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viernes, 13 de noviembre de 2020

La emigración y el tema de Cuba en las elecciones de Estados Unidos


LA HABANA. Alrededor de 870 000 personas de origen cubano estaban registradas para votar en las pasadas elecciones de Estados Unidos y la gran mayoría concurrió a las urnas. Diversas investigaciones han demostrado que, como ocurre con el resto de la sociedad, los asuntos que tienden a decidir la orientación del voto son aquellos que afectan de manera directa su modo de vida, dígase la economía, la salud pública o la seguridad social, entre otros. El tema de Cuba aparece distante entre sus prioridades existenciales, sin embargo, constituye un recurso movilizador de la comunidad cubanoamericana, que con frecuencia acapara la atención del discurso político en las campañas electorales.

Existen razones históricas que explican este comportamiento. En el caso cubano, la decisión de emigrar siempre ha tenido un componente político que sobrevive durante el proceso inmigratorio, máxime cuando en este proceso han tenido un peso determinante los beneficios asociados a la función de la emigración en la política de Estados Unidos hacia Cuba. De esta manera, lo que a primera vista parece un tema de política exterior, constituye un asunto doméstico, que se relaciona con los problemas existenciales prioritarios antes mencionados.

A partir del tema de Cuba se construyó la base ideológica de la maquinaria republicana en el enclave cubanoamericano de Miami. Hasta el punto, que el rechazo al socialismo continúa funcionando como un factor de cohesión en este entorno, incluso en momentos como éste, cuando el gobierno republicano ha tratado peor que nunca a los migrantes cubanos.

Aunque se ha armado mucho revuelo respecto al apoyo de los cubanoamericanos a la candidatura de Donald Trump, la mayoría de las encuestas a pie de urna, al menos las realizadas por el New York Times, American Election Eve Poll y New York Post, coinciden en que a escala estadual no sobrepasó el 56 por ciento, apenas dos puntos por encima de lo que se afirma obtuvo en 2016. No obstante, más importante que la cantidad, fueron los elementos cualitativos que distinguieron este apoyo.

Aunque no se puede afirmar que todos los cubanos que apoyaron a Trump compartían sus excesos respecto a Cuba, incluso hay estudios que así lo demuestran, la estridencia de la campaña y el silencio cómplice de otras opiniones, deja como saldo un discurso donde los cubanos republicanos fueron particularmente crueles con sus propios conciudadanos, en un momento signado por la crisis mundial originada por la pandemia de Covid-19.

Frente a semejante nivel de odio apasionado, la primera reacción es asumir que no existen posibilidades de acercamiento, y en algunos casos ciertamente es así, pero tal conclusión no es válida para toda la emigración. Tampoco podemos ignorar la vulnerabilidad del inmigrante cubano en un medio tan hostil como el de Miami. Aunque no es el único factor que puede explicarlo, en última instancia, el fanatismo anticubano, aquel que trasciende los marcos racionales de las diferencias políticas, es el resultado de la manipulación ejercida por la extrema derecha cubanoamericana, la más interesada en evitar el diálogo entre cubanos, porque en ello le va la vida como fuerza predominante en el enclave miamense. Ello explica que, por lo general, este grado de este fanatismo tiende a ser circunstancial, en dependencia del estado de las relaciones entre los dos países.

Por suerte, las elecciones también nos enseñaron que, en el peor escenario posible, casi la mitad de los electores cubanoamericanos se distanció de esta derecha y votó contra la candidatura de Donald Trump. Es probable que en otros lugares el tema de Cuba haya tenido menos peso que en Miami, pero resulta difícil imaginar que algún cubano en Estados Unidos haya podido abstenerse de asumir una posición respecto a este asunto, a la hora de decidir su voto por los demócratas.

Aunque es un proceso que tendrá que enfrentar el fortalecimiento alcanzado por la extrema derecha cubanoamericana en estas elecciones, no solo en el enclave, donde recuperaron los dos puestos congresionales perdidos en 2016, sino gracias a la obtención de escaños en otros estados, el resultado final de las elecciones nos deja un momento muy conveniente para que las posiciones a favor de la búsqueda de un clima de concertación con Cuba se revitalicen, al menos al nivel que las dejó el gobierno de Barack Obama.

Esta es la intención expresada por el presidente electo y no parece que habrá muchas dificultades para materializarla, toda vez que basta restablecer los acuerdos antes alcanzados. Joe Biden no tiene compromisos que puedan dificultar este objetivo y, más importante aún, su victoria ha sido el reflejo de una oposición espectacular contra las tendencias más reaccionarias de ese país, donde está incluido el tema cubano.

Otra enseñanza de estas elecciones es que un cambio en el equilibrio de las fuerzas políticas que dominan el enclave cubanoamericano de Miami constituye un factor que tendrá mucho peso en la estabilidad del mejoramiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, por lo que la política cubana debiera estar orientada a facilitar este proceso.

En cualquier caso, lo más relevante es que, al margen de las contradicciones antagónicas prevalecientes entre los dos países, estamos ante un escenario muy diferente al existente durante el gobierno de Donald Trump, lo que debe favorecer avances en la política de Cuba hacia su emigración, para integrarla todo lo que sea posible al proyecto de desarrollo de la nación.

Es una coyuntura donde ganar-ganar parece la tendencia predominante y no debe perderse la oportunidad, por mucho que griten viejos y nuevos trogloditas en Miami.

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