales (estatales o no estatales) que cumplan ese rol de proveer capital, mercados, know how, y productos exportables y/o que sustituyan efectivamente importaciones.

El rol del Estado, tal cual la pandemia ha enseñado, será imprescindible para dirigir el esfuerzo, enrumbar los escasos flujos de inversión hacia destinos estratégicos, compensar las fallas del mercado, garantizar la equidad y propiciar un diseño institucional inclusivo y a la vez dinamizador de la economía.

Hay que entender que el futuro ya no es lo que era 2 y actuar en consecuencia.

***

Notas:

1 UNCTAD. World Investment Report 2020. “International Production beyond the Pandemic”

2 UNCTAD 2020. Informe sobre el Comercio y el desarrollo 2020. “De la pandemia mundial a la prosperidad para todos: Evitar otra década perdida”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario