Por Antonio Olivé
Qué mejor manera de empezar abril que leyendo algo
sobre F. Engels, sobre todo si el que lo escribe es todo
erudición, conocimiento, estilo, capacidad de atracción y muchas más
cosas: Nicolás González Varela.
La
historia que nos trae esta recomendación redunda en la importancia de Engels para
que nos haya llegado la mayor cantidad de trabajos de Marx a
la actualidad. No solamente Engels, también otros: Riazanov,
el Instituto Marx-Engels, Kautsky…Vamos con esos últimos momentos
de Engels…
Salud
y revolución, Olivé.
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LOS ÚLTIMOS DÍAS DE FRIEDRICH ENGELS
Nicolás González Varela
Como decía De Quincey a propósito de Kant, doy por sentado que toda persona instruida confesará cierto interés por la historia personal de Friedrich Engels, aunque le haya faltado afición para conocer la historia de sus opiniones filosófico-políticas. Y es que suponer a un lector del todo indiferente a Engels es suponerlo del todo inintelectual. Esta simple presunción es la que también nos obliga a escribir este breve esbozo conmemorativo de su vida y práctica después de 1883.
El
tortuoso recorrido, entre errático y azaroso, que sufrieron a lo largo de su
historia editorial los escritos de Marx sólo puede compararse
con las coincidencias afortunadas, fantásticas, triviales y casi increíbles con
las que pudo salvarse para la posteridad la mayor parte de la obra de Aristóteles [i]. Al igual que Marx, sus escritos
sufrieron las inclemencias de los intereses políticos y los caprichos culturales
en los cambios en la forma de atención. Y, al igual que Aristóteles,
los manuscritos de Marx guardan una peculiaridad muy especial:
la mayor parte son apuntes, bocetos, notas y “memoranda”, producto de
una técnica de trabajo intelectual limitada por la extrema pobreza y las
constantes emigraciones políticas. Pero a Marx se le agrega
una condición suplementaria: que el mismo marxismo nació, se desarrolló, se
profesionalizó en escuela (y en ideología oficial de un estado) cuando la obra
de Marx no era aún accesible en su totalidad e incluso cuando
importantes partes de su “corpus” estaban inéditas. El éxito del
marxismo como ideología de partido y ortodoxia de estado ha precedido en
décadas a la divulgación científica y exhaustiva de los escritos completos de
sus fundadores. Repasemos en primer lugar las propias rarezas de las
condiciones intelectuales de Marx. Conociendo la enorme angustia
existencial de Marx, en las bellas palabras de Frossard “su
itinerario está jalonado de hojas muertas, gacetas sin lectores, libros y
panfletos incautados que devoran sus escasos ingresos”, y las limitaciones
de su técnica de investigación, su “Forschungswiese” sin
biblioteca personal, es asombroso el talento para vencer tantas restricciones y
lograr un texto limpio, coherente y profundo. Pero este “laboratorio”
artesanal de Marx al mismo tiempo hizo nacer un problema
editorial de implicancias ni siquiera imaginadas por él mismo: que su
producción “diurna”, sus largos períodos de estudio en el escritorio Nº
0-7 de la “Reading Room” del British Museum superaran con creces la parte
esotérica y “nocturna” de su obra, como puede verse gráficamente en el
biorritmo entre su vida y obra. La parte publicada era sólo la punta de un
iceberg, menos de un tercio de su obra, que emergía de una masa sumergida de
manuscritos inéditos, un verdadero continente compuesto con minúscula
taquigrafía y que constituía un dilema editorial de primer orden. [ii]
“Es un verdadero diccionario universal, capaz de
trabajar a cada hora del día o de la noche, comido o en ayunas, veloz en
escribir y comprender como el mismo diablo“, decía Marx de
su amigo, compañero y segundo violín. Tenemos un expediente criminal
lombrosiano de la Polizei de Colonia: “Nombre: Friedrich
Engels. Profesión: comerciante. Lugar de nacimiento: Barmen. Religión:
luterano. Estatura: 1,70 m. Cabello y cejas: rubio oscuro. Frente: normal.
Ojos: grises. Nariz y boca: proporcionados. Dentadura: buena. Barba: castaña.
Mentón y cara ovalados. Tez sana. Constitución: esbelta”. A la muerte
de Marx, Engels se enfrentó con este gigantesco
filón de manuscritos codificados en la minúscula letra característica de su
amigo y con cuidado trató de salir del problema, preparando la edición de los
tomos restantes de El Capital, aunque actualmente se está
analizando críticamente su tratamiento editorial e incluso su tándem teórico-práctico
con el mismo Marx. Una de las razones que esgrimía Engels para
no trasladarse a Alemania, tal como se lo pedían desde el recién creado SPD,
Partido Socialdemócrata Alemán (luego albacea de los Nachlass) era
su deseo de completar el trabajo de edición de Das Kapital en
Londres y reordenar el enorme fárrago de manuscritos heredados. Kautsky le
escribía en 1886 a Bernstein sobre el asunto: “Si yo
estuviera en lugar de Engels, no seguiría viviendo en Londres ¿Qué es lo que
ofrece Londres? Nada. Casi nunca va al teatro y no visita los museos o las
exposiciones. No tienen allí amigos. Casi todas las personas a quienes quería,
Marx, Lafargue, Longuet y otros han muerto o se han ido a vivir a otras partes”.
Engels apreciaba de Londres, según sus
propias palabras, “la perfecta neutralidad que rodea a quien lleva una
actividad científica”. A Bebel le hizo saber que no iría a
ningún país donde existiera persecución policial o la posibilidad de verse
desterrado. Además, estaba en los planes de Engels hacer, con
el material y la correspondencia existente, una biografía completa de Karl
Marx y una historia social del movimiento obrero alemán de 1843 a
1863. Pero Kautsky no se equivocaba en su juicio: “El
General” estaba realmente muy solo. Y muchos lo relacionaban con su
carácter poco político, lo confirma el propio Kautsky: “…reinaba
la opinión de que Marx tenía mucho más talento para tratar con los camaradas
que Engels. Se cuenta que la redacción de la Neue Rheinische
Zeitung trabajaba en la mayor concordia con Marx y en
ocasión de un viaje a Viena, Engels le sustituyó en la redacción. Cuando
regresó Marx, reinaba en el periódico una total perturbación y una actitud de
viva hostilidad contra Engels. Sin embargo, Marx pronto consiguió restablecer
muy pronto la concordia”. Liebknecht comentando el mismo
incidente concluye en la naturaleza dictatorial de Engels, un “amante
del orden” a toda costa.
Engels casi en solitario en un Londres
ya hostil social y políticamente. Fanny Kravchinskaia, narodovolcen rusa,
en sus visitas describe que “los días de la semana Engels trabajaba muy
concentrado y vivía bastante retirado de todo, pero los domingos le gustaba
estar rodeado de gente. Ese día su casa estaba abierta a todos… Un domingo
cuando llegamos a su casa, ya había una veintena de personas en torno a la
mesa: socialistas, escritores, políticos. Una reunión internacional. Se hablaba
en varias lenguas. En un extremo de la mesa, presidiéndola, se hallaba el ya
encanecido Engels, quién me gustó a primera vista. Era el alma de la reunión.
Los presentes discutían acaloradamente, gritaban, y también se volvían hacia
Engels… quién contestaba solícito en alemán, inglés, francés…” Engels sin
embargo prefería escribir y polemizar desde el papel, pero era un orador con
pocas dotes y muy poco popular. El sastre emigrée Lessner,
miembro de la Bund der Kommunisten, señala que la última aparición
pública de Engels tuvo lugar en 1893, cuando habló en el
Congreso de Zürich, en Viena y en Berlín, y que siempre “exponía
abiertamente lo que pensaba, tanto si ello gustaba como si no”. A pesar de
su edad, Engels participaba todos los 1º de mayo en las
manifestaciones de los obreros de Londres y subía siempre a la tribuna montada
en la caja trasera de un camión engalanado, pero nunca hacía uso de la palabra,
se consideraba un orador “flojo”. Kautsky también
reconoce que Engels “rehuía mucho más que Marx la agitación
oral y la participación en congresos”.
Bernstein recuerda esos días de 1884: “Marx
había fallecido… y todas sus obras póstumas pasaron a manos de Engels, quién
las seleccionó y ordenó con la mayor dedicación, con el fin de que el mayor
material posible de su amigo pudiera ser publicado. Cuando yo llegué allí,
Engels me leía noche tras noche, hasta altas horas de la madrugada, fragmentos de
esos manuscritos y del esbozo de un libro, basado en extractos que Marx había
tomado de la obra ‘Ancient Society’ del americano Lewis Morgan… Después de la
cena, Engels descansaba un rato, para hablarme, luego, sobre los trabajos de
Marx y leerme algo de sus manuscritos. Esta era nuestra forma de vida durante
todos aquellos días…” En el mismo año, Kravchinski (aka Stepniak,
del cual Eleanor Marx realizó dos artículos), el terrorista
ruso lo visitaba dándole la impresión de que “Engels es muy inteligente y
endiabladamente culto ¡¡Cómo habla el francés!! Además imagínate: incluso
entiende el dialecto de Milán. Hace treinta años estuvo tres meses en Milán y
hasta hoy no ha olvidado aquel dialecto. Es muy inteligente”. Aveling,
el poco recomendable yerno de Marx lo describía en esos días
como “de una estatura de 1,85, y hasta su última enfermedad era un hombre de
porte erguido, militar, que llevaba con facilidad la carga de su más de setenta
años. Ese porte militar y el paso rápido y elástico guardan cierta relación con
el nombre que sus íntimos le daban: el General… Engels era capaz de hablar con
cada uno de sus visitantes en su lengua materna… era un admirable anfitrión.
Era la hospitalidad en persona y tenía unos modales excelentes”.
Como una especie de Theofrasto de Marx, Engels,
con 62 años, se ocupó del desciframiento y edición, temiendo no concluir con
esa misión, pues, como le confesara a Lavrov por carta: “…soy
el único ser viviente que puede descifrar esa escritura y esas frases
abreviadas…”, (carta a Lavrov, 5 de febrero de 1894, en MEW,
Tomo 36, p. 28). Es curioso que Engels, incluso con Marx en
vida, había vislumbrado su destino no-deseado de editor póstumo, ya sea por las
limitaciones del propio estilo de trabajo de Marx (lento,
minucioso, autocrítico ad nauseam), ya por conocer el ritmo del
trabajo de su amigo. “No costará poco trabajo”, escribió al Roten Becker,
“manejar los manuscritos de un hombre como Marx, cada una de cuyas palabras
vale lo que pesa. Pero, para mí es un trabajo grato, ya que me siento otra vez
al lado de mi viejo amigo”.
Recién fallecido Marx, Engels confesaba
a Sorge que era mejor que se lo hubiera llevado la muerte, ya
que: “…vivir teniendo ante él numerosos trabajos inacabados, devorado por el
ansia de acabarlos y la imposibilidad de conseguirlo —esto le hubiera sido mil
veces más doloroso que la dulce muerte que se lo ha llevado…” (carta
a Sorge, 15 de marzo de 1883). Lo que encontró era, según el
comentario sincero que le hizo a Kautsky, una criptografía propia
de un jeroglífico. Charles Rappoport que lo conoció en
1893, cuenta que “a mi pregunta sobre la publicación del IIIº tomo de Das
Kapital, Engels señaló un enorme volumen de manuscritos y me propuso que al
menos leyera una sola línea de ellos. Pero no logré descifrar absolutamente
nada, pues la escritura era completamente ilegible. ‘Ahora comprenderá’, dijo
Engels, ‘cuan difícil me resulta establecer tan sólo el texto’”. Engels sistematizó
su labor de editor en una pequeña cadena de producción: en primer lugar copiaba
los manuscritos escritos por Marx entre 1861 y 1880; luego
cotejaba las citas y comentarios, hilaba los párrafos, secciones y capítulos
inconexos, seleccionando la versión más elaborada para entregarla a la
imprenta, finalmente corregía las galeras (“proof”) para entregarlas a
la imprenta. Ayudado por un secretario copista, a quien le dictaba ocho horas
por día, pudo editar en 1885 el segundo tomo de Das Kapital, siendo
exclusivamente por su criterio la decisión de dividir los manuscritos inéditos
de Marx en dos tomos y publicar en un cuarto la historia
crítica de las doctrinas económicas. La redacción y establecimiento del tercer
tomo le costó un enorme trabajo de casi diez años, debido a su complejidad y al
carácter críptico que tomó el estilo de trabajo intelectual de Marx.
En esta tarea lo ayudó ahora Karl Kautsky, futuro renegado, quien
cuenta detalles del laborioso trabajo: “El tercer tomo de Das Kapital trata
sobre una ingente cantidad de los más importantes y difíciles problemas. El
material para ese tomo tuvo que reunirse con enormes esfuerzos (muchos más que
en el segundo) a partir de manuscritos fragmentados, que luego habría que
elaborar para convertirlos en una exposición coherente…”. El cubano Lafargue,
otro yerno de Marx, relata este trabajo de Sísifo: “Está
trabajando en el tercer tomo. Kautsky le está ayudando. Ya conoce Usted la
letra minúscula de Marx. En sus Nachlass todavía resulta peor, dado que
contiene abreviaturas que es preciso adivinar, así como tachaduras y
correcciones que hay que descifrar; todo ello entraña las mismas dificultades
de lectura de un palimpsesto griego con ligaduras. Kautsky es el primero que
lee el manuscrito y hace una copia a Engels, que revisa y completa según los
otros manuscritos. En una de sus últimas cartas, Engels me escribió que se
siente satisfecho de esta forma de trabajo y que Kautsky es muy diestro
descifrando el texto de Marx… Realmente es extraordinario cómo logra realizar
todos los trabajos de la edición de las obras de Marx…”. Mientras los
trabajos de pre-edición y editoriales de Engels al segundo
tomo alcanzaron escasamente las diez páginas, en el tomo tercero tuvo que
recomponer capítulos y secciones enteras. Rubel nota
que: “…Engels da la apariencia de obras terminadas a páginas a menudo
informes y mal redactadas, materiales de un trabajo del que el propio Marx
decía que era necesario completarlo y aún escribirlo… Los tomos II y III son
eso: bosquejos, tanteos, a veces desesperados, materiales para los futuros
‘libros’ y nada más…” (K. Marx, Ouvres. Economie, Tomo II,
NRF-Gallimard, París, 1968, p. XI y s.s..). Es digno de mencionar que Rubel,
último sobreviviente de la generación de marxistas autónomos o libertarios,
amigo de Pannekoek y Korsch, hasta su muerte
(1996) y desde 1965 intentó realizar una edición crítica completa de la opera
omnia de Marx, en la famosa colección “Bibliothèque de
la Pléiade” en la editorial Gallimard y un léxico terminológico marxiano en
colaboración con Louis Janover. De la edición planeada han aparecido: Économie
I (1965), Économie II (1968), Philosophie (1982)
y Politique I (1994). La muerte lo sorprendió trabajando en el
segundo volumen de Politique. A modo de ejemplo, Rubel publicó
todos los manuscritos escritos por Marx del tomo II de Das
Kapital (nada menos que ¡seis versiones distintas!) más la versión
conocida de Engels de 1885.
Así que Engels asumió la tarea de
divulgar, concluir y presentar como sistema concluso una teoría en realidad
abierta e inconclusa. Un torso, como precisó la intuitiva Rosa
Luxemburg. Mucha de estas presiones por presentar un Marx científico
se debió al propio rol de Engels en la lucha y consolidación
de la socialdemocracia alemana. A Bebel cuando publicó el tomo
II de Das Kapital le señaló que “cuando este tomo
aparezca, también los filisteos dentro del partido volverán a recibir un rudo
golpe, que les dará de pensar”. El amigo-editor empezaba a verse influido
por la petit politique y la lucha de fracciones, por el
surgimiento del Revisionismus dentro del propio partido. No
sólo: combatió el “idiotismo parlamentario” así como la tendencia
izquierdista y autónoma de los “Jóvenes”. Esta tarea se superpuso a la
de editor o más bien, se subsumió estratégicamente. Al mismo Rappoport,
que le preguntó por la falta de base teórica o cierta incompletitud de la
filosofía de Marx, Engels enfadado le respondió: “¿Qué
más quiere? ¡Si ya tiene Das Kapital, Moisés y los profetas! ¡Haga el favor de
estudiarlo!”. Comenzaba una larga marcha por el desierto rojo, donde las
necesidades de rápida vulgarización, simplificación popular, esquematismo y
reducción a un esquema ideológico elemental marcarían el inicio de los diversos
marxismos, el “segundointernacionalista”, el de la “segunda-y-media”
y finalmente el leninismo. El “ismo” en Marx nació en
la época de Engels como timonel, en las revistas de partido
dirigidas por los futuros centristas, revisionistas y socialistas de
derecha, Kautsky, Bernstein; nació en la
correspondencia de Engels con Bebel; nació en
la Vulgata de los textos y prólogos de Engels y
de las polémicas del propio Engels con fracciones, escuelas,
críticos, socialistas de cátedra, populistas. Hasta tal punto que la
historiografía define esta fase “paulina” con la misma fecha, la
periodización coincide con los doce años en que Engels desarrolló
su actividad de editor, difusor y sistematizador de un pensamiento inacabado.
La casa de Engels se transformó en
un centro de correspondencia mundial, encuentro de revolucionarios peregrinos y
mesa redonda de política, en especial los domingos, con invitados rotativos y
circunstanciales. Axelrod, fundador de la socialdemocracia rusa y
futuro compinche de Lenin, recuerda “por aquel entonces Engels
tenía más de setenta años. La fama que le rodeaba no había disminuido en lo más
mínimo su sencilla cordialidad que le distinguía desde siempre… nos servía
formidablemente… había pastel de carne, ponche, y también cerveza…”. August
Bebel lo recuerda en 1895 como “un hombre atractivo, amable, que se
mostraba partidario del lema de Martín Lutero, según el cual el vino, al mujer
y el canto son los condimentos de la vida, no olvidándose con ello la seriedad
de la vida… siempre alegre y de buen humor, poseía una sombrosa memoria para
toda clase de pequeñas vivencias y situaciones cómicas en su agitada vida…
Engels era también un buen bebedor, que comandaba una respetable bodega y se
alegraba cuando sus invitados rendían honores a sus vinos”. La enorme Vera
Zasulich, le escribe a Georgi Plekhanov (el padre del
marxismo ruso): “Banquete de gala en casa de Friedrich Engels con motivo de
su cumpleaños 70º. Un pavo del tamaño de un niño de dos años y medio. Para cada
plato un bouquet y una tarjeta de mesa. Fue de lo más aburrido…”. Eleanor,
una de las hijas de Marx, lo describe en una vignette familiar:
“tiene barba, que adopta una extraña inclinación lateral y que ahora
comienza a encanecer. Su cabello, por el contrario, se mantiene castaño y sin
una sola cana… Pero si el aspecto externo de Engels es joven, él todavía lo es
mucho más que su aspecto…”. Voden, socialdemócrata ruso, también
describe como en su primera visita “Engels le enseñó primeramente su
enorme gato… y se sonrojó cuando le pregunté por los escritos juveniles,
debiendo creer que yo me refería a sus primeros ensayos como poeta… Le expliqué
la necesidad de publicar lo antes posible todos los escritos de Marx… se
autopreguntó: ¿debería emplear el resto de su vida en publicar viejos
manuscritos del trabajo publicista de 1840 o bien debería, después de publicado
el tomo III de Das Kapital, editar los manuscritos sobre la historia de las
teorías de la plusvalía?… Al día siguiente regresé, me entregó una lupa y
permitió que leyera un manuscrito tras otro de puño y letra de Marx: Sankt Max;
una versión más extensa de Kritik der hegelschen Rechtsphilosophie, y partes de
la Deutsche Ideologie… la caligrafía me hizo comprender la desesperación de sus
profesores de la época de Treveris”. Hasta un conservador prusiano, Helmuth
von Gerlach, en viaje de estudios a Londres, reconocía muy a su pesar que “Engels
me causó una impresión imborrable. Es un profundo pensador, al que le gusta
recibir en la biblioteca, y en la conversación era un alegre renano… Con
motivos de triunfos del movimiento obrero, me invitó con amigos londinenses a
beber un barril de cerveza… Fue una velada muy divertida, y yo, que no era
socialdemócrata, no tuve en ningún momento la impresión de ser un intruso.
Engels resultó ser un anfitrión de tanta naturalidad y tan formidable, que
cualquier persona tenía que sentirse a gusto en su compañía.”. Jenny,
una de las hijas de Marx, le hizo una confesión, y cuando le tocó
el turno a su idea de felicidad, Engels no dudó: vino “Chateau
Margaux” cosecha 1848.
En los dos prólogos a ambos tomos, Engels reconoce
que no fue una tarea amena preparar la publicación de los manuscritos inéditos
heredados de Marx. No lo fue porque el trabajo editorial debía
forzar a que el producto final pareciera una obra coherente, articulada,
sistemática, con una unidad en sí misma, y sin que el lector percibiera la mano
oculta de su edición. Engels resume así los manuscritos
de Marx: estilo desaliñado (“nachlässiger Stil”),
expresiones y giros familiares (“familiäre Ausdrücke”), terminología
técnica en idioma inglés y francés que Marx no manejaba muy
bien (“englische und franzözische technïsche Bezeichnungen”); además de
páginas enteras en inglés de las ideas bajo la misma forma en que las
desarrollaban los autores que glosaba en la biblioteca, partes expuestas de
manera pormenorizada, otras apenas insinuadas, materiales de hechos demostrativos
o ilustrativos acopiados pero sin clasificar, sin ningún tipo de elaboración,
frases inconexas entre los capítulos, comentarios de corrección, análisis
inconclusos y, por último: el hecho conocido que la letra de Marx no
pocas veces resulta ilegible hasta para él mismo o sus hijas. (Das Kapital,
Band II, Ullstein, Frankfurt, 1985, p. 7 y s.s.). El tomo tercero, que
inicialmente para Engels sólo ofrecía dificultades técnicas (“technische
Schwiergkeiten”), luego se presentó como un embrollo de difícil solución: Marx sólo
había delineado un primer borrador, colmado de lagunas, digresiones, puntos
secundarios sin lugar definitivo e ideas in statu nascendi. Engels lo
relata con sus propias palabras: “…Mi trabajo comenzó dictando, para
efectuar una copia legible, todo el manuscrito a partir del original, que a
menudo resultó difícil de descifrar hasta para mí mismo, y esta tarea me quitó
mucho tiempo. Sólo entonces pudo comenzar la redacción propiamente dicha. La he
limitado a lo más imprescindible, conservando en la medida de lo posible el
carácter del primer borrador toda vez que la claridad lo permitía…cada vez que
mis alteraciones o agregados no son meras correcciones estilísticas o cuando he
debido elaborar el material fáctico ofrecido por Marx…Todo el pasaje ha
sido colocado entre corchetes y señalado con mis iniciales…Como no podía ser de
otro modo en un primer bosquejo, se hallan en el manuscrito numerosas
referencia a puntos que deben desarrollarse más adelante, sin que tales
promesas se hayan cumplido en todos los casos…” (Das Kapital, Band
III, Ullstein, Frankfurt, 1985, p. 9.). Se daba por satisfecho con haber “reproducido”
los escritos con la mayor literalidad posible, intercalando proposiciones
explicativas y nexos únicamente en los puntos indispensables. Por supuesto, las
controversias en torno a Engels como ejecutor testamentario
del legado del Marx desconocido se emparentan directamente con
la contribución general de Engels no sólo a la divulgación y
establecimiento de la herencia literaria sino de su contribución al mismo
marxismo.([iii])
Un debate paralelo a la difusión del Marx desconocido
es sin lugar a dudas la relación activista-intelectual y afectiva entre los dos
“violines”. El debate viene de lejos, pero se ha actualizado debido a
justamente la posibilidad fáctica que existe a partir de la edición de los
sucesivos MEGA’s (Obras Completas) de constatar documentalmente las diferencias
y afinidades entre los dos amigos. No se trata de hagiografía o de
psicoanalizar la novela familiar, sino de profundas implicaciones que socavan
el mismo estatus científico del comunismo y su propia validez y coherencia
interna como “las condiciones de emancipación del proletariado”. Dada la
propia historia interna del marxismo, el rol de Engels como
albacea testamentario, editor, leyenda viva y popularizador es absolutamente
crucial para una satisfactoria comprensión de lo que se entendió por marxismo
durante un siglo. Es decir en este aspecto debemos cambiar al vieja óptica,
¡inducida por la misma autointerpretación del “El General”, y analizar
a Engels en primer plano, y a Marx en un
segundo. ([iv])
Al morir Marx surgió
inmediatamente la idea de unas obras completas. En un año tan temprano como
1883, la socialdemocracia rusa reunida en el Congreso de Copenhague realizó un
llamado al SPD alemán para iniciar una edición popular exhaustiva. ([v]) Un año más tarde, abril de 1884,
el propio Engels le comenta la misma necesidad a Rudolf
Mayer, hablando de una “…Gesamtausgabe von Marxens zerstreuten
Aufsätzen…”. En mayo de 1885 es Hermann Schülter, responsable
del diario socialdemócrata suizo Sozialdemokrat, quién le propone
a Engels un plan de editar un tomo de compilación de escritos
de Marx, dentro de una futura serie titulada “Sozialdemokratische
Bibliothek“. ([vi]) La noble y gigantesca tarea le estaba
reservada al joven estado bolchevique. Pero esa es otra historia…
Un
cáncer mortal, de esófago, comienza a invadirle. Estamos a principios de marzo
de 1895. No se dio cuenta de su carácter incurable, viviendo esperanzado en una
pronta recuperación. Lo malcuidaba Louise Kautsky, la esposa ya
divorciada de Karl, quién vivía en su casa con su nuevo marido. Era
intención de Engels dedicarse al cuarto volumen de Das
Kapital, las teorías de la plusvalía (que mereció otro debate
internacional), Theorien vom Mehrwert, finalmente editadas
por Kautsky. Además dedicarse a los escritos juveniles de Marx,
la correspondencia Marx-Lasalle (luego editadas por Franz
Mehring en cuatro volúmenes), una Historia de la Internacional
(también aprovechada por Mehring) y a la fallida biografía de
homenaje su amigo. Planes que seguían en su mente durante la primavera de 1895,
pocos días antes de su muerte. La Kravchinskaia, populista rusa, lo
cuidó en algunas oportunidades: “Estuve al lado de Engels cuidándolo. Él se
despertó, se alegró cuando me reconoció y comenzó a mostrarme todos los
sillones en los que había estado sentado Karl Marx. También cartas de Marx, sus
fotografías, así como alguna caricatura. Todo ello lo hizo Engels con enorme
amor… Tenía una peligrosa enfermedad: padecía cáncer de laringe. Sin embargo,
hasta último momento Engels se interesaba por todos los acontecimientos y
escribía mucho. Todos sabían que la muerte estaba cerca… Vi que a Engels no se
le dispensaban los cuidados necesarios.” Zasulich le
escribe a sus compañeros en Rusia: “Engels, el pobre, se encuentra muy
enfermo: algún pertinaz tumor en la garganta. Ya hace casi dos meses que no
puede dormir. No habrá nadie capaz de sustituirle y alcanzar alguna vez esa
confianza general que se le concede y que él ha sabido aprovechar tan
sabiamente.” Su testamento lleva la fecha de 29 de julio de 1895 y de su
considerable fortuna dejo una buena parte más su biblioteca y papeles al partido
socialdemócrata alemán. Las hijas de Marx fueron ampliamente
favorecidas. El domingo, o sea la víspera de su muerte, el lunes 5 de
agosto, Engels, que ya no podía hablar, convoca a la hija de Marx, Tussy,
y le comunica escribiendo en una pizarrita, que Frederick Demuth es
hijo de Karl Marx con la fiel sirvienta Helene Demuth. Engels lo
había reconocido como propio para salvaguardar el delicado equilibrio de la
familia de su amigo. Tussy no lo puede creer y llora aferrada
a Louise Kautsky. Engels sólo ingiere alimentos
líquidos, necesita ayuda para vestirse y desnudarse, así como para
acicalarse. Bebel se asombra de su gran estado de ánimo, y que
ayudado por su pizarra, “hace los más alegres chistes”… Falleció con
total tranquilidad a las once de la noche.
Había
expresado el “resuelto deseo” de que sus restos mortales fuesen
incinerados y las cenizas lanzadas al mar lo antes posible. Esta determinación
era no dejar ni una posibilidad de un “culto de héroes”. Sus exequias
debían ser estrictamente privadas y que sólo asistieran a ella su íntimo
círculo personal y familiar. Al sencillo acto celebrado ante su cuerpo, antes
de ser trasladado al crematorio de Woking (en la estación Westminster Bridge
del South Western Railway) sólo asistieron unas ochentas personas. Pronunció
unas palabras un sobrino de Engels; luego Samuel Moore en
nombre de los amigos; Bebel en nombre del partido alemán y
austriaco; Lafargue por el francés; Vera Zasulich y Stepniak; Valera por
los italianos. Solamente los Aveling (Eduard y Eleonor
Marx), el sastre Lessner y Bernstein acompañaron
las cenizas hasta Eastbourne, su lugar en la costa preferido y, en una barca, a
unas cinco millas marítimas de Beachy Head, arrojaron la urna al mar. Según las
biografías soviéticas, en un lugar cerca de Istborn. Era un día muy depresivo,
plomizo y lluvioso.
Engels falleció dejando su misión inconclusa, que él
mismo calificó irónicamente como de “mera selección” entre las
diferentes versiones y diferentes redacciones trabajadas por Marx,
sirviéndole de base siempre la última redacción disponible cronológicamente y
cotejándolas con todas las anteriores. De esta manera finalizó la primera
operación editorial sobre los manuscritos de Marx, realizada por
aquel que siempre se consideró el “segundo violín”. Fue durante este
trabajo de edición que polémicamente se constituyó el “marxismo” como
Doctrina, lo que podría dar una hipótesis plausible de hasta qué punto y en qué
medida tales presiones “políticas” externas influyeron sobre el propio
trabajo editorial de Engels [vi] Y si podemos hablar de “Marx-Engels” o
de “Engels-Marx”… No todo lo que Engels quería que se
leyera fue realmente leído, su misma insistencia en combatir una lectura
simplificada de la obra de Marx y propia indica el éxito de
las interpretaciones revisionistas, mecanicistas y vulgares. Quizá el mejor
epitafio fue el aviso que le hizo al ruso Voden en una de sus
visitas: “preferiría que los militantes, rusos o no, acabaran por una vez de
ir buscando citas de Marx y Engels, y que en lugar de ello pensaran tal como
Marx hubiera pensado en su lugar. Afirmó que si la palabra marxiste tenía
alguna razón de existir, éste era su único sentido”.
NOTAS
[i] Las informaciones filológicas y
la historia de los escritos del Estagirita pueden consultarse en el notable
libro de I. Dühring: Aristóteles, UNAM,
México, 1990, p. 65 y s.s.; ver además el clásico de W. Jäeger: Aristóteles, FCE, México, 1978; p. 4 y s.s.
[ii] El historiador Eric Hobsbawm, a
propósito de los originales de los Grundrisse, ha dicho
que se trata de una “…especie de estenografía intelectual privada, que se
vuelve impenetrable…”; E. Grillo, el exquisito traductor al italiano, concluye
que no sólo es un texto difícil de traducir, sino extremadamente complejo para
un lector avezado. Ya Engels le había comentado a Kautsky el carácter de
jeroglífico de los manuscritos de Marx, acompañados con subrayados y destacados
hechos con tres colores de lápices.
[iii] En 1843, siendo estudiante,
Marx comenzó con su costumbre de escribir resúmenes y comentarios de sus
adquisiciones de libros en cuadernos y “notebooks”; hasta 1849 escribió treinta
y uno de estos cuadernos, y su biblioteca personal con anotaciones y marginalias sumaba 800 volúmenes. Cuando comenzó
su proceso judicial, por seguridad se la dio para su custodia a su amigo de
Colonia, Ronald Daniels, quien en un inventario escrito en 1851, contabilizó
400 títulos individuales (la llamada “Daniels-Liste”). Marx estuvo separado de
esta biblioteca juvenil durante doce años, y al recuperarla descubrió que le
habían vendido muchos de sus volúmenes más preciosos (entre ellos todo Fourier,
Goethe, libros de economistas del siglo XVIII y de lírica griega). Al parecer,
luego de la muerte de Ronald, los cajones con su biblioteca pasaron a manos de
su hermano. Después de morir Marx pareciera ser que la proverbial generosidad
de Engels fue la causante de la dispersión y pérdida de la importante
biblioteca marxiana, según testimonio a Nikolaj Sergejevic Ruzanov en la
primavera de 1892.
[iv] Al debate crítico de Engels
como editor, en los últimos años se sumó las controversias sobre las raíces del
revisionismo. La discusión, de vieja data, fue relanzada por el famoso libro de
Lucio Coletti De Rousseau a Lenin, en el
capítulo: “Bernstein y el marxismo de la Segunda Internacional”, traducido al
español como: Ideología y Sociedad. A partir
de los años ’80 se conformó lo que algunos comentadores irónicamente llaman
“the Anti-Engels faction” (C.J. Arthur) de parte de académicos del mundo anglosajón;
véase: Levine, N, The Tragic deception: Marx contra Engels,
Clio, Oxford, 1975; y Dialogue within the Dialectic;
Allen & Unwin, London, 1984.
[v] En este aspecto existe una
amplia bibliografía de notable importancia, en especial entre los “scholars”
académicos del mundo anglo-sajón, que sin dudas se inicia con el pionero tanteo
de Alvin W. Gouldner, Los dos marxismos. La
controversia es antiquísima: ya en 1899 un tal Woltmann intervino en un
Congreso del SPD, para señalar las diferencias de fondo entre Marx y Engels “y
los llamados marxistas”.
[vi] Schülter (1851-1919) le escribe a Engels
solicitándole ayuda y apoyo. Las obras escogidas parecerían en el proyecto de
difusión “Sozialdemokratischen Bibliothek” En esos momentos el General se
encontraba trabajando en los manuscritos de Das Kapital. Engels
colaborará con él en el libro sobre el movimiento obrero inglés: Die Chartistenbewegung in England. Mit Anlangen: a) Rede von
Jos. Rayner Stephens, gehalten am. 10 Februar 1839 (…), b) Beschlüsse der
Chartisten-Konferenz vom April 1851, Sozialdemokratische
Bibliothek, 16, Hottingen-Zürich, 1887.
[vii] Tal la pregunta que se hace Rubel, concluyendo que “marxismo”
es un término abusivo y que Engels a través de su trabajo de sistematización y
divulgación es el primer “marxista”. “En la historia del marxismo como culto de
Marx, Engels ocupa el primer plano”, en: “La leyenda de Marx o Engels como
fundador (1972)”, ahora en: Marx sin mito, Octaedro,
Barcelona, 2003, p. 31.
*Forma parte de un libro de
biografía intelectual sobre Karl Marx y su difusión.
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