Otras Paginas WEB

sábado, 21 de marzo de 2020

Descienden los visitantes internacionales hasta Febrero 2020 (- 16.5 %). No se cumplirá la meta de crecimiento del año 2020 vs 2019.

Por Humberto Herrera Carlés

Después del cierre de frontera en el día de ayer 20 de marzo del 2020 por Cuba para impedir la extensión de la pandemia del coronavirus, algo que impacta en todo el mundo, podemos decir que el crecimiento de los visitantes internacionales previstos en este 2020 (4.5 millones de visitantes y +5.2 % de crecimiento) podemos descartarlo por fuerza mayor, hay que recalcular las nuevas metas cuando las condiciones actuales desaparezcan y volvamos a la normalidad.

La supuesta locomotora de la economía se ha detenido, y el impacto de ingresos en divisas será importante, hay que buscar alternativas al turismo sin descartarlo, porque necesitamos varias locomotoras en lo inmediato, no para esta coyuntura sino en lo adelante.

El año 2019 cerró finalmente con 36.9 % de ocupación hotelera en instalaciones del MINTUR y el 2018 con 38.5 %, sencillamente eso no es sostenible en el tiempo, por lo que valdría la pena que se pensara en aprovechar cada año un 80 % las capacidades que tenemos actualmente (aunque se requiera de inversiones para su mejoramiento y puesta a punto), terminar las nuevas obras en curso en el más breve plazo posible y solo entonces pensar seguir ampliando nuestras capacidades.

La Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) publicó el informe de los visitantes internacionales  hasta el mes de febrero 2020 y reflejan un descenso acumulado del (-16.5 %) en relación a igual periodo del 2019. (1)

Es importante que se siga publicando mensualmente la información de visitantes para ver como evolucionamos, pero lo cierto es que hasta el segundo mes del año siguió la tendencia del 2019 en lo fundamental y con ese decrecimiento acumulado iba ser difícil cumplir con las metas trazadas por las autoridades turísticas cubanas para el presente año sin coronavirus.

Resultados hasta febrero 2020


   Fuente: ONEI

Como se observa, solo dos países o grupo crecían hasta febrero, Canadá (nuestro principal emisor) y Rusia posicionado desde el año anterior en tercer lugar, el resto decrece, aunque es justo decir del poco decrecimiento de España país que tiene la mayor cantidad de hoteles en nuestro país.

Hay que decir que el decrecimiento de visitantes internacionales en el mes de enero fue de (- 19.6 %) y el mes de febrero ( -13.2 %) algo menor.  La causa de esto fueron los crecimientos de Canadá (+7.5 %), la Comunidad cubana en el exterior (+5.9%), y un (+57.7 %) de Rusia, el resto decreció en febrero en menor proporción que enero, excepto México e Inglaterra.

Estados Unidos por ejemplo a pesar de las draconianas medidas trumpistas a partir de abril del 2019 para limitar las visitas de sus ciudadanos a nuestro país, y que se siguieron endureciéndose mes tras mes, si bien decreció en enero del 2020 (-68.2 %), en febrero lo hizo (-59.0 %), es decir un 9.2 % menor.

¿Cuándo empezará la actividad turística y en qué tiempo demorara recuperarse? es la pregunta difícil de contestar. La oportunidad ahora es para preservar y mejorar en lo posible las instalaciones turísticas en esta pausa, capacitar al personal para propiciar un servicio de mayor de calidad al cliente, realizar estudios por cada hotel del RevPar (2) para tomar decisiones adecuadas y prepararnos posiblemente para el verano 2020.

No olvidemos que todos los países "acogieron con satisfacción el eslogan de la OMT, «Quédate en casa hoy para poder viajar mañana», que está promoviéndose en los medios digitales con el hashtag #ViajaMañana.". De eso se trata.

Notas:

(1) La información de la ONEI  del año pasado de los Visitantes Internacionales de  febrero de 2019, el total  era 946 603, en el  2020 como se observa es 949 035 visitantes,  es decir una diferencia de  +2 432 visitantes y esta localizado en " Otros" que abarcan una veintena de países emisores.

(2) RevPar https://chekin.io/blog/revpar-calcula-la-rentabilidad-de-tu-hotel-o-vivienda-turistica/

El turismo es el sector económico más afectado por el COVID-19, según la OMT


El turismo es el sector económico más afectado por el COVID-19, según la OMT

La Organización Mundial del Turismo (OMT) organizó ayer una reunión virtual de alto nivel con organismos clave de las Naciones Unidas, los presidentes del Consejo Ejecutivo y las Comisiones Regionales, y líderes del sector privado. 

El turismo es el sector económico que se ha visto más afectado por el COVID-19 y todos los participantes aceptaron la invitación del secretario general de la OMT para integrarse en un Comité Mundial de Crisis para el Turismo, que se constituye a la vez que la OMT se prepara para lanzar una guía mundial para la recuperación. El Comité, liderado por la OMT, celebrará reuniones virtuales regulares, vista la necesidad de coordinación y eficiencia en las actuaciones de los sectores público y privado, los gobiernos, las instituciones financieras internacionales y las Naciones Unidas. 

Desde el comienzo de la pandemia, la OMT ha estado colaborando estrechamente con la Organización Mundial de la Salud (OMS) a fin de guiar al sector turístico frente al reto del COVID-19. La reunión, convocada desde Madrid, pero celebrada virtualmente por razones de seguridad pública, hizo mayor hincapié en el llamamiento a la cooperación internacional para preparar una respuesta unida basada en las últimas recomendaciones de salud pública y que tenga en cuenta la profunda onda expansiva a nivel económico y social de la pandemia. 

«Esta emergencia de salud pública sin precedentes se ha convertido ya en una crisis económica que tendrá un costo social», explicó el secretario general de la OMT, Zurab Pololikashvili. El secretario general añadió que el turismo «es el sector más afectado y todas nuestras estimaciones se han quedado obsoletas por una realidad cambiante». 

Quédate en casa - #ViajaMañana 

Sin ninguna certidumbre sobre cuánto durará esta crisis o cuál será el impacto económico y estructural final en el turismo, todos los participantes se mostraron unidos en su profunda preocupación por los millones de puestos de trabajo que podrían perderse. Dado que a escala mundial el 80% del sector está formado por pequeñas y medianas empresas, el impacto social de la crisis irá mucho más allá del turismo y se convierte en una preocupación clave para la comunidad internacional. 

El turismo ha demostrado ser en el pasado un socio fiable para la recuperación de la sociedad y las comunidades, pero solo si las políticas económicas de los gobiernos y los paquetes de apoyo de los organismos donantes y financieros tienen en cuenta que se trata de un sector que afecta a todos los componentes de la sociedad. 

«El medio de vida de millones de personas y familias está en juego, sea en centros urbanos o en comunidades remotas en las que el turismo es a veces la principal fuente de ingresos y un vehículo para la inclusión social, la protección del patrimonio y el impulso al desarrollo», dijo Zurab Pololikashvili. 

Por ello, son necesarios el reconocimiento político y la cooperación interministerial, así como la implicación de los sectores público y privado y unos planes de acción de mayor amplitud liderados por instituciones financieras y órganos regionales. 

Todos acogieron con satisfacción el eslogan de la OMT, «Quédate en casa hoy para poder viajar mañana», que está promoviéndose en los medios digitales con el hashtag #ViajaMañana. 
 

Tres reglas para la pandemia de Trump

Hay que centrarse en las adversidades, no en el PIB; dejar de preocuparse por los incentivos para trabajar y no confiar en el presidente



El presidente de Estados Unidos atiende por teleconferencia a los gobernadores federales.CONTACTO / CONTACTO (EUROPA PRESS)

De modo que ahora Donald Trump llama “virus chino” a la Covid-19. Cómo no iba a hacerlo: el racismo y culpar a otros de sus propios fracasos son los rasgos que definen su presidencia. Pero si tenemos que darle un apodo a la enfermedad, mucho mejor que nos refiramos a ella como la “pandemia de Trump”.

Es cierto que el virus no se originó en Estados Unidos. Pero la respuesta estadounidense ha sido catastróficamente lenta e inadecuada, y el responsable es Trump, que restó importancia a la amenaza y se resistió a tomar medidas hasta hace solo unos días.

Comparemos la gestión estadounidense del coronavirus con la de, por ejemplo, Corea del Sur. Ambos países detectaron su primer caso el 20 de enero. Pero Corea se movió con rapidez para aplicar pruebas generalizadas y ha utilizado los datos de esas pruebas para orientar el distanciamiento social y otras medidas de contención. Y parece que allí la enfermedad está en retroceso.

En cambio, en Estados Unidos, la realización de pruebas apenas acaba de empezar; solo se les han practicado a 60.000 personas, frente a las 290.000 efectuadas por Corea, a pesar de que la población es seis veces mayor y de que el número de casos parece estar disparándose.

Los detalles de nuestro descalabro son complejos, pero todos se derivan en última instancia del hecho de que Trump minimizara la amenaza: hasta la semana pasada seguía afirmando que la Covid-19 no era peor que una gripe (aunque fiel a su estilo, ahora afirma que siempre ha sabido que se avecinaba la pandemia).

¿Por qué decidieron Trump y su equipo negarlo y retrasarlo? Todo da a entender que el presidente no quería hacer ni decir nada que pudiera provocar una caída de los precios de las acciones, algo que él parece considerar la principal medida de su éxito. Esa es presumiblemente la razón de que todavía el 25 de febrero Larry Kudlow, jefe de economistas del Gobierno, declarase que Estados Unidos había “contenido” el coronavirus, y que la economía estaba “aguantando estupendamente”.

Pues bien, fue una mala apuesta. Desde entonces, la Bolsa prácticamente ha perdido todo lo avanzado durante la presidencia de Trump. Y lo que es más importante, la economía está claramente en caída libre. Entonces, ¿qué deberíamos hacer ahora?

Dejaré la política sanitaria a los expertos. En cuanto a la política económica, yo sugeriría tres principios. Primero, centrarse en las adversidades, no en el PIB. Segundo, dejar de preocuparse por los incentivos para trabajar. Tercero, no confiar en Trump.

En lo referente al primer punto: muchas de las pérdidas de empleo que experimentaremos en los próximos meses no solo serán inevitables, sino deseables de hecho. Queremos que los trabajadores que están o podrían estar enfermos se queden en casa, para “aplanar la curva” de propagación del virus. Queremos cerrar en parte o en su totalidad los grandes espacios empresariales, como las fábricas de automoción, que pudieran actuar como placas de Petri humanas. Queremos cerrar restaurantes, bares y establecimientos comerciales no esenciales.

Ahora bien, seguramente habrá pérdidas de empleo adicionales e innecesarias causadas por un desplome del gasto empresarial y de consumo, y por eso se debería aplicar un estímulo general considerable. Pero la política no puede y no debe impedir una pérdida temporal de empleo generalizada.

Lo que la política sí puede hacer es mitigar las adversidades que afrontan quienes dejan temporalmente de trabajar. Eso significa que tenemos que gastar mucho más en programas como la baja médica remunerada, las prestaciones por desempleo, los cupones para alimentos y la atención sanitaria gratuita para ayudar a los estadounidenses en apuros, que necesitan mucha más ayuda de la que obtendrían con un reparto de efectivo global. Este gasto proporcionaría también estímulo, pero esa es una preocupación secundaria.

Y eso me lleva al segundo punto. Los sospechosos de rigor están objetando ya que ayudar a los estadounidenses necesitados reduce el incentivo que estos tienen para trabajar. Se trata de un argumento horrible incluso en los buenos tiempos, pero resulta absurdo ante una pandemia. Y los Gobiernos estatales que, animados por la Administración de Trump, han estado intentando reducir las ayudas públicas imponiendo requisitos laborales deberían suspender de inmediato esos requisitos.

Por último, respecto a Trump: en los últimos días, la televisión estatal, me refiero a Fox News, y los expertos de derechas, han pasado repentinamente de tachar la Covid-19 de farsa liberal a exigir que se paren todas las críticas al presidente en tiempos de emergencia nacional. Es algo que no debería sorprendernos.

Pero aquí es donde la historia de la pandemia de Trump –todas esas semanas desperdiciadas en las que no hicimos nada porque Trump no quería oír hablar de nada que pudiera perjudicarlo políticamente– adquiere importancia. Demuestra que incluso cuando hay vidas de estadounidenses en peligro, la política de este Gobierno se centra exclusivamente en Trump, en lo que a él le parece que le hará quedar mejor, sin importar el interés nacional.

Lo que esto quiere decir es que cuando el Congreso asigne dinero para reducir el daño económico causado por la Covid-19, no debería dar a Trump discrecionalidad para gastarlo. Por ejemplo, aunque tal vez sea necesario proporcionar fondos para avalar a algunas empresas, el Congreso debe especificar normas sobre quién recibe esos fondos y con qué condiciones. De lo contrario, ya sabemos lo que va a ocurrir: Trump abusará de cualquier discrecionalidad que se le otorgue para compensar a sus amigos y castigar a sus enemigos. Él es así.

Responder al coronavirus sería difícil en la mejor de las circunstancias. Será especialmente difícil cuando sabemos que no podemos confiar ni en el juicio ni en los motivos del hombre que debería estar liderando la respuesta. Pero uno entra en una pandemia con el presidente que tiene, no con el presidente que desearía tener.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía. © The New York Times, 2020. Traducción de News Clips

La baja letalidad del coronavirus en Alemania: una excepción que podría dejar de serlo



Imagen del coronavirus al microscopio. SMITH COLLECTION/GADO/GETTY IMAGES



Las cifras del coronavirus en Alemania esconden un enigma: el país tiene 19.000 casos confirmados y solo 68 muertos. Eso deja una tasa de letalidad del 0,36%, muy inferior a la de Francia (2%), España (4%) e Italia (8%). Sabemos que en esta diferencia influye la capacidad de Alemania de hacer miles de test. Pero debe haber algo más. La tasa de letalidad alemana también es excepcionalmente baja si se compara con Corea del Sur (1%), cuya capacidad de diagnóstico también se considera alta. ¿Cómo se explica entonces el caso alemán? El viernes, el portavoz del Ministerio de Sanidad español, Fernando Simón, dijo que no lo saben. Y tampoco las autoridades alemanas tienen una explicación definitiva. Pero existen al menos tres hipótesis.

1. Es posible que el virus brotase en Alemania más tarde. El primer brote local de contagios dentro de Europa se detectó en Italia y estaba muy avanzado cuando emergió: por eso los muertos llegaron rápido allí. Solo pasó una semana desde el infectado número 20 al muerto número 20. Eso sugiere que el brote llevaba semanas activo, porque la enfermedad tarda dos o tres semanas en provocar la muerte.




Casos confirmados y muertes por país

La alarma en Italia hizo que los países europeos redoblaran sus esfuerzos de detección. En España se multiplicaron los casos detectados de un brote que en realidad ya estaba aquí.

También se detectaron los primeros casos en Alemania, pero su brote estaba seguramente en una fase incipiente. “Alemania reconoció su brote muy temprano. Vamos dos o tres semanas antes que algunos países vecinos”, explicaba el virólogo Christian Drosten a Zeit. “Lo hicimos porque realizamos muchos diagnósticos, testamos mucho. Ciertamente se nos pasaron casos en esa primera fase. Pero no creo que nos hayamos perdido un brote importante”.

Eso podría explicar que su tasa de mortalidad sea inferior. Por dos motivos. Primero, porque si Alemania ha detectado los casos desde el principio, habrá detectado más infectados jóvenes, que son los primeros en contagiarse (viajan más y tienen más contacto con extranjeros). Los jóvenes resisten mejor al virus. Las muertes son más comunes cuando el virus avanza y se contagian personas de más edad.

El otro motivo es que las muertes tardan un tiempo en producirse. En muchos países hemos visto subir las tasas de mortalidad con el tiempo. Es lo que pasó en Corea del Sur, donde los test están siendo exhaustivos y la mortalidad se ha doblado: pasó del 0,5% al 1,1% entre el 1 y el 20 de marzo. Si el brote en Alemania es más reciente que el de España o Italia, sus cifras de letalidad podrían aumentar.

2. Los enfermos alemanes son más jóvenes. En Alemania se publica a diario la edad de una muestra de los infectados, por eso sabemos que la media son 47 años y que solo el 20% tiene más de 60 años. Son cifras similares a las de Corea (I), pero muy diferentes de las de Italia, donde la edad media de los infectados —que se detectan— son 66 años y donde el 58% tiene más de 60 años (I). Los enfermos de Covid-19 más ancianos son casos con mayor riesgo. La pirámide de población de cada país también podría influir. Italia es el país europeo con más mayores de 65 años (26%), mientras que en Corea son solo un 14%. Pero eso no ayuda a explicar el caso alemán, donde el 25% de los habitantes tiene 65 años o más.

Pueden pesar también factores culturales. Los datos de China dicen que entre el 75% y el 80% de los contagios de la Covid-19 se han producido en núcleos familiares, según ha explicado Bruce Aylward, de la OMS, a The New York Times. Pero el contacto cotidiano entre jóvenes y mayores no es igual en todas las sociedades. Como sugiere Moritz Kuhn, de la Universidad de Bonn (Alemania), las personas de entre 30 y 49 años que viven con sus padres superan el 20% en Italia, China o Japón, mientras que en Alemania son poco más del 10%.

3. Detrás de todo están los test. Alemania ha asegurado a través del Instituto Robert Koch, el centro responsable del control de enfermedades, que puede hacer 160.000 test a la semana. El país podría haber hecho hasta 4.000 pruebas por cada millón de personas, muy lejos de los 625 por millón que ha hecho España. Es evidente que una mejor detección reduce las tasas brutas de letalidad para acercarlas a la realidad: si contabilizas todas las infecciones —incluidas las más leves—, el ratio de muertos por infectados será menor.

Es lo que sugieren también los números de Corea del Sur. Es el país que ha hecho más test (más de 5.000 por millón de habitantes), y aunque su brote tiene ya bastantes semanas, sigue siendo uno de los países con la letalidad más baja, un 1,1%, que a menudo se usa como referencia.

Es probable que la baja letalidad del virus en Alemania se deba a una mezcla de varias cosas. Sus cifras seguirán probablemente lejos de las de España e Italia, mientras el país siga siendo capaz de testar masivamente. Pero si otro factor es que su brote está en una fase más temprana, sus cifras de muertos aumentarán y la letalidad crecerá. La pregunta es cuánto.

Lecciones desde España sobre el coronavirus

La plaza Puerta del Sol en Madrid el 15 de marzo, vacía tras la declaración de estado de emergencia en el país por el coronavirus. (Pablo Blazquez Dominguez/Getty Images)
By Ignacio Escolar 
March 15, 2020 at 7:54 p.m. CST

Ignacio Escolar es director de eldiario.es y analista político en radio y televisión.

Escribo desde España, desde Madrid, hoy una ciudad fantasma golpeada por la pandemia del coronavirus. Hace apenas 24 horas, el Gobierno de España decretó el Estado de alarma e impuso una estricta cuarentena para todos los ciudadanos. No se puede salir de casa más que para comprar comida o medicamentos, para ir al médico, para atender a un familiar enfermo o para ir a trabajar, si es que no puedes hacerlo desde casa y tu empresa sigue abierta (la gran mayoría no lo están). Han cerrado todos los colegios y universidades, los comercios, los cines, los bares, los restaurantes... La Policía está vigilando las calles y hay severas penas y multas para los que no cumplan con estas órdenes. Está también prohibido salir a correr o a pasear.

No sabemos cuánto va a durar. Los focos de contagio del coronavirus están, desde hace más de una semana, completamente fuera de control. La cifra oficial de infectados ya asciende a 3,544 personas solo en Madrid, pero muchos de los casos leves no están siquiera reportados. Probablemente son muchos más. Ya han muerto 288 personas en España —datos del domingo 15, que cada día aumentan—. La cifra definitiva de víctimas será sin duda mayor.

No es algo muy distinto a lo que ya ocurre en otras ciudades españolas o europeas. O a lo que pasa desde hace más de una semana en Italia. Si me lees desde Milán, todo esto te sonará conocido. Si me lees desde algunas zonas de Estados Unidos, México, Argentina, Colombia… te estoy hablando desde el futuro. Es lo que, en breve, muy probablemente, va a pasar por todo el planeta. También puede pasar en tu ciudad.

¿Suena exagerado? ¿Alarmista? Es lo mismo que habría respondido yo hace solo una semana. Una de las cosas que he aprendido desde que la pandemia sacudió Madrid es lo vulnerables que somos, lo conectados que estamos, lo poco que importan las fronteras, lo rápido que todo tu mundo puede cambiar. Lo ingenuos que muchos hemos sido, que fui yo, porque las evidencias científicas estaban a la vista. A pesar de los precedentes, también en España tardamos demasiado en reaccionar.

Muchas de las personas pasan el coronavirus sin apenas gravedad; con algunas molestias, fiebre y tos. Tengo varias personas cercanas con síntomas de la enfermedad y muchas de ellas, en cuatro o cinco días, empiezan a mejorar. Pero el virus no es igual para todos: depende de tu estado de salud y de tu edad. No para todos es mortal, pero todos pueden transmitirlo, y que así el virus llegue a una persona más vulnerable. No hay vacuna y va a tardar en llegar. Por eso es tan importante que todos, también quienes no son población de riesgo, se tomen esta epidemia como lo que es: un grave problema mundial.

El cálculo de la Sanidad de Madrid es que 40% de los afectados en España van a requerir de atención hospitalaria. Es un porcentaje que duplica al de China porque la edad media de la población española es también mucho mayor. Y del total de infectados, 10% van a necesitar una unidad de cuidados intensivos.

Según la OMS, alrededor de 2% de los infectados morirán.

En toda España solo hay habilitadas 4,400 camas de cuidados intensivos. Hacen falta esos equipamientos porque los enfermos más graves necesitan respiración asistida para sobrevivir. No es una mala cifra y el sistema de salud español es de los mejores del mundo. Pero basta con hacer algunos números para ver que, si el crecimiento de la pandemia no se ralentiza con estas medidas radicales, si la curva de nuevos casos no se frena, los hospitales podrían colapsar. Como está pasando en Italia. Como puede pasar en muchos otros países más.

Desde hace varios días, todas las personas del periódico que dirijo, eldiario.es, trabajamos desde casa. Hemos aprendido que el teletrabajo es muy eficaz, y estoy seguro que, cuando todo esto pase, mi empresa no será la única que llegue a esta conclusión. El coronavirus va a ser para el teletrabajo lo mismo que fue la Primera Guerra Mundial para la incorporación de la mujer al mercado laboral. Estos cambios, una vez que llegan, no tienen marcha atrás.

También he aprendido que los seres humanos, en estas circunstancias, somos capaces de lo peor y lo mejor. El miedo se ha desbordado, pero también la responsabilidad. A pesar del pánico inicial, y de que muchas personas se lanzaron a los supermercados para acumular alimentos, no ha habido episodios de desabastecimiento y no parece que vayan a ocurrir. En los supermercados solo falta una cosa: papel higiénico. Por alguna razón difícil de explicar, es lo que la gente en sus casas está acumulando más.

Los hay egoístas e irresponsables; quienes aprovechan esta situación para irse desde Madrid a la casa de la playa, llevando con ellos nuevos focos de la infección. También ha habido algunos pocos casos de agresiones racistas contra ciudadanos chinos a los que culpan, injustamente, de la enfermedad.

Pero estos episodios son anecdóticos. La reacción de la mayor parte de los españoles está siendo ejemplar. Las muestras de solidaridad se han multiplicado. Es muy emocionante presenciar, cada noche a las 22:00, un aplauso desde los balcones y ventanas de toda España al personal de los hospitales, a quienes están en primera línea de batalla contra la enfermedad.

Aún no sabemos cuánto va durar. Ni las terribles consecuencias que puede tener para la economía mundial. Pero sí sabemos cuál es la manera de vencer a la enfermedad: hay que tomarse muy en serio las cuarentenas, y cumplir con las recomendaciones sanitarias. Evitar las concentraciones masivas de personas, también en países donde —por ahora— parece que el problema es menor. Lavarse las manos varias veces al día, con agua y jabón. Evitar los abrazos, los besos, saludar dándose la mano… unas recomendaciones difíciles de cumplir para quienes compartimos la cultura latina, pero que conviene respetar. En caso de síntomas, aunque parezcan leves, quedarse en casa, para evitar contagiar a nadie más.

Saldremos de esta, con seguridad. Los españoles y toda la humanidad. Pero el mundo, después del coronavirus, no volverá a ser igual.