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jueves, 19 de noviembre de 2020

Ricardo Torres: “El costo del esquema actual es invisible, pero es alto”



Por Ricardo Torres Actualizado Nov 18, 2020

LA HABANA. Sobre el próximo reordenamiento monetario al que las autoridades cubanas están llamando al país existen aún múltiples interrogantes. Es lógico, en primer lugar, porque se trata del costo de la canasta de consumo, de las principales fuentes de ingresos y la seguridad económica de la población. Pero también la incertidumbre es acarreada por el hecho de que se trata de seis procesos que ocurrirán simultáneamente, como explica el profesor y economista cubano Ricardo Torres.
  1. Sale una moneda de circulación, que es el Peso Convertible (CUC)
  2. Unificación de los tipos de cambios, pues ahora existen varios para diferentes sectores
  3. Devaluación de la moneda nacional (CUP)
  4. Modificación (incremento) de los precios mayoristas y minoristas
  5. Eliminación de subsidios
  6. Incremento de salarios y pensiones
Todo esto comienza, como han indicado las autoridades, el denominado Día Cero. Pero los impactos de cada una de estas medidas no van a ocurrir simultáneamente.

Un tipo de cambio, una misma economía

Si tenemos en cuenta, como explica el profesor Torres, que el tipo de cambio (depreciado o apreciado) refleja la escasez o abundancia de divisas en una economía, cuando existe escasez de divisas en el país—como es el caso—, la moneda nacional tiende a perder valor. Pero la especulación incide también en estos valores, especialmente en el mercado informal, que es actualmente el único circuito donde la población que no recibe remesas puede adquirir divisas y acceder a productos esenciales que se ofertan en Moneda Libremente Convertible (MLC) y no en CUC.

“Entonces el tipo de cambio es el precio que viene a equilibrar la economía doméstica con el mercado externo. Si exportas menos, tu moneda nacional va a perder valor [aumenta el precio de la divisa], y cuando la moneda se deprecia, las importaciones te cuestan más caras. Por lo tanto, importas menos, y vuelves a ajustar la balanza”, explica Torres. Esto es una ecuación objetiva, más allá de consideraciones de otro tipo, que no tiene en cuenta las consecuencias para la ciudadanía de importar menos.

En todo caso, esto es una regla para economías de mercado, que no es el caso de Cuba. Según el economista, desde los noventa funciona en la Isla un esquema monetario y cambiario que descansó en dos signos monetarios, usados por sectores diferentes de la economía y con tipos de cambio diferentes. Durante mucho tiempo, dice, el tipo de cambio del CUC estaba garantizado por el Banco Central. En el caso de CADECA, fue el mecanismo para la población que le quitó la venta de divisas al mercado informal, que empezó por el tipo de cambio formal de 120 pesos por un CUC.

“Así sobrevivimos, pero eso de todas formas creó problemas. Porque se segmentó la economía por tipos de monedas y de accesos a esas divisas. Además de problemas en la medición de la actividad económica, porque no todos los pesos se transan con el mismo tipo de cambio. Este es un gran motivo para devaluar la moneda ahora, entre otros. Es necesario ese ordenamiento. El costo de tener el esquema actual es invisible, pero es muy alto y lo estamos pagando todos los días”, afirma Ricardo Torres.

Otro motivo, indica, son los “incentivos perversos” que introdujo para los exportadores ese tipo de cambio, ajustado a la baja con el tiempo hasta el 1×24 de hoy para la población, pero de uno por uno para el sector empresarial. Sencillamente se les entrega un peso cubano por cada dólar que exporten. Tal y como explica Torres, ese tipo de cambio de uno por uno para el sector empresarial es una realidad contable, no económica. Un peso en realidad no compra un dólar. Y tampoco las empresas pueden comprar cantidades ilimitadas de dólares a esa tasa, porque esa cantidad es asignada, es planificada anualmente.

Con este reordenamiento, tal y como han expuesto las autoridades, se espera que los insumos nacionales se abaraten frente a los productos importados. Al menos en los casos en los que ambos productos tengan una calidad similar. Otra cosa es si la industria nacional puede responder a esos incentivos, donde concurren aspectos institucionales y productivos. ¿Hay capacidad ociosa en muchas empresas que es fácilmente utilizable sin inversiones? No es seguro. Además, muchos insumos para esas otras producciones son importados.

Repartir el mismo pastel

Otros serán los impactos en la población. En palabras del profesor, “la riqueza que se crea en el país en el momento inicial del ordenamiento no cambia. No hay un peso más de producción, entonces no hay ganancia del poder adquisitivo para la media de la población, porque se trata del mismo pastel”.

Según las intervenciones de los funcionarios en las Mesas Redondas sobre el tema, se espera que las personas asalariadas del sector público salgan en una mejor posición económica de este proceso. Pero si un grupo recibe más, ¿significa que otro grupo recibe menos? De acuerdo a Torres, esto no se puede ver en términos de salarios, sino en términos de bienes y servicios. “Si unos grupos de población van a ganar en poder adquisitivo, lo que significa que van a comprar más pollo, por ejemplo, el resultado es que esa cantidad de pollo se resta para otro grupo, porque la cantidad del producto en el país sigue siendo la misma”.

Ahora bien, para muchas personas el ingreso garantizado a partir de estos cambios es cero. Esto modela, según opina el economista, dos grandes grupos poblacionales más vulnerables que otros a los impactos negativos del proceso de reordenamiento. En primer lugar, todas las personas del sector informal de la economía, que no son pocas, puesto que no acceden a salarios del sector público ni a pensiones del sistema de Seguridad y Asistencia Social. No es posible tampoco considerar de facto que todo este grupo como personas no trabajan porque no lo desean. En ese micro país hay mucha diversidad y causalidades que deben ser tomadas en cuenta por la dirección del país.

En segundo lugar, se encuentran los trabajadores por cuenta propia y el sector privado en general, ya que no reciben un ajuste salarial automáticamente al iniciar el proceso. “El día que comience, los privados tendrán que calcular cuánto pueden vender, a qué precio, y a partir de ahí determinar los salarios. En el sector estatal, eso ya va a estar calculado previamente a los cambios. El sector privado tendrá que ajustarse, después de las ventas”, explica Torres.

No estamos hablando de poder adquisitivo, que es otra discusión y estará más claro cuando finalmente se inicie el reordenamiento. Aquí se trata en primera instancia de los mecanismos de compensación, de la protección con que contarán las personas para este tránsito.

Otro asunto que indica el profesor es el tema de los ahorros. “Este es un tema más sensible, porque esos ahorros se van a depreciar. Las personas que han ahorrado, por ejemplo, en cuentas de plazos fijos durante años, al incrementarse los precios, esos ahorros van a valer menos. Aunque dejen el dinero en el banco, ese dinero perderá valor”, dice. La medición son los bienes y servicios a los que se puede acceder con ese dinero antes y después.

Y también están los precios, con tendencia al alza desde hace un tiempo, debido a la presión que ejerce en ellos la escasez. Por una parte, la dirección del país explicó que para garantizar que los precios del sector privado no crezcan más allá del diseño esperado, se van a implementar rebajas de impuestos, aumentará el mínimo deducible para las actividades permitidas y habrá una negociación con los gobiernos locales.

Para el profesor, no están claras las garantías de ese control sobre los precios, por varias razones. Según explica, “no hay garantías de que las negociaciones con los gobiernos locales sean efectivas; también existe un proceso inflacionario en marcha debido a la escasez aguda y por las mismas expectativas de las personas ante el reordenamiento; y, por ejemplo, está el mercado informal. ¿Cómo puedes negociar con el sector informal, si por definición no tiene rostro? Y este es una parte muy importante de nuestra economía, más ahora que ya abrieron los aeropuertos”.

“No conozco ninguna teoría económica —agrega— para controlar los precios en el sector informal, como no sea desaparecerlo, que no exista porque no haga falta. Eso no se hace administrativamente. Entonces este sector actúa como ancla, porque brinda los bienes y servicios que no encuentras en el sector formal. Por lo tanto, si el costo de la vida crece, también lo harán los precios de ese mercado”.

También respecto a los precios, habría que analizar el costo calculado de la canasta básica —que no es solamente la canasta familiar normada que se recibe por la libreta de abastecimiento—. En su exposición, Torres indica que los precios tenidos en cuenta para esos cálculos continuarán creciendo después el Día Cero, por lo que es de esperar que a medida que pase el tiempo, el costo de esa canasta por la que se fijarán salarios y pensiones ya no sea de 1500 pesos.

Demasiados factores externos inciden además en el aumento del flujo de divisas que contribuye a estabilizar el valor de la moneda nacional; y muchos de ellos no están en manos de las autoridades cubanas. Entre ellos, el profesor menciona la recuperación de la industria del turismo en el mundo y las medidas para revertir sanciones a viajes y remesas que podría tomar el presidente electo en Estados Unidos Joe Biden, una vez instalado en la Casa Blanca. Ninguno de ellos depende de Cuba.

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